Era un jueves cualquiera, 11 de marzo de 2004. Pero aquel día ha quedado marcado en la historia con un número y una letra: 11 M.
Había comenzado las clases de Lengua y Literatura con mis alumnos de Bachillerato a las 8:30 de la mañana. En nuestro pequeño universo del aula todo transcurrió con normalidad hasta las 11: 30. Lejos estábamos de imaginar la tragedia y el caos que estaban ocurriendo fuera, a pesar de que, de lejos, nos llegaban muchos ruidos de sirenas, de una forma inusual. Entonces no llevábamos internet en el bolsillo ni tampoco teníamos acceso desde el aula.
A las 11:30 llegó el recreo y con él una compañera que trajo la noticia: " Atentado en trenes, ya van cuarenta muertos". Y los cuarenta se fueron incrementando rápidamente... El aumento del número caía sobre nosotros como una puñalada en el alma. Hasta 193. Y cientos de heridos. Y muchas familias destrozadas. Y un país conmocionado. Y rabia y dolor. Mucho dolor.
Volvimos a clase tras el recreo absolutamente estupefactos y desolados. Los alumnos también se habían enterado. Ya no podía ser un día normal. La clase prevista se quedó arrinconada. Rápidamente un poema vino a mi mente: "Arenga a las rosas" de Ramón de Garciasol. Tuve el tiempo justo de buscarlo y con él me fui a clase. Con emoción, impotencia y rabia, les leí el poema. Las lágrimas asomaban a las pupilas de algunos. Luego les dejé expresar sus sentimientos: silencio, rabia, incomprensión, improperios... miedo. Hablamos de tolerancia, de libertad, de paz...
Al día siguiente, a primera hora, los 1300 alumnos del centro y todo el profesorado, reunidos en el patio, realizamos un acto por la paz, de rechazo a la violencia terrorista y en homenaje a las víctimas. Palabras, versos, gestos... Mucha emoción. Entonces ya sabíamos que entre las víctimas había personas conocidas de algunos de lo que estábamos allí. Es uno de los momentos más educativos que recuerdo en mi larga trayectoria profesional. Años después, algunos de aquellos alumnos me han recordado las emociones vividas en aquellos momentos.
Desde entonces, unas cuantas veces he cogido la línea de cercanías afectada por la tragedia. No puedo evitar que el atentado me venga a la memoria. Imagino cuánto sufrirían también los que en los días posteriores siguieron subiéndose a los trenes. También ellos, con sus miedos, fueron víctimas del terrorismo.
Van pasando las estaciones: Santa Eugenia, El Pozo... Atocha. Gentes como yo, como las personas que viajan a mi lado. Gente que iba a su trabajo, a su centro educativo... Sentimos todos que seguimos siendo aquellos viajeros de los trenes fatídicos del 11 M. Próxima estación: Atocha. Salimos a la calle. Próxima estación: ¡la vida!
Por fin, este año, veo juntas a todas las asociaciones de víctimas en los actos de recuerdo a las víctimas Y me alegro. Solo juntos podemos luchar contra la sinrazón, y el dolor es más llevadero si se comparte.
Porque terrorismo solo hay uno: el de la intolerancia, la barbarie y el terror. Y frente a él, como decía Blas de Otero, la PAZ y LA PALABRA.
Arenga a las rosas. Ramón de Garciasol
hasta invadir las cajas de caudales,
hasta impedir las ametralladoras,
hasta sembrar la pólvora y el hierro
de luz y primavera,
hasta ocupar el odio y las entrañas
de obuses, bombas, balas y morteros.
¡Creced, rosas, creced! ¡Pujad sin tregua!
Llenad los ojos de los tocineros,
floreced los cerebros belicosos,
corroed de esperanza a los podridos,
iluminad la mente de las bestias,
que se alimentan de oro, y sangre, y lágrimas;
que son capaces de matar la vida
porque palpita y brilla en nuestras manos.
Árboles, aguas, pájaros, frutales,
mieses, vides, obreros, plantas, madres,
óleos, músicas, máquinas, ideas,
vamos a proclamar la resistencia
de amor contra la guerra.
Están sembrando el aire de temores
para amargarnos la alegría,
para que nos matemos tú y yo, hermano,
ahora que ya maduran los dolores, y el sentido
va a revelarse al mundo.
Trabajad
de espaldas al temor. Abrid los ojos,
Rosas, hombres, al bien y a la belleza.
¡Creced! ¡Cantad! La vida es nuestra.
La tierra es nuestra, y nuestro es el futuro.
Trabajos, pensamientos, esperanzas,
vuestros y nuestros, rosas, hombres.
Nosotros encendemos las estrellas
y traemos el día,
y por nosotros se hará la paz.
Estamos en peligro, rosas, hombres,
perfume, sol, materia, inteligencia,
ciencia, fe, muerte, piedra, gracia, Dios.
¡Ahoguemos a los bárbaros en luces!
¡Avanzad, rosas, hombres! ¡Ocupad el mundo!