domingo, 10 de diciembre de 2017

Echar de comer aparte

EXPRESIONES RELACIONADAS CON LA COCINA (VII): El mal carácter y la estupidez


Continuando con la serie de artículos en los que abordo los disfemismos (insultos) relacionados con lo culinario, hoy en nuestra cocina van a entrar productos y utensilios que tienen relación con el mal carácter o la ignorancia.

A veces  no hace falta comprar los ingredientes para elaborar  nuestro menú, porque los cultivamos y llevamos con nosotros mismos. Uno de esos ingredientes es  el  mal carácter que  provoca  que, en algunas ocasiones, nos tengan que poner de comer aparte, sobre todo,  si somos  como limones, agrios amargos, o  nos convertimos en unos auténticos callos, porque ya se sabe que callos y caracoles no es comida de señores. En lugar de  los anteriores, podemos preferir ser setas  o cardos borriqueros, pero tampoco estos   son, precisamente, la alegría de la huerta.



  
Si nos aprovechamos de los demás, somos más frescos que una lechuga. Y seremos de esos que encuentran la lechuga fácilmente entre col y col. Pero, como no se pueden pedir peras al olmo    y camarón que se duerme se lo lleva la corriente   nos pondrán las peras al cuarto o nos  mandarán realizar trabajos tan diversos como  ir a  freír espárragos buñuelos,  o a hacer churros, o a escardar cebollinos… Así, al menos, nos tendrán entretenidos un buen rato y nos quitarán las malas intenciones. 

Sin duda, nada da tanto de sí en el arte de insultar como referirse a  la condición de la persona necia e ignorante. Para descalificarla,  nos sirven por igual nombres de  alimentos de origen  vegetal y animal, así que podríamos elaborar un menú jugoso y  bien completo sobre la necedad.

Los ignorantes, horteras o no, van a la huerta  y se meten en un berenjenal, y como no saben distinguir entre troncos y berzas, se hermanan con todos los productos  que habitan allí: berzas, berzotas, membrillos, melones, calabacines, calabazas, cebollas, cebollos, papafrías, patatas, moscateles, mastuerzos, pipas, mandarinas, ciruelos, boniatos, perejil, moscatel...
  
En algunos casos, se remarca aún más el cariz de tonto, repitiendo la palabra y relacionándola con algunos productos hortícolas:  tonto del nabo, tontolhigo, tontolhaba.  Como se ve, tienen mucho donde escoger para disimular su  necedad. 

Si son capaces de salir de la huerta, aún les queda otra opción: se les puede mandar a buscar berros a cualquier arroyo. Y si la huerta se les queda pequeña, pueden salir al  campo, y se sentirán en su salsa entre algarrobos,  bellotos, castañas... Pero como no todo el monte es orégano,  a veces el peor cerdo se come la mejor bellota. 

También pueden navegar  por el mar y hacer buena compañía a atunesbesugos, calamares,  percebes, boquerones, gambas... y pescaítos, en general.

Si se meten en la cocina, no esperemos nada bueno de sus tareas culinarias, porque  son mendrugos o no saben ni torta, si acaso ponerse como gorro de cocinero una empanada mental. Menos mal que con ellos es siempre fácil olerse la tostada. A veces, simplemente, lo que les falta es un hervor, por lo que se equivocan con frecuencia  y tienen que oír más de lo que desearan el te has colao bacalao.  

Quien  no sabe ni patata, meterá la gamba y sus argumentos serán  como la pescadilla que se muerde la cola. A veces se apropian de ideas ajenas, como la lechuga que no es de este huerto. Así que a los necios van  a tener que dárnoslos con patatas  para que sean más digestivos, ya que no es fácil sustanciar responsabilidades sobre la causa de su estupidez.

También los que son unos sinsustancia encuentran elementos culinarios variados para poder ser definidos: aplatanao, empanao, huevazos, huevón, insulso, lameplatos. lloramigas, mamacallos, muerdesartenes, pagafantas, papahuevos, papanatas, sopazas, sorbesopas, torrijas... Desde luego, no pasarán hambre, aunque morder sartenes pueda ser indigesto y lamer platos no parece que sea muy nutritivo.

Estos individuos suelen ser personas que ni chicha ni limoná. Tienen tal cacao mental que tropiezan en un garbanzo, y hay que sacarles las castañas del fuego para que no se den una torta. Aunque, respecto a estas personas, siempre es mejor pecar por defecto y no aprovecharse de ellos sacando tajada. Claro  que siempre es mejor ser torpe, soso o miedica que convertirse en un chorizo y ser perseguido por los policías que, en el año de la pera, eran llamados guindillas.

Hay otros que  tienen comportamientos censurables. Agarrarse un niño a una persona adulta como una lapa por miedo al tío del unto o al sacamantecas, o por necesidad de apoyo moral, es comprensible, sin embargo, hacerlo una persona adulta a otra persona, como un pulpo, merece reprobación social.

Pero, aunque los compañeros de mesa no sean personas especialmente interesantes, dejemos ya la lectura y acudamos a la mesa, sin dormirnos en los laureles, porque corremos el riesgo de llegar a los anises y ya se sabe que el que llega tarde ni oye misa ni come carne. Y se agradece un buen menú, pues la barriga llena no siente pena.



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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.