jueves, 22 de septiembre de 2022

Sabor a nostalgia

             Llega la otoñada

Camino otoñal. En Paladín



Una calma lenta se va adueñando de los caminos. Se respira silencio y soledad. Mientras caminamos por ellos una luz amarillenta tiñe nuestras retinas, que se convierten en espejos de oro.  Un trino otoñal   se oye aún en la arboleda. Es como un eco que ha quedado prendido en el paisaje veraniego y que se resiste a enmudecer.  El viento se cuelga de las ramas, que, transformadas en liras,  comienzan el esperado  concierto de otoño. En este concierto la música  va acompañada de danza, pues  las hojas desprendidas de los árboles  se convierten en  frágiles y etéreas bailarinas, que, en danza armoniosa,  nos producen embeleso. Vestidas de amarillo, juguetean ante nosotros  y nos ungen  el rostro  con lágrimas de melancolía.

A los ríos y arroyos los ha dejado el verano tan escuálidos que pasan casi sigilosos,  porque el agua es apenas un susurro de sed. La sequía nos descubre las intimidades de las piedras y las rocas   asoman sus caras resecas por encima de la superficie entre dorados reflejos. El paisaje parece que se ensimisma, que se esconde tras velos  de melancolía, mientras se despoja poco a poco de sus ropajes, dispuesto a emprender el sueño de invierno.

Río Omaña, a principios de septiembre

Es tiempo de frutos.  Sensaciones voluptuosas nos rodean por doquier. Las patatas se   desnudan ante  nuestros ojos, el olor a nueces envuelve nuestro olfato, el sabor  a manzanas seduce nuestro gusto… Manzanas verdes, amarillas, rojas… Un mundo de tersura y de color. Ramas llenas de fruta  que cabecean hasta el suelo como queriendo postrarse a nuestros pies.  Ante esa naturaleza exuberante  nos sentimos  atrapados  por un mundo mágico que presagió la primavera y anunció el  verano. Aquellos frutos que eran una esperanza primaveral y que se sazonaron con el calor veraniego ahora están entre nuestras manos como el mejor regalo del otoño.

Un nogal con ramas que llegan al suelo. En Paladín

Sabor a hogar, a tardes tranquilas,  a voces apagadas.  La luna y el  sol se hacen carantoñas entre las rubianas  del ocaso teñidas de amorosos colores rojizos. Pronto las chimeneas serán el mejor símbolo de vida y de acogida. Ellas nos indicarán qué casa está abierta.  En la calle, soledad, solo alterada por el ladrido de algún perro. Puertas cerradas, persianas bajadas… De los rosales  cuelgan restos de rosas secas   y, aunque echan de menos esa mano amiga que los retire, siguen aportando  notas de color y de vida. 

Las nubes  blancas  y vaporosas se acercan a nuestras casas  y juegan con nuestra mirada, que las sigue —y las persigue—queriendo seguir su estela por los mundos siderales en busca de  otras primaveras soñadas. Algunos días adoptan tonos grises o negruzcos  y deciden quedarse sobre nuestras cabezas   e impregnarnos con sus lágrimas.

El otoño es  serena belleza, sensaciones de oro. El otoño es sabor a  nostalgia.

Río Omaña, con cara preotoñal

Los días se acortan, las mañanas nos enfrían el rostro, nos protegemos del  frío  y del viento y agradecemos el calor de hogar.  Pero seguimos buscando  esa ventana que nos permita seguir mirando —y admirando— el espléndido paisaje  rural que nos rodea. Ese paisaje de mi pueblo (Paladín, León) y de tantos otros pueblos parecidos de la montaña leonesa o del mundo rural, en general. 

Algunas de esas personas tendrán que ver  ese paisaje otoñal  desde la lejanía. Son somos  aquellas  que  ya han  regresado a su  domicilio habitual de “las afueras” de  su pueblo, afueras extensas  que llegan a León, a Bilbao, a Madrid, a Barcelona… Tal vez a otros países.  Pero, cuando  nuestra ventana física no  refleje esa belleza anhelada, abramos  de par en par  las ventanas del alma… Esas que nos permiten siempre  soñar  y contemplar  lo que está atrapado en los recuerdos y quizá en algunas de estas palabras…

¡Feliz otoñada!



Sabor, color, olor, tersura... de las manzanas

Texto y fotos: Margarita Álvarez Rodríguez

Omaña es una comarca del noroeste de León, enclavada en la Resera Mundial de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna

jueves, 1 de septiembre de 2022

Metamorfosis (microrrelato)

 

Microrrelato finalista del Concurso Internacional  Microatardeceres convocado por Diversidad Literaria (seleccionado entre los diez primeros de  más de 500 presentados). Los microrrelatos no debían superar las cinco líneas y debían incluir la palabra atardecer.




Atardecer prendía sus dedos de arreboles de fuego en el pico de una montaña, pero las garras de la noche lo desprendieron y lo encarcelaron en el Reino de la Oscuridad. Nostalgia, con sus lágrimas, y Luna, con sus rayos, rompieron los barrotes de su celda y le señalaron el camino del Este. 

Y por allí reapareció, horas después, confundido con Alba y llevando en brazos  a Día. 

Volvía al Reino de la Luz.


© Texto: Margarita Álvarez Rodríguez, 2022

Fotografía: Celia de Frutos Álvarez (atardecer desde Paladín, mirando a La Garandilla, en León).



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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.