Suma y sigue...
A los amantes de las matemáticas y, en especial, a los profesores, compañeros y amigos, de Santo Domingo Savio.
Las matemáticas puras
son, en su forma, la poesía de las ideas lógicas. Albert Einstein.
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho, y ocho, dieciséis…
¡Cuántas veces hemos oído o
recitado esta serie de sumas…! La aritmética da de
sí para una larga reflexión.
En un artículo anterior, analizaba las expresiones relacionadas con los números. En este artículo hablaré de las operaciones aritméticas, de la geometría y de otras expresiones matemáticas que se han convertido en dichos populares.
En estos tiempos modernos la aritmética y la geometría cobran un protagonismo especial. En los círculos políticos oímos hablar de aritmética parlamentaria y de hacer acuerdos entre los partidos con geometría variable. No sé si la geometría parlamentaria puede ser variable, pero el Congreso sigue teniendo forma de hemiciclo. Nunca antes habíamos utilizado esas expresiones en el ámbito político ni tampoco entre nuestro círculo de amistades reales o virtuales.
Cada vez más el lenguaje político nos suena vacío de contenido, convertido con frecuencia en un círculo vicioso o en algo más difícil, que afirma una cosa y hace la contraria, como si fuera la cuadratura del círculo. Su radio de acción lo inunda todo y cada cosa puede ser eso y lo contrario, hasta llegar a la paradoja (no sé si matemática) de que cuando se analizan las cifras de los resultados electorales nadie pierde… Los resultados son difíciles de digerir, porque en los estudios demoscópicos previos “se han cocinado” demasiado las estadísticas.
La referencia frecuente en
el lenguaje a las
operaciones aritméticas también nos recuerda que son imprescindibles en nuestra
vida cotidiana. No en vano muchas veces nos dijeron que al menos había que
saber las cuatro reglas para aprender a hacer
cuentas.
Ya sean las cuentas
de la vieja o las del Gran
Capitán hemos ajustado las
cuentas tantas veces o nos las han ajustado, que las expresiones con esta palabra son muy numerosas en
el idioma. Si hemos actuado con cuenta y
razón lo hemos hecho con precaución, pero si
son otros los que han actuado con su
cuenta y razón, sin que hayamos
caído en la cuenta, lo habrán hecho por conveniencia. Matiz
importante el que añade el posesivo “su”. La gramática y las matemáticas se dan la mano una vez más.
A buena cuenta que todos hemos pagado cantidades
a cuenta de otro pago
posterior o a cuenta de algo en compensación de su pago. En
todos los casos es preciso echar
cuentas para que no se
produzcan errores de importancia –de cuenta- al pagar la cuenta. Es posible que hayamos sido advertidos
por alguien sobre un peligro previsible con la expresión cuenta con la cuenta y hayamos tenido que desentrañar el significado de esta advertencia.
Las cuentas son las
cuentas y las cuentas
claras… Para ello conviene llevar
la cuenta correctamente y
anotar todo con minucia para evitar pagar más (o menos) de la
cuenta. La aritmética también está presente en las relaciones personales, pues podemos echar cuentas con alguien o ser insociables y no querer cuentas con nadie.
Es verdad que con frecuencia es mejor estar solos, para entrar en cuentas
con uno mismo y reflexionar
en soledad.
En resumidas cuentas, y por eso de simplificar, que nos pasamos la
vida echando cuentas que a
veces no nos salen, excepto a las embazadas que salen de cuentas con una simple suma de semanas.
Y en caso de no tener qué contar siempre nos queda el recurso de contar ovejas, aunque no haya rebaño a la vista, porque no existe o porque nuestros ojos, en el mundo de los sueños, ya no pueden verlo.
Y en caso de no tener qué contar siempre nos queda el recurso de contar ovejas, aunque no haya rebaño a la vista, porque no existe o porque nuestros ojos, en el mundo de los sueños, ya no pueden verlo.
Pero las operaciones
realizadas con las cuatro
reglas se vuelven cada vez más complicadas porque no siempre las realizamos con
números. Con un suma y sigue, sumamos
voluntades o pareceres,
que a veces duran poco, porque alguien aplica la técnica del divide y
vencerás y aparece la división de
opiniones. Dividiendo encontramos el cociente, aunque, si se trata del cociente
intelectual, estamos ante
algo contradictorio, pues para hallarlo se incluye también la multiplicación.
Restamos
energías o credibilidad, asistimos atónitos a la multiplicación
de los panes y los peces del texto bíblico y no menos al multiplícate
por cero de Los
Simpsons.
Ya puestos a usar los multiplicativos, mejor será multiplicar, al menos por dos, para que haya un aumento significativo, salvo en los casos en que se ve doble, o cuando algo es un arma de doble filo. Algunos son capaces de multiplicar por tres los premios de las competiciones, haciendo triplete (y hasta sextete), porque el doblete les parece poco. Otros, en cambio, no consiguen medallas, aunque hayan realizado un triple salto.
Ya puestos a usar los multiplicativos, mejor será multiplicar, al menos por dos, para que haya un aumento significativo, salvo en los casos en que se ve doble, o cuando algo es un arma de doble filo. Algunos son capaces de multiplicar por tres los premios de las competiciones, haciendo triplete (y hasta sextete), porque el doblete les parece poco. Otros, en cambio, no consiguen medallas, aunque hayan realizado un triple salto.
Los fraccionarios no les van a la zaga, por eso, a veces, parece preferible la operación
de dividir por dos y dejar algo en mitad y
mitad, excepto si alguien nos
miente por la mitad de la barba, pues ese no nos dice media mentira, sino que nos miente con todo
descaro. Siempre podremos poner al mentiroso en mitad del
arroyo y, aún así, nos engañará por la mitad del
justo precio, pero
podemos resignarnos... Siempre nos quedará la mitad y
otro tanto.
Buen compañero de la mitad
es el medio muy presente en nuestro idioma: nos hacen la nota media y se
habla del precio medio o del español medio (que no es el español partido por dos), que no
llega a la renta
media europea.
Se dice que en el medio
está la virtud, y por esa
regla de tres habría que estar siempre en el medio para
actuar correctamente, pero no siempre es así, ni está claro cuál es el medio,
por eso con frecuencia nos echan con cajas destempladas por estar en
medio haciendo de estorbo. Alguna vez nos han dicho que somos medio tontos, sin especificar cuál es la totalidad de nuestra estupidez, número necesario para saber cuánto es la mitad, o nos pillan a medio
vestir, sin que sepamos tampoco si tenemos una pierna vestida y otra no, una
manga metida y otra sin meter... o simplemente lucimos la ropa interior.
También nos podemos encontrar en
medio de
una situación comprometida sin encontrar muy bien el camino para salir, lo que a veces nos lleva a quedar mal por partida
doble.
Si se trata de gastos, pagar a medias suele ser una buena opción, aunque los negocios a medias no siempre tienen un final feliz, salvo que se trate de negociar amores, en cuyo caso encontrar la media naranja es uno de los mayores motivos de felicidad.
Si se trata de gastos, pagar a medias suele ser una buena opción, aunque los negocios a medias no siempre tienen un final feliz, salvo que se trate de negociar amores, en cuyo caso encontrar la media naranja es uno de los mayores motivos de felicidad.
No es raro que, en nuestra vida
cotidiana, resolvamos problemas que tienen su intríngulis, porque exigen dos
operaciones consecutivas. Eso es lo que ocurre con nuestro socorrido cuarto y
mitad de la carne que acompaña al cocido o de las gambas que
aparecen en la paella.
También usamos con soltura
la potenciación. Elevamos al
cuadrado, y cuando se trata de la tontería de alguien que no tiene un alto cociente intelectual, decimos que es
tonto elevado al cubo o, si la necedad no tiene parangón, la elevamos a
la enésima potencia. En suma, que parece que no salen las
cuentas, y menos nos van a salir si damos datos "in-exactos" añadiendo los signos +
(más),- (menos), por ejemplo, cuando se presenta el margen de error de una
encuesta. Siempre nos habían dicho que las
matemáticas eran una ciencia exacta, ¿no? Quizá para que sigan siéndolo se han
inventado las calculadoras y las hojas de cálculo porque eso del cálculo mental
se estila cada vez menos.
Las expresiones
relacionadas con las medidas también hacen su aparición en los dichos
populares. Si viajamos durante muchos kilómetros
hacemos una
kilometrada y. si nos parece que es demasiado esfuerzo contarlos, situamos la
meta más alejada en la Cochinchina y así los kilómetros nos parecen casi
infinitos.
El kilo lo hemos asociado durante una larga época a un número mágico. Quien tenía un kilo (de billetes de mil pesetas) era millonario.
De forma más metafórica, quien se maquilla mucho lleva encima un kilo de maquillaje, probablemente aplicado con kilos de paciencia y por arrobas, arrobas en desuso como unidades de medida, pero modernizadas en el lenguaje informático.
El kilo lo hemos asociado durante una larga época a un número mágico. Quien tenía un kilo (de billetes de mil pesetas) era millonario.
De forma más metafórica, quien se maquilla mucho lleva encima un kilo de maquillaje, probablemente aplicado con kilos de paciencia y por arrobas, arrobas en desuso como unidades de medida, pero modernizadas en el lenguaje informático.
La geometría tampoco está
ausente de nuestros
decires. Muchos trabajadores ejercen su actividad en polígonos
industriales. Los
militares se ejercitan en polígonos de
tiro. Mientras,
una minoría privilegiada realiza ejercicios de ingeniería
financiera de la que depende esa economía
poliédrica de la que ahora hablan los entendidos.
Hace décadas estudiábamos
en la escuela qué era una pirámide. Ahora, sin estudiar, aprendemos a hacerla
en clase de gimnasia, sin tener que pensar demasiado. Y muchos desaprensivos abusan de los ancianos y de los ingenuos para engañarles con sistemas piramidales. Además, todos
formamos parte de una pirámide de
edad que
preocupa cada vez más en España, porque está adoptando formas que la hacen irreconocible.
El segmento de población de mayores de sesenta años, que ahora invierte esa pirámide, era enviado a la cama en su niñez cuando en la tele salían dos rombos, porque aquellas películas resultaban perjudiciales en potencia para sus ingenuas mentes infantiles. Ahora hemos cambiado las matemáticas por la lengua, pues aquellos inocentes rombos han subido de tono y han pasado a ser películas X.
El segmento de población de mayores de sesenta años, que ahora invierte esa pirámide, era enviado a la cama en su niñez cuando en la tele salían dos rombos, porque aquellas películas resultaban perjudiciales en potencia para sus ingenuas mentes infantiles. Ahora hemos cambiado las matemáticas por la lengua, pues aquellos inocentes rombos han subido de tono y han pasado a ser películas X.
En aquella escuela de los
mayores no se estudiaba el Cono Sur, solo sabían identificar en la esfera del globo terrestre los países de América del sur. Tampoco sabían situar el triángulo de
las Bermudas, ni habían oído nunca eso del triángulo
amoroso. Hoy los conos nos acompañan en la vida diaria pues hasta los comemos en forma de helados o los esquivamos por los carriles de las carreteras.
Hace poco más de medio siglo la mayoría de los españoles no habían tenido ocasión de oír hablar, y menos de ver en televisión, el edificio del Pentágono. No habían visto tampoco un cuadrilátero de boxeo, pero aun así eran capaces de dibujar figuras geométricas que les quedaban cuadradas.
Hace poco más de medio siglo la mayoría de los españoles no habían tenido ocasión de oír hablar, y menos de ver en televisión, el edificio del Pentágono. No habían visto tampoco un cuadrilátero de boxeo, pero aun así eran capaces de dibujar figuras geométricas que les quedaban cuadradas.
También otros conceptos han
salido de las clases de Geometría y nos acompañan en la vida cotidiana. Cuidamos el ángulo de
visión o el prisma desde el que miramos, aunque solo sea para ver bien la esfera del
reloj, porque se pueden
ver cosas diametralmente opuestas, que a veces hieren a alguien y
lo dejan de
cuadrado.
El punto de partida, ese círculo diminuto en matemáticas, da,
sin embargo, un gran juego lingüístico. No en vano el punto lo comparten las matemáticas
y la ortografía. Hay puntos certeros cuando ponemos
algo en su punto: un punto
positivo, en el colegio; el punto
de nieve, el punto de
caramelo, el punto
fuerte… También nos suena bien lo de estar
a(l) punto o ser hombres de punto,
que no
pierden puntos, miran a punto fijo, calzan muchos puntos y, como no pierden punto, consiguen poner los puntos muy altos…
Otros puntos no son tan
agradables: un punto de dolor en
el pecho, un punto crítico, un punto débil; el punto neurálgico, el
punto negro, el punto crudo… Nadie quiere bajar de
punto, andar en
puntos, perder
muchos puntos, ser un
punto menos y, sobre todo, y de todo
punto, lo
peor: ser considerado un punto
filipino.
Si vamos
a punto fijo, nos
encontramos con puntos
que son más asépticos: el
punto de mira, el punto de referencia, el punto de vista… Y a tal punto
hemos llegado, que no
solo se ha promulgado una Ley de punto
final (Argentina),
sino que existe hasta un punto
muerto, no solo en la
caja de cambios del coche, sino en cualquier negociación que se precie. Pero
ese punto, muerto, no debe preocuparnos, porque no nos puede hacer daño. A ese ya le han puesto punto en boca, quizá porque lo dijo
Blas, punto redondo, o porque ya antes le habían puesto el punto sobre
la i.
Después de esta sucesión
continuada de puntos, y en línea con las expresiones anteriores, nos podemos
encontrar de plano con alguien que se sale por la
tangente, al que no le podemos enmendar la
plana, porque está en su
línea y en líneas
generales no acepta las correcciones, aunque no sepa nada de matemáticas. Es
un ignorante en potencia, por mucho que abuse de su tarifa
plana de
acceso a internet, que coloca su ignorancia en primera línea, para que se vea a toda plana. Alguien dijo que los ignorantes se sientan en la primera
línea para ser vistos y los sabios en la última, para ver.
Aunque la línea es
escuálida y podría pasar desapercibida, gana en toda la
línea, en cuanto a
expresiones relacionadas con las matemáticas. Se puede decir, por tanto, que ocupa la plana
mayor.
La línea se cuela hasta en el ahorro, pues los bancos, en su línea, ofrecen a los buenos clientes líneas
abiertas de crédito. En
el erotismo, pues podemos tener acceso a líneas
calientes. En lo social y
político, donde se habla de línea
sucesoria. En lo lúdico, ya que los bingos nos permiten cantar línea. Hasta en nuestra cesta de la compra, pues
recorremos los lineales de los supermercados para buscar una
determinada línea de
productos hasta llegar exhaustos a la línea de
cajas, lo
cual no deja de ser un buen ejercicio para mantener la
línea y
sortear con éxito las curvas de nuestro cuerpo. Quizá tengamos también que aprender a leer entre
líneas las
etiquetas de los productos que parecen escritos
de Dios, porque ya se sabe que escribe
derecho con líneas torcidas. Y si el establecimiento está lejos, podemos
elegir viajar por línea férrea o en coche de
línea.
Entre las noticias y
crónicas sobre fútbol,
también encontramos líneas
por doquier: línea de
meta, línea defensiva, línea delantera, línea media… y jueces de
línea que
se supone que juzgan lo que a las
líneas atañe, no a los jugadores, pero no sabemos si son tan duros como para
condenarlas.
Hay otras líneas que nos traen aires de guerra: línea de defensa, línea de fuego, primera línea, navíos de línea. En algunas organizaciones también surge a veces una línea dura, que echa líneas para conseguir sus fines. En el mundo de las líneas, como estamos viendo, existen de todas las clases y colores, incluso líneas rojas. Lo difícil es mantenerse en la línea de flotación y no dejarse hundir en este mundo tan tecnológico que trabaja y nos da servicios en línea.
Hay otras líneas que nos traen aires de guerra: línea de defensa, línea de fuego, primera línea, navíos de línea. En algunas organizaciones también surge a veces una línea dura, que echa líneas para conseguir sus fines. En el mundo de las líneas, como estamos viendo, existen de todas las clases y colores, incluso líneas rojas. Lo difícil es mantenerse en la línea de flotación y no dejarse hundir en este mundo tan tecnológico que trabaja y nos da servicios en línea.
Pero que no presuman los
matemáticos de que su ciencia sea más importante o más compleja que el mundo de
las letras. Aburridos de escribir una serie de números, la rematan con la n, que vale por cualquier número. ¡Qué
letra tan importante!
Y la a, la b… la x, la y. Si no existieran las letras, pocas expresiones
algebraicas se podrían formular y pocas incógnitas se iban a resolver en
matemáticas.
Las líneas, los puntos, las
comas y los paréntesis son parte del lenguaje
matemático y las comparten las dos disciplinas, Matemáticas y Lengua. El aprendizaje de un
idioma también exige orden, lógica, coherencia, que están próximos al lenguaje
matemático. Y, llegados aquí, dejaremos ya de hablar de puntos, líneas, números y
cuentas a toda plana, no vaya a ser que se nos quede plano el encefalograma.
Nos guste o no, lo
matemático inunda la vida cotidiana y no solo de manera
tangencial, aunque las personas de mente obtusa lo quieran rechazar de plano.
A pesar de que se diga que las matemáticas son una ciencia exacta basada en la lógica, nos sigue sorprendiendo que sea una ciencia llena de incógnitas. Será por lo que no entendemos del todo eso de que menos por menos sea más, o la notable paradoja que utilizan los economistas cuando hablan de crecimiento negativo, porque, que se sepa, un crecimiento negativo es una merma. ¿Restamos o sumamos? Si es para restar, "virgencita, virgencita, que me quede como estoy".
A pesar de que se diga que las matemáticas son una ciencia exacta basada en la lógica, nos sigue sorprendiendo que sea una ciencia llena de incógnitas. Será por lo que no entendemos del todo eso de que menos por menos sea más, o la notable paradoja que utilizan los economistas cuando hablan de crecimiento negativo, porque, que se sepa, un crecimiento negativo es una merma. ¿Restamos o sumamos? Si es para restar, "virgencita, virgencita, que me quede como estoy".
Esperando la benevolencia de los matemáticos por el tono desenfadado de estos artículos y la complicidad de los lingüistas, cierro la plana y caigo en la cuenta de que ya he medido mis fuerzas, pero aún me queda algo por hacer, que no siempre se puede cuantificar, a pesar de las herramientas informáticas: medir las palabras… Yo las mido y los matemáticos que las cuenten, pero sin la ayuda de máquinas ni del socorrido número n.
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