lunes, 4 de enero de 2016

LECHUGUINOS, ZANAHORIOS, PEPINOS Y GARBANCITOS


            EXPRESIONES RELACIONADAS CON LA COCINA (II)



El lenguaje del insulto es uno de los que usa  términos más variados y expresivos. En artículos anteriores he abordado los disfemismos que critican la falta de inteligencia,  ahora he decidido meterme en la cocina y buscar las expresiones peyorativas que tienen relación con lo que comemos y bebemos.

Después de un primer artículo titulado “Entre pucheros” en el que  hablaba de la disposición del menaje, la cubertería y la vajilla necesarios para cocinar, y de su relación con el uso coloquial de la lengua, en este  segundo  artículo  y siguientes abordaré  las expresiones referidas al aspecto  físico y a nuestra personalidad y condición moral.  Comenzaré este refrito ciñéndome a los aspectos físicos.

Desaliñados  o faltos de aliño andamos si no cuidamos nuestro aspecto exterior, pero si nos pasamos en el cuidado y nos jactamos de ello, nos convertimos en sabrosas chuletas. Y si vamos muy tiesos, el ajo será nuestro mejor aliado, porque andaremos más tiesos que un ajo. Pero, ¡cuidado!, porque si no caemos bien nos pueden condenar a ajo y agua.

Flor de ajo


Si somos rústicos y mal criados nos llamarán hartos de ajos y  verduleros, esperando que la cosa se quede ahí  y que no nos guste revolver el ajo  o revolver el caldo para buscar conflictos, pues quien se pica, ajos come.  

Si somos muy delgados, tendremos pocas chichas y nos llamarán fideos, espárragos, espaguetis o cañas. Pero cuando   nuestro cuerpo es orondo y nuestra altura escasa, estamos metidos en harina y echamos carnes  para convertirnos en albóndigas, morcones, garbancitos o pasteles. Si nuestro tamaño es mínimo, nos confundirán con cominos, pero, si nuestra envergadura es considerable, pareceremos vacas o ballenas.  Si la causa de nuestra corpulencia es comer mucho,  oiremos que nos llaman zampabollos, zampabodigos o zampatortas.

Cuando nos hacemos   viejos comeremos ya el pan de los niños y con nuestra   piel arrugada estaremos reboicidos, hechos un higo o hechos una pasa. Si además estamos muy delgados, seremos  una mojama. Y si estamos como un vehículo viejo, somos una auténtica cafetera.

Pero no solo hay calificativos culinarios para los viejos, también los adolescentes pollancones tienen a veces una cara de paella, por su acné juvenil y los más maduritos, una piel de naranja,  que esconde la celulitis.  Y cuando alguien se siente sin fuerzas, está hecho puré, hecho papilla o hecho trizas.  El frío o las emociones intensas a cualquiera le pueden poner  la piel de gallina, pero siempre podemos ir preparados para el frío si vamos vestidos por capas como una cebolla.

Al adolescente que se las da de hombre le llamamos  pollastre. El presumido  será llamado niño-pera y, si es ya jovenzuelo, lechuguino, pollobien o pollopera. Cuando el que presume  es vulgar y de mal gusto, aunque esté fresco como una lechuga, no será un hortelano, sino  un hortera.  Si además  es rudo y tosco, se ganará el título de ganapán. Y si presume de finolis, quien antes fue un paleto, será como la señorita del pan pringao, porque a todos nos presta un sabroso moje.

En la descripción de las partes de nuestro  cuerpo  también  los alimentos o las bebidas pueden  “adornar” nuestros defectos. Una cabeza ovalada  es cabeza de huevo y,  si es demasiado alargada, de pepino o apepinada.

Si nos gusta cubrir nuestra cabeza con una melena en la parte superior y con el pelo rapado por los laterales, la cabeza se convierte en seta, cacerola  o tazón. Si los pelos son rizados y ensortijados, pareceremos una escarola,   que nos convertirá en zanahorios, si el pelo es pelirrojo. Y un perejil mal sembrado parecerá nuestra  barba si es muy rala.

Si nuestra cara es muy redonda, tendremos cara de pan, o más bien de hogaza, que ahora los panes tienen formas extrañas. Y  cuando nuestra cara de hogaza pierde  su color trigueño para  adquirir uno pálido o verdinegro, nos convertimos en cara de acelga, con un toque de color  rojizo, si un inoportuno constipado ha puesto nuestra nariz  como un pimiento. Si  somos muy tímidos,  seguramente, con frecuencia, nos  ruborizamos y  nos ponemos  como un tomate y, si entramos en un estado de mucho nerviosismo, nos ponemos  como flanes. Y a veces nos torramos  con excesivas horas de sol y terminamos como un cangrejo.

Unos  ojos almedrados pueden cambiar de forma cuando nos quedamos embobados o boquiabiertos y transformarse en unos ojos como platos, que serán ojos de besugo si quieren salirse de las órbitas.  Pero siempre es mejor ser unos carapapas de aspecto bobalicón que tener  los ojos saltones y tristes  de carnero (cordero) degollado. Y si hablamos de ojos tristes, los más sufridos son, sin duda, los ojos de gallo, porque están siempre castigados a llevar un molesto antifaz No ven, pero sí saben quejarse  cuando les aprieta el zapato.

Cuando  el abdomen es prominente, presumimos de una barriguita cervecera que irá acompañada de buenos jamones si nuestras nalgas y muslos no pasan desapercibidos. Y si la persona descrita es mujer, será llamada jamona, pues, en ese caso, no hay problema para feminizar palabras.

Los órganos sexuales tampoco  se libran de las referencias culinarias. Si abarcáramos todo el ámbito del español, la lista sería larguísima, por lo que aquí solo se recogen los más usuales en España. Para la vagina nos sirven lo mismo productos  del mar que de la tierra, tanto animales como frutos: chirla, sardinita,  conejo, jamona, castaña…; también dulces, como el roscón,  la galleta, el bollo y la quesadilla… o elementos de  la cubertería como cuchara y cucharón. Todos estos, y otros más,  conviven en armonía en la lengua coloquial.

El pecho femenino también aparece en este menú. Para describir las pechugas las frutas tienen una presencia especial. A las mujeres nos gustaría más tener unos pechos como manzanas, pero, si son prominentes o caídos, las manzanas dejan paso a los  melones, pomelos, sandías, limones, peras, brevas… Y sin olvidarnos de unos cacharros  necesarios en la cocina: las perolas.

En el caso de los órganos masculinos, parece que los productos de origen vegetal llevan la voz cantante para denominar al pene: plátano, banana, nabo, pepino, zanahoria, canelón, fideo, mazorca...; pero también, polla, -con sus huevos-, congrio…  


Y, desde luego, se llevan la palma los embutidos: chorizo, salchichón, salchicha, longaniza, butifarra…, así que el plato queda bastante completo, a falta del apio para calificar a los hombres que tienen aspecto afeminado.


Las manos y  pies no quedan fuera de este peculiar menú, pues si no nos adecentamos las uñas, se pueden convertir en un buen criadero de mejillones  y los pies, en una fábrica  de quesos, que puede ser de cabrales, si son especialmente olorosos.

Esperando que todos estos disfemismos no nos hayan obligado a  comernos un marrón    que nos  haya dejado mal sabor de boca, seguiré aportando más en nuevos artículos.



Enlaces de  artículos anteriores sobre disfemismos:

TONTOS DE LA A LA Z


EXPRESIONES SOBRE LA ESTUPIDEZ


INSULTOS BASADOS EN NOMBRES DE ANIMALES I


INSULTOS BASADOS EN NOMBRES DE ANIMALES II



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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.