viernes, 20 de octubre de 2017

Canto a Omaña (León)


Omaña: allá por tierras leonesas... 

Sus paisajes, sus gentes, su cultura...





El agua

Río Omaña, río Omaña,
discurres por esta tierra,
y riegan  tus aguas claras
los valles y las riberas. 

Río Omaña, río Omaña,
mientras te veo  pasar
tú vas sembrando la tierra
de vida primaveral.


Árboles, campos y flores
se reflejan en tu faz
y tú sonríes contento
y te dejas contemplar.

Tú recoges a tus hijos,
otros ríos amorosos ,
y los meces en tu seno,
con un arrullo sonoro.


Desembocadura del río Valdesamario en el río Omaña

E irisado de reflejos,
feliz sigues tu camino,
con tu  honor muy satisfecho 
de ser río  cristalino.

Grandes peñas plateadas
se levantan a tu paso,
pero tú sigues tranquilo
y las miras de soslayo.

Pozo del Piélago
Desde el alto Tambarón
en torrentes y cascadas
bajas raudo y saleroso
hasta  la Omaña más baja.

En tus tabladas serenas
el silencio te acompaña,
pero, cuando coges bríos,
tus aguas cantan y bailan.




Tú recorres nuestra tierra
por presas y por regueros,
fértil haces la comarca:
nuestras veigas, nuestros huertos.

Puentes tienden sobre ti
que como armazones son,
pero tú sigues sereno:
los prestas de mirador.


Puente colgante entre Paladín y La Utrera

Puentes antiguos, modernos,
de madera o de hormigón,
permiten pasar enjutos
disfrutando tu frescor.

Tus puentes unen los pueblos,
pues  las gentes al cruzar,
intercambian las vivencias, 
la cultura y el hablar.

Por debajo  pasa el agua
con su tonada jovial,
los que se acercan a ti
la pueden oír cantar.

Puente viejo de Murias de Paredes. Foto: Paco Álvarez

Canta penas y alegrías
de las gentes del lugar
y con ritmo cadencioso
tú la alejas hacia el mar.


La comarca

Das nombre a una comarca,
como tú, Omaña se llama.
Muchos valles, muchos altos,
muchos pueblos la reclaman.


Los altos: Irián, Camposalinas...

Son casi setenta nombres
los que hay que mencionar:
todos los valles y lombas
y tierras de pan llevar.

Desde Los Bayos, al norte,
hasta llegar a La Utrera,
los caminos y senderos
recorren  Omaña entera.

El Escobio. Cañada de la Vizana sobre calzada romana,

Por cordeles de merinas
o por calzadas romanas,
ha caminado su historia
por pueblos y por montañas.

Con Laciana, Babia y Luna,
con Las Omañas y Ordás,
Cepeda, Bierzo y el Sil,
la comarca va a lindar.

Rosales, que marca el centro,
es una buena atalaya
para ver desde su Cueto
todo el paisaje de Omaña.

Cueto de Rosales

Las montañas bien la guardan
a modo de centinelas,
miremos donde miremos
nos encontramos con ellas.

El Alto de la Cañada,
Nevadín y Tambarón,
la Sierra de la Filera,
Arcos de Agua y  Suspirón...


Valle Gordo desde Marzán. Foto: Paco Álvarez

Y los valles a sus pies,
las miran con devoción
y reciben sus arroyos
a modo de bendición.


Los animales


Omaña es tierra de vida,
por su flora, por su fauna,
rica en variedad de plantas
y de animales poblada.


Valle de Urdiales. Fasgar. Foto: Paco Álvarez

Desde la lundre del río,
hasta el corzo saltarín,
nos sorprende el oso pardo,
y también  el jabalí.

Hoy ya no se corre el lobo,
aunque sigue apareciendo,
y la raposa pasea 
muy tranquila por  los pueblos.

Desde los tesos más altos,
el urogallo vigila,
los  acebos y abedules
comparten su compañía.


Urogallo

Los cantos de los pájaros,
nos despiertan al albor,
son cantaridos sinfónicos ,
de armonía y de color.

Las truchas en nuestros ríos
bucean entre las piedras,
pero presas del anzuelo, 
terminan en una mesa.

Sus vacas...

Y en el paisaje, las vacas
contemplamos al mirar,
que para los omañeses
eran  más que un animal.



Tenían hermosos nombres
y una presencia especial,
ellas eran el sustento 
de la vida familiar.

Con las cornales y el yugo
se uñían para tirar,
o del carro o del arado,
dispuestas a trabajar.

Vacas uñidas. Rosales

Mantequera leonesa,
era  raza singular.
con su leche rica en nata,
que era delicia sin par.


El paisanaje 

Omaña muestra sus picos,
sus vallinas, sus arroyos,
también guarda buena gente
que es, sin duda, su tesoro.

Murias de Paredes. Foto: Paco Álvarez

Las personas que aquí viven,
son gentes de buen gerol,
trabajadoras y honradas,
y de buena condición.

Sus costumbres, sus cantares,
sus jotas y  baile chano
han resonado en sus pueblos
y quieren seguir sonando.


Ramo de La Garandilla


Nuestras mozas  omañesas
los ramos engalanaban
y en las fiestas señaladas
sus coplillas les cantaban.

La rica fala omañesa,
es una delicia oír,
con ella los omañeses
han contado su vivir.


¡Gracias, Omaña!

El caserío

Los escudos nobiliarios
y los techados de paja,
conviven en nuestros pueblos
con las torres de espadaña.


Casa con escudo en Lazado

Espadañas omañesas
que vigilan nuestros pueblos,
con campanas silenciosas
y tan cargadas de sueños.



Espadaña de La Velilla de Riello. Foto: Tere Álvarez


Campanas que en el pasado
llamaban a la oración, 
expresando con tañidos
de Omaña la devoción.

Tañían tocando a fuego,
a concejo y facendera
y de nubes peligrosas
espantaban las centellas.


Iglesia de Barrio de la Puente

Sonaban a vida  y muerte,
a alegría y a tristeza,
ellas marcaban la vida
de las gentes omañesas. 

Y todas siguen colgadas,
luciendo al aire melenas,
que ni bastio ni turbión
han acabado con ellas.




Las estaciones

Por su flora y por su fauna,
por el respeto a la tierra,
Omaña ha sido nombrada
Reserva de la Biosfera.




Foto: Paco Álvarez
Tierra de montaña y valle,
esmaltada de verdor,
que incorpora colorido,
según cambia la estación.

Su primavera es olorosa,
sonora  y multicolor,
sus galanas y sus piornos,
tiñen los montes de flor.


La Omaña Baja, desde La Chana de Paladín


Narcisos y margaritas
asoman entre la yerba,
por entre ellos se pasea,
majestuosa, la cigüeña.

El río corre abundante,
los prados están viciosos,
por  las vallinas descienden
los arroyos caudalosos.

Mantigones
La primavera se va
regalando mantigones
que generosas argomas
bajo su vestido esconden.

Y el verano  nos sorprende
de una manera gozosa
por el “sesentademayo”
empieza a ofender la ropa.


Prados viciosos, con cancillón en primer plano

Los gadaños ya se pican
y se siegan las praderas,
los huertos están sembrados,
el agua, abundante,  llega.


Hierba segada


Y entonces  las cerezales
se cuelgan sus arracadas,
compiten con las guindales
con sus guindas encarnadas.



Guindas
Robles, abedules, urces,
pintan el monte de verde
y en las riberas del río
verde el chopo se mantiene.


Manzanales y nogales
también muestran sus trofeos,
caños cargados de fruta,
que en otoño recogemos.



El tomillo y el oriégano
perfuman riscos y peñas;
arándanos azulados
colorean las laderas.

Y cuando llega la otoñada
y se pierde el verdor,
el paisaje se convierte
en alfombra de color.

Paisaje otoñal de capudos o serbales. Foto: Paco Álvarez
Con  amarillo en el chopo
y rojo de las cerezales,
colores cálidos  lucen
en las hojas de los árboles.

Se recogen las patatas,
los fréjoles y las berzas
nueces, castañas, manzanas,
y leña pa la candela.



El invierno llega a Omaña
de manera sigilosa,
los días se hacen cortos,
y la vida más ociosa.

 Los omañeses se equipan,
-la invernía  ya es un hecho-,
atizan  mucho la lumbre
y comienzan  el calecho.

Cuando llega la nevada,
pronto en ella abrirán buelgas
para poder caminar
y salir con las  madreñas.

Paladín

La tierra se tapa y duerme
bajo un cobertor muy  blanco,
el río observa su sueño
y lo mece con su canto.

La tierra medita y sueña
con historias de grandeza:
un pasado, una memoria,
le vienen a la cabeza.

Pozo Lloncín.

La historia

Desde la época antigua,
Omaña tiene su historia,
muchos siglos han pasado,
que el paisaje rememora.

Sabemos que antiguos bosques
aquí yacen sepultados
por fósiles encontrados
en el valle de Samario.

Y en Carrizal se iza roca,
como fuerte megalito,
Canto Fincao la llaman,
por su porte o por su mito.





Los celtas dejaron castros
y los romanos sus minas,
vestigios de sus culturas
por sus montes se adivinan.

Se ven fosos, se ven miédolas,
carraliegos  para el oro,
cuevas en nuestras montañas,
donde buscaban tesoros.

Pozas de excavaciones romanas. Los Cáscaros, Paladín

Leyendas de moras lindas,
leyendas de pan dorado,
lagos que tragan doncellas
y otras tales se han contado.

Otras historias pasadas
podemos aún recordar:
la leyenda de don Ares
y el castillo de Benal.




El recuerdo de don Tello,
en Trascastro aún se ve,
ruinas quedan del castillo
que derribó Pedro el Cruel.

Autor. David Rubio (Rubyn de la Calzada)


Nuestro  pícaro omañés
también conoce  la fama,
David Rubio lo creó:
es Peralvillo de Omaña.


Foto: Paco Álvarez


Y, aunque antaño se adoraba
al ídolo de Rodicol,
tierra es de santos y vírgenes,
romería y religión.

Pues un camino a Santiago
el rey Ramiro trazaba
y de ello quedan ermitas
a Santiago levantadas.


Retablo ermita de la Seita. Foto: Paco Álvarez

Y apariciones marianas
se prodigan por doquier:
de la Seita, de la Casa,
de Las Angustias también.


Por eso el quince de agosto
Pandorado nos reclama,
y lucimos los pendones
allí y en  Peñafurada.

Romería de Pandorado

Y cada ocho de septiembre,
y también el día de Pascua,
cita es  en La Garandilla,
en la "catedral" de Omaña.

Santuario de la Garandilla

Mantenemos las costumbres
y ondeamos el pendón,
que pendones y concejos
son las señas de León.

Si no conoces Omaña,
dedícale tu atención,
omañeses y omañesas 
te esperan con ilusión.



Valadesamario. Día de Pascua


Y, si pasas por aquí,
no te vayas sin probar
el chorizo y la cecina,
que mucho te prestarán.



Y no rechaces tampoco
el llosco con los cachelos,
ni un buen cocido omañés,
y de postre, los frisuelos.





Aquí terminan las coplas
sobre esta guapa comarca,
"donde los montes suspiran"
y en la que las aguas hablan.



Foto: Paco Álvarez



La Piñona. La Utrera



Paladín, Omaña-León, 2017

© Margarita Álvarez Rodríguez

Mi agradecimiento a Paco Álvarez que me ha cedido algunas fotografías.
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