Dicen que el 14 de
febrero es el Día de los enamorados… Y todo porque en el año 270 d. C. moría decapitado un santo que, desoyendo la
prohibición del emperador Claudio II que
prohibía a sus soldados casarse, para que fueran más osados en la guerra, casaba
a escondidas a las parejas de jóvenes.
En algunos países en tal fecha se celebra el Día del Amor y la Amistad.
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La rosa y el clavel rojo son símbolos del amor apasionado.Foto gratuita: Pixabay. com |
Sonetos de amor apasionado
El
tema del amor es, sin duda, el que más versos ha inspirado en la literatura
universal. El amor ha sido abarcado en todos sus matices: pasión, desengaño,
idealización, dolor, nostalgia… Muchos de esos poemas han usado como marco métrico el
soneto. En esa estrofa expresaron sus vivencias amorosas nuestros grandes
poetas clásicos, especialmente Garcilaso de la Vega, Lope de Vega y Quevedo.
Casi
siempre, en literatura, el amor ha sido presentado por boca masculina, especialmente el sentimiento del amor apasionado, que parece
vedado para las mujeres. Desde nuestros clásicos de los siglos XVI y XVII, la
literatura española ha creado bellísimos sonetos de amor para expresar la
pasión amorosa.
En voz de hombre
En este día vamos a recordar un
soneto de amor de cada uno de los tres poetas. Comenzamos por Garcilaso de la Vega
Soneto V
Escrito está en el alma vuestro gesto,
Y cuanto yo escribir de vos
deseo;
Vos sola lo escribisteis, yo
lo leo
tan solo, que aun de vos me
guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos
veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma yo os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
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La pasión amorosa provoca los
efectos más diversos y contradictorios… De ello habla el siguiente poema de Lope
de Vega.
Varios efectos del amor
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso,
no hallar, fuera del bien, centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso.
Huir
el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor. Quien lo probó lo sabe.
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El amor era para Quevedo una pasión
tan fuerte que crea y que destruye, que es paradójica porque hace vivir y morir
al mismo tiempo, porque es fuego y es hielo, un fuego que, aunque destruye, hace pervivir
el amor en las cenizas: …serán ceniza, mas tendrán sentido/polvo
serán, más polvo enamorado, decían los últimos versos de uno de sus más
grandes poemas de amor.
Es hielo abrasador
Es
hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Este es el niño Amor, este es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
En la
literatura contemporánea se han escrito maravillosos sonetos de amor. Son muy conocidos los
textos de García Lorca, Pablo Neruda,
Miguel Hernández, Borges… Y tantos
otros. Pero, casi siempre, el amor apasionado presentado en voz masculina.
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La flor del almendro se considera símbolo del amor que supera todo, incluso la muerte. Existen muchas leyendas sobre esta flor, una de ellas la relaciona con un milagro de san Valentín. Foto: MAR
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En voz de mujer
Pero ha habido mujeres poetas, que han escrito también hermosos y apasionados sonetos de amor. Vamos a recordar algunos de esos sonetos. Los dos primeros de dos poetas románticas del siglo XIX, Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Y los otros dos de poetas del siglo XX.
¡Oh, cuál te adoro!
Carolina Coronado
¡Oh, cuál
te adoro! Con la luz del día
tu nombre
invoco, apasionada y triste,
y cuando el
cielo en sombras se reviste,
aún te
llama exaltada el alma mía.
Tú eres el
tiempo que mis horas guía,
tú eres la
idea que a mi mente asiste,
porque en
ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión,
mi esperanza, mi poesía.
No hay
canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi
amor me cuentas y deliras
revelando la
fe de tu contento;
tiemblo a
tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera
exhalar mi último aliento
abrasada en
el aire que respiras.
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Imitando una oda de Safo
Gertrudis Gómez de Avellaneda
¡Feliz
quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye
el eco de tu voz sonora!
¡Quien el
halago de tu risa adora
y el blando
aroma de tu aliento aspira!
Ventura
tanta –que envidioso admira
querubín
que en el empíreo mora!
El alma
turba, el corazón devora
y el torpe
acento, al expresarla, espira.
Ante mis
ojos desaparece el mundo,
y por mis
venas circular ligero
el fuego
siento del amor profundo.
Trémula, en
vano resistirte quiero…
De ardiente
llanto mi mejilla inundo
¡delirio,
gozo, te bendigo y muero!
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Un soneto
en alejandrinos de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou, que nos acerca la sensualidad amorosa en relación con las sensaciones de la primavera.
Amor
El amor es
fragante como un ramo de rosas.
Amando, se
poseen todas las primaveras.
Eros trae
en su aljaba las flores olorosas
de todas
las umbrías y todas las praderas.
Cuando
viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes
corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios
ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en
los gajos de los ciebos frondosos!
¡Toda mi
joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de
floridas y agrestes primaveras
queda en mi
piel morena de ardiente transparencia
perfumes de
retamas, de lirios y glacinias.
Amor llega
a mi lecho cruzando largas eras
Y unge mi
piel de frescas esencias campesinas.
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Y otro soneto de una poeta poco conocida, Lucrecia San Antonio Nieto (Madrid, 1911-2003), que no habla de la eternidad del amor pasional.
Soneto pasional
Entregarse
al amor toda la vida
hacer de la
amistad un culto honrado
esperar, y
esperar lo inesperado,
como Norte,
la Meta presentida.
Ver
alejarse a la ilusión perdida
y si el
sueño de amor, se vio truncado,
volver a
amar de nuevo renovado
el dulce
afán, sin freno ni medida.
Y si la
muerte al fin llama a la puerta,
no llorar
ni poner el gesto triste;
poder decir
a Dios ¡Señor me diste
un corazón que sangra en llaga abierta!
Te lo
vuelvo a traer. ¡No lo perdiste!
¡Déjame
amar hasta después de muerta!
Poema
tomado del libro Versos con faldas,
editorial Torremozas.
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El fuego es uno de los símbolos del amor apasionado que más usa la poesía. Foto: Pixabay. com |