miércoles, 12 de diciembre de 2018

No dejar títere con cabeza



        Expresiones relacionadas con los muñecos


Siguiendo con la serie de artículos que estoy dedicando a las palabras o expresiones de tipo peyorativo que sirven para infravalorar algo (disfemismos), dedicaré este texto a hablar de aquellas  que están inspiradas en distintos tipos de muñecos…




Algunos disfemismos se han modernizado mucho en los últimos años y,  así, se han incorporado al idioma tipos o nombres comerciales de muñecos que sirven para describir características similares de las personas. Antes teníamos pájaros en la cabeza, si nos empeñábamos en conseguir sueños imposibles, ahora también podemos  tener muñecos, que se establecen en ella y la hacen su morada.

Durante años habíamos aprendido qué era ser una barbie, y las chicas se esforzaban  por imitarlas en su delgadez y en  algo de su aspecto provocativo. En los últimos años  el fabricante  nos ha sorprendido con una nueva imagen de la muñeca que, con distintas tallas, se parece más a las mujeres reales. El contrapunto masculino era Ken (ser un Ken),  compañero de la Barbie,  pero que no haría tampoco mala pareja con la Nancy, por su aspecto pijo y atildado.



Para aludir al aspecto  fino y frágil de una mujer usamos la expresión   muñeca de porcelana. Aunque. bien mirado, siempre es mejor ser barbie o muñeca de porcelana que ser una muñeca de trapo, fácilmente manipulable y usada sin miramientos. 

Si se trata de aludir  a un aspecto físico menos favorecido, también podemos pasarnos por la juguetería y elegir entre los muñecos de sus anaqueles. Las muñecas peponas han calificado el aspecto físico de una mujer robusta de cara sonrosada. Y, puestos a ser feos, encontraríamos buen  acomodo junto a los gremlins.  Si nuestro físico es poca cosa  y tenemos aspecto de duendes, los pitufos y los elfos se pondrán a nuestra disposición. Si algo nos inquieta, traeremos duende en nuestra cabeza y es posible también que andemos como un duende.



En cualquier caso, siempre podemos disimular y vestir el muñeco, para darle buena apariencia, especialmente, si es un pelele y tenemos que disimular que está hecho de paja o trapos. Pero  si nuestro aspecto es grotesco, no necesitamos disfraz, porque nos pueden colocar en medio de un sembrado y pasaríamos a ser  buenos espantajos o espantapájaros.



También con nombres de muñecos se definen aspectos morales. Los necios harían buen papel junto a los fantoches. A los que tienen poca personalidad y se dejan dominar por otros los incluimos en el mismo retablo de guiñol donde actúan las marionetas y títeres. ¡Pero cuidado con echar los títeres a rodar, porque romperíamos la amistad con nuestros compañeros de estantería! 

Los que mienten actúan como pinochos. Los que parece que están inactivos y se quedan fácilmente embobados parecen auténticos estafermos o tentetiesos. Los ignorantes y de poco valer   se asemejan a los  monigotes. A los que tienen un desaforado apetito sexual los calificamos de sátiros… A los fanfarrones, de polichinelas. Y las personas estériles son llamadas nenucos

Además, siempre nos quedarán los payasos, que, unas veces, nos hacen reír y, otras, se hacen inaguantables por la forma insulsa de actuar. 
InMoov de Gaël Langevin, 2012.
Exposición F, Telefónica
Si andamos  de una manera forzada o actuamos sin que afloren los sentimientos, nos convertimos en un robot, eso sí, sin pretender parecernos a  la foto robot de un delincuente que elabora la policía. 


El término "robot"fue creado por  Karel Capet en su obra R.U.R., estrenada en Praga en 1921. La palabra está inspirada en la palabra checa "robota" que significa trabajo duro. (Así se explica en la exposición Nosotros, Robots, que tiene lugar en estos meses en la Fundación  Telefónica de Madrid).

Mal está que nos convirtamos en artilugios electrónicos, pero quizá no sea mejor  ser dominados por la brujería y convertirnos en zombis. Frente a los robots y a los zombis, siempre brillará la alegría y la creatividad  de las personas que tienen mucho duende.


En el mundo digital han surgido usuarios  que publican mensajes provocadores en internet y a los que se les llama troles. La palabra es una  fusión del verbo inglés troll (tipo de pesca: morder el anzuelo) y de la palabra nórdica  que servía para llamar al personaje mitológico, famoso por sus travesuras.



En fin, que desde una juguetería también tendríamos una buena visión de la especie humana. Tal vez lo peor sería  convertirse en un muñeco de feria, que colocado en un estante sirviera para tirar al muñeco, porque, en ese caso, los tiradores no dejarían  títere con cabeza.

Tener cara de muñeca o ser como una muñeca (referido a niñas) son  expresiones halagadoras que hablan de belleza y de ternura, pero podemos encontrarnos con personas que tienen  más cara que las de un camión de muñecas.  La  cara de esas personas tendrá poco de tierna y cándida, pues, a buen seguro,  será más dura que el pedernal.

Sin embargo, si,  en la actualidad,  hay unos seres que están especialmente de moda, estos son los pitufos. Creados por  el dibujante belga Peyo, en 1958, esos seres azules y de pequeño tamaño, hasta ahora inofensivos, parece que han crecido y se han hecho notar, porque se dedican  a hacer mordidas muy beneficiosas para ellos  y dañinas para el resto de la sociedad. Y están tan activos que el pitufeo se ha convertido en una forma de “distracción” especialmente productiva y gratificante. 

Pero la sociedad empieza  a estar harta de su comportamiento y tal vez les espere un futuro  oscuro en que cambien su amable  color azul por el  color negro  de su dinero. En cambio, son bien recibidos por los ciudadanos esos otros pitufos que velan por la seguridad y el orden de las ciudades (policía urbana).



Pero, puestos a elegir,  es mejor parecernos a un osito de peluche, frágil, tierno  y amoroso… O, si preferimos que nos califiquen como  dechados  de fuerza física,  el yeti puede ser nuestro modelo.

Si nos gusta ser nocturnos y hacer pequeñas diabluras, nos pueden decir que estamos hechos un trasgo, como esos  duendes pequeños e invisibles  (en la traducción de “El Señor de los Anillos” son presentados como  criaturas de gran tamaño, lo cual induce a confusión). También podemos dar trasgo a alguien si nos fingimos duendes.

Hubo muñecos emblemáticos con los que los chicos querían ser comparados. ¡Cómo no desear ser un madelman  o un geyperman con su aspecto atlético, su porte impecable, su profesionalidad…! Eran un modelo a seguir. “Los madelman lo pueden todo”, decía su lema. Hasta hubo una canción que repetía: “No quiero ser tu airgamboy, sino tu madelman”. 

Actualmente han vuelto a la actualidad gracias a la colección de José Manuel Cortés que se ha  expuesto recientemente en el  Museo Nacional de Antropología de Madrid.


Madelman buzo (Exposición MNA)
Otro muñeco, que todos podríamos describir  y que se convirtió en icono de la publicidad de  marca, fue el muñeco de Michelín. Nació hace 120 años,  con el nombre de Bibendum.  Un muñeco  que ha sido capaz de crear un neologismo que se ha introducido en la lengua española. Michelines llamamos (con la aceptación de la RAE) a esos pliegues de gordura que tenemos en torno a la cintura, a pesar de que el muñeco, en su andadura publicitaria, se ha ido estilizando, de acuerdo con los gustos actuales. 

Otro muñeco que parecía que estaba ya enterrado, Naranjito, ha revivido en los últimos años cuando  algunos políticos han llamado así al líder de otro partido rival , en alusión al color de su logotipo.

Y duran, y duran y duran… La frase pasó, durante un tiempo, del anuncio de las pilas alcalinas del conejito de Duracell a la lengua común, cuando  el presentador de un programa de televisión empezó a repetirla de forma asidua.


Monumento a Michelín en Jerez de la Frontera
Y siguiendo en el mundo de la televisión, muñecos recordados con especial cariño, y que marcaron una generación, fueron los protagonistas televisivos de Barrio Sésamo. Muchas de sus frases se popularizaron y se usaban con frecuencia en la lengua común. Recordamos algunas: Blas, ¿estás durmiendo?, frase pronunciada muchas veces por Epi para despertar a Blas. El reportero más dicharachero de Barrio Sésamo  era la rana Gustavo. Yo querer galleta  repetía el monstruo de las galletas. Y tantas frases de otros  personajes que vivían en aquel barrio tan peculiar. 

La gallina Caponata enseñaba  las buenas noches y los buenos días. Coco era recibido con: ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? Don Pimpón contaba sus  aventuras. ¿Y qué decir de  Espinete? Quedó grabado  de forma indeleble en la mente de muchos niños de la década de los 80.  Y Elmo, el Conde Draco, Traque, Juan Olvido… y tantos otros. Siempre nos quedará la frase mágica: ¡Al rico helado de piña para el niño y la niña!

El programa fue sustituido por Los mundos de Yupi (protagonizados por Yupi y Astarki), título que también se incorporó a nuestra lengua coloquial para definir a alguien que vive en un mundo fantasioso y no se entera de lo que ocurre  en la realidad, pues, sin duda, vive en los mundos de Yupi.

El mundo de los títeres también ha dejado huella en nuestra lengua. Rockefeller, uno de los  famosos muñecos del ventrílocuo J. L. Moreno, hizo famosa la frase: ¡Tomaaa, Morenooo! Y Macario: ¡Pero, qué contento estoooyyy!

Muchos personajes de dibujos animados también han incorporado al idioma expresiones. El ¡yabba daba doo!, de Pedro Picapiedra; el ¿qué hay de nuevo, viejo?, de Bugs Bunny, el hasta el infinito y más allá, de Buzz Lightyear. Y los Teleñecos, los Dinosaurios, los Teletubbies, los Simpson, Pocoyo… Este capítulo es tan largo que merece un artículo aparte. 

Buenas noches, hasta mañana, los Lunnis y los niños nos vamos a la cama. ¡Cuántas veces niños, y adultos con ellos, hemos repetido esa frase  para invitar a los niños a que se fueran a dormir! Y, remontándonos más en el tiempo, también aquello de: Vamos a la cama que hay que descansar, para que mañana podamos madrugar, de la familia Telerín.

La cantidad de  expresiones, en tono burlesco, en las que han aparecido alusiones a algún tipo de muñecos físicos o animados, en las últimas décadas, ha sido muy numerosa. Aquí van, a modo de ejemplo, algunas de las oídas entre adolescentes:

Es más caro que la muela de oro de Mazinger Z. Es más escandaloso que el día en que Espinete decidió hacerse drag queen. Se ven menos que los muñecos de un semáforo, que cuando aparece uno desaparece el otro. Tiene menos detalles que el coche de un madelman. Te mueves menos que el codo de un playmobil. Pesa menos que la biografía de Naranjito... Y aquí dejamos la lista, que sería muy larga…

Lo mejor, para finalizar, y para que esto no sea tan largo como el libro gordo de Petete, es que nunca nos tengan que comparar con el muñeco diabólico ni decirnos, para despacharnos rápido: ¡Ahueca, muñeca!




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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.