Be(r)sos
apóstatas, de Javi Morán
Género: poesía y música (poemario y disco)
82 páginas
Editorial Marciano
Sonoro
El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo. Miguel Hernández
Javi Morán es un cantautor astorgano, afincado en Madrid, que lleva más de dos décadas haciéndonos llegar sus canciones llenas de lirismo y de compromiso con la sociedad en la que vive. Ha publicado dos discos anteriores, que tuvo la gentileza de regalarme: Ser o no ser y Pisando las mismas calles, ambos, lo mismo que el actual, publicados por la editorial Marciano Sonoro.
Conozco personalmente a Javi Morán desde hace poco más de un año, cuando visitó la Casa
de León en Madrid y se integró en sus actividades culturales, especialmente en
el Ágora de la poesía. Desde el primer momento percibí sus muchos valores, como
cantante, como poeta y como persona. Y tuve la suerte de presidir el acto de la
presentación de este poemario el pasado mes de mayo, en la Casa de León en Madrid, y de recitar alguno de sus
poemas. Fue un acto muy hermoso, desde el punto de vista artístico, y muy emotivo, desde el punto de vista personal. Javi Morán es una
persona, humilde, sincera, comprometida, de trato afable y muy generosa. Es esa persona
de la que una sabe que puede ser amiga desde el primer momento. He leído su
poemario con atención, he escuchado este disco y los anteriores, y quiero hacer
una reflexión sobre esta obra poético-musical.
Lo primero que llama la atención de
la persona que se acerca a Be(r)sos
apóstatas es su título, esa R volandera de la palabra Be(r)sos
que resaltan ante nuestros ojos los
paréntesis que la enmarcan, paréntesis que al mismo tiempo la esconden en medio de un color más apagado. “Besos” y “Versos”.
Besos que acarician nuestra alma y versos que la ponen en alerta. Y eso es este
poemario, un conjunto de versos que nos acercan vivencias personales
relacionadas con su ámbito personal y con el contexto social donde vive. El
adjetivo que los califica en el título también nos advierte sobre el contenido
del poemario. No encontraremos aquí versos almibarados que nos hablen de mundos
fantásticos o idealizados, sino una clara exposición de principios de Javi
Morán que reniega de muchas convenciones sociales en las que la sociedad nos quiere hacer vivir. Apostatar es renegar,
retractarse de algo, de forma especial de una religión, pero el autor aquí se retracta de otras muchas cosas.
El poemario se abre con el poema
titulado Autobiografía, en el que
el autor expone ya una declaración de principios: Soy / no os cansaré / pobre autobiografía / de escuelas impuestas /
casta moral y embrión de autocensuras… En ese primer poema también alude a una característica
de su personalidad que está presente en todo el poemario: el sentido de la
humildad: disfruto de lo humilde / y odio
la vanidad… También se aprecia ya desde aquí la huida de la grandilocuencia
estilística.
Su poesía es una poesía de apegos
familiares y de compromisos sociales. En lo referente a los apegos familiares
nos llama la atención la ternura con que se acerca a sus raíces, ternura que es
santa sabiduría. Esas raíces
familiares de clase trabajadora le han
aportado dignidad, constancia y amor incondicional. Sabe a amor / en la
casa de mi vida, confiesa. En unos cuantos poemas aparece la evocación de la infancia , infancia de jugar en
la calle, de tebeos y chapas. También están presentes sus antepasados, los lugares y vivencias que compartió con
ellos (la bisabuela Cecilia, el abuelo), entre las que destaca todo un mundo de
sensaciones: ropas, olores, sabores… Estas vivencias le enseñaron también a saborear la poesía. Son evocaciones emocionadas y a veces doloridas, como refleja el poema
titulado Vengo.
Otro gran tema del poemario es el compromiso social, tanto en los poemas
escritos, como en los cantados en el disco, el compromiso social es algo que se
pone de manifiesto de forma clara. Su “oficio” es hacer sonar las seis cuerdas de rabia de su guitarra.
Sus canciones se guardan cerca de la pala
que cava la trinchera, nos dice. Pero para cavar esas trincheras es
necesaria siempre la tribu, la unión
y la solidaridad. Aquello que decía
Vicente Aleixandre en su poema En la
plaza: “Allí están todos, y tú entre ellos”. Pero las trincheras de Javi Morán
no son bélicas, son las de la solidaridad y la tolerancia pues le duele el dolor del duelo. Critica la
hipocresía, la injusticia, la falta de cuidado del planeta, la falsedad de la
realidad que nos presenta con frecuencia el cine: ¡maldita entelequia! La dura realidad que contempla ante su mirada
le hace evadirse en algún momento y soñar con mundos de leyenda. Así da cabida en algunos poemas a elementos de
la historia y la mitología clásicas: Morfeo, Troya, los aqueos…, siempre con un
simbolismo referido al mundo contemporáneo, pues nunca se evade de él. En otros momentos apela directamente al
lector y le invita a rebelarse contra
ese mundo que les ha condenado a vivir en el lodo, como a los cocodrilos que
pasan toda su vida nadando en forma circular en un foso (poema Foso).
Además de lo familiar y lo social,
el tercer gran tema del poemario es el amor. El amor se presenta desde una
visión erótica, con un erotismo, expreso la mayoría de las veces, y otras, sugerido, como ocurre en el poema Taxi.
Esa pasión amorosa es siempre muy
sensual y nos llega a través de sensaciones referidas al gusto, al tacto al
olfato… Además está muy presente el
simbolismo del calor para hablar de la pasión amorosa: fuego, tormenta, rubor, infierno
de placer, pólvora, mecha fuego de
dragón… La mención del fuego como
símbolo de la pasión amorosa ha sido muy recurrente en nuestra poesía amorosa. “Venas que humor a tanto fuego han dado”, decía Quevedo en un
conocido soneto. La vida del poeta era fría hasta la llegada del amor, pero el
conocimiento de la amada ha llevado calor a su vida. La manifestación de la
pasión amorosa la presenta también como
una batalla, una batalla sin heridos ni
balas…, pues se lame el filo de la
espada / pero no sale sangre de la lengua… En esa batalla en que se completa
la relación sexual, los amantes llegan al éxtasis milagroso y místico. Y, aunque Javi Morán, en sus versos apóstatas santifica el amor entre las sábanas blancas en un ara consagrada a ningún dios, no parece que esté lejos de la
concepción del éxtasis amoroso del que hablaban los místicos, pues esa pasión que
refleja, por su intensidad, parece participar de la propia divinidad.
No se puede olvidar que, si
prescindimos de la trascendencia religiosa, los místicos españoles están entre lo mejor de la poesía de amor de la literatura española. Pocas cosas más bellas se
pueden decir sobre el amor que estos versos del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz: “Descubre tu presencia /
y máteme tu vista y tu hermosura / mira que la dolencia / de amor que no se cura / sino con la presencia y
la figura”. Javi Morán invita a la persona amada a vivir con
pasión la relación amorosa: Pídeme más intensidad,
le dice a la amada, y juntos persiguen el éxtasis, en que se anula el espacio y
el tiempo, que nos recuerda aquello de “amada
en el Amado transformada”. Las referencias
al éxtasis místico son varias, de forma expresa o figurada y en uno de sus
poemas, Copa (II), realiza, en los primeros versos, una imitación formal, a modo de "ripio", de un conocido poema de santa Teresa, no sé si para mostrar que se siente cerca de ese éxtasis amoroso que describían los místicos o si lo hace en clave burlesca. De cualquier forma, el amor
apasionado es vivido de forma similar por todos los amantes, en cualquier época y sin
distinción entre el amor religioso y el laico. Se puede querer amar de una
forma similar a la que expresaban los místicos sin ser místico e, incluso, "apostatando" de ese misticismo.
En cuanto a su concepción poética, Javi
Morán nos dice que se siente invadido por la erótica de la pluma que
escribe en ese papel que inspira un verso. Su poesía va unida necesariamente
a la música. Los acordes de la guitarra
añaden sentido a sus palabras, por eso el poemario va acompañado por un disco
que contiene once temas. Uno de los poemas musicados es Postal a Federico García, del
escritor leonés Antonio Pereira, y otro, el poema titulado Despertad,
de la poeta leonesa Paz Martínez. En la
grabación del disco aparecen también varios colaboradores tanto en voces como
en instrumentos musicales. Es una delicia escuchar esos poemas canción en la
voz potente y melodiosa del autor, esa
música que nos llega de forma tan directa y clara, pues el cantante declara que no quiere ser compositor
de himnos patrióticos. A través de la
música percibimos aún más si cabe la postura de compromiso social de Javi Morán.
Esa unión entre letra y música se pone de manifiesto también en la abundancia de léxico relacionado con la
música: baile, cadencia, volumen, jazz, melodía,
nombres de instrumentos (guitarra, trompeta, batería, contrabajo…). Y como
he dicho más arriba aparecen muchas palabras y recursos expresivos (metáforas, símbolos,
sinestesias) relacionados con las sensaciones: música de la brisa del viento, dulce música, pétalos como alas…
Los títulos de sus poemas también se
ajustan a esa claridad expresiva y suelen estar formados por una escueta palabra: Autobiografía, Oficio, Hijo… Cine, Aleteo, Pincel… Olor,
Rubor, Bélico…
Su poesía se podría encuadrar en la poesía relato, pues sus versos se convierten en pequeños relatos de la vida cotidiana en la que aparecen detalles de su biografía y la de otros personajes o el ambiente de los barrios, y nos hace identificarnos con ellos. Quizá su poesía esté próxima a lo que se llamó hace décadas la “poesía de la experiencia”, de la que fue claro representante el poeta Luis García Montero. Javi Morán apuesta por el verso libre. Asegura que quiere ser iconoclasta también en lo referente a los esquemas poéticos, pero tiene claro que la poesía es ritmo y que ese ritmo debe buscarlo de otras formas, pues asegura que para ser poesía / primero tienes que ser verso… Por ello, recurre con frecuencia a los paralelismos sintácticos y a veces también se deslizan en los versos las rimas asonantes, como ocurre de forma clara en el poema titulado Pincel. E incluso prueba a escribir un soneto (un "metasoneto", en realidad) para hablar de la poesía, como lo hiciera Lope de Vega.
También nos hace guiños lingüísticos con algunos neologismos como poetamalditismo o insemejanza,
con varios anglicismos y con textos en
leonés: La Vieya´l monte y Ónde está´l nuesu pan. La primera hace
alusión a un personaje tradicional del folklore leonés y la segunda es una
canción claramente reivindicativa.
La poesía y la música de Javi Morán
nos hacen sentir más de cerca y ver con mirada más crítica esa realidad que a veces
nos atrapa “en las garras del progreso”, como dice Paz Martínez, y nos impide ver la auténtica verdad. Nos identificamos
con su sentir las personas que hemos sido
arrancadas de nuestras raíces y nos
gusta refugiarnos en las vivencias de infancia, las que valoramos el amor en todas sus formas,
las que no comulgamos con las propuestas
de los falsos profetas, aquellas que nos rebelamos ante la injusticia, la
hipocresía… Necesitamos voces comprometidas y claras como la suya, aunque ya
sabemos, como dice el autor, que la poesía
no es anestesia / ninguna receta la prescribe / no evita el dolor / acaso lo
agudiza un poco más… Con todo y con
ello, prefiero al poeta alegre / que sonríe con su corazón, nos dice Javi
Morán. Y con ello nos quedamos, con las
voces de su compromiso personal y social y con los sones de la alegría.
©
Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga
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