domingo, 6 de abril de 2025

Reseña: "La mujer que amamantó a un mastín", de Marcelino Álvarez Sánchez

 

 

           



Género: novela

Páginas: 274

Editorial: La Vieja Era

            El autor, Marcelino Álvarez Sánchez,  nació en Santa Marina del Rey (León). Miembro del Cuerpo Nacional de Policía, ha sido jefe de seguridad de varios ministros, así como de las Embajadas de España en Kabul (Afganistán)  y en Kinshasa (República Democrática del Congo). Compagina su profesión con sus dos aficiones: la Historia de España y la escritura. La novela La mujer que amamantó a un mastín es su primera novela.

            El resultado de la  primera incursión literaria de Marcelino Álvarez Sánchez  es  una gran novela. Y lo es por  hechos  relatados y por la forma de relatarlos. En poco menos de trescientas páginas el autor recorre la Historia de España desde finales del siglo XIX hasta la época actual (2022) siguiendo la historia personal de Petra que sale de su pueblo de Cogorderos, en la comarca  leonesa de La Cepeda,  recién iniciada su juventud, para recalar en Madrid, un mundo desconocido para ella, pero en él  que ponía las esperanzas de un futuro prometedor que la sacara de la miseria y de la desgracia.  Ella y sus descendientes, las cuatro generaciones posteriores hasta  llegar a a su  tataranieto, son un reflejo de grandes momentos de la Historia de España, que van desde las consecuencias  de la Guerra de Cuba y la  Semana Trágica  de Barcelona, pasando por la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República,   la Guerra Civil y la posguerra y la época de la Transición,  hasta llegar a la época actual.  Como un telón de fondo esos hechos están detrás de la vida de los personajes de la novela  y los condicionan. 

        Los personajes de la novela  son un fiel reflejo de lo que llamaba Unamuno la  intrahistoria, la vida de la gente silenciosa que con su trabajo hace patria cada día. Como decía el escritor noventayochista: “La vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una hora del sol  y van a sus campos a proseguir  la oscura y silenciosa labor cotidiana”. Marcelino  Álvarez nos presenta de forma clara  esa intrahistoria en personajes como el de Petra y esa familia suya que vive en el campo con una economía de subsistencia, que a veces no llega ni a tal.  Pero también son parte de esa intrahistoria la gente de mayor poder social, que vive de su trabajo y para la que trabajan los menos favorecidos. La Historia ─con mayúsculas─  a veces golpea a todos, como se ve en las consecuencias  de la guerra, si bien es verdad que   de distinta forma.   Uno de los grandes aciertos de la novela  es, precisamente, ese: presentar la vida de la gente del pueblo, tanto de los pobres como de los más adinerados,  en relación con los grandes acontecimientos históricos y, también lo es,  presentar esos  acontecimientos solo como un esbozo, puesto que no son lo más importante de la obra. Son un marco, un telón de fondo, necesario, pero no nuclear, pues el centro  de la narración  es la historia de los personajes, por ello, es una novela "en la Historia", sin ser la típica novela histórica, hecho que, a mí juicio, le añade valor literario. 

                Es  muy  llamativo  también el título de  la novela. Un título que no es una metáfora que busque llamar la atención del lector ─aunque sí la llama─, sino un hecho que aparece en la novela cuando la protagonista, recién parida y separada de su hijo, tiene que usar una  cría  de mastín para que  succione  la leche de sus mamas llenas de leche  y doloridas. 

               Previamente, la vida de  Petra,  hija de una familia muy humilde, sin haber estrenado aún su juventud,  ha pasado  por  momentos muy dramáticos, pues ha sido violada   por el hijo  del propietario de una fábrica astorgana en cuya casa sirve, ha quedado embarazada a resultas de esa violación, ha sido expulsada de esa casa al conocerse su embarazo y  ha tenido que esconderse en casa de sus padres ante el señalamiento de sus vecinos…  Todos estos hechos, tan desgraciados para la protagonista, son narrados  por el autor  ─sin perder un ápice su dramatismo─ con gran sensibilidad  y hasta una cierta ternura, lo que lleva a los lectores a identificarse emocionalmente con la protagonista.  El autor refleja con realismo esos momentos,  que impactan mucho en el lector, pero huyendo del morbo. Lo mismo hace al relatar otro momento muy crudo de la novela desarrollado en Kinshasa, relacionado con una mujer sometida a todo tipo de vejaciones y crueldades, y  que conoce  su tataranieto un siglo después, de boca de otro personaje que dice haber vivido los hechos.  También aquí el autor consigue conmover al lector, pero huyendo del sensacionalismo.

                El personaje de Petra, la auténtica protagonista de la novela, no deja a nadie indiferente. Es el símbolo de una mujer  pobre  y desvalida que quiere salir de ese mundo  sórdido en el que vive, que pasa por momentos muy duros que tiene que  sufrir en silencio, pero,  con tesón y fortaleza de ánimo,   se convierte en un ejemplo ético para la gente que vive a su alrededor. Petra es un personaje no solo creíble, sino que rezuma verdad, por ello, el lector lo siente muy cercano y se deja atrapar por él.    Es un  personaje lleno de matices: alguien que ama y que odia, débil y fuerte, lleno de miedos y certezas, de trabajo  y silencios. Es  uno de  esos personajes    que la teoría literaria llama esféricos, para diferenciarlos de los personaje planos o arquetípicos.        Su tataranieto, Luis Alfonso, el otro protagonista, también es un personaje bien perfilado. Parece algo simbólico que  este joven estudie Historia, ya que, en alguna medida es  parte de la Historia  ─por  ser una víctima de ella─  y de la intrahistoria, por ser parte del pueblo llano.  Quedó huérfano a los tres años, porque su padre, policía, fue asesinado por ETA, y eso es triste Historia de España que han vivido las víctimas de la intrahistoria de la que hablaba más arriba. 

               Las descripciones  de los personajes son breves, pero con el uso de unos  pocos adjetivos, muy precisos y acertados, y algunas imágenes nos hace entrar también en el interior de los personajes secundarios, tanto del mundo de los  “criados” como del mundo de los “señores” y, además, con la propia técnica  narrativa que usa el autor se definen también sus personalidades.  Con una breve enumeración logra, a veces,  presentarnos rasgos sociales y psicológicos de los personajes, como lo hace  en esta frase en  que   parece hablar de una sola persona y, en realidad, está describiendo a dos:   “Doña Victoria, su ama, su amiga, su confidente”…

            Un  valor literario  de la novela es su estructura interna, la forma de organizar la narración, que es un tanto compleja. La novela comienza cuando Petra se dispone a coger un tren en Astorga  para viajar a Madrid y romper con el pasado.  A partir de ahí el autor usa el flashback para contarnos los hechos anteriores de la vida  de Petra que la llevan a coger ese tren que la aleja de su familia para siempre y de sus tragedias personales. Cuando la narración vuelve al mismo punto  y lugar ─la estación de Astorga─, se cierra el primer círculo narrativo. A partir de ese momento la historia de Petra avanza de forma lineal  con puntuales miradas retrospectivas. Pero  a la historia de la protagonista se suma una segunda historia, que corre paralela a la primera, ambas   separadas por un largo trecho temporal, pues una avanza desde principios del siglo XX, la de la tatarabuela, y la  otra, desde comienzos del siglo XXI, la del tataranieto. Y esta  última, a su vez,  tiene dos vertientes, que terminarán confluyendo: la que afecta a la vida de Luis Anfonso (L. A.), tataranieto de Petra,  y la relativa a su novia, Marta, tataranieta del violador de Petra. Inicialmente no conocen esos vínculos que han unido a sus antepasados, pero los irán descubriendo de forma casual y paulatina.     La relación entre ambos   permite volver a echar una mirada  el pasado, con técnica retrospectiva, y conocer la vida de algunos antepasados, que en algunos casos se convierten en narradores secundarios, como ocurre con la abuela de L. A.  El autor nos aporta un árbol genealógico esquemático de ambas familias, cosa que agradece el lector.    Saber manejar esos tiempos narrativos que se corresponden a épocas históricas muy diferentes,  con notables diferencias sociales  y de mentalidad, que hay que reflejar  en el contexto de cada personaje, requiere  estar muy atento al proceso narrativo.

            Seguramente la gran afición a la  Historia que tiene el autor  le habrá facilitado el trabajo.  La novela partía de un pequeño pueblo leonés cercano a Astorga y se cierra con el viaje de L. A. y su novia al mismo  pueblo para buscar más datos sobre aquellos hechos luctuosos acaecidos  más de un siglo atrás. Este viaje   les llevará a descubrir  un secreto que había estado oculto todo ese tiempo. De ese pueblo salió la protagonista y a ese pueblo vuelven los tataranietos para encontrar respuestas. De alguna forma el relato se cierra de forma circular, en lo espacial  y, recordando los hechos del pasado, también en lo  temporal, aunque haya transcurrido más de  un siglo entre el comienzo y el final de la novela  

            La narración es ágil, con  abundante diálogo, lo cual contribuye a una dinámica y amena lectura. Esos diálogos, adaptados a  los niveles léxicos  de los distintos  tipos de personajes, contribuyen a esa verdad de la que se  hablaba anteriormente. Y en pro de ese realismo, se deslizan, además, algunas palabras leonesas, como guiño del autor a su tierra: feje (haz), mielgo (mellizo), mosquilón (tortazo). No solo en eso aparece la cultura leonesa, sino también en la introducción en el texto  de coplas populares, que  servían  para contar sucesos ─el asesinato del violador, en este caso─, cuando no había otros medios de comunicación en los pueblos.  Estas coplas o romances se  trasmitían a través de los filandones, algo típico de la cultura tradicional leonesa.  La aparición del mastín leonés,  el perro pastor por excelencia, también se relaciona con el mundo del pastoreo en dicha provincia.

              En general, el autor utiliza un vocabulario claro, pero siempre preciso, en el que aparece a veces  también  terminología especifica del  lenguaje técnico o jergal. Y escribir de forma clara, pero muy cuidada, con las palabras y las imágenes justas,  tiene siempre su dificultad y denota que el autor está siempre atento al cuidado del estilo literario.

            En la novela hay cabida para elementos de la trama que  el autor conoce bien de forma directa o cercana por haber trabajado muchos años en el CNP, como jefe de seguridad de personalidades y embajadas: la referencia a los atentados de ETA, las actividades del CNI, una investigación compleja  sobre un secuestro  en la República Democrática del Congo… seguro que no han sido ajenas a su dedicación profesional. 

            Estamos, pues, ante una novela, que se lee con mucha facilidad, que entretiene y al mismo tiempo nos hace conocer la vida  histórica  e intrahistórica de otras épocas.  Además, nos hace reflexionar sobre los valores  y  comportamientos humanos, sobre los abusos de poder, sobre la injusticia en el reparto  de  la riqueza, sobre la lucha entre el bien y el mal… En definitiva, una novela sobre la vida y sobre el vivir, o,  más bien,  sobre cómo elige cada uno vivir y superar retos, aunque la vida plantee dificultades que parecen,  a  veces, insuperables.  

            En La mujer que amamantó un mastín, desde las primeras líneas, el autor nos invita a viajar con Petra para conocer  los  dramas  de su mundo exterior y la riqueza de su mundo interior, y siempre desde la verdad. Es tan verdadera la protagonista,  con sus esperanzas, sus miedos, su fortaleza, su ternura, sus silencios… que, cuando llegamos a la última página de la novela,  parece que Petra  ha salido de la misma  y  se ha quedado para siempre en nuestros corazones. Que un autor sea capaz de  conseguir eso, con la magia de la palabra, es un reto bien difícil,  y más para un autor novel. Marcelino Álvarez Sánchez lo ha conseguido, por  ello, se le puede  augurar un prometedor  camino literario  y,  como lingüista y como lectora, merece mi felicitación.

            Desde aquí, invito a  los lectores  a coger el tren  con la protagonista   y a viajar con ella por su vida exterior e interior,  a veces, dramática; pero, siempre, conmovedora. Y no hay mejor forma de hacerlo que  iniciar ese viaje literario desde  las primeras palabras de la novela:

          “Los carámbanos colgaban de la vera de los tejados de Astorga el mes de febrero de 1887. La nieve cubría los tobillos de Petra, pero no podía perder aquel tren, era el tren que la llevaría a Madrid y le quitaría el hambre a ella y a su familia”. 

            Y seguimos leyendo...


 © Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora de Lengua y Literatura

 

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Presentación de la novela en la Casa de León en Madrid, 13/02/2025


 

viernes, 28 de febrero de 2025

Reseña: "El arte de envejecer sabiamente", de María Jesús González-Espejo

 

El arte de envejecer sabiamente

Autora: María Jesús González-Espejo

Páginas: 491

Género: Ensayo-guía práctica

 


El currículum de  María Jesús González-Espejo, leonesa, es muy amplio  y multifacético.   Es una profesional multilingüe, jurista apasionada por el derecho tecnológico, asesora de empresas, experta en inteligencia artificial,  una de las mayores expertas de Europa en LegalTech, colaboradora habitual de medios de comunicación, conferenciante, articulista, escritora, profesora de yoga, pintora, escultora… En el momento actual está muy implicada  en temas relacionados con el envejecimiento activo.  Es    CEO del Instituto Samart Ageing y  Fundadora de Matura Club .

Tres palabras claves aparecen en el título de este libro: arte, que, según el diccionario de la RAE, en su primera acepción significa  “capacidad, habilidad para hacer algo”; envejecer, proceso natural de la vida en el que todos estamos inmersos desde que nacemos, pues rememorando a Quevedo “vivir es ir muriendo”, y sabiamente, o sea, con el grado más alto de conocimiento. No hay que dejar que la vejez nos pille desprevenidos y transite por nosotros, sino que nos encuentre con una actitud activa (sabia) que nos lleve a transitar  por ella con seguridad y decisión. Es evidente que el título, ya de por sí, resulta atractivo.  Y práctico, pues  estamos ante un libro de casi 500 páginas que  nos va a enseñar a envejecer de forma  adecuada. Y al título se añade un subtítulo: Guía para adoptar mejores decisiones vitales y disfrutar  de un futuro más pleno. Además, también en portada, sugiere que es un libro para que lo regalen  los padres y lo  regalen los hijos, y para que lo lean unos y otros,  porque  tiene el propósito de ser útil a ambas generaciones. En palabras de la autora: “Decidir lo mejor para nosotros no es fácil, es todo un arte, y como todo arte se puede aprender conociendo la técnica y practicándola”.

El libro se divide en diez capítulos y  aborda nueve ejes fundamentales que debemos tener en cuenta las personas que nos encaminamos hacia la vejez o estamos en ella  y, de forma especial,  puede ser útil para la generación de los baby boomers, que todavía están a tiempo de ser dueños de su envejecimiento,  una generación de más de catorce millones de personas que están empezando a llegar ahora  a la edad  de la jubilación. Precisamente a esa generación dedica el primer capítulo del libro y también a todos los retos que supone el envejecimiento de la población. El segundo capítulo habla de algo más concreto y práctico. Se dedica a  explicarnos las decisiones financieras, patrimoniales y de seguros que nos conviene tomar  para vivir una vejez segura desde el punto de vista económico. También nos explica, de  forma pormenorizada cómo sacar el mayor rendimiento a los ahorros u obtener unos ingresos extras procedentes de nuestro patrimonio a través, por ejemplo, de la hipoteca inversa o de la nuda propiedad.  El tercer apartado aborda  las decisiones sobre el trabajo y el momento de la jubilación y cómo nos puede afectar el edadismo, un tema que está muy  presente en la sociedad actual. El cuarto nos explica las decisiones jurídicas que pueden asegurar nuestra vejez y hacer más fácil lo concerniente  a nuestra herencia y sucesión. El quinto nos habla de cómo elegir el hogar mejor adaptado  para nuestra vejez. El sexto nos sugiere cómo conseguir que la tecnología sea nuestra aliada en ese período de la vida. El séptimo está dedicado a  cómo cuidar la salud para sentirnos bien: alimentación, actividad física, salud mental… El octavo trata de ayudarnos a afrontar de la mejor forma posible   la enfermedad y la muerte, dándonos recomendaciones prácticas  para vivirlas con serenidad. El décimo, de carácter más general, nos enseña a desarrollar nuestra capacidad para  adoptar las mejores decisiones para el futuro. Y, para finalizar, la propia autora nos resume lo esencial en un capítulo de conclusiones.

Este libro recoge todo aquello que puede ser de interés para vivir la vejez sabiamente, con la mejor salud, rodeados de compañía, desarrollando aficiones para llenar el tiempo libre, tomando decisiones para tener la vivienda más adecuada a nuestras necesidades o para realizar las inversiones más convenientes para vivir una vejez sin sobresaltos económicos, nos advierte sobre  las decisiones legales que debemos tomar cuando aún no hemos perdido capacidades cognitivas y no obvia ni siquiera lo relativo a nuestro final definitivo: la muerte. Algunos  aspectos  tratados en el libro pueden ser conocidos de antemano  por los lectores, pero en ningún momento pierde interés la lectura de esa información, porque  en ninguna otra publicación contábamos con una  información tan completa y  práctica  sobre asuntos que atañen tan directamente  a la vejez.  La autora nos presenta toda esa información  agrupada y organizada de una manera clara, rigurosa y eficaz, por eso es la valiosa   guía  que  nos prometía en el subtítulo  para transitar seguros por la vejez,  y, además,  este libro es un auténtico descubrimiento para el lector.  

La estructura interna de los capítulos también es  un acierto, pues todos comienzan con unos párrafos introductorios relativos al tema que se va tratar en cada uno   y, además de desarrollar ordenada la información fundamental de cada uno de ellos (con frecuencia,  en forma enumerativa), de vez en cuando, nos hace alguna advertencia de especial interés que sitúa en un recuadro y que es como un flash (de hecho usa como símbolo una bombilla). 

En algunos casos, refiere  casos reales, a modo de ejemplo,  para ilustrar de forma práctica lo explicado y también los  sitúa    en recuadros para su mejor localización visual. El uso de gráficos y esquemas  contribuyen, asimismo, a hacer el manual más didáctico. lo mismo  que la letra negrita  que busca  destacar la información más relevante. En algunos casos,  apostrofa al lector  para que realice determinados ejercicios o reflexiones y en toda la obra establece un diálogo con él a través de la utilización de  verbos y pronombres de  la  primera y  la segunda persona, en tono de tuteo. Ello lleva a que el lector se implique más en el contenido del asunto y acentúa el fin didáctico de la obra.

 La autora insiste en que nuestra vejez debe ser una época proactiva, desprovista de sesgos negativos que  no nos permitan actuar, pues no es  lo mismo ser mayor que sentirse mayor: la edad la marcan los años, pero la forma de envejecer la podemos marcar nosotros con nuestra actitud. Nos recomienda de forma ferviente que  las decisiones que debemos tomar para nuestra vejez deben tomarse antes de entrar plenamente en ese período, preferiblemente en la década de los 50, y nos guía en ese proceso.

El arte de envejecer sabiamente, de María Jesús González Espejo, pretende poner a nuestro alcance la guía necesaria para    enseñarnos ese ansiado  arte  de envejecer,  porque este  libro  nos va a conducir con seguridad  por los caminos, a veces sinuosos, de la vejez, por ser   un libro informativo y formativo, que va más allá del paternalismo y  sentimentalismo de los libros tradicionales de autoayuda.  En conclusión,  un libro muy útil que nos propone el  método que llama la autora Justo a tiempo para planificar la vejez, un compendio de  información valiosa especialmente para las personas que superen los cincuenta años. Un libro que pone de manifiesto la formación de la autora en el mundo legal,  el conocimiento de  la estrategia empresarial y el deseo de transmitir su experiencia personal que, a buen seguro, puede ser  interesante  para las personas de la generación de los boomers y  de otras de más edad.  

El arte de envejecer sabiamente es un libro  fácil de leer por su estructura didáctica y  por su estilo y, de mucho interés, por su contenido.  Y un libro intergeneracional. Un  manual para tener siempre a mano, para leer, para releer, para  consultar… Para regalar…  Y  para compartir entre personas añosas  o entre personas de  varias generaciones de la misma familia. Nos enseñará   a todos a prepararnos de la mejor forma ante el inevitable envejecimiento propio y ajeno.


© Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga...

Y persona que trata de envejecer sabiamente…

sábado, 22 de febrero de 2025

Madres de refranero (I)

     


Cuadro de Gabriele Münter. Exposición Museo Thyssen

    Después  de abordar en cuatro artículos anteriores la presencia de la palabra madre, las que tienen relación semántica con ella   y los dichos que la contienen en el idioma español, en esta ocasión vamos a rastrear el término madre  en relación con sus descendientes, hijas e  hijos,  en esos dichos agudos y sentenciosos  de uso común que llamamos refranes o paremias.

 

Artículo publicado en la revista Masticadores FEM, dentro de la sección PALABRA DE MUJER, en que hablo del tema  mujer y lenguaje

Si quieres seguir leyendo, pincha aquí:


Madres de refranero (I)





Madres de refranero (II)

 


Escultura de la exposición "Tiempos inciertos. Alemania entre guerras". Caixaforum
 

Después de hablar someramente en otro artículo de la presencia de la madre en el refranero, vamos a extender el análisis también a la figura del padre para reflexionar  sobre las analogías y diferencias   entre ambos que refleja el refranero. 

El padre y la madre, juntos o separados, son pilares fundamentales en la crianza y educación de los hijos. Hay un refrán que nos recuerda que vive en la máxima soledad el que vive sin padre ni madre ni perrito que le ladre... 


Artículo publicado en la revista cultural MasticadoresFEM, en mi sección PALABRA DE MUJER, en la que hablo de la relación entre mujer y lenguaje.

Puedes seguir leyendo aquí: 

madres de refranero (II)



Y si quieres leer el artículo anterior, pincha aquí:

Madres de refranero (I)





lunes, 3 de febrero de 2025

Reseña del poemario "Sombra y ceniza", de Ainhoa Lorenzo Montilla

 


Título: Sombra y ceniza

Autora: Ainhoa Lorenzo Montilla

Género: Lírica

Páginas: 109






Es un placer para mí realizar una reseña del poemario Sombra  y ceniza, de Ainhoa Lorenzo, porque hay una relación especial que me una a ella: la de profesora y alumna. Ainhoa fue alumna mía en Bachillerato, en el centro Santo Domingo Savio. Conmigo aprendió  a desentrañar los secretos de los textos literarios. La conocí años antes de darle clase, pues participó en el año 2010, cuando cursaba segundo de ESO, en un recital organizado por mí, con alumnos mayores, con motivo del Centenario de Miguel Hernández. Y  en otros posteriores.  La poesía ya brotaba en ella y aquellos   recitales fueron como la lluvia que incrementó el manantial poético. Y siguió escribiendo versos, a pesar de que su formación posterior fue científica (médica neuróloga).

El libro tiene una  portada hermosa. De la Sombra y  ceniza  del título  y de las imágenes surgen flores blancas, incluso su nombre y el título ceniciento se eleva sobre el fondo: pone luz. Se funden, pues,  la  fría oscuridad y la ceniza que es el rescoldo del fuego que da luz y   purifica.

Pero con ese título y ese fondo oscuro   tenemos que sospechar que el poemario de Ainhoa no habla de jardines bucólicos, de paisajes serenos, de amores idealizados… Y estamos en lo cierto. Dando  un paseo visual sobre el índice  nos asomamos  a los títulos de los poemas y allí encontramos ya la sombra y la ceniza: Existencia, Sentido, Nada, Buscando un día más, Agonía, Traición, Corazón solitario, Alma solitaria, Infierno terrenal, Caos global, Insomnio, Encrucijada, Sueños Ahogados, Sobrevolando el abismo, Cuenta atrás…  Y cuando el lector comienza a leer se encuentra precisamente con esos temas: existencia y sentido o sentido de la existencia. Ahí está la clave para buscar el sentido de la vida, desde un corazón que sufre. A lo largo de todo el poemario hay un sentido de pérdida que lleva a un afán de búsqueda, la búsqueda de algo perdido. En el poema  En busca de lo perdido  el sentimiento de pérdida afecta a la propia inspiración poética: Busco inspiración / busco claridad / hasta esperanza / busco ya. La pérdida metafórica de la palabra es una de las peores pérdidas, pues para Ainhoa Lorenzo la palabra poética es liberadora y sanadora. En varias ocasiones  parece viajar hacia esa niña interior que evoca    ilusiones de infancia.  Decía Rilke que “nuestra verdadera patria es la infancia”.

Otro tema presente en el poemario es el paso del tiempo: “tempus fugit”, que decían los clásicos. Un tema vinculado con el anterior,  porque  hace huir  a la autora hacia atrás y  regresar a la infancia para contrarrestar ese tiempo desbocado que avanza de forma inexorable. Por ello, siente anhelos de otras épocas. En su poema Tiempo pasado  habla de un pasado aún presente / en la cabeza y en el corazón, de un  tiempo irrecuperable / perdido en las arenas del reloj. En otro poema dice  estar contemplando la vida mientras el tiempo pasaba. En el poema Cuenta atrás asegura que  el tiempo se escapa / entre las grietas / irreparables. Frente a ese paso rápido   aparece el latido de un corazón agonizante por reconstruir el pasado. La angustia por  el paso del tiempo tiene mucho que ver con el sentido de la vida. Lo plasma bien en un poema muy breve titulado  Polvo de estrellas: Punto de partida / punto de final /de dónde venimos / y adónde partimos / de esta fría tierra que es el mundo.

 Ese sentido existencialista de la vida  refleja la forma de ser de la protagonista, una persona  que  siempre ha sido muy reflexiva: Yo voy sin rumbo / buscando algo, un algo más profundo. Aparece con frecuencia su  afán de buscar explicaciones: de aprender.  En ese proceso de búsqueda está muy presente la soledad: Somos almas solitarias, repite este verso  a lo largo de un poema, que termina así: Simplemente eso. / Almas solitarias. / Almas vacías. / Almas olvidadas. En esa soledad sufre su corazón, sufre su alma: Gusanos en el corazón. / Corazón negro. / Corazón vacío. Y en otros versos: Pequeños instantes de gloria / se desvanecen en el caos de la vida / simples destellos centelleantes / entre la apatía de cada día. Eso siente cuando cumple veintitrés años que son para ella veintitrés rosas marchitas.

También está presente la ciudad en el poemario que es un símbolo más de soledad, de soledad acompañada, que es la más dolorosa, porque se siente vacía entre la multitud: Ando entre el gentío / voy buscando en todas las miradas / cómo llenar el vacío de calles olvidadas. La ciudad es también símbolo de caos  global que la rodea: El caos global retumba / en mi pecho herido por el tiempo.

El léxico del poemario, como los títulos de los poemas, tiene mucha relación con esta angustia existencial. Abundan los sustantivos que reflejan desconcierto o miedo: incertidumbre, duda, encrucijada, noche, negrura, bestia dormida, abismo, destino… Dolor punzante: pesadumbre,  dolor, angustia, lamento, lágrimas, puñaladas, estocada,  alaridos, pesadillas… soledad: vacío, engaño, incomprensión, silencio…Y las referidas específicamente a la naturaleza  tempestuosa  e inhóspita descrita: huracán, vientos que arrecian, vendaval, bramidos, océanos infinitos, escarpadas costas. Ocurre algo similar con los adjetivos que también reflejan lo violento, la sensación de falta de libertad, la inconsistencia de la vida: maniatada, atrapada, asfixiante, desierto, inerte, quebradizo… O con las acciones que reflejan  verbos como  atrapar, abandonar, traicionar, fustigarse, llorar, cegar…

¿Dejamos a la autora en ese abismo del que quiere salir y parece que no puede? Parece que no. Se puede intuir que en los últimos poemas se vislumbra la luz, pues los títulos ya la sugieren: Blanca nostalgia, Pausa, Mente en calma, Alma sin pena. Los sueños dan vida al alma, dice en un poema. Y en ese mundo tan hostil, en la búsqueda  de la esperanza,  solo queda colgarse a los sueños, volar en sus alas. Los sueños tienen una gran presencia: Noches estrelladas en que los sueños cristalizan / esperanza / de que algo cambie mi vida / para que las sombras que me acechan se vayan de forma definitiva. Y en el poema Sueños nos aconseja: No dejes de soñar / aunque imposibles sean tus sueños / imposibles habrá / todavía más inciertos, / mas solo imposibles por nuestros miedos. Así, colgada de los sueños, se levanta por encima de la angustia. Incluso pide a otra persona: susúrrame los sueños. Los sueños de luz van ganando presencia a  medida que avanzamos por el poemario.

Al fin, vemos aparecer las flores blancas en medio de la ceniza; habla de luces, de compañía, de la magia de la niñez que aún perdura, de  la calidez de la sonrisa…Pasan los días tranquilos y despreocupados. Se vacía el pensamiento y las preocupaciones en él contenidas. Aparece  el mar en calma y un cielo armónico y límpido. La poeta se prepara para afrontar un nuevo día con una sonrisa que ilumina su cara. Nos reconcilia con la vida leer los últimos versos  del último poema: Suspiros de sol. Un poema en que la luz  de la primavera es protagonista, un sol que da calor a ese corazón mortecino, que le trae un latido alegre que genera paz, paz que se expande por cuerpo y espíritu que se sienten en un edén. Sonrisa pálida. / Mirada serena. / Mente en calma. Alma sin pena.

La poesía  es sentimiento. La de Ainhoa lo tiene. Los otros dos pilares de la poesía son el ritmo y la belleza de la palabra. La autora lucha poema a poema por conseguir el ritmo de los versos y lo consigue unas veces con versos libres y otras con versos que siguen el ritmo del octosílabo, del heptasílabo y del endecasílabo, usando el primero para crear textos en forma de romance y los segundos para intentarlo con la lira, estrofa complicada. Le gustan las rimas como forma de conseguir ritmo,  en general  asonantadas y con frecuencia agudas. A veces el ritmo reside  en  paralelismos sintácticos que repite en las distintas estrofas: Noches vacías…  Noches solitarias…Noches estrelladas… Noches eternas… En ocasiones consigue notables hallazgos sonoros con aliteraciones de la s,  como en estos versos: Los suspiros se escapan / ocultos entre mis labios temblorosos / los minutos se pasan / entre sollozos ansiosos / escondidos entre llantos acuosos. Nos recuerdan a los místicos: los ríos sonorosos / el silbo de los aires amorosos. (San  Juan de la Cruz).

Nos encontramos con bellas y expresivas metáforas: la balaustrada del balcón de mi vida… Mis ojos arden de dolor…Con paradojas muy expresivas: ruidoso silencio. Sinestesias: fragante clamor.

Es un poemario que recoge algunos poemas de adolescencia al inicio  y luego  va cobrando madurez a medida que  avanzan las páginas.  A buen seguro que aún  podremos ver madurar más  a Ainhoa Lorenzo como poeta, en siguientes publicaciones, que seguro que las habrá, porque ella seguirá transitando por los caminos del verso.  Seguiremos poniendo el oído atento y los sentimientos alerta para seguir disfrutando de sus versos, de estos versos de Sombra y ceniza o  de otros versos de colorines.

Ainhoa, recibe la  enhorabuena de tu vieja profesora de Lengua y Literatura.

Es un placer  para mí como docente acompañar a antiguas alumnas y alumnos en la presentación de sus libros. Y ya van varios...

 ©Margarita Álvarez, filóloga, profesora y escritora


Ainhoa Lorenzo  en  la presentación del poemario en Madrid 


Antigua alumna con antigua profesora

 

 

jueves, 16 de enero de 2025

De la vida y el vivir

 

Entre un paisaje otoñal se esconde la casa donde nací. Paladín-Omaña (León)


En cada cumpleaños, tú, vida, me permites celebrarte, aunque también  me recuerdas que la meta final está más cercana. Pero para apresar ese tiempo huidizo tú misma me das la receta. Me recomiendas que no tenga una actitud  pasiva, de resignación o de enfado, sino que sea dueña de mi vivir: que lo aprese, que lo exprima, que lo disfrute.  Te he hecho caso.  He aprendido a sorprenderme cada día con una nueva emoción o descubrimiento. He aprendido a evitar la rutina, porque la rutina va devorando el  vivir. He aprendido también que ese vivir mío  debe  dejar alguna huella en la memoria  de quienes me conocieron.  Ese es el secreto de la inmortalidad. 

De niña me sorprendía, en mi mundo rural,   al observar  cómo cambiaban los colores con  el paso de las estaciones, al  ver correr el agua de un río en busca de su mar, mientras dejaba un rumoroso murmullo, al contemplar   cómo se movían las nubes  o me hacían guiños las estrellas.  Me sorprendía  al ver renacer la naturaleza cada primavera…  Desde entonces, vida,  me enseñaste a observar y a admirar. Y el eco de esa mirada es parte de lo que escribo: artículos, poemas, libros… 

En el último año vivido he podido plasmar en un libro muy personal, “Omaña, la voz del agua”, parte de esas observaciones y vivencias: en ellas están las huellas de mi vivir. Un libro con el que he conseguido emocionar a unas cuantas personas. Y conseguir que una persona, aunque fuera una sola, se emocione con algo escrito por mí es un regalo de la vida.

Y esa forma de vivir, viendo con los ojos del cuerpo y con los del alma, la trasladé de adulta al paisaje urbano,  que  también me ha permitido  sorprenderme  y aprender. Me maravillo al descubrir un día cualquiera la belleza de un edificio que me había pasado desapercibida, me paro ante  las estatuas y  las observo con distinta mirada, según las estaciones. Y a veces hasta entablo con ellas un diálogo silencioso… Escucho conversaciones para tratar de encontrar en ellas una palabra nueva, una palabra olvidada, una palabra maltratada, una palabra acariciada... Y la apunto... Y la hago mía... Y reflexiono sobre ella...  Pero, sobre todo,  disfruto de cada nuevo amanecer que me permite ponerme a caminar por la vida, para ponerme al servicio de los demás, para plantearme retos y despertar, una vez más, al dios que todas las personas llevamos dentro: el  dios del entusiasmo.  Porque eso significa etimológicamente la palabra entusiasmo (en theos:  un dios dentro).

Vida, tú me das los días como regalo, pero  soy  yo la que  los decoro y les doy sentido con mi forma de  vivir. También los caminos de la vejez pueden ser caminos de entusiasmo, como decía el poeta Benedetti: 

Aquí no hay viejos

solo que llegó la tarde. 

Viejo es el mar y se agiganta,

viejo es el sol y nos calienta,

vieja es la Luna y nos alumbra,

vieja es la Tierra y nos da vida

viejo es el amor y nos alienta.

Aquí no hay viejos

solo nos llegó la tarde.

Mundo urbano, Madrid, distrito de Vicálvaro
  

                    ©Margarita Álvarez Rodríguez


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