Género literario: novela
Páginas: 346
Editorial: Baobab
Ediciones
El crimen de las cajas de ahorro es una novela escrita por el periodista Francisco J. Martínez Carrión, ciadadrealeño afincado en León, ciudad en la que fue durante veinte años director de Diario de León y, durante quince, director del Departamento de Comunicación de Caja España de Ahorros e Inversiones, entre otros puestos, por lo que cuenta con una mirada privilegiada para escribir la trama de esta novela. Esta no es su primera incursión literaria, pues ha compatibilizado el periodismo con la narrativa: una novela breva, libros de relatos, guías de viajes, libros de entrevistas...
La
acción de El crimen de las cajas de Ahorro se inicia con un
crimen real: el asesinato del presidente de la llamada Caja de Ahorros del Bernesga. El
nombre del río ya nos lleva a tierras leonesas. En el título, el autor juega
con la polisemia de la palabra crimen: asesinato y “delito grave” / “acción indebida o
reprensible” (RAE). El crimen material de un personaje es una licencia
literaria para organizar la trama. El otro crimen, el moral y judicial, es la
mala gestión de un banco público, la estafa de las preferentes, las
motivaciones políticas y económicas de muchos personajes que pululan cerca de
las C. y de sus consejeros: políticos,
sindicalistas, constructores…
En el contexto ficticio, pero que podría ser real, de la
fusión de las C. de A. del Bernesga y del Jabalón (referencia a dos
provincias biográficamente vinculadas al
autor: León y Ciudad Real), alguien asesina al presidente de la primera clavándole un abrecartas en
el corazón. Curiosamente ese abrecartas, que le lleva a la muerte, era un
talismán de la suerte que le había
acompañado en toda su carrera profesional. (¿Se inspiró el autor en el
asesinato real con un punzón clavado en la cabeza del director de la C. de A. de Ronda, en
Puerto Lápice?). El autor mezcla en la narración de manera muy hábil la investigación sobre el
novelesco crimen, lo cual le da a la
novela intriga e interés, con todos los
asuntos turbios en que están implicados
consejeros y políticos, que, aunque tienen nombres ficticios, en muchos
casos son perfectamente reconocibles. También es interesante el papel de la
prensa. Curiosamente el apellido del presidente asesinado es Relimpio. Está
claro que el autor juega con la ironía, no solo en este caso. Aunque en ese
ambiente profesional de corrupción y ambición tal vez
este personaje sea el más decente.
También sabe introducir con acierto un cierto componente morboso que tendrá que
ver con la resolución del caso de asesinato.
La novela se desarrolla en la ciudad ficticia de Oreto,
en la que se reconoce perfectamente a León y a sus gentes (oretanistas). Tal vez
le ha servido de inspiración para este topónimo el nombre del yacimiento
arqueológico de Oreto en Ciudad Real, que seguro que el autor conoce. La
geografía urbana es reconocible en sus barrios, en sus edificios, en su periódico principal: El Oretano. En su ambiente social hay necesidad de aparentar, porque la gente
influyente se conoce entre sí, pero se da la paradoja de que personas que no saben administrar sus propios
bienes dan consejos a los demás. No solo
aparece la capital, sino también hay referencias a la provincia a través de la
minería y de otros hechos, como el de
que el presidente asesinado hubiera nacido en un pueblo anegado por un embalse
y sus gentes trasladadas a un pueblo de nueva construcción, como así ha
ocurrido con los embalses leoneses.
En cuanto a la estructura, la novela está dividida en 30 capítulos, numerados del I al XXX, más un capítulo introductorio, no numerado, en que se presenta el descubrimiento del cadáver y la huida del asesino. Los capítulos no aparecen titulados. El autor cambia de uno a otro cuando cambian protagonistas, tiempos o lugares. Las transiciones dentro de un mismo capítulo las marca con un espacio en blanco.
La narración se realiza en tercera persona y, en general, a través de un narrador omnisciente. La novela comienza con el descubrimiento del cadáver. En el capítulo I (que no primero), el autor usa un flash back para contarnos los hechos inmediatamente anteriores, o sea, el pasado próximo de ese descubrimiento. Después el salto temporal hacia el pasado es más amplio para que el lector conozca todos los hechos anteriores que han llevado al crimen (pasado remoto). Un vez que el autor nos da cuenta de esos hechos, vuelve al presente para avanzar de forma lineal y contarnos todas las pesquisas que lleva a cabo la policía para resolver el crimen, policía representada por el comisario, que es un personaje importante en la novela. No obstante, en esa narración lineal, en algunos momentos aparecen también miradas retrospectivas.
El comienzo de la novela es un acierto estilístico, pues juega con el contraste que se produce entre
la agitación y dinamismo relacionado con la señora de la limpieza que descubre
el cadáver y la quietud del asesino que permanece inmóvil y silencioso en un pequeño habitáculo. Evidentemente
el lector no conoce la identidad del asesino, por lo que el autor busca atraer
la mirada del lector hacia esa persona sin cara ni nombre, y, realmente,
consigue despertar intriga. Además
mezcla en ese primer párrafo el estilo indirecto (narración omnisciente) con el
estilo libre indirecto que nos introduce
en el pensamiento del personaje (pág. 9).
La narración incorpora asimismo muchos elementos descriptivos. Describe
de manera muy certera a los personajes, tanto en su aspecto externo como en su personalidad y lo suele hacer de una manera concisa, pero
muy expresiva, usando con frecuencia enumeraciones de adjetivos. Tenemos
auténticos retratos literarios del
presidente de la C. de A. del Bernesga, de algunos
consejeros, del comisario y de
otros personajes secundarios como el de Pica (pág. 33),
pero el personaje mejor descrito y redondo como personaje literario (y tal vez real) es
el de Ángela Olivo, presidenta de la
Diputación de Oreto y aspirante a presidir la C. de A. Es curioso e irónico el propio nombre literario del personaje, porque no es
precisamente un ángel, sino una persona soberbia y maquiavélica, carente de
piedad, de la que dice el autor que es un busto de mármol. Prefiero que me
tengan miedo a que me quieran, dice el propio personaje. De alguna forma el
autor juega también con el simbolismo de
su apellido, pues, según dice de ella, a su alrededor había impuesto la paz
del monte de los Olivos. Y es que amenazaba con el calvario y crucifixión que desprendía su poder omnímodo: Era la jefa, y punto. Disecciona a la perfección el
carácter calculador y frío del personaje, tal vez relacionado con su origen:
una familia pobre y sin afecto. Las metáforas, símbolos e ironías que usa el
autor para describir a este personaje y a otros son muy potentes. Nos presenta
a una mujer que pretendía tener
subyugados los cuerpos y las almas de Oreto. y lo conseguía.
Además, aparecen descripciones topográficas muy plásticas, como las que hace de algunos lugares de León y la bella descripción de la Pulchra: (...) el sol aplanaba las piedras, pero las sombras perfilaban en negro las líneas que enmarcaban el rosetón central. El pináculo piramidal de la de la torre sur parecía una labor de encaje. Los grajos graznaba en lo más alto de la torre norte y las gárgolas que decoraban todas las salidas de agua de los tejados, dormían la siesta, tranquilas, ante la inutilidad de su existencia (pág.300).
También evoca de forma muy viva algunas situaciones ante el lector: Galván estrechó la mano del subdelegado y recibió una especie de descarga de energía. Fue un apretón de manos fuerte, pero cordial, seco pero caluroso íntimo pero distante, personal y al vez profesional (p. 142). Es capaz de hacer que el lector entre de lleno en una situación como si fuera un espectador físico que la estuviera contemplando. El estilo de la novela es deudor del lenguaje periodístico, claridad y concisión lo definen. Aparece una sintaxis de frase breve, a veces punzante, que elimina lo superfluo y que, en lugar de dispersar el pensamiento del lector, lo concentra, porque va a lo esencial de la narración, y eso acentúa el interés y la expectación. Si a todo esto se le añaden los recursos literarios que se han mencionado anteriormente la plasticidad es aún mayor y el valor literario también. Esa frase breve y la abundancia de diálogo le dan a la novela gran dinamismo narrativo y hacen que el interés del lector no decaiga en ningún momento.
Si a ese estilo dinámico, le sumamos una cierta trama de novela negra, algún elemento morboso en la vida íntima de los personajes y el interés del lector por desentrañar los secretos de ese entramado turbio de la mala gestión de las C. de A. que llevó al rescate de algunas, el interés temático de esta novela y su capacidad de entretener están asegurados. En la trama descubrimos todos turbios intereses que estaban en liza en el asunto del rescate y la fusión de las cajas de ahorro, asunto no lejano que la mayoría de los lectores tenemos en mente. Y para los leoneses, que reconocemos los lugares, a algunos personajes, la importancia social de algunos sectores en relación con la caja de ahorros local.: construcción, minería, política, periodismo... y las intenciones confesadas o inconfesables de algunos personajes, el interés de la novela se acrecienta aún más.
Estamos, pues, ante una trama ficticia, pero ante una novela
totalmente realista; ante una novela bien escrita, que atrapa al lector y lo
mantiene expectante hasta el desenlace. Desde aquí, solo me queda felicitar al autor,
Francisco J. Martínez Carrión, y desear que siga transitando por el camino de la literatura.
©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga, profesora y escritora









