viernes, 6 de mayo de 2016

A vueltas con la autoría del "Quijote"



En estos últimos años de efemérides cervantinas, se han publicado varios estudios que presentan nuevas tesis o lecturas sobre aspectos de la obra o de la biografía de Cervantes. Sin duda una de más osadas y ambiciosas es la obra del catedrático de la UNED Francisco Calero, que no solo niega la autoría  cervantina del Quijote, sino que la atribuye al humanista Luis Vives.

Reproduzco a continuación una reseña que he escrito sobre dicha obra, y que aparecerá publicada próximamente en una publicación. 






Calero, Francisco,  El verdadero autor de los “Quijotes” de Cervantes y de Avellaneda. Publicado por la Universidad de Educación a Distancia y la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2015 – volumen número 10 de la serie Collectio Scriptorum Mediaevalium – ISBN: 978-84-220-1791-2 – 712 págs.

Este  momento cervantino es propicio para que aparezcan nuevos estudios sobre la vida o la obra de Cervantes. En ese contexto ha aparecido hace unos meses la obra de  F. Calero, catedrático emérito de Filología Latina de la UNED. 

Pocos estudiosos del Quijote se han atrevido a cuestionar la autoría de Cervantes, aunque muchos cervantistas han hecho notar la presencia en la novela de una serie de aspectos que no parecen compatibles ni con la forma de vida ni con la biografía de Cervantes.

Pero poner en duda la autoría de nuestro mayor clásico es una osadía que hasta ahora nadie había planteado de forma tan contundente como lo hace Calero en esta obra, pues, de forma exhaustivamente argumentada, plantea la tesis de que Cervantes no es el autor del Quijote y que la obra cervantina y la de Avellaneda están escritas por la misma pluma. Consciente de que su teoría  puede provocar rechazo, el autor pide al lector que actúe sine ira et studio.

El estudio de Calero tiene dos propósitos. Uno, rechazar la autoría cervantina del Quijote y otro, atribuir al humanista Juan Luis Vives la autoría de la obra. Para justificar su propuesta hace una análisis pormenorizado, comparando más de 700 textos del Quijote de Cervantes y del de Avellaneda con textos de Vives para demostrar con ello que Cervantes no podía tener los conocimientos que se reflejan en El Quijote. De esta forma el autor encuentra 275 argumentos, más 35 concomitancias con la vida de Vives, que apuntarían a este humanista como autor de los "Quijotes".

Ya Américo Castro había relacionado  algunas ideas del Quijote con la obra de Vives. Según Calero, aun suponiendo que Cervantes fuera un genio, carecía de la formación y de la tranquilidad suficientes para poder llevar a cabo esta magna obra, que es un compendio de la sabiduría griega, latina, hebrea y árabe. 

En la obra cervantina encontramos saberes de tipo teológico y filosófico y pensamientos erasmistas presentes en las obras de Vives que Cervantes no tenía por su formación.   Tampoco pudo conocer los del humanista, pues sus obras estaban escritas en latín y Cervantes no sabía latín. Calero establece concordancias entre  las biografías de Cervantes y de Vives  en los estudios, en los viajes, en el uso del lenguaje universitario y jurídico, en la formación matemática, musical, astronómica, histórica...  Además de la filosofía y la teología, las grandes preocupaciones de Vives sobre pedagogía, disciplinas universitarias, psicología, Biblia, sabiduría, derecho, paz y guerra, mujer, preocupación por los pobres y desamparados, lingüística y teoría literaria se prodigan en El Quijote.

El estilo de la novela, que es más renacentista que barroco, y la presencia grecolatina constante, tanto en citas, como en la concepción de la novela, serían también otros argumentos a favor de la autoría de Vives, quien, según Calero, habría escrito los "Quijotes" hacia 1535.

Al final de la obra se incluyen dos capítulos en los que Calero relaciona, con dos centenares de argumentos más, el Quijote cervantino, el de Avellaneda y El Lazarillo de Tormes, estableciendo conexiones entre expresiones, temas, refranes y léxico  que son comunes a  las tres obras. Esto lleva al autor a  establecer también, con rotundidad, que el autor de las tres novelas es Vives.
                                           
Los argumentos de Calero  están bien documentados,  y parecen incuestionables (hecho que corrobora la amplia bibligrafía manejada), pero se le  podrían plantear algunos reparos a esta tesis, como el hecho de que en El Quijote aparezcan referencias a obras literarias y hechos posteriores a la muerte de Vives (1540), que el autor justifica como interpolaciones posteriores, según era frecuente en los clásicos. 

      Sin embargo, a  los lectores nos quedan sin  contestar preguntas como: ¿qué ocurre con los Quijotes desde la muerte de Vives hasta las fechas de su publicación (1605-1614-1615)?, ¿cómo “se apropió” Cervantes de la obra o quién se la atribuyó?, ¿por qué se publicó en dos partes?, ¿por qué se escribe El Quijote de Avellaneda?, ¿quién es el autor del resto de las obras cervantinas?, ¿cómo se pueden explicar los leonesismos que aparecen en El Quijote si Vives era valenciano? Y otras varias que no tienen cabida en el espacio de una reseña.

A pesar de estos reparos, la investigación realizada para escribir El verdadero autor de los “Quijotes” de Cervantes y de Avellaneda es muy sólida y la osadía  de su autor encomiable. Por tanto, para censurar sus argumentos  es necesario aportar otros  de similar rigor académico,  especialmente en lo que toca a justificar la autoría de Cervantes. Ningún clásico es intocable, y este IV Centenario cervantino es una buena ocasión para realizar aportaciones como esta a los ya múltiples estudios sobre la magistral novela. Y esta es una gran aportación,  sin duda alguna. Aceptemos la tesis de Calero o no,  El Quijote sigue siendo la misma obra maestra sea quien sea su autor.


Licencia Creative Commons
La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.