jueves, 18 de junio de 2020

Despistados... En Babia, en la luna, en la inopia...


EXPRESIONES RELACIONADAS CON EL DESPISTE

Cartel que, situado en una carretera leonesa, anuncia la llegada a la  comarca de Babia.

  
El español tiene muchos registros para indicar el concepto de estar  despistado. Al lado de estar  ensimismado, ausente, embelesado,  abstraído, distraído..., existen una serie de dichos muy usuales, que, en algunos casos,  son curiosos por su procedencia.

Si nos despistamos mucho podemos hacer un vuelo sideral y  llegar a las nubes  e instalarnos en ellas. Desde allí, estando en las nubes, vemos muy a distancia todo lo que ocurre sobre la faz de la tierra, y podemos no enterarnos demasiado.  En las nubes parece que se está bien, son un sillón  algodonoso, mullido y cómodo. Pero no es lo mismo que estar por las nubes, pues  lo que está por las nubes está cerca de ellas por su precio elevado, pero no dentro de ellas.  



Cerca de las nubes deben de estar también los que están en el limbo.  Según la religión católica, el limbo es el lugar donde irían las almas de los justos que no tienen esa fe  o  las de los niños  pequeños  que mueren sin haber sido bautizados.  Hoy la religión católica no  considera el limbo  una verdad dogmática. Limbo viene del latín limbus, orla de un vestido y, por extensión, se llama así  a la  franja celeste de las constelaciones del zodíaco.  A partir de ese significado, la iglesia lo consideró un espacio en el borde de los infiernos. Parece que los que estaba en el limbo estaban fuera de la realidad y no podían enterarse de lo que ocurría en ella.

Cerca de las nubes y del limbo, se puede optar por  estar en la luna. Seguramente la expresión perdió un poco su significado cuando el 20 de julio de  1969 pudimos contemplar que un astronauta ponía un pie en el satélite. Pero como el satélite  luna está lejos, podemos quedarnos más cerca y estar  a (en) la luna de Valencia. Probablemente esta expresión surgiera en la Edad Media cuando la ciudad estaba amurallada y se cerraban las puertas por la noche. Quien llegaba tarde  se quedaba fuera, a la luna de Valencia. Pero Vicente Vidal Codella, en el libro “La Valencia de otros tiempos”, propone otro origen. Lo vincula a la expulsión de los moriscos, ya que estos tenían que esperar varios días en las playas de Valencia hasta que los barcos vinieran a recogerlos para llevarlos al norte de África.

Quedarse o estar in albis es una expresión latina que significa que alguien  está en blanco, sin comprender de qué  trata un asunto. Eso nos pasaba mucho en época escolar cuando nos poníamos muy nerviosos ante un examen.

Más por la tierra andan los que están en la inopia.  La palabra inopia significa pobreza (del latín, inopia)  e inope, pobre, que  viene  del latín in- ops, no (sin) riqueza, o  en la más completa ignorancia de algo.  Puede estar relacionada con el hecho de que los  mendigos  eran apartados de la sociedad por ello no se enteraban  de lo que ocurría.

Los hay que andan por los árboles  y les gusta estar en la higuera, y no enterarse de nada. Pero de donde se caen es del guindo. Y, cuando se caen,  de repente,  el golpe les hace volver  a la realidad. El guindo tiene unas ramas bajas y flexibles a las que es fácil subirse, pero también de las que es  fácil caerse, por eso,  los que subían  al guindo a coger las guindas se podían caer con facilidad, por eso eran considerados ingenuos y crédulos.  Los que están en la higuera, en cambio, parecen más seguros y felices. En Hispanoamérica eligen un árbol más alto  porque hablar de vivir en la palmera, y los que se caen lo hacen  de un coco,  de una mata, del zarzo (desván), del catre, del nido…

Guindo  (guindal en leonés) cargado de guindas.

Hay otros que están fuera de onda.  Son los que están desfasados de las últimas tendencias, Desde luego esos no pillan la onda, pues su despiste no les deja captar lo sutil.

Y están aquellos que para estar despistados se tienen que ubicar en un lugar determinado. Les gustan especialmente dos lugares: Babia y  Las Batuecas, además de Valencia.

Los que están en Babia eligen para vivir despistados  esta comarca de la montaña del noroeste de León. Es una zona de gran belleza a la que, según la leyenda,  se retiraban a descansar  y cazar los reyes de León. Mientras los reyes estaban en Babia otros podían aprovechar para tener comportamientos desleales y organizar  intrigas, pues el rey, al estar en Babia, no se enteraba de lo que ocurría en la corte.  Esa es  teoría más conocida sobre  el  origen de la expresión. 

Sin embargo, Manuel Rabanal, catedrático de historia de la Universidad de León, da  otra explicación relacionada  con la trashumancia. (Esta misma explicación aparece recogida en el Museo Etnográfico y de la Trashumancia de Torre de Babia).  Los pastores babianos abandonaban su tierra para ir a Extremadura en invierno y con frecuencia  se quedaban ensimismados  por la nostalgia de  sus montañas  y sus amores,  y así, aunque lejos, estaban en Babia.  Hay un romance popular de “El pastor que estaba en Babia” que podría avalar esta teoría. De él están sacados estos versos finales:



Todo se aduerme careado
en su paz y en su medida
únicamente  el pastor
no duerme, que suena, herida
 la rosa de sus recuerdos
de la su aldea querida.
Ay, pastor, que estás en Babia,
ay, noche que mal abrigas,
los decires sin palabras,
las añoranzas no escritas.
Del pastor que está en su chozo
como un puño en su pelliza
siempre clavado en su Babia
tan bien llevada y traída.



Existen también hermosas canciones ligadas a la trashumancia que nos hablan de la nostalgia que  produce la marcha de esos pastores:


Ya se van los pastores
a la Extremadura,
ya se queda la sierra
triste y oscura…
Ya se van los pastores,
ya se van marchando,
más de cuatro zagalas
quedan llorando.


Aunque no se tiene la certeza de que sea una canción leonesa, pues  es una canción ligada a la trashumancia, es muy probable que lo sea. La recoge como tal  Eduardo González Pastrana, en 1935 (“La montaña de León. Cien canciones leonesas”). También está recogida  en el  “Cancionero popular musical español de Rodolfo Halffter”. La sierra de Camero de la Rioja también se atribuye su origen. La expresión  estar en Babia es antigua, pues ya fue utilizada por nuestros clásicos,  entre ellos Quevedo.

Las dos teorías anteriores son muy hermosas, pero hay investigadores que hablan de que la expresión puede no tener que ver con la comarca leonesa. Parece que  ya se usaba en el siglo XVI y los romances pastoriles fueron posteriores.  Por otro lado, no hay constancia de esas estancias veraniegas de los reyes leoneses en Babia. Algún lingüista propone el origen del antiguo verbo  “embabir” y de su participio  femenino “embabia”. Este verbo  tendría que ver con el significado de embelesado, absorto.  Xosé Lluis García Arias propone esta teoría  en el “Boletín del Instituto de Estudios Asturianos”. Este verbo se fue perdiendo y “embabia” empezó a relacionarse,  a través de una  etimología  popular, con la comarca leonesa.  El escritor salmantino Lucas Fernández, en varios  textos de sus Farsas y églogas de 1514, recoge esta palabra: “Haz al hombre andar perdido /  embauído/ por los cerros y carrascales / medio muerto y desbalido / y aflegido/  con tercería mortales”. 

 En castellano existe el verbo próximo embaír, procedente del latín  invadĕre, con el significado de ofuscar, embaucar. El “Diccionariu  de la Llingua Asturiana” (DALLA) lo recoge en su variante asturleonesa: “Embaíu,-ida: distrayiu, colla atención  fixa nos propios pensamientos”. Parece, pues, una palabra de la lengua asturleonesa. La RAE, a pesar de que uno de los significados del verbo embaír (entretenerse en alguna diversión) lo vincula a Salamanca, considera que la expresión estar en Babia tiene relación con el nombre de la comarca leonesa. Y, desde luego, puestos a estar en Babia, como en la comarca leonesa, en ningún sitio.

 José María Sbarbi, en suFlorilegio de refranes”,  identifica  la expresión con estar en el país de los tontos, aunque no lo identifica específicamente con la comarca leonesa. Según su pintoresca teoría, Babia vendría de baba, y el que está en Babia estaría con la baba caída, imagen repetida como un  estereotipo de los tontos. Milá y Fontanals recoge, en una obra de teatro menor del siglo XVI,  de Velázquez de Velasco, titulada “La Lena”,  lo que se dice  de cierto individuo muy tonto: “Este es sin duda de aquellos que cuentan de la tierra de Babia, donde los trigos se siegan con escalera”. 

No parece tampoco que Babieca, el caballo del Cid, tenga nada que ver con Babia, parece más bien el producto de una leyenda, ni tampoco que el  adjetivo babieca con el significado de tonto y procedente de baba (RAE), tenga que ver con la región babiana. Porque babiano es el gentilicio de Babia, no babieca. Además es probable que babieca sea de origen árabe,  bab-beká, que significa boca abierta, pasmo. Babia procede de las variantes latinas Vadapia, Uadabia o Vadabia (que aparecen en  documentos de la Alta Edad Media. A partir del siglo  XII se recogen las formas Vahabia y Bahabia que dan origen al topónimo actual. Seguramente  el nombre  proceda de algún hidrónimo de origen prerromano. 

Babia es la comarca (aunque sin reconocimiento administrativo)  y   Luna el río que en ella nace y que  la riega, por tanto. nos podemos perder en los dos lugares a la vez. Esta comarca se dividía desde la Edad Media en dos concejos: Babia de Suso (de arriba) y Babia de Yuso (de abajo),  denominación muy sugerente que hoy no se utiliza.   Ambos son lugares adecuados, en estos tiempos que corren, para poder quitarse la mascarilla, aunque, si la queremos lucir, también podemos hacerlo con un diseño ad hoc.




Dentro del Viejo Reino de León también podemos elegir estar en Las Batuecas. Las Batuecas  es un valle  de la Sierra de Francia, colindante con las Hurdes cacereñas, por donde discurre el río Batuecas. Su territorio fue repoblado por orden del   rey Alfonso IX de León, tras ser expulsados los musulmanes. Muchos de los repobladores fueron de origen francés, lo que dejó rastro en la toponimia y en los apellidos. Es un lugar ajeno al “mundanal ruido” donde uno se puede quedar embelesado. Durante el siglo XVI se presentaba a sus habitantes como personas alejadas de la civilización. Lope de Vega escribió una obra de teatro  sobre este  lugar, “Las Batuecas del Duque de Alba”, y Hartzenbusch, “Las Batuecas, comedia de magia en siete actos”. Sus paisajes también fascinaron a Sorolla y a Buñuel. 

Y relacionada también con  las provincias del antiguo Reino de León existe la expresión mirar a las a(l)pabardas. Las apabardas parece que es   uno de los nombres de la palometa, que tiene unos ojos muy abiertos que dan la sensación de asombro. En Galicia también se usa andar aparvado. (En otro artículo expliqué en su día esta expresión).

Hay otras expresiones relacionadas con los animales, como estar papando moscas, que es quedarse despistado, mirando sin mirar, y  con la boca abierta. Papar es masticar algo blando. Todos sabemos que Papamoscas se llama también a un autómata de la catedral de Burgos, que marca las horas. Es una figura humana de rostro grotesco, que hace sonar la campana que marca las horas, abriendo y cerrando la boca. Y los que lo contemplan también se quedan en actitud de papar moscas. De parecida manera están los que miran a las musarañas. Las musarañas son unos mamíferos muy pequeños, parecidos al ratón, con un hocico que es una especie de trompa. Son  unos animales que habitan debajo de la tierra, de la que a veces salen, y que no realizan una actividad importante. Por ello, los que se quedan contemplando a estos animales cuando aparecen, están perdiendo el tiempo.

Si estamos muy despistados, apamplados,  con una empanada mental, es posible que no demos  pie con bola. Originariamente la expresión no tenía relación con ninguna pelota. Se refería a llegar justo a tiempo a un lugar. Gonzalo Correas, en 1627, en su “Vocabulario de refranes y frases proverbiales”,  le daba ese significado. En “La Regenta” de Clarín (1884) aparece ya con el significado actual.  Quizá la popularización del fútbol tenga que ver con ese cambio semántico. Y muy despistados o carentes de sentido común son los que mean fuera de tiesto. Es evidente que tiesto no se refiere específicamente a la maceta, sino a cualquier vasija de barro, que incluía a los orinales antiguos.

Y volvemos a la realidad sacando de nuestra cabeza,   esa empanada mental para ponerla encima de un plato,  que es donde debe estar. Y de esa manera nuestra mente quedará despejada para volver a pensar  en las musarañas, para descansar en Babia o en Las Batuecas, o para  sentirse en el limbo. ¿Dónde mejor?


Vistas desde la Peña de Francia. Salamanca. MAR


Artículo relacionado: 

Mirar a las a(l)pabardas

miércoles, 17 de junio de 2020

Días de recelo y esperanza




La luz se deshila entre nubes fugitivas,
y se deslíe  en un aire de albas arreboladas.
Sortea los agudos rascacielos,
se filtra  entre las hojas aladas de los árboles,
y se rompe en las frías   estadísticas.

La vemos estrellarse  contra las calzadas, 
despertar   aceras somnolientas
y acariciar  cristales  ansiosos.

Cegada por las  estelas de  la incertidumbre,
se refugia, calmada, 
en los ojos soñadores de un niño.
Busca sonrisas, busca abrazos, busca ternura.

Sinfonía de ruidos   desgarran los velos de la noche…

La masa  camina vacilante, 
avanza hacia el horizonte de  deseos encendidos
por los  caminos inseguros 
donde se  entrecruzan las pisadas.

Ya no hay roces fugaces.

Los ladrones de abrazos 
se han apoderado de la ciudad
y nos han dejado las  huellas de la distancia.

Caras escondidas, bocas mudas, 
miradas huidizas que   comparten recelos,
y bancos en los que enmohecen las palabras.

La luz cegadora de una mañana de junio
se esconde en  las nubes del miedo,
se vuelve tenue, se desvanece.

La ciudad se nutre de  soledades acompañadas 
mientras  el  alba 
se desliza hacia los  arreboles  del ocaso.

Cae otro día del calendario,
otro día de  luces difusas,
otro paso en el camino de la esperanza.




© Margarita Álvarez Rodríguez





miércoles, 10 de junio de 2020

Galdós y el premio debido





Monumento a Galdós. Parque del Retiro. Madrid. Foto: MAR


Dicen que el principal defecto español es la envidia, y tal vez sea cierto. En nuestro idioma hemos acuñado la expresión que dice que  nadie es profeta en su tierra y conocemos la trayectoria de muchas personas que  para triunfar han tenido que abandonar el país. Nos cuesta reconocer los méritos ajenos y con frecuencia buscamos defectos que reduzcan el éxito.  Hasta nuestra lengua da prueba de ello en aspectos léxicos y gramaticales,  como he explicado en otro artículo (Contra la envidia, caridad). A la envidia quizá haya que sumarle también el cainismo, ese deseo de hacer daño al prójimo y al  próximo, cainismo individual y cainismo colectivo.

En este año galdosiano estaría bien recordar algo que atañe al escritor y que es un fiel reflejo de esto que digo. Galdós era de ideología republicana y  adoptó una postura anticlerical. Fue un creyente de los del “evangelio según Jesucristo”. En realidad no era anticlerical, pero sí muy crítico contra algunos aspectos de la iglesia católica. Consideraba que la Iglesia intervenía demasiado en la vida social y moral de los ciudadanos. Siempre estuvo abierto a la libertad de culto y luchó contra la intransigencia y el dogmatismo. Los sectores católicos más intransigentes no le perdonaron que escribiera Doña Perfecta, una novela en que censuraba la actitud intransigente de la mujer que  da título (irónico) a la novela. Sin embargo,  en sus novelas de la tercera época los valores del cristianismo están muy presentes en sus personajes (Nazarín, Ángel Guerra…).

Y es importante tener esto presente para entender cómo un escritor de  su talla no recibió el Nobel de Literatura. Vivió hasta 1920 y la Academia Sueca lo entregó por primera vez en 1901. El primer galardonado fue Sully  Prudhomme, poeta y ensayista francés.

Galdós tuvo opción tres veces. En 1912 medio millar de intelectuales españoles vinculados al Ateneo, entre los que estaban Pérez de Ayala, Benavente, Ramón y Cajal, apoyaron su candidatura, pero el premio  cayó en manos del alemán  Gerhart Hauptmann.  En ese momento Galdós era diputado de la Unión republicana y tenía 69 años. En 1913 también habría tenido oportunidades, pero se orquestó una feroz campaña en contra de su persona y candidatura.  Ese año   fue premiado el  escritor bengalí R. Tagore.

Los sectores más ultraconservadores  organizaron una virulenta oposición en España  y lo desacreditaron ante la Academia  sueca por anticatólico, con presiones de todo tipo (envío de cartas, postales y telegramas). Los políticos e intelectuales ultracatólicos presentaron a Marcelino Menéndez y Pelayo. Ante esa presión ideológica los suecos optaron por apartarlo del premio.

Dos años después, en 1915, fue propuesto por la propia Academia Sueca. El presidente del comité defendió su candidatura “en calidad de escritor espléndido, noble y generoso, altamente considerado y ciertamente relevante en su país”. Pero de nuevo  la institución sueca lo postergó para evitar los  problemas políticos con España.  En 1915  lo obtuvo el escritor francés Romain Rolland. El premio estaba dotado entonces con  200000 pesetas que habrían venido muy bien a la pobre economía del escritor.  Ya antes  había sido también  torpedeado el ingreso en la RAE, que finalmente consiguió en 1897.

En el año 1904, con menos méritos y por una cierta  carambola, había recibido el premio José Echegaray, cuya obra no resiste la comparación con la de Galdós, que es nuestro mayor novelista junto con Cervantes. Solo por la magna obra de sus Episodios Nacionales, ya sería merecedor de ese premio y del reconocimiento de todos los españoles. Pero murió en 1920 sin ese reconocimiento. 

Y la literatura  en lengua española tuvo que esperar hasta 1922, en que  recibió el Premio Nobel Jacinto Benavente. El primer premio para un escritor hispanoamericano fue para la escritora chilena Gabriela Mistral, en 1945. En época más contemporánea otro grande de las letras, Miguel Delibes, murió también sin ese reconocimiento.

domingo, 7 de junio de 2020

En tiempos de infodemia


 Pincelada lingüística... Y más

Maldita.es



Al lado de tantas palabras que la pandemia de la Covid-19 ha aportado a nuestro bagaje lingüístico, empieza a difundirse otra más: la infodemia.

La Fundéu (Fundación del Español Urgente), asesorada por la RAE,  dice al respecto lo siguiente: “La Organización Mundial de la Salud (OMS) emplea desde hace tiempo el anglicismo infodemic para referirse a un exceso de información acerca de un tema, mucha de la cual son bulos o rumores que dificultan que las personas encuentren fuentes y orientación fiables cuando lo necesiten”.

En el caso de infodemia es un neologismo válido tanto si se considera un acrónimo formado por parte de dos palabras: información y epidemia, como si es un resultado de la adaptación del anglicismo.  Por ese motivo, según la Fundéu, no es necesario escribirlo en cursiva ni con comillas. A lo largo de estos meses se ha pasado de la intoxicación informativa individual infoxicación a la  epidemia informativa colectiva: infodemia (mantego la cursiva por destacar las palabras).

Ante una sociedad ansiosa por recibir información están proliferando muchas noticias falsas de todo tipo, que consumimos y difundimos con fruición, sin darnos cuenta de que caemos en la trampa del bulo.

Las hay de todo tipo. Noticias falsas como declaraciones puestas en boca de  prestigiosos premios Nobel que nunca salieron de  su boca, remedios estrambóticos y medicinas milagrosas que supuestamente curan  la infección,  montajes de vídeos de todo tipo con imágenes que en muchos casos ni se corresponden al tiempo ni al lugar en que supuestamente se sitúan, noticias sobre el origen y la causa de la pandemia, la noticia de que correos  cobraba 1,50 € por desinfectar los paquetes (para hacerse con los datos de las tarjetas de los que cayeran en la trampa), informaciones falsas  o tendenciosas que atañen a  distintas autoridades de cualquier signo político y que tienen fines maliciosos, por ser mentiras  o frases sacadas de contexto, datos que "faltan a la verdad" o  son confusos y que nos proporcionan las propias autoridades sanitarias... Y un largo etcétera.

Uno de los medios que más ha contribuido a la difusión de bulos  ha sido Whatsapp. Información que nos llega y a golpe de un marcar y enviar mucha gente difunde y hace circular sin molestarse previamente en mirar si esa información la han publicado medios informativos españoles o extranjeros medianamente serios. En otros casos Facebook, Twiter… han hecho la misma función.

Es fácil comprobar  cómo en muchas ocasiones se difunde en las redes una noticia con un titular que tiene gancho por ser morboso, alarmisma,   o por conllevar  una determinada intención política, y quien la difunde no se ha molestado en abrir el texto y ver que la noticia es antigua y no tiene nada que ver con algo actual, o bien el difusor ha tratado de confundir conscientemente con  mala  intención. 

No faltan tampoco los listos de turno que hablan de oídas y son capaces de poner en tela de juicio criterios de científicos acreditados y, además pontifican con sus opiniones  y se permiten el lujo llamar  ingenuo, o incluso ridiculizar,  a aquellos que los contradicen o muestran escepticismo.  Y estos “listos” van desde  políticos  muy conocidos en la política internacional y nacional  a cualquier otro sabio de pacotilla.

Es verdad que la ciencia avanza y lo que es un argumento válido hoy, puede no serlo más adelante, porque un nuevo descubrimiento  nos pone ante algo que era   desconocido. En el caso de este coronavirus casi todo era desconocido y hasta la ciencia ha tenido que avanzar con la prueba ensayo y error. Y lo peor es que  a veces se llega a desacreditar no solo la formación   de las personas  que trabajan denodadamente  luchando  contra la pandemia , sino que se va más allá y se desacredita a su persona  de forma variopinta, usando los poco éticos argumentum ad hominen (argumento contra la persona).

Todos estos bulos e informaciones sesgadas alarman,  irritan  sin necesidad o crean falsas esperanzas en un tiempo en que lo que menos necesita la sociedad es la decepción, la tensión o la crispación. Y tienen especial eco  en tiempos de miedo e inseguridad cuando  la gente necesita más confianza y esperanza.

De vez en cuando es muy interesante darse una vuelta por esos medios que se dedican a detectar manipulaciones informativas. Entre ellos, solamente Maldita.es, que se dedica a contrastar información, ha localizado,  analizado  y publicado  en un artículo 572 (en este momento ya serán más) bulos sobre la pandemia.


Otro medio que hace un trabajo similar  es Newtral.es. Y hay otros medios informativos que también tratan de descubrir los bulos contrastando información.


Nos sorprenderemos de tantísima información que nos ha llegado y que se ha podido demostrar que eran simples bulos. 

Por eso, estaría bien que leyéramos las informaciones que nos llegan con sentido crítico y sin prejuicios, porque algunas las desmonta el mero sentido común o un mínimo contraste de esa información. Y estaría mejor que no fuéramos correa de transmisión de esos bulos. En este caso no se trata solo de tener distinto criterio, opinión o  ideología, está  por  medio la salud. Y los bulos que juegan con la salud son especialmente peligrosos.



Maldita.es





 Y más... Y más...


miércoles, 3 de junio de 2020

Carta de felicitación al personal sanitario




Imagen: Pixabay

Lo primero, recibid mi enhorabuena por ese Premio Princesa de Asturias  de la Concordia que os terminan de otorgar a todos los que formáis ese colectivo: personal médico, de enfermería, auxiliares y resto de personal sanitario que habéis atendido directamente a los contagiados. ¡Qué reconocimiento tan merecido! ¡Qué mejor premio que el de la concordia en una profesión en que la relación humana es esencial! 

Vuestra relación con los enfermos ha sido la fotografía de eso: de la concordia. La salud por encima de credos religiosos, razas, ideologías, sexos… Tal vez, en algún momento muy crudo tuvisteis que tomar la  difícil decisión de intentar salvar a una persona antes que a otra por criterios de edad o de probable supervivencia, porque el sistema no daba más de sí. Imaginamos que esas decisiones herirían profundamente vuestra sensibilidad y tambalearían vuestro juramento hipocrático.  Somos conscientes de que era una situación extraordinaria, en el sentido más profundo  de ese adjetivo. También hemos sabido  que en  algunos momentos (pasado el pico de la pandemia) esas decisiones, que afectaron sobre todo a ancianos, fueron tomadas por otros con criterios extrasanitarios y vosotros (y todos los ciudadanos) las habéis criticado, como era de esperar. 

Sabemos que tratar con enfermos, cuidarlos y mitigar su sufrimiento es parte de vuestra profesión, pero en este caso las circunstancias os exigieron un esfuerzo al menos doblado. No solo un esfuerzo físico, que agotó vuestra resistencia en muchos momentos, sino también psicológico. Habéis pagado también  caro ese esfuerzo con la  salud física (más de 50 000 contagiados) y psíquica (muchos profesionales en tratamiento). Sabemos que no tuvisteis los medios adecuados en las primeras semanas para luchar contra la pandemia y eso llevó al altísimo número de contagiados dentro del colectivo sanitario. Todos vimos imágenes que mostraban que tuvisteis que hacer de la necesidad virtud y buscar formas de supervivencia, aunque fuera envueltos en bolsas de plástico. Pero seguisteis trabajando…

Además de los cuidados sanitarios habéis sacado tiempo para entablar una  relación humana con los enfermos que no podían ser visitados. Los habéis puesto en contacto con las familias, a veces con vuestro teléfono personal, habéis creado bellas iniciativas como la pedir que  enviáramos  cartas a un enfermo desconocido y se las dabais impresas o se las leíais personalmente para aportarles un poco de calor humano en ese duro tiempo de hospitalización. Les habéis cogido una mano…

Habéis tenido el reconocimiento ciudadano con esos aplausos diarios que  a las 20 horas salían de las ventanas (dedicados también a todos los trabajadores de servicios imprescindibles) y que tenían el son de la palabra gracias, repetida calle a calle y localidad a localidad.  El de los enfermos que habéis sacado adelante. Y quizá también el de los familiares de aquellas personas que no  han superado la enfermedad. Por eso y por más, ahora engrosáis la nómina de los prestigiosos Premios Princesa de Asturias…

Y  seguís ahí, dispuestos y alerta por si tenéis que intervenir de nuevo para luchar contra la covid-19. Ahora os merecéis dos premios más. El de las administraciones públicas que os deben proveer de medios para realizar adecuadamente vuestro trabajo: más personal, más medios técnicos, más y mejor material sanitario… Y que no sea algo puntual, sino que se mantenga a largo plazo. La salud es un bien esencial. Ningún gobierno puede escatimar en la salud de sus ciudadanos. Tenemos un buen sistema nacional de salud. Mejorémoslo. Podemos escatimar o recortar en otros muchos apartados de un presupuesto público, pero no en salud. Ese será el  mejor premio para vosotros, los sanitarios, del que participaremos también los ciudadanos. Más inversión, mejor administración del presupuesto sanitario, más reconocimiento  y estabilidad para el personal… No nos podemos permitir el lujo de que nuestro personal médico y de enfermería tenga que emigrar para buscar mejores condiciones de trabajo después de muchos años de formación y de una gran inversión (formar a un MIR nos cuesta entre 200000 y 250000€). Otros países, que valoran mucho vuestra preparación, se aprovechan así de   nuestra inversión y  de vuestro talento.

Pero los ciudadanos, además, os podemos conceder otro premio: el comportamiento responsable mientras este virus nos amenace. No podemos olvidar tan pronto lo que ha pasado y lo que sigue pasando. El coronavirus  se sigue agazapando por las calles, en los lugares cerrados, en los centros de  salud y hospitales. Y nosotros debemos seguir las recomendaciones sanitarias, por nosotros y por vosotros. Ese es el mejor reconocimiento, no someteros de nuevo a ese estrés personal y hospitalario. Nos pedís –nos rogáis- algo tan simple como evitar aglomeraciones (de protestas, de ocio…), usar mascarillas, mantener distancias de seguridad… No tirar guantes y mascarillas a la vía pública. Porque la salud es cosa de todos. Y lo tenemos fácil: cambiemos los aplausos de las ventanas por actitudes cívicas. Si cada uno protege a otro, nos protegemos todos y seremos inexpugnables ante el virus. Nos habéis dicho muchas veces que la mejor vacuna somos nosotros mismos. ¡Cuánta razón!



La palabra concordia viene del latín con- (junto, globalmente,  cors, cordis (corazón) y el sufijo –ia (cualidad).  Hace, por tanto, alusión a unión, fraternidad, armonía entre personas. Lleva pues, en su seno la palabra corazón, signo de vida, y, simbólicamente, de emociones. 

Ojalá podamos compartir emociones positivas  con vosotros. ¡Gracias a todo el personal sanitario! A los que os alegráis por pertenecer al colectivo premiado (suponemos que la mayoría) y también a los que rechazáis el premio por motivos morales o políticos, por considerarlo “anticuado”, por ser antimonárquicos… Ya que el premio existe, este año no ha podido tener mejores destinatarios.

Todos juntos, sanitarios y pacientes, en concordia, volveremos a la “nueva” normalidad. Y, a ser posible, pronto y sin adjetivo.



Diario Redaccióm Médica
30/8/2019

El Mundo 8/8/2019



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