martes, 19 de diciembre de 2023

De mujeres, féminas y hembras (y III)

 

                           


            Después de haber abordado en dos artículos anteriores los significados y  las connotaciones peyorativas que adoptan en español las voces mujer y fémina, en este vamos a pararnos en la palabra hembra, usada como equivalente a  mujer, en correlación con la palabra macho, como equivalente a hombre.

            La palabra hembra ─voz patrimonial derivada de femǐna tiene hoy en nuestro idioma una connotación más negativa que fémina,  referida a la mujer, porque parece que de  alguna forma la animaliza. No ocurría así  hace años cuando era habitual decir frases como tengo tres hijos: dos varones y una hembra, para especificar el sexo.  O se decía, a modo de anuncio, cuando nacía un bebé  en una maternidad: es un varón o  es una hembra. Simplemente marcaban el sexo biológico. El uso de la palabra hembra era más frecuente en el lenguaje rural que en el urbano, y no resultaba chocante.

            Sorprende, no obstante, que   la  lengua  española tenga dos términos diferenciados para el masculino: macho, que se refiere al sexo biológico del animal,  y varón, al del hombre. En cambio, en el caso  del femenino, hembra se refiere al mismo tiempo al animal y  a la persona. Aún se puede oír a algunos hombres una expresión,  usada a modo de piropo, pero que cosifica a la mujer: ¡Vaya hembra! Es evidente que en esa frase solo se valora el aspecto físico y sexual de la mujer.

            No hace muchas décadas, al rellenar formularios con datos de tipo personal nos proponían la selección entre las letras M/H o V/H para señalar el sexo: macho/ hembra o varón/hembra, respectivamente. Felizmente,  mantenemos las letras M/H, en la actualidad,  pero han sufrido un notable cambio  en su significado, porque  las asociamos a mujer/hombre. Ese cambio se produjo por un decreto de 1993. Hoy también encontramos en los formularios las abreviaturas M/F, equivalentes a masculino/femenino. Aquí sí que, con la misma abreviatura,  hemos reinterpretado el contenido: hemos dado la vuelta al lenguaje.

            Desde el punto de vista biológico la palabra hembra, igual que macho, es una designación objetiva. Sin embargo, las palabras, usadas por los hablantes, adquieren connotaciones de tipo social, además de  una valoración subjetiva, que sumamos a su significado objetivo.

            Si echamos una ojeada al Diccionario de Autoridades para consultar la voz macho encontramos que se habla de animal de sexo masculino, pero, como algo curioso,  aparece,  en otra acepción, el significado de tonto o necio. También  la expresión macho cargado de letras para calificar al “hombre que es muy docto en su facultad y es inútil para toda otra cosa”.  En cuanto a hembra, con el significado de mujer, aparece esta acepción: “El sexo que concibe, el animal que engendra en sí, tanto de los racionales, como de los brutos”.

            Si buscamos los términos  macho/hembra en el Diccionario  de la Lengua Española (DLE), nos encontramos con que las dos primeras acepciones de la palabra macho son: 1. Animal de sexo masculino. 2. Mulo.  Si hacemos lo mismo con la palabra hembra, las dos primeras acepciones son: 1. Animal de sexo femenino. 2. Mujer.  El primer significado es equivalente en ambos casos, pero en el segundo hay una notable diferencia, pues se identifica hembra con mujer, sin embargo, no se  hace lo propio entre macho y varón. Ante este hecho  la tentación más fácil es  culpar a la RAE de una supuesta manipulación o antifeminismo.  Sin duda, la RAE en muchos casos podría aquilatar mejor las definiciones  y hacer otras cosas en pro de la paridad  ─hablaremos de ello en artículos venideros─, pero en este caso simplemente refleja el uso que hacen los hablantes ─que esa es la labor de un diccionario─, y un diccionario debe recoger lo que esté en  uso en el habla de un momento determinado  e incluso mantenerlo cuando deje de usarse indicando que es un arcaísmo o una voz anticuada. De no ser así, el diccionario no nos serviría para interpretar los textos del pasado ni tampoco algunos del presente.

            Si decíamos en el artículo anterior que la palabra feminismo es usada de forma peyorativa por parte de algunos hablantes, es seguramente más peyorativa la palabra machismo.  Y hay otros usos de la palabra macho que también lo son. Pensemos en las expresiones: se cree muy macho, presume de machote o de  machito, es un  macho alfa…  Son términos peyorativos vinculados a las voces macho y machismo. A partir de la palabra macho, ha surgido, en los últimos años,  el neologismo  micromachismo(s), forma de machismo que se manifiesta en pequeños actos, gestos o expresiones, habitualmente inconscientes. Y no podemos olvidar algunas palabras o expresiones con claros   tintes machistas, como machada u hombrada,  cuando se usan en el lenguaje deportivo para calificar una proeza deportiva realizada por una mujer. Es una forma de resaltar que ese logro  no es propio de  mujeres, sino de hombres. 

            Para cubrir  un  hueco semántico y buscar una palabra equivalente, de sentido antónimo a la del machismo, ha surgido en el idioma el término hembrismo, voz correcta por derivación  en cuanto a su formación  lingüística, pues sería la prevalencia de las mujeres sobre los hombres. Curiosamente, en lo lingüístico, tenemos “ventaja” las mujeres, pues  hembrismo, no surge de una palabra que, en su origen,  tenga matiz peyorativo,  ni se usan expresiones  análogas a las masculinas como podría ser *es muy hembra… Aunque, como hembrismo  es un vocablo usado con frecuencia como sinónimo de misandria ─odio al hombre─ y antónimo de machismo, ha adquirido un significado peyorativo para muchos hablantes y para algunos colectivos sociales. Y también para la mayoría de de mujeres.  Hembrismo,   en su semántica, no  estaría lejos del significado del vocablo  feminazi.   Sin embargo,  también es palabra usada por  la psicología  y sociología con un significado más técnico, para definir una exagerada sumisión y pasividad de la mujer respecto al hombre.

            En cualquier  caso, nunca se podría identificar hembrismo con feminismo y oponerlo al machismo, porque el objeto del machismo es la supremacía sobre la mujer  y el del feminismo la lucha por la igualdad social entre mujeres y hombres, realizada en un ámbito colectivo. En cambio, el hembrismo, de existir, sería más bien una actitud psicológica, de carácter más individual.

            A medida  que el  término   hembrismo ha entrado en el idioma, ha descendido el uso de la palabra hembra aplicada a la mujer con connotación negativa, aunque  todavía podemos encontrar algunos restos  en el refranero tradicional, como  no dejes para mañana comida, hembra  o vino.  O este: Mala es la hembra, peor es la sed; si una mata, la otra también.

            Quedan todavía muchos ámbitos en los que habría que  profundizar, desde una perspectiva sociolingüística, para seguir el rastro  de las palabras  y expresiones que aluden a la mujer, con significado despectivo. Lo seguiremos haciendo… Aquí, en Palabra de mujer.

Artículo aparecido inicialmente en la revista Masticadores de Letras:

De mujeres, féminas y hembras (y 3)


Margarita Álvarez Rodríguez



 

sábado, 9 de diciembre de 2023

Reseña de EN LOS MÁRGENES DEL FRÍO, de Alicia López Martínez

 


En los márgenes del frío, de Alicia López Martínez

Poemario

105 páginas

Editorial AVERSO  poesía, colección PERVERSA

Alicia López Martínez es una gijonesa afincada en León, donde ejerce la labor docente y se implica en distintos actos literarios. En los márgenes del frío es su segundo poemario, tras  Pálpitos de luna nueva (2018).

 

Solo un cálido frío / en los márgenes de la verdad  por la que transito.

Quizá estos dos versos nos puedan dar una pista para leer  el poemario En los márgenes del frío. Nos sorprende la brusca  antítesis  entre el adjetivo y el sustantivo cálido  y frío, que nos  sugiere  vida/muerte amor/soledad  y también nos sorprende que la verdad por la que transita  la poeta esté en los márgenes  metafóricos de  ese cálido frío. En la dedicatoria, se nos aclara que la palabra margen alude también a los márgenes de la hoja escrita, del poema. El libro está dedicado a Antonio, el amor ausente: A Antonio, en cada margen se escribe el azul de las ausencias.  Y tenemos que estar  siempre atentos,  porque en este poemario está presente lo que dicen sus versos y aquello que no cabe en ellos y se refleja en los márgenes del dolor que no puede expresarse con palabras.

En los  márgenes del frío es un poemario de soledad y de ausencias dentro de un existir incompleto, del que habla la poeta. Y es que el auténtico eje temático del poemario es el dolor que producen esas ausencias que se manifiesta a través  de la evocación de momentos y lugares que se disfrutaron en compañía de la persona desaparecida. Son ausencias siempre atadas a recuerdos, a los de un  dolor que Alicia López trae  a la  memoria a lo largo y ancho de sus poemas. En algunos, esas ausencias cobran más presencia porque tienen nombre, pues dedica sendos  poemas a Antonio y a su padre, in memoriam. Dos personas muy importantes en su vida que han pasado la frontera con el más allá: Mis ojos contemplan una sombra que camina / hacia el lado opuesto de la vida. La ausencia de Antonio se torna presencia en todos los poemas. Cualquier elemento que la poeta contempla le trae a  la memoria la ausencia de la persona amada. Pero en medio del dolor de las ausencias, que le hace establecer diálogos líricos con lo que la rodea, de pronto surge la  luz cálida del recuerdo y  ese recuerdo  aparece  en medio de una llama, de una luz cálida,  de  un rayo de sol o de luna  o  el rayo de una tormenta… Por ello,  la amargura que destilan sus versos por el recuerdo de esos seres queridos que han volado hacia la nube sin espacio / donde reina la esperanza / de que todo sea igual / en la otra parte   es compensada por la luz, pues el amor al final se convierte en lo soñado y sigue con ella, en cada momento que evoca de las vivencias que compartieron en compañía. Es significativo el título de un poema dedicado a Antonio: Tú vives.

En las evocaciones que aparecen en el poemario  está muy presente  la naturaleza, naturaleza que abraza y que es cómplice de la poeta, pero también una naturaleza que aviva los recuerdos de las ausencias. Dentro de esa naturaleza es muy importante la presencia del bosque, con  sus distintas variedades de árboles, árboles que la comprenden y la acogen, a veces hasta  en el interior de su tronco.  Ante  esos árboles se vivió la plenitud del sentimiento del amor  en presencia de la persona amada y  ahora, en el recuerdo, el dolor en ausencia.  Además de los árboles: pinos, robles, chopos, alisos… caminamos con ella por esa naturaleza al lado de plantas aromáticas: tomillo, lavanda…  Plantas que nos sugieren un mundo de sensaciones, de colores y olores. Y  es siempre místico ese amanecer de bosque, que sugiere placidez, frescor, misterio. Hay un poema dedicado a la comarca leonesa de Omaña en que se ve muy bien la importancia del paisaje en sus sentimientos. 

    Por Omaña siente Alicia una querencia especial por la relación del amor ausente con esa comarca.  Allí mira ensimismada el paisaje  y dialoga líricamente  con el río, que es un espejo de espuma. Omaña, todo surge y resurge en tu límpida mirada, exclama en esa oda que le dedica. Es una oda a Omaña y lo es a la naturaleza, en general. Todo allí es armónico excepto unos molinos que violan su naturaleza virgen. Las referencias a Omaña aparecen en muchos poemas: su río, su puente de madera, sus alisos, sus urces… Su Peña… Esa peña de La Fortuna que han invocado tantos caminantes...   A los que somos omañeses, como yo, sus versos nos producen una emoción especial.

    Dentro de la naturaleza también aparecen los animales como signos de vida, desde una lagartija, hasta los gorriones y los grillos.  Otro elemento que se repite es el agua. El río está presente en muchos poemas, un río que contempla, en el que baña sus pies y que, a la manera manriqueña, es símbolo de vida y de muerte. La palabra margen presente en el título, además de otros significados simbólicos, nos sugiera la idea  de río, de mar… Pero, además del río, oímos caer y vemos la lluvia en varios poemas. El poema Tuya  es un fiel reflejo de los sentimientos que vive la autora al contemplar llover: Déjame recoger todos los besos que son sed, exclama. Es  la  añoranza de los besos y la  sed de  reunirse con la persona amada. Es una lluvia que rezuma amor y también lágrimas de dolor. Y es  que  otro elemento relacionada con el agua son las lágrimas…

    El mar es también un fiel reflejo de su marejada interior, como se ve en el bello soneto Añoro: Añoro tu oleaje de bravura… Hay que recordar que Alicia es gijonesa y el mar ha tenido una notable presencia en su vida. El mar es  para ella uno de los confidentes que quiere tener cerca y realmente lo tiene a través de la evocación. Lo necesita para que recoja sus lágrimas, incluso suspira por ser onda. Ese  mar  no la abandona aunque esté lejos: Pero, oh mar, / tu respondes a mi llamada / desde tierra adentro, el mar lo lleva en su interior cuando no lo puede contemplar. Y no falta la luna, con   sus connotaciones  de noche, de misterio, de dolor y  de soledad.  En algunos momentos nos recuerda a la luna trágica  lorquiana.

En esa misma noche de luna llena,

                              De luna de ámbar,

                                            de luna de llanto…

    En cuanto a la forma, la poesía de  Alicia, que parece hermética en algunos momentos, sin embargo, derrama luz a través de las imágenes que se convierten en símbolos, como el  agua y las lágrimas en las que está la vida y la muerte o la luna llena, símbolo de noche y de   luz. Precisamente la antítesis es frecuente en el poemario: monte arriba / monte abajo,  entrada /salida, cielo/infierno, despierta/  dormida…  Algunos poemas tienen forma de diálogo lírico y, tanto en ellos como en otros en los que habla en segunda persona, usa con frecuencia el procedimiento de la interrogación retórica  y el del  apóstrofe.  Esas preguntas sin respuesta, o de respuesta ya sabida,  acentúan la intensidad lírica de los versos. 

    La poeta trata  de hacernos llegar la plasticidad de sus sensaciones y vivencias y para ello usa con frecuencia sinestesias en que mezcla sensaciones: viento parduzco, verde aroma, dulce soplo, verde susurro del viento… o sensaciones y sentimientos: ¿A qué sabrá tu  ausencia?, se pregunta. No faltan las hermosas imágenes, que a veces funcionan como símbolos: la tormenta es luz en mis tinieblas o se unen a las personificaciones: tiemblan las horas que besan muy despacio / la alcoba de madera. Y en ese mundo de sensaciones tienen mucha importancia los colores, especialmente el azul del cielo y el mar y el verde del paisaje, colores que funden sus vivencias con el paisaje: verde aroma, puzle azul, beso azul.   Fluyen los recuerdos, verdes, / y fluyen los pensamientos, azules, / verdes de helecho y azul de mar y cielo.

    Son poemas largos, la mayoría  en versos libres, aunque  aparezcan muchos endecasílabos y heptasílabos, con los que  se mezclan  bellos sonetos que prueban que la autora se desenvuelve con la misma soltura en los perfectos endecasílabos y en el vaivén de los versos libres. Desde el punto de vista formal, la autora juega con la tipografía letras más grandes o más pequeñas en distintos lugares de un poema o la disposición de los versos. Ambos procedimientos le sirven para destacar algunas frases  y para marcar una distinta cadencia en la lectura. También lo hace con la morfología de las palabras buscando que algunas de ellas se conviertan en palabras polisémicas al separar sus componentes y que el verso se abra a distintos significados: (des)cubría (la) armonía (de) las penas. Es también interesante fijarse en el léxico que se repite, porque ya esos vocablos  nos descubren la esencia del poemario: ausencia, soledad, bosque, río, mar, lágrimas, sueños, luna, memoria, recuerdo, ocaso, luz, fuego… tus recuerdos que tiemblan de silencio y frío. En definitiva, palabras que para ella tienen que ver con la memoria. Incluso, uno de sus poemas se titula Versículos de memoria.      

    Es curioso cómo juega también con palabras que tienen que ver con lo gramatical: sílaba, palabra, verbo… En algún caso incluso dan título al poema: Tu sílaba. Incorpora con frecuencia en ese léxico los pronombres personales, especialmente y yo, que a veces se funden en el nosotros… Nos vienen a la memoria los famosos versos de Pedro Salinas: “¡Qué alegría más alta vivir en los pronombres!”, si bien Salinas hablaba del amor gozoso y Alicia habla del amor arrebatado por la muerte, que cobra presencia en su recuerdo: Tú y yo recorrimos / la pureza de los páramos. Y en otro verso: Tú eres yo y yo soy tú.

    A pesar de ser un poemario dolorido y lleno de tristeza y melancolía, percibimos cómo aparecen elementos que son signo de vida, entre ellos los bosques  y el agua y la luz, de forma que, en conjunto, vemos que Alicia  López espera que alguno de los rayos de luz que describe ilumine su vida y el recuerdo sea un bálsamo para las heridas de ausencia: Aún hay luz / en las llamas / del porvenir. En resumen, que en sus pálidos versos de ausencias caben los sueños con el sol amando los ocasos / y la luna sucumbiendo a sus encantos... Caben también el paisaje, la lluvia, las palabras…  La belleza literaria. Gracias, Alicia, porque En los  márgenes del frío,   a través de tu mirada poética,   sentimos  los lectores  una  cálida emoción. 


© Margarita Álvarez Rodríguez es  filóloga y profesora  de Lengua y Literatura. 



 


viernes, 24 de noviembre de 2023

A 50 años de tu partida

 

              Cincuentenario      


A mi madre, Patro, nacida en Camposalinas (León), el día 19 de marzo 

de 1930, y  fallecida en Paladín (León), el 25 de noviembre de 1973


Viento gélido de otoño dejó tu  voz silenciada…

Te dormiste en  velos de noche

y  no   despertaste  al alba.

Sobre tu cuerpo maltrecho,

la muerte tendió su sábana

del color  y la textura de  las yertas esperanzas.

¡Mamá, mamá!,

repetía el  eco,

que con su voz atronaba,

pero se volvía mudo.

Aquel  silencio lo  ahogaba.

Silencio de ángeles tristes que  por allí aleteaban.

…………………………………

Cuarenta y tres años te donó la vida

para convertirla en magia,

y en magia la convertiste,

con  aquel "cuanto más doy más tengo"

que era tu  esencia y  alma.

Con manos de  trabajo y   panes

y la pasión por bandera,

siempre alegre y entregada, hiciste de la vida fiesta…

Y así,

un día el viento airado, envidioso de tu dicha,

te arrastró hasta las nubes,

y nos dejó en un  invierno  de penas e incertidumbres.

Y nosotras, perdidas,

faltas de luz y presencia,

huérfanas de  lunas y soles, caminábamos a tientas.

Pero encendiste una vela, en la noche traicionera, 

y   su luz titilante iluminó nuestras sendas.

Y siguieron amaneceres y  días de primavera,

 y floreció tu vestido verde

que  aromó toda la tierra,

exhalando aliento de vida, lleno de ilusiones nuevas…

Y aquellas hijas tuyas  emprendimos el camino

y  seguimos tras tus huellas

hacia luminosos  veranos que alumbraron sementeras…

 ¡Muchos años han pasado, hoy serías bisabuela!

Pero aún te conservas  joven, tras cincuenta años de ausencia,

en tu cara no hay arrugas,  ni blancor en tu cabeza.

Y aquellas palabras lejanas en mi mente se conservan:

¡Mamá, mamá…! 

Como  eco de voces tenues que  presagian madrugadas…

Como  palabras   amorosas sembradoras de esperanzas…

Son sonidos de otro  otoño entre versos y nostalgia.

Son memoria de una madre de presencia eternizada.



©Margarita Álvarez Rodríguez

25 de noviembre de 1973-25 de noviembre de 2023



¡Siempre, en la memoria!

CIUDADANA DE LA VIDA

 

    


In memoriam de todas las mujeres  y niños que han perdido la vida o la presencia materna  a causa de la violencia de género...

    Unos  pasos  se acercaban  de forma rápida por  la escalera. Se oía el giro  de una llave en la cerradura. Crecía el temblor del miedo…

    Las puertas de la casa se abrían de forma rápida una tras  otra. Por ellas  entraba  un viento gélido y  escapaba el calor de hogar.  Se presagiaba  el fragor de  la violencia...

    Una cadena de insultos irrumpía  como  un trueno y apagaba el  borboteo del agua que hervía  monótona en la cocina. Se saboreaba  la amargura de la humillación...

    Una súplica entrecortada, un grito ahogado, un sollozo infantil…  Eran sonidos que solo escuchaban las paredes de aquella  casa. Se palpaba el eco del desamparo…              

    Allí, una mujer, acurrucada en un rincón,  se sentía como una  paloma a la que le hubieran cercenado las alas y  embarrado el plumaje.  Se sentía herida  por el silencio punzante  de  la soledad

                           ***************************

        De pronto, una  palabra, un eco que no llegó a sus labios,  resonó fuerte,  en lo más profundo de su ser: ¡No! ¡Nooo!

     ¡No!, no se resignaría a morir a causa de sus alas rotas.   Las palomas también sabían andar, buscarse el sustento en el suelo, convivir en las plazas con otras palomas… Y en ese momento  se tiñó el desconsuelo  de su alma del color de  la  esperanza. 

    Dos muletas le sirvieron de impulso para incorporarse: ¡Sí!  ¡Yo! Sí lo hago. Yo puedo…

    Se pondría a andar. Se uniría a otras palomas de alas encadenadas y juntas aprenderían  a romper eslabones y a restañar sus heridas con el bálsamo  de la comprensión y  el apoyo.

    Se iluminaba el camino de la dignidad. Algún día, no lejano, le volverían a crecer las alas.  Las desplegaría con fuerza y volaría.  Volaría y volaría…  Porque  allí, al otro lado de su cárcel, estaba el reino de la  libertad. Y en el reino de la libertad ella sería ciudadana de la vida.  


© Margarita Álvarez Rodríguez.


Texto leído  en el XIV encuentro literario 25N, de Enredadas Vicálvaro 2023, en el Espacio de Igualdad Gloria Fuertes, en el marco del DÍA INTERNACIONAL PARA LA ERRADICACIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO.    25 N 2023





Fotos tomadas en el  XIV Encuentro Literario, en el Espacio de  Igualdad Gloria Fuertes, el 23/XI/2023.


martes, 14 de noviembre de 2023

De mujeres, féminas y hembras (II)

 

    Artículo mío  publicado en   MasticadoresFEM, dentro de la revista digital internacional Masticadores de Letras. Aparece en mi sección  Palabra de Mujer.  Es el  segundo  de tres.


      Después de hablar en el artículo anterior del tratamiento del vocablo  mujer dentro del idioma español, en este  hablaremos de otras palabras que también se usan como  sinónimos de mujer. Entre esas palabras  está fémina,   cultismo que procede del latín, femǐna.  Por evolución ha dado  la palabra patrimonial hembra, a través de fembra, que también se usa a veces para designar a la mujer. Nos ceñiremos aquí a la palabra fémina y sus derivados.

        La palabra fémina  procede de una raíz indoeuropea que significa “amamantar”. De la misma raíz proceden los vocablos  filius (el que ha sido amantado) y fetus. Y, asimismo, feminismo, feminista, feminidad, feminicidio, feminizar, feminoide, afeminado…  Algunas de ellas con carga bastante peyorativa, como afeminado o feminoide, ambas referidas a varones que presentan rasgos femeninos.  Eso ocurre también  con la valoración que hacen algunos hablantes de la palabra feminista, usada en plural y con artículo: las feministas. Con esta palabra  algunas personas   presentan a las mujeres que defienden el feminismo como representantes de una ideología  radicalizada que ataca a los hombres en su conjunto. Y no olvidemos la palabra, referida a este asunto, más  dura y con carga más peyorativa: feminazi (feminista+nazi). Este término surgió en EEUU, cuando algunos antifeministas comparaban el derecho al aborto con el Holocausto.  Lo creó  Rush Limbaugh en el libro “La forma en que las cosas deberían ser”. 


Si quieres seguir leyendo el artículo, pincha aquí:

https://masticadoresfem.wordpress.com/2023/11/14/de-mujeres-feminas-y-hembras-2-por-margarita-alvarez-rguez/

De mujeres, féminas y hembras (I)


        Artículo mío publicado en   MasticadoresFEM, dentro de la revista digital internacional Masticadores de Letras. Aparece en mi sección  Palabra de Mujer.  Es el primero de tres.


                De mujeres, féminas y hembras (I)

            Las palabras de un idioma nos sirven para pensar y  son, a la vez, el cauce del pensamiento.   Palabra y pensamiento forman, pues, una unidad indisociable.  Y  ese pensamiento se manifiesta en una forma de utilizar el idioma, en el que, con frecuencia, usamos  u oímos términos  o expresiones que, en relación con la mujer, tienen sentido peyorativo.           En este artículo, en concreto, nos centraremos  en el origen de la palabra mujer y en cómo la han recogido  los  diccionarios más significativos de la lengua española.  

            El vocablo mujer procede de la palabra latina mulǐer, ─ēris, que evolucionó  hacia  muller, mugier, muger, mujer. En latín significaba mujer adulta no soltera, aunque  ya algunos escritores latinos  la usaban en el sentido amplio de persona  de sexo femenino. En realidad, no conocemos las raíces indoeuropeas de esta palabra, como sí ocurre con otras muchas que proceden del latín. Se ha asociado, por semejanza fonética,  con el adjetivo mollis, que significa blando, y, de ahí, algunos han querido sacar la conclusión de que la palabra mujer, desde su origen, ha estado relacionada con el mito del “sexo débil”. En realidad este origen  no pasa de ser  una etimología popular, por mucho que hasta haya sido defendido por el gran san Isidoro de Sevilla.  Otros la han hecho derivar de myllás, que en griego significaba ramera, pero lo cierto es que  el origen  de la palabra, más allá del latín, sigue siendo una incógnita.

                    Puedes seguir leyendo el artículo aquí:

https://masticadoresfem.wordpress.com/2023/10/17/de-mujeres-feminas-y-hembras-1-por-margarita-alvarez-rguez/ 

domingo, 12 de noviembre de 2023

Reseña de TIEMPO DE VILANO, de Sol Gómez Arteaga

 

Tiempo de vilano, de Sol Gómez Arteaga

Editorial Marciano Sonoro

Poemario

115 págs.

 


Sol Gómez Arteaga es una escritora leonesa, autora de varios libros de relatos, el más reciente Trazos de sombra, que trata sobre los desórdenes de la mente, y una novela, El vuelo de Martín. Tiempo de vilano es su primera publicación poética.

Aunque  este es su primer poemario, es cierto que lleva tiempo escribiendo y publicando poemas en las redes sociales, en su blog  (Sol a  la tinaja) y en otras publicaciones, y también que su literatura narrativa posee una gran dosis de lirismo.

Leer este poemario de  Sol Gómez Arteaga es reconciliarse con la memoria, con la suya, que deja plasmada en los versos de sus poemas, y con la nuestra, pues indirectamente nos induce a traerla también al presente.  

El poemario está dividido en tres apartados: Tiempo de vilano, es la más extensa  y la  que da título al libro.   La palabra tiempo, en el título,  y  ese complemento añadido ya nos da una idea del contenido de los poemas: la del tiempo inestable, la del tiempo que huye  y se lleva con él parte de nuestro vivir,  como lo hacen  esos filamentos blancos, los vilanos, que protegen las semillas del diente de león y las esparcen por el aire.  Es en  ese apartado donde se desarrollan los temas nucleares de poemario y  donde se refleja mejor la forma  de ser  y de vivir de la autora.  Hay dos partes más tituladas Manuel de ausencias, cada una con un subtítulo: Escribo un prólogo de letras ciegas, la primera, y  Voy pasando las hojas y no apareces, la segunda. Desde la nostalgia que recorre todo el poemario, los versos giran   ahora  alrededor de  la ausencia  del padre que la autora evoca con amor y admiración. Y completa el poemario un apartado  final de textos en prosa poética titulado Nubes. Ahí aparecen las   nubes que podemos contemplar y  aquellas otras invisibles que pasan por nuestra mente y son instantes de vida, incluidas las nubes de palabras.

La  poesía  de  Sol Gómez Arteaga está muy próxima a lo que se llamó en los años 80  la “poesía de la experiencia”,  una poesía de lo cotidiano, de la que uno  de sus representantes más notables fue el poeta Luis García Montero.  Es una poesía en la que no hay que entender, sino sentir, y con la que cualquier lector sensible puede sentirse identificado. Una poesía  de lo cercano e inmediato que integra la memoria personal en la memoria colectiva. Poesía intimista que sabe ir  del yo al nosotros.

Si quisiéramos  compararla con alguna corriente pictórica,  creo que estaría próxima al Impresionismo. La autora trata  siempre de captar el instante, la vivencia: un sonido, un rayo de luz, una maceta, ropa tendida, una hoja perdida   de otoño, la contemplación de una nube, la lluvia… se convierten a través de su sensibilidad y su mirada poética en arte de la palabra y algo mágico que mueve el sentimiento de lector.  Ella misma asegura: Yo aprendí que la belleza está en lo simple. De esos instantes fugaces  dice en otro poema que son trocitos bien compactos de belleza.  La palabra instante la repite con frecuencia en el poemario: Un instante de abandono. En ocasiones necesito / de un instante así. Dentro de los instantes que capta, con más frecuencia,   en sus versos, están los que le sugieren refugio, inspiración, armonía…  Una especie de caricia física y afectiva.  Se podría decir también que su  poesía  es  contemplativa: la contemplación del instante.

A primera  vista podría parecer una tarea  fácil escribir como  lo hace Sol Gómez Arteaga, pero buscar la emoción y la belleza en lo  aparentemente intrascendente, suele resultar   difícil. Sentir gozo estético ante una catedral gótica es algo  fácil de percibir para  cualquiera, en cambio  no lo es tanto convertir en un instante poético, por ejemplo,  la inquietud que vive un paciente en la sala de espera de una consulta. Esta es “la poesía de los poetas”, que diría   Bécquer. Y Sol Gómez Arteaga no solo escribe poesía,  es poeta.

La poesía de Sol es deudora de las vivencias de infancia de una niña que se crio en el pueblo de Valderas (León), en contacto con la naturaleza y en el seno de una familia humilde que le enseñó el valor de lo auténtico, la dignidad, la sobriedad…  Hasta donde me llegan los recuerdos /    siempre fui / una niña ensimismada / en la luz, dice de sí misma. Fue una niña que sufrió el rechazo de otras niñas de su edad y supo lo que era la soledad. Aquella niña  de carácter retraído, imaginativo  y solitario  que actuaba en comedias sin público, / que ideaba club de fans sin fans… quizá estaba descubriendo su vocación literaria.  Seguramente ella veía una belleza a su alrededor que aquellas otras compañeras no veían. Ese tiempo de infancia está muy presente en el poemario, con sus vivencias, unas veces, amargas  y, otras, amables.  Y se sigue sintiendo esa niña que fue, aunque ya se encuentre en su madurez. La nostalgia la ha acompañado siempre, nostalgia del pasado y hasta de un tiempo no vivido.

La autora   procede  del mundo rural leonés. Y ese mundo rural  es parte importante de la esencia de su poesía. La nostalgia de infancia se funde con la de los paisajes y el paisanaje, la familia…  Vengo de un mundo de sonrisas quedas, / de palabra parcas, / de campos mutilados, /  de ofrecimientos sencillos… En sus versos  están  los campos y caminos de su pueblo: Vengo de un mundo de cebadas mecidas por el aire…  Son los  paisajes  de horizontes infinitos de las llanuras de  la Tierra de Campos leonesa. Son paisajes que le aportan serenidad, caminos diáfanos que  traen la luz a los intrincados laberintos en que nos perdemos. Esos campos, aparentemente  poco literarios, son transformados en  poesía por la autora: campos / tendidos al cielo como una plegaria / esperan misericordia.  

En su poesía aparecen paisajes exteriores y  paisajes interiores  y  se funden con mucha frecuencia: Busco en el paisaje  / una luz / que no está fuera / que es interior / propia. Y esos paisajes siempre han permanecido con ella: Me traje conmigo / a la ciudad inhóspita / todo el verde  / de las cebadas de mayo.  Esa fusión del yo con un  paisaje de escasa vegetación, que se eleva al rango literario,   nos recuerda  la  visión de Castilla que tenía la Generación  del 98. Unamuno decía del paisaje castellano que era “un mar petrificado y lleno de cielo”.  El de Sol es un mar de terrenales olas, un mar  de tierra y horizonte. Este mar de tierra árida  la lleva también  añorar  otro mar, el real, que también tiene una importante presencia en el poemario, porque  su paisaje natal es un paisaje de presencias, pero también de ausencias.  Y  me sigue recordando  a los noventayochistas. Decía Azorín: “No puede ver el mar  la solitaria y melancólica  Castilla. Está muy lejos el mar  de estas campiñas llanas, rasas, polvorientas…”.  Sol Gómez Arteaga necesita el mar, el mar eterno,  la contemplación de sus olas:   Y el mar /  siempre el mar / al fondo. Y  nos confiesa: Cuando quiero saber de mí le preguntó a las olas.

Otro elemento importante  de un paisaje  que la ayuda a conocerse, para caminar hacia el interior de ella misma, es el bosque. Dejemos que hablen  otra vez sus versos: También me dijo el bosque que aquel que ven mis ojos /  es idéntico a otro / más pequeñito / que llevo dentro. / Oscilante / lleno de terraplenes / subidas y bajadas / riachuelos/ sujeto a la intemperie / al paso del tiempo. Está clara la fusión del paisaje vital con el paisaje contemplado.

En ese mundo de añoranza también  tiene un papel fundamental la familia. Es el núcleo de los afectos y del cobijo. Es la cercanía primigenia de los míos.  Es importante la presencia  de las mujeres  a lo largo del poemario. Son mujeres que tienen la certeza / de resistir / sin pretensiones. Dedica un poema a su  hermana  mayor, que  significa para ella  complicidad, apoyo y protección  y seguirá protegiéndote  de las inclemencias de la vida… Creerá en ti con fe ciega.  Pero es la madre la que tiene una presencia más destacada, una madre  que tranquiliza, / sosiega, / espanta monstruos / y siempre está. Una madre que es prototipo de lo que ha sido la mujer  rural leonesa: esforzada, resignada, silenciosa, una de tantas penélopes domésticas en actitud permanente de esperas  y esperanzas. Todas son  mujeres que cultivan en calderos la paciencia.  Una madre que está en la presencia física y también   en las cosas que tienen relación con ella. Es como si el espacio afectivo de la madre  se proyectara al espacio externo en que se mueve. Un rincón del patio  es para  su hija Sol  cavidad uterina. Y llega a afirmar que  la poesía es el ritmo originado / en el latido primigenio  de la madre.

Pero  dentro de la familia es el padre desaparecido  el que ocupa un lugar preeminente en el recuerdo.  Se  alude a él en algunos versos del apartado Tiempo de vilano y, especialmente, en los dos titulados Manual de ausencias: Escribo un prólogo de letras ciegas y En voy pasando las hojas y no apareces.  El padre está presente en la evocación de diversos instantes vividos con él: los paseos por el campo, el color de su traje, las manos, una felicitación navideña… los balidos  las ovejas…   Y es que su  padre era un humilde pastor de ovejas / hijo de una mujer de negro y un padre fusilado. También evoca  sus enseñanzas: la dignidad, la fuerza, el tesón...  Es el homenaje de una hija hacia el padre desde los  afectos  y la nostalgia.

En el marco de las relaciones familiares aparece  también el tema de la Recuperación de  la Memoria Histórica de los represaliados por el franquismo.  Es sabida la implicación de la autora  en este asunto, que la afecta de forma familiar. El abuelo fusilado ha marcado  a su familia y no podía quedar fuera de su poesía. En sus versos están representados todos los que murieron en similares circunstancias. Evoca el dolor  de su familiares, que vivieron un duelo sin sepelio y sin flores, / sin plañideras / sin beso de despedida… que pudieran hacer la ausencia más llevadera, y el de los fusilados que murieron en soledad estricta. La   recuperación de sus restos reaviva el dolor, pero también genera consuelo, porque ahora son muertos con  nombre y, al fin,    mandíbulas sedientas / de luz y de Memoria descansan en paz.

En la poesía de Sol Gómez Arteaga también cobra gran presencia la casa, como morada que reconforta, como lugar de acogida, de silencio: la habito / me habita… Un lugar de encuentro consigo misma donde transitan las horas / los amaneceres / los sueños. Y que se convierte en su bastión de soledad  y el epicentro el mundo.

La soledad es  otro sentimiento que recorre todo el poemario. Unas veces aparece la soledad de la incomprensión, de aquella niña “no juntada” en la infancia o la soledad del ser humano ante sus miedos y problemas y otras, la soledad querida, la soledad sonora y creativa, esencial para los artistas. En cualquier caso la soledad va unida en sus versos siempre a la nostalgia.

Entre tantos sentires y quereres aparecen también los vivires de la autora: la concepción de la vida. La vida  es para ella la conjunción de pérdida y encuentro, como ocurre con ese vilano del diente de león del que habla el título. Se lo lleva el viento, pero en su vida etérea algunas de sus semillas de aire / fructifican / así es la vida. Para no  enfrentarnos al futuro incierto, que nos produce desazón,  llenamos nuestra vida de proyectos, de haceres y quehaceres. La clave, según la poeta, está en darnos cuenta de que lo esencial  no es llegar / sino el trayecto.  Y, aunque  en algunos momentos  aparece una visión desolada del vivir humano, sin embargo, en otros,  se alza sobre ese pesimismo y de repente surge la luz: Siempre que anochece en la ciudad / que habita en cada uno de nosotros / amanece / con luz propia.

Llama  la tención también la presencia constante de lluvia, una lluvia que lava,  una lluvia de luz, sanadora. Una lluvia con la que siente que se funde. De todo lo vivido / confieso  que me quedo con la lluvia / que además  de sanadora / es música celestial para mis oídos. La lluvia le permite aislarse a veces bajo un toldo o paraguas y sentirse isla. Otra vez la soledad. Y al lado de la lluvia las nubes, las reales y las metafóricas, de las que habla en algún poema y en varios de  los textos finales que están escritos en prosa. A ellas les dedica un texto bellísimo: ¿Con qué sueñan las nubes? Un texto lleno de interrogaciones retóricas dirigidas a  esas nubes que contempla. Entre esas preguntas aparecen estas: ¿a quién aman, si es que aman? ¿Tal vez al que les habla bajito al atardecer para que, soñolientas, dejen paso a la noche y a sus rivales, las estrellas?

La  autora escribe en versos libres, adaptados en el ritmo a la emoción que trata de transmitir en cada momento, con frecuentes paralelismos sintácticos que contribuyen a la musicalidad. El estilo está basando  en la búsqueda de la esencia de la palabra, sin demasiados adornos formales.  Las imágenes son claras, pero muy evocadoras. Como esta comparación: Ese silencio tan callado / como un pozo. O estas metáforas: Lágrimas de lluvia. Sueños de pedernal. Puede unir la imagen a otros recursos: Amapolas que tejen silencios.  También  utiliza la sinestesia que  nos hace percibir la mezcla de sensaciones: El aire huele a amarillo o  La memoria olfativa / pobló el aire / de resonancias. No faltan algunas notables antítesis: Letras ciegas.

Podríamos decir que la poesía de Sol Gómez Arteaga es íntima, transparente, tierna, inocente. Es la poesía del instante que se  eterniza en su mirada poética. Su poesía es la vida, porque la vida casi siempre es eso: una sucesión de instantes que nos hacen estar alerta,  sufrir… Pero también disfrutar de la belleza contenida en esos instantes y  de los afectos que los pueblan. Quizá el secreto del vivir (felices) sea mirar la vida con  limpia mirada infantil y  ojos de poeta. Verso a verso Sol se desnuda en este poemario con voz muy íntima y personal: Nadie impedirá que despoje, / unas veces de harapos,  / otras veces de tules, /  mi corazón. Y lo hace desde la mirada de una  niña corriendo con un vestido amarillo de soles y desde sus paisajes de infancia:  en las eras de mi infancia está contenido mi universo todo.

Cualquier persona que se adentre en el poemario Tiempo de vilano descubrirá que, detrás de cada uno de  sus poemas, está   siempre  el carácter contemplativo de la autora, el asombro y la sensibilidad de la niña  y  la poeta que lleva dentro. Y  dentro de   sus versos, de alguna forma, nos sentiremos acogidos  cada uno de los lectores, especialmente los que nos criamos en el mundo rural. Leer estos poemas de Sol Gómez Arteaga es una delicia para el espíritu, porque ella sabe hacernos   llegar  sus vivencias envueltas en nubes de palabras: en palabras emotivas, en  palabras sinceras, en palabras claras… En palabras  poéticas.

©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora





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