Expresiones relacionadas con lo escatológico
Este artículo se va a mover entre lo escatológico y lo coprófilo. Aclaramos, pues, desde el comienzo, el significado de los sustantivos de los que proceden estos términos. La escatología es uso de expresiones soeces relacionadas con los excrementos. La coprofilia es la atracción fetichista por los excrementos.
Caca, culo, pedo, pis. A los niños pequeños les hacen gracia estas
palabras relacionadas con la coprofilia y las usan, a modo de retahíla, para provocar
la atención de los adultos, especialmente
cuando ven que estos se encuentran incómodos al oírles repetirlas
en público.
Pero no solo a los niños. A los hablantes adultos también nos gusta movernos en lo mundo de lo escatológico. De lo contrario, no se entendería por qué la palabra mierda, y lo que tiene que ver con ella, está tan presente en el habla coloquial española.
Pero no solo a los niños. A los hablantes adultos también nos gusta movernos en lo mundo de lo escatológico. De lo contrario, no se entendería por qué la palabra mierda, y lo que tiene que ver con ella, está tan presente en el habla coloquial española.
Como
una forma de mostrar nuestro disgusto o
contrariedad (aunque a veces también estas expresiones solo reflejan afectividad), usamos muchas veces la expresión
“me cago en”, que suele quedar
convertida en me cagüen… Y nos cagamos
en las cosas más diversas.
Con
frecuencia recurrimos a la madre o al padre: cagüen tu madre, tu padre.
A la madre, dudando de su moralidad sexual, se le añade a veces, sin
miramientos, un epíteto: tu puta
madre. Pero no solo nos cagamos en los padres de los demás, a veces también en los nuestros. Y lo curioso es que cuando un hijo consigue enojar a sus padres pueden ser estos los que digan cagüen tu madre o padre, como si los aludidos por el insulto no fueran ellos, sino otras personas.
Y poco importa si están vivos o muertos, o si los muertos son recientes o no, pues también tenemos la variante me cagüen tus muertos. Y en ese cagarnos en las cosas más diversas, aparece también la referencia a nuestros primeros meses de vida, a la cuna, a la leche: cagüen la cuna que te arrulló o la leche (que mamaste). Uno de los más frecuentes es, sin duda, cagüen la puta, que se puede convertir en la puta madre o simplemente en el naipe de la puta de oros o de bastos. No es menos frecuente la alusión a la mar salada. Y algunos se remontan a tiempos y personajes muy lejanos y traen a Diógenes a la actualidad. Otros disfemismos menos bastos sirven para suavizar la expresión anterior, tal es el caso de mecachis.
Tampoco nos sentimos extrañados cuando oímos decir que alguien se caga en diez (Diez). No parece que haga referencia al número, ni al apellido Díez, que es frecuente en la provincia de León, tal vez sea una suavización de la palabra Dios. No falta quien considera que es una etimología popular que procede del apellido de un general francés (D´Huez) que los españoles del sureste de España recordaban con odio por su crueldad.
Los elementos religiosos no quedan fuera de la escatología. Se oyen con frecuencia expresiones blasfemas como me cagüen Dios (o san Dios), la hostia o la hostia puta, el copón, la Virgen, los clavos de Cristo, todos los santos… En algunos casos, con ligeras modificaciones que alteran la referencia a Dios, no nos importa crear otra divinidad y aparece la forma: me cagüen diosla. También se puede aludir al demonio con nuestros “cagamentos”: me cagüen el demonio. Y no faltan las tres Marías que en este contexto son: la caca, la mierda y la porquería.
Y poco importa si están vivos o muertos, o si los muertos son recientes o no, pues también tenemos la variante me cagüen tus muertos. Y en ese cagarnos en las cosas más diversas, aparece también la referencia a nuestros primeros meses de vida, a la cuna, a la leche: cagüen la cuna que te arrulló o la leche (que mamaste). Uno de los más frecuentes es, sin duda, cagüen la puta, que se puede convertir en la puta madre o simplemente en el naipe de la puta de oros o de bastos. No es menos frecuente la alusión a la mar salada. Y algunos se remontan a tiempos y personajes muy lejanos y traen a Diógenes a la actualidad. Otros disfemismos menos bastos sirven para suavizar la expresión anterior, tal es el caso de mecachis.
Tampoco nos sentimos extrañados cuando oímos decir que alguien se caga en diez (Diez). No parece que haga referencia al número, ni al apellido Díez, que es frecuente en la provincia de León, tal vez sea una suavización de la palabra Dios. No falta quien considera que es una etimología popular que procede del apellido de un general francés (D´Huez) que los españoles del sureste de España recordaban con odio por su crueldad.
Los elementos religiosos no quedan fuera de la escatología. Se oyen con frecuencia expresiones blasfemas como me cagüen Dios (o san Dios), la hostia o la hostia puta, el copón, la Virgen, los clavos de Cristo, todos los santos… En algunos casos, con ligeras modificaciones que alteran la referencia a Dios, no nos importa crear otra divinidad y aparece la forma: me cagüen diosla. También se puede aludir al demonio con nuestros “cagamentos”: me cagüen el demonio. Y no faltan las tres Marías que en este contexto son: la caca, la mierda y la porquería.
Aunque
estas expresiones pueden ser consideradas blasfemias y, en cualquier caso, son
expresiones irrespetuosas, en muchos
ocasiones no tienen componente injurioso, porque se han desposeído del sentido
religioso y son usadas de la misma forma por personas que creen en
Dios y
por otras que no creen. Y no solo
hay expresiones relacionadas con la divinidad para el Dios cristiano, pues Buda
también aparece con frecuencia en expresiones de este tipo. Y hasta nos podemos
inventar algún santo original: cagüen san
pito pato.
Hay
otras expresiones ligadas a partes o
aspectos de nuestro cuerpo. Se puede alguien cagar en nuestras muelas –de momento los dientes están a
salvo- o
elegir el cuerpo entero y cagarse en nuestra (mi) estampa o en algo más etéreo como nuestra sombra. Y
cuando no se encuentra el lugar o la persona oportuna para regalarle nuestros
excrementos lingüísticos o queremos mostrar un desagrado genérico la frase se
transforma en me cago en todo (lo que se
menea). Personas, animales y plantas serían los objetivos de esta lindeza.
Si se mueven, claro está. Y hay unos extraños animales que parecen
especialmente inquietos, son los ratones
colora(d)os, a los que convertimos en receptores preferidos de nuestros
excrementos.
El
hecho de defecar no se queda en las expresiones anteriores. Con frecuencia,
cuando cometemos un error difícil de enmendar, nos sale espontánea la
expresión: ¡La he cagado! En ocasiones, cuando son otros los
responsables de la metedura de pata, les dedicamos la expresión la cagaste Burt Lancaster (pronunciado
aproximadamente: Bur Lancáste). ¿Y qué tiene que ver el actor
estadounidense con este asunto? Parece que nada que vaya más allá de la gracia o la musicalidad de la propia frase
que dio título a un disco muy popular,
del grupo Hombres G, publicado en 1986. En
cualquier caso, seamos nosotros los responsables de la cagada o él, la mancha puede
ser indeleble.
Si salimos precipitadamente de un lugar, lo hacemos cagando leches. Como parecía que lo hacían los animales que transportaban la leche en tinajas, cuando este reparto se hacía a domicilio y la precipitación iba dejando pequeños regueros de leche donde se había repartido.
Algo de resultado muy insatisfactorio es una cagada, quizá porque la persona que lo ha hecho lo ha realizado atropelladamente. Está claro: no conviene ser un cagaprisas.
A los que actúan de forma cobarde o pusilánime les llamamos caguetas, cagados, cagones… Y sin ser especialmente cobardes todos hemos sentido alguna vez el cague, ese miedo intenso que paraliza. Es bien conocido el hecho de que ante una situación de miedo extremo es difícil controlar los esfínteres. Dejó buen testimonio de ello Cervantes en El Quijote, cuando, en la famosa aventura de los batanes, Sancho siente un miedo extremo ante unos misteriosos sonidos nocturnos, y este miedo le impide controlar lo que ocurre en su cuerpo, por lo que don Quijote lo reprende:
̶ Paréceme, Sancho, que
tienes mucho miedo.
̶ Sí tengo –respondió
Sancho ̶ , mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?
̶ En que ahora más que nunca hueles, y no a
ámbar –respondió don Quijote. (Capítulo 20, I).
"El Quijote" (20, I), edición de Martín de Riquer con ilustraciones de Mingote |
El mismo fragmento del Quijote traducido al macedonio, en la edición del "Quijote universal del siglo XXI"
|
Algunos
vocablos que designan a las personas aluden a su poca categoría
laboral, como el cagatintas (chupatintas),
un oficinista de poca categoría, o el cagarrache,
operario de una almazara que depende del maestro. Y la palabra caganidos que, con el mismo sentido que
el último pájaro de una pollada, se aplica al último hijo de una familia. Y con
el significado de desecho se usa la palabra cagafierro
para la escoria del hierro. Algunos nombres de
animales también derivan del verbo cagar: cagaaceites se llama al pájaro zorzal. El cagachín o cagarropa es un
tipo de mosquito.
En
el lenguaje juvenil actual encontramos, sin embargo, una expresión que llama
poderosamente la atención, porque trata
de destacar algo de forma positiva. Así, oímos decir ¡huele que te cagas! para un perfume u otra cosa que huele bien.
Expresión curiosa y contradictoria, pues hay que evitar hacer lo que sugiere,
de lo contrario, el olor sería bien diferente.
¡Y una mierda!
Con lo de cagar y cagada viene en consonancia la palabra mierda que también adorna el lenguaje coloquial.
Para mostrar el enojo y despachar de un lugar a la persona que nos resulta inoportuna podemos optar por enviarla a distintos lugares, algunos bastantes escatológicos: a cagar, a cagar al vía, a buscar la cagada de un lagarto, al guano (excrementos de aves marinas) o, llana y simplemente, le decimos: ¡Vete a la mierda! Cuando la sensación se hace ya insoportable actuamos contra nuestro abanico: ¡A la mierda, abanico, que se acabó el verano! O simplemente elevamos el tono, lo acompañamos del movimiento de algún dedo de la mano y lanzamos una expresión con componente cuantitativo: ¡Y una mierda!
¡Mierda o a la
mierda!, es la interjección que usamos más frecuentemente para indicar
contrariedad: ¡Mierda, no me di cuenta!
A veces lo comunicamos con cierta calma: lo mando todo a la mierda y, otras, mostramos nuestra rabia con una
expresión de mayor intensidad: ¡a la puta mierda! O repetimos la
palabra haciendo un dúo o trío: ¡Mierda,
mierda, mierda! Y si somos políglotas podemos sustituirla por la conocida palabra francesa y gritar: ¡Merde!
Como
sustantivo, la palabra mierda sirve para calificar algo malo o muy malo: un trabajo de mierda, una vida de mierda… O sirve para calificar la poca valía de una
persona: es un mierda, es un jefe de
mierda… A veces adquiere valor pronominal y equivale a nada: me importa una mierda o ¿a mí qué mierda me importa? Pero la mierda puede ser un poco más visible
si la convertimos en una especie de estandarte, en una
mierda pinchada en un palo y salimos con ella a pasear o desfilar. Podremos hacerlo si antes no nos hemos cogido una mierda (castaña,
cogorza, pedo…), porque en caso contrario perderíamos nuestro estandarte en el
paseo.
En ocasiones, adopta un significado más claramente metafórico. Eso ocurre en expresiones como revolver la mierda, que aluden al hecho de buscar más problemas donde ya los hay, o estar de mierda hasta el cuello, para describir a alguien al que se le puede criticar por su actitud moral o social, o me tocó comerme la mierda, cuando alguien debe responsabilizarse de los errores ajenos. Lo que huele a mierda, sin serlo, es algo reprochable dentro de una actuación poco clara. Y si no levantamos las alfombras con frecuencia, es posible que estemos ocultando la mierda desde épocas lejanas.
En ocasiones, adopta un significado más claramente metafórico. Eso ocurre en expresiones como revolver la mierda, que aluden al hecho de buscar más problemas donde ya los hay, o estar de mierda hasta el cuello, para describir a alguien al que se le puede criticar por su actitud moral o social, o me tocó comerme la mierda, cuando alguien debe responsabilizarse de los errores ajenos. Lo que huele a mierda, sin serlo, es algo reprochable dentro de una actuación poco clara. Y si no levantamos las alfombras con frecuencia, es posible que estemos ocultando la mierda desde épocas lejanas.
Una
de las expresiones más conocidas para desear éxito de público dentro del mundo
del espectáculo es la famosa ¡mucha mierda! Parece que viene de
siglos atrás cuando la gente elegante acudía al teatro en coches de
caballos. Los animales dejaban sus
excrementos camino del teatro, por tanto, a mayor cantidad de excrementos, más público, y más éxito de la
representación.
Hay
muchos refranes populares que recogen la
palabra mierda y le dan un sentido figurado. Vayan unos pocos ejemplos: A quien con mierda trasiega, algún olor se
le queda; gaviota hacia tierra, marinero a la mierda; la mierda cuanto más se
revuelve, más huele; ni mierda sin pedo, ni boda sin tamborilero… Y todos
hemos oído alguna versión de este
microcuento: Este era el cuento de
María Sarmiento que fue a cagar y cagó en el asiento.
En
la lengua catalana hay muchos dichos populares y refranes que usan este
lenguaje escatológico sin ningún reparo:
Pluja a la muntanya, merda al pla (los
problemas de los de arriba afectan más a los de abajo). Las gallinas de arriba cagan a las de abajo, se dice en
castellano. Són cul i merda (son culo y mierda), para hablar de personas que
son inseparables. Hay que recordar también la presencia en los belenes de un personaje que está defecando y que es típicamente
catalán, el caganer. Esta figura está aceptada por la iglesia y puede representar a cualquier personaje famoso
de la actualidad, aunque en su origen representaba a un campesino catalán.
Y
al lado de la mierda la caca, que es
una forma más familiar y personal, y que a veces adquiere un tono
afectivo, por lo que parece que podemos
hablar de ella de una forma menos
malsonante. La expresión hacer caca (parece que es algo que depende de nuestra propia decisión) es la preferida para niños y adultos. Y
para los más modernos la palabra se ha quedado en dos escuálidas letras: KK
(caca).
También
el habla cotidiana usa expresiones relacionadas con el verbo mear: al que mea (o escupe) para
arriba le cae encima, es una frase que critica la jactancia. Cuando
queremos mostrar máxima extrañeza ante un hecho decimos que es para mear y no echar gota. Y cuando
alguien tiene una actuación inadecuada o inoportuna, que mea fuera de tiesto. De la niebla que desprende mucha humedad se dice que
es una niebla meona y de la lluvia
que es solo un calabobos, lluvia meona. Y meón o meona se llama
también a los niños recién nacidos. Sin olvidarnos de esos beatos santurrones que llamamos meapilas.
El
español también es original a la hora de referirse a ir a orinar o a defecar.
El número de expresiones es ingente. Unas finas, como ir al baño, al inodoro, al excusado, a hacer aguas mayores…, y
otras menos finas, pero más originales. Ahí van unas pocas: a hacer popó, a plantar un pino, a sentarse
en el trono, a descomer, a poner un mojón, al confesionario, a quitarse un peso
de encima, a visitar al señor Roca, a ver chi cago, a rescindir el contrato a
KK, a hacer lo que nadie puede hacer por mí, a soltar lastre… Y tantas más que se oyen, sobre todo, en el lenguaje juvenil.
Los
excrementos han tenido en ocasiones usos prácticos que les
han dado un valor social reconocido. Parece que algunos pueblos prerromanos de
la península Ibérica, de forma profiláctica,
se enjuagaban la boca con orina. También es conocido que algunas damas romanas se embadurnaban el
rostro con las heces para conseguir mayor tersura. En algunas culturas se han usado
también con fines médicos para curar heridas.
Hoy
casi todos reconocemos la caca sonriente del WhatsApp, uno de los
emoticonos más conocidos del mundo. Una evolución del señor Mojón de la serie
South Park, que apareció en diciembre de 1997.
Y no hay que olvidarse del culo. Aunque esta palabra, es más aceptable en
el lenguaje formal que las anteriores, siempre que nos refiramos únicamente al
conjunto de las nalgas. A pesar de ello,
con frecuencia, en la lengua más finolis, esta palabra se evita con otros
términos como trasero, pompis, culete… Sin
embargo, hay muchas expresiones
malsonantes y vulgares, seguramente por sus connotaciones sexuales, como la
dirigida a quien se le manda ¡a tomar
por el culo! o a quien le deseamos ¡que
te den por el culo!, expresión de rechazo hacia alguien. También podemos dar por el culo a los demás, cuando nos empeñamos en
molestar.
Otras
expresiones sirven para expresar defectos o situaciones. Tenemos el culo apretado, si
somos personas presuntuosas; apretamos el culo contra el taburete, si tratamos de afrontar un peligro; nos
caemos de culo, cuando nos
quedamos atónitos ante una situación sorprendente; nos quedamos con el culo al aire, cuando nos
encontramos en una situación comprometida; perdemos
el culo, cuando nos damos mucha prisa, o vamos
de culo cuando algo nos va muy
mal.
Para
intensificar algo podemos añadir también esta palabra, bien para definir a alguien, como
en es tonto del culo, o para quejarnos: estoy hasta el culo de todos, especialmente de los los lameculos del jefe. Y cuando queremos rechazar contundentemente
algo que antes se había pedido, le
decimos a la persona que nos lo proporciona que se
lo meta por el culo, (si tiene el tamaño adecuado, claro está).
Si
queremos que alguien se comprometa, le exigimos que se moje el culo y que no se equivoque y confunda
el culo con las témporas. Otras expresiones con la palabra culo nos
presentan también aspectos peyorativos como la excesiva lejanía de algo que está en el culo del mundo, la
deficiencia visual de la persona que lleva gafas
de culo de vaso o la excesiva inquietud del que es un culo inquieto o culo de
mal asiento. Quizá de tanto moverse termine
desgastando el pantalón y dejando sus
posaderas a culo pajarero. Pero
siempre es mejor que el desgaste se produzca por ese motivo que por el hecho de que le hayan dado una patada en el culo. Y esto de dar patadas en
semejante lugar está demasiado de moda en algunos ámbitos, especialmente en el laboral, aunque hay personas que tienen siempre buena suerte, porque nacen con una flor en el culo.
Hay
un culo, sin embargo, que tiene connotaciones positivas. Es el culo de rana.
Todos hemos oído o reproducido aquello de sana
(cura), sana, culito (rabito) de rana, que si no sanas hoy, sanarás mañana.
Parece que estas palabras se convierten en un bálsamo curativo para conseguir
que un niño se calme cuando ha sufrido un daño físico.
Y
concluimos con el pedo, que ha dado origen a muchos refranes, alusivos a su
significado real, con frecuencia relacionados con la alimentación o los buenos
modales o con sentido más figurado: Ni en
parte pública ni en secreta hagas del culo trompeta. También se ha incorporado al idioma la
expresión metafórica cogerse un pedo,
para hablar de la situación de ebriedad.
La
literatura no ha sido reacia a incorporar en sus textos algunas referencias a lo
escatológico. El escritor clásico que tiene mayor obsesión por lo relacionado
con la coprofilia es Quevedo.
Aparentemente trata el tema de forma humorística, pero en muchos casos, tras el
humor y la burla, se esconde un componente simbólico o moral.
Uno de sus famosos sonetos comienza: La vida empieza en lágrimas y caca… Y para defenderse de las críticas de su enemigo Góngora le escribe estos versos: (…que nunca que yo sepa / se le cayó la mierda de la boca. Escribe también la ingeniosa y humorística obra breve, en prosa, Gracias y desgracias del ojo del culo. Y en muchos otros textos también está presente esta temática.
Recogemos un fragmento de su famoso Poema al pedo:
(…) El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte,
y tiene algo que nos divierte:
el pedo gime, el pedo llora,
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido,
el pedo es fuerte, es imponente,
Quevedo
decía que el pedo es cosa alegre, porque
dondequiera que se suelta anda la risa y la chacota.
Pues así, poniendo una sonrisa en el lector, cerramos este artículo tan merdoso. Y si te has asombrado de que este tema dé tanto de sí, solo te queda decir: ¡Cágate, lorito!
Pues así, poniendo una sonrisa en el lector, cerramos este artículo tan merdoso. Y si te has asombrado de que este tema dé tanto de sí, solo te queda decir: ¡Cágate, lorito!
Manneken pis, famosa estatua de Bruselas |