Ser primavera
¡Qué gozo y
privilegio saber que la invitan a una a hablar de sí misma! Me piden que hable
de la primavera. Y no podían haber
elegido mejor. Me presento: yo soy Primavera, la primavera. ¡Quién mejor que yo podría saber cómo soy! Lo
mismo que otros son agua, camino, huerto…
yo soy una estación del año. Y tengo el privilegio de ser la primera,
aunque mi cumpleaños sea en marzo. Así
que os hablaré de mí, de mis tres meses de reinado sobre los valles, vallinas, lombas y montes de Omaña. A
Omaña llego un poco tarde. Resulta costoso llegar hasta aquí por la difícil
orografía de esta tierra. Ya lo dice la omañesa que me ha invitado a hablaros
de mí: Nuestra
"primavera tarda", / como dijera el poeta, / pero seduce sentidos /
"bella y dulce cuando llega". Soy una estación privilegiada: la estación de la vida. Hago revivir la naturaleza , que ha estado dormida durante los largos meses de invierno. También lo dice la autora citada antes: Todo anuncia que Natura / ha despertado del sueño / y acicalada de luz / relumbra como un lucero.
Apuntando la primavera en el Puente Colgante. Paladín. Foto: MAR |
Conmigo renace la vida de los omañeses. Cuando llego yo, la gente sale de las casas y se pone al solín en
las abrigadas, aunque, algunas veces y sin mala intención, juego al
engaño y envío alguna marzada o
días de excesiva temperatura, que me hacen oír aquello de que si marzo mayea; mayo marcea. Y, también,
pueden escapar a mi control algunos turbones de nieve o fuertes pelonas. Pero esta nieve dura poco y apenas provoca problemas, porque es blanda
y se derrite pronto. No en vano se dice que
dura más la mala vecina que la nieve marcelina. Marcelina llaman algunos omañeses a la nieve
de marzo.
Pero estos hombres de Omaña no se quitan aún
esa gorra de paño que les tapa cabeza durante casi todo el año. Es verdad que
sigo enviando noches frías, pero, durante el día una luz brillante
lo inunda todo. El sol recobra con mi llegada su color azul brillante con
algunas nubes, especialmente blancas y
esponjosas, que se deslizan armoniosamente y seducen las miradas.
En el mes de marzo suelo azuzar
al viento para que sople con fuerza. Por
eso todos conocen bien el refrán: Marzo
ventoso, abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso. En abril prefiero que
el agua sea la protagonista: En abril,
aguas mil. Aunque con esto del cambio climático ya no controlo bien los
distintos meteoros. Cuando las nubes que cubren mis cielos de marzo y abril
están amarañadas, empedradas o parecen aradas,
la gente sabe que anuncio con ellas
lluvia fuerte y racheada: Nubes a hatajos, agua a bandazos. Cielo
empedrado, a los tres días suelo mojado. Todos recordaréis estos refranes. La lluvia
suele ser bienvenida siempre, si se produce antes de san Juan (junio), porque la lluvia por san Juan quita vino y no da pan.
Yo regalo más
horas de luz que mi predecesor el invierno y veo feliz cómo la gente sale de
sus casas y comienza a realizar las diversas labores agrícolas: ralbar, binar, sembrar… Veo también cómo
las gentes se paran a hablar en la calle y disfruto mientras escucho con
atención su forma de hablar. Casi siempre hablan de lo mismo: de cuándo sembrar
las patatas, los fréjoles… Del tiempo
que hace: si llueve mucho, poco… Hablan del ganado… Hablan de los hijos que
están fuera… De la salud… Pero me gusta mucho la forma cómo lo hacen. ¡Qué
melodiosa es esa fala omañesa!
Escuchándoles me entero de los nombres de lugares adonde van a trabajar: El
Coto o Couto, La Chana, La Veiga, Los Jardines, El Molín de las Zancas, la solana, el avesedo…
Mientras los árboles frutales florecen, la alfombra
verde que cubre los praos se
decora, a modo de lunares amarillos, con los campanones (que otros llaman capilotes
o narcisos) y otras flores, como las del diente de león, que dibujan
sobre ella arabescos que van del
blanco al amarillo. El amarillo es, sin duda, el color predominante de mi primavera omañesa. Al lado de ellas, pero
de una forma más sobria y humilde, aparecen las margaritas y también la
manzanilla silvestre que acompaña a las margaritas y guarda un gran parecido con ellas.
Flores modestas, pero que encierran los secretos del amor. Otra Margarita
dice de ellas: De amarillo y blanco ornadas, / las
flores del sí y el no, / nos traen la primavera / y predicen el amor.
Los montes también se visten con un
traje multicolor. El cantiueso os regala sus flores moradas y, junto con el
tomillo, aportan aromas primaverales. Podéis
disfrutarlos a la orilla de los senderos y caminos que surcan las laderas
omañesas.
Como yo, Primavera, a pesar de mi juventud, llego tarde a vuestros valles y montañas, porque me cuesta subir estas montañas, laderas, cuetos y riscos que tenéis ante los ojos, es en mayo y en junio cuando me muestro en todo mi esplendor y me ofrezco de forma generosa. Por eso, oigo que repetís un refrán: Por santa Cruz el monte reluz: el tomillo, la escoba y la urz. Y así es. Porque, sí, soy muy generosa con vosotros y cubro vuestra Omaña de una belleza espectacular. Y no solo los valles y lombas, sino también los montes. Encargo a las ramas de las urces que vistan de gala a los montes. Y lo hacen hasta bien entrado el verano. No podía haber mejor nombre para sus flores que galanas, pues saben engalanar como nadie a los montes omañeses, con sus flores albares (blancas) o cabriteñas (rosas). Y hasta tenéis un pueblo que se llama La Urz. Al lado de las urces escobas, peornos, argomas y carqueisas también compiten en ese certamen de belleza y se convierten en muchas acuarelas amarillas que destacan entre las flores de las urces que tapizan los montes de Omaña.
Cerca de los núcleos urbanos crece el sabugo y se cubre de flores de un olor muy penetrante. Sus arbustos son como un cielo cuajado de estrellas con sus pequeñas flores de color blanco cremoso. Y ya sé que los omañeses conocéis las propiedades medicinales de estas flores y que las habéis usado muchas veces en infusión para curar catarros y para otros fines. No solo tenéis vuestro nombre leonés para el saúco, sino que además lo habéis convertido en un nombre propio para denominar a un pueblo y para un apellido. ¡Sabéis aprovechar bien los nombres que os regala vuestra exuberante naturaleza! Y no lo digo solo yo. ¡Con razón los Valles de Omaña y Luna fueron declarados en 2005 Reserva Mundial de la Biosfera! Y recientemente (2022) os ha incluido también la FAO en territorio SIPAM (Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial), como Sistema Agrosilvopastoril Montañas de León. ¡Ojalá esta declaración os traiga mucha ventura! Yo seguiré llegando, primavera tras primavera, y observaré los cambios que se produzcan.
Las zarzas, el espino nigral y espinos comunes también se cuajarán de
flores blancas y rosáceas. No quieren mostrar sus espinas, que esconden muy
bien bajo su vestido de pétalos florales. No solo el campo se cubre de rosas silvestres, pues a las puertas de las
casas, en los meses de mayo y junio, llega la belleza y el aroma de los rosales propiamente dichos. También ellos
nos seducen con sus capullos y rosas y nos hacen olvidar sus espinas y las de la vida. Y
para que sonriáis conmigo, no solo os regalo este espléndido colorido,
sino que os lo lleno también de los cantaridos
y del colorido del plumaje de los pájaros que pueblan árboles y prados: lavanderas,
relinchones, mierlos, cuquiellos, bubillas, forines, verderones… Y no puedo olvidar al pardal, que
es uno de los pájaros más conocidos por todas las gentes de esta tierra. Es grisáceo como su vida, pero acompaña
constantemente la nuestra. Ya sé que, para algunos, es pájaro poco
simpático, porque es un poco lambrión. Si puede, come el grano de las
espigas, el del muelo de la era, la comida de las gallinas… Tanto lo
conocéis que tengo constancia de que en algunos pueblos se usa hasta como
apodo. Cada uno de los pájaros que pueblan mi
tiempo primaveral se apresta a deleitaros con los cantaridos de su concierto singular. Uno de los más
curiosos es el del cuco. Cómo
alegra el final de la primavera con ese canto que hasta tiene letra: Cucú,
cuquiello, rabiello, rabo de escoba, ¿cuántos años faltan pa la mi boda? Y
muchas personas cuentan a continuación
el resto de “cucús” para conocer el número. ¿Y qué me decís de la
hermosura del porte solemne de la cigüeña que pasea entre el verde de los praos
y se encarama sobre su nido en lo alto de alguna espadaña? Cerca de las casas, bajo aleros y en las tenadas,
anidan las golondrinas, que son aves especialmente queridas y respetadas por
el simbolismo religioso que tienen en Omaña. Si las cigüeñas regresan por san Blas, estas llegan en torno a san José: Por san José, la golondrina veré.
Pájaros, nidos, huevos, pajarines… La vida de las aves que resurge con fuerza
y que recoge este refrán que muchas veces he oído de vuestros labios: Marzo, ñalarzo; abril, gogueril; mayo,
pajarayo; por san Juan volarán y por Santa Marina se buscarán la vida.
Las mariposas también añaden notas de color y de armonía en sus vuelos. Y las
abejas, que de flor en flor, van libando el polen… Es verdad que no todo es
bueno, pues animales que os causan perjuicio también asoman y se preparan
para sus fechorías: Por santa Cruz, los lobitos ya ven la luz.
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Por si lo
anterior fuera poco, os regalo aguas abundantes y cristalinas en ríos, arroyos,
cascadas, fuentes, regueros... El río Omaña y sus afluentes fluyen con abundante caudal, porque recogen el
agua del desnevio. Y sus aguas empiezan a ser abanicadas por las hojas de los chopos y los alisos de sus orillas, que van despertando de su
letargo invernal: Desde
tus frescas riberas / se inclinan sobre su faz / abanicos de verdores / que
soplan sobre un cristal.
¡Aguzad los sentidos, omañeses! No os perdáis ni un color ni un olor ni un sonido de los que yo, Primavera, os entrego de forma generosa. Yo despierto cada año, después del sueño de invierno, y quiero que vosotros despertéis conmigo y, con todos los sentidos atentos, os dejéis seducir por mi guapura y la de vuestra tierra.
¡Gracias, Primavera!
Si no conoces Omaña
dedícale tu atención,
omañeses y omañesas
te esperan con ilusión.
Para conocer su encanto,
encontrarás ocasión,
piérdete por estos lares,
ven a Omaña, que es León.
De Canto a Omaña (M. Álvarez)
Villabandín. Foto: Paco Álvarez |
©Texto: Margarita Álvarez Rodríguez