Género: narrativa (relato)
Marciano Sonoro Ediciones, 2021
Págs. 224
Trazos de sombra traspasados de luz
Ha sido para mí un regalo conocer a
Sol Gómez Arteaga: conocerla como escritora y, posteriormente, como persona. Una
persona en que destacan: su tenacidad para defender aquello en lo que cree
(rebelde con causa), su entrega, su equilibrio, su serenidad… Sol es una
persona que observa, con mirada incisiva, pero serena, el mundo que la rodea. Es
una persona que escucha. Escucha los problemas que tiene la gente, escucha el
español conversacional… Y de ello hace literatura. Decía en un artículo reciente que el escritor
tiene que estar atento, como un cazador de mariposas, a lo que pasa fuera y
lanzar la red, cuando algo, como un aleteo, brilla en el aire. Y desde ahí,
desde ese aleteo, lanza la red y consigue
crear belleza, la belleza de lo sencillo,
de lo cotidiano, y consigue arrastrarnos
en pos de su mirada.
Despacio, sin hacer ruido, pero con
todo merecimiento, Sol Gómez Arteaga, se está ganando un puesto destacado entre
los escritores leoneses. Su forma de aproximarse a la vida de la gente sencilla
o diferente nos recuerda a otros escritores de la tierra como Julio Llamazares, que hablan con frecuencia de soledad y desarraigo. Son
escritores que consiguen la belleza más
difícil: la de la sencillez. Y, además, Sol
es siempre una escritora y una persona
de luz, aunque hable de sombras, porque
es capaz de iluminarlas a través de la narración. Todas sus obras destilan verdad (sea historia real o
inventada) y visión crítica de la realidad. Así lo vemos en sus anteriores libros
de relatos Los cinco de Trasrey y otros relatos y Del sol
a la tinaja y en su novela breve El
Vuelo de Martín. Y también en sus
artículos y poesía.
Su
última obra, de reciente publicación, es Trazos
de sombra, un libro formado por cuarenta de relatos. Tuve
el privilegio de ser lectora anticipada de esta obra cuando era aún un
manuscrito sin pulir y ya supe, desde
ese momento, que en él había literatura: buena literatura. También tuve el honor de participar
en su presentación pública en Madrid. Los relatos de Trazos de sombra están inspirados en hechos
y personajes que se han entrecruzado en su vida, por su dedicación profesional.
Son personajes de sombra, de sombra porque algo hay en su mente escondido tras
un tupido velo, que no es fácil sacar a
la luz, aunque Sol ha conseguido hacerlo patente magistralmente. Y es que ella narra desde la luz (es como aquella "señora de rojo sobre fondo gris", de Delibes) y ha sabido de manera certera,
y a la vez delicada, ponernos delante de las enfermedades mentales, de situaciones
que, a veces, no están muy lejos de
nuestra propia realidad. Y lo hace desde la verdad y desde la literatura.
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Sol Gómez Arteaga, con su nueva publicación "Señora de rojo sobre fondo gris". Foto: Luis Luisiten
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Todo lo que escribe la autora está
pegado siempre al día a día. Consigue con su cercanía que reflexionemos con
ella, que nos pongamos de su parte. Nos convence. Son textos que con frecuencia
reflejan situaciones problemáticas,
incluso dramáticas, tomadas casi siempre de la realidad, relatos que tienen
vida en su interior. Y a pesar de que a veces presentan situaciones duras o
personajes que nos producen inquietud, casi siempre aparece la ternura o el
bien, como un contrapunto. Domina a la perfección la técnica del relato, y
consigue atrapar al lector desde las primeras líneas y, casi siempre,
rematarlos con broche de oro, unas veces con finales intuidos por el lector y
otras con unos finales sorprendentes, por lo
inesperados.
El libro tiene un sugerente título: Trazos:
dibujos, rayas, bosquejos, (de) sombra: algo escondido que la mente
consciente no puede ver del todo o quizá comprender. Hermosa e inquietante
metáfora. Son personajes diferentes a
los ordinarios, y la autora nos sumerge
en la profundidad de los trastornos mentales de sus mentes y saca al exterior esas obsesiones que los
atenazan. Son relatos breves, de 3 o 4 págs., pero de gran intensidad
dramática: relatos con fuerza. Esa brevedad condensa el problema que vive el
personaje, nos hace enfocar nuestra visión lectora más intensamente sobre él y
así consigue que la situación planteada produzca un mayor impacto emocional en el
lector.
Por estos relatos pululan seres
humanos que se creen perseguidos, adolescentes con rebeldía causada por falta
de afecto, trastornos obsesivos, miedo al deterioro cognitivo, problemas de
autoestima, bulimia y anorexia, celos, miedo a envejecer, violencia de género… Son
“trazos de sombra”, historias diferentes a las vividas por cada uno de
nosotros, pero que, en realidad, no son
tan extrañas como pueda parecer: la incomunicación, el sentirse en un
mundo hostil con lo que les rodea, une a la mayoría de los personajes. Con
pinceladas rápidas y con distintos procedimientos narrativos se nos presenta la
personalidad de unos seres humanos desvalidos, incomprendidos, débiles… que, con
frecuencia, nos inspiran ternura.
Ternura nos inspira esa mujer que
contrata un viaje en taxi solo para poder mantener una conversación con el
taxista, ese chico abandonado por el
padre en un bosque al cuidado de una abuela que no conoce o ese otro
discapacitado que se convierte en asesino de palomas porque no sabe canalizar
la agresividad que siente, a causa de los celos. O esos dos Pececitos, ancianos con demencia, que en un descuido de su hija provocan
una inundación mientras se bañan. Y otros varios.
Los títulos de los relatos ya merecen por sí mismos una
observación. Algunos quedan reducidos a un
adjetivo o a un solo nombre acompañado por un determinante: Atrincherada, Desfondada, Mi caja, La gotera, Una maleta… Una
palabra nos da a conocer ya el tema del relato y fija la atención en ese
elemento que se convierte en sombra en la mente del personaje.
Trazos de sombra nos atrae también por la forma de contar, que se
corresponde con las inquietudes y nubes
que nublan esas mentes alucinadas. La autora usa distintas técnicas narrativas.
Es poco frecuente la técnica omnisciente del narrador que sabe todo y narra en tercera persona, más bien aparece la narradora observadora que, cuando usa la tercera persona, no sabe todo del personaje, solo conoce lo que observa. Eso se ve muy bien en el relato El hombre que tocaba las esculturas, uno de los más bellos y conmovedores, y que, además, condensa el estilo y la visión crítica de la autora.
Sol Gómez Arteaga quiere bucear en la mente convulsa de
esos personajes diferentes, captar sus desequilibrios, sus vaivenes
emocionales, y para ello maneja con mucha soltura el monólogo interior, el
estilo libre indirecto, la narración en primera y en segunda persona, con
frecuencia mezclados en el mismo texto. En A
través del espejo, que trata el tema de la
anorexia y bulimia, utiliza la primera persona para introducirnos con mayor intensidad en el
problema que vive la narradora: Tenía
dieciséis años cuando empezó todo. Me miraba en el espejo, me veía gorda,
entonces empecé a no comer. Hay textos en que narra en segunda persona con
una especie de diálogos de interlocutor “mudo” que interpelan al propio lector
con la verdad que desprende el personaje. Eso ocurre en Desfondada, que termina con estas palabras: ¡Qué
más le puedo contar yo, señor juez! Que creo que la mente es el mayor de los
misterios, y que mi señora —Dios sabrá por qué, eso no le toca juzgarlo a una
ignorante criada— se dejó ir sin enfermedad, pero también sin alicientes,
exhausta de vida, desfondada, desfondada.
A veces cuenta “sin contar”. En Adelfa, se presenta una particular técnica narrativa, pues la autora juega
con varios tiempos: pasado lejano que se narra, presente que no se narra, pero
se intuye, pasado cercano que no recuerda la enferma… Pero el diagnóstico final nos revela de forma clara y escueta el pasado no
narrado: amnesia psicógena compatible con
asfixia erótica tras supuesta y desafortunada y brutal… práctica sadomasoquista.
Es una obra innovadora también en la estructura interna. Hay
textos que adoptan forma de carta (Carta
al rey); otros, de diario, incluso aparece la visión caleidoscópica, con narración a
varias voces, como en Hermanos de leche.
Algún relato tiene estructura dramática: Señorita Corazón Solitario. En general, son puntos de vista muy originales, en los que
un humor tierno e inteligente tamiza las
situaciones duras o dramáticas… Ese tipo de humor tierno que recuerda a veces al de Miguel Mihura está presente, por ejemplo, en De dinosaurios y
elefantes. Al humor hay que añadirle una fina ironía con la que consigue la autora en ocasiones la ridiculización del
mundo de los cuerdos (El hombre que tocaba las esculturas).
La autora escribe con un estilo claro, limpio: pocos adjetivos,
pero muy certeros, unidos, a veces, a
comparaciones: diestra sagaz, escurridiza
como un anfibio (la sombra de una persona). Maneja muy bien el registro coloquial, con toda la riqueza, el dinamismo, la expresividad y la creatividad de este, rasgos que reflejan
el desequilibrio mental de los personajes, como ocurre en el
relato La maleta.
En cuanto a los personajes, la obra es
un mosaico del género humano, pues hay
variedad de protagonistas: niños,
adolescentes, personas maduras, ancianos, hombres, mujeres… En algunos
relatos aparece más de un personaje, pero el eje de la narración pivota sobre
uno solo, en el que se manifiesta ese trastorno
que lo aparta de la lucidez. Con descripciones muy breves, conocemos en muchos casos el aspecto externo
de los personajes y apenas se muestran, en cambio, otros rasgos de su personalidad que no sean
aquellos relacionados con el tema que se plantea en cada relato. La brevedad de los relatos y el hecho de que cada uno se centre en un desequilibrio mental concreto nos hace hablar de personajes planos. Son personajes
débiles, inquietantes, sin alicientes, que parecen esconderse en ese trastorno
mental. Tal vez esa locura es su escudo
protector ante el mundo hostil que los rodea. Decía un personaje de su obra anterior (un sintecho
de El vuelo de Martín): No solo no te dejan morir como quieras, sino que tampoco
te dejan vivir. Por eso elegir la locura no me parece la peor opción.
También es interesante la
intertextualidad en Trazos de sombra. Añade la autora citas al principio de cada relato, de autores clásicos
y contemporáneos que nos ponen en la pista de lo que luego nos va a presentar. El libro incluye, asimismo, sugerentes fotografías de Óscar García Bárcena. Ponen un contrapunto
de color, añaden plasticidad a esos trazos de sombra y les van abriendo puertas de luz. La obra está prologada por José Jaime Melendo, psiquiatra, con el que la autora ha trabajado en los servicios de salud mental de un gran hospital madrileño. "La lectura repetida de estos relatos constituye un tratado del alma, un discurso de las entretelas de nuestro psiquismo", asegura el prologuista. Y Marciano Sonoro Ediciones ha realizado una cuidada edición de la obra.
En conclusión, Sol Gómez Arteaga nos hace avanzar por los
relatos sin respiro, porque nos sorprende con cada personaje, con cada
situación, con cada problema que
plantea. Porque nos hace entrar en la mente de los personajes, en sus zozobras,
en sus miedos, en sus soledades. Porque nos hace sentir cercanos a esos
personajes. Porque nos descubre otra realidad que está ahí y que a veces
permanece oculta a nuestros ojos. Estos Trazos
de sombra son pequeñas pinceladas de gran literatura con las que consigue sorprendernos,
conmovernos, distraernos…. ¿Qué más
podemos pedir a un libro? Solamente que caiga en nuestras manos y lo leamos despacio y con fruición.
Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora.
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Presentación de Trazos de sombra en Madrid, Casa de León en Madrid, el 17/XII/2021 Foto: Luis Luisiten |
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Sol Gómez Arteaga con la autora de esta reseña. Madrid, 17/XII/2021. Foto: Luis Luisiten |
El libro Trazos de sombra se presentará en León el día 30 de diciembre, en el salón de Actos del Ayuntamiento, calle Alfonso V, 1.
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