Preparando las madreñas...
En
llamas, en otoños incendiados,
arde a
veces mi corazón,
puro y
solo. El viento lo despierta,
toca
su centro y lo suspende
en luz
que sonríe para nadie:
¡cuánta
belleza!
Octavio
Paz
Río Omaña: "En tus tabladas serenas / el silencio te acompaña, / pero cuando coges bríos / tus aguas cantan y bailan." |
Durante el mes de septiembre, Omaña
se prepara parsimoniosamente para la otoñada. Es una hermosa estación que cambia de forma
progresiva el colorido de nuestros praos y montes. Las hojas de los árboles
empiezan a marearse y van adquiriendo tonalidades ocres y encarnadas. El viento de la otoñada va
arrastrando esas hojas hasta dejar los
árboles desnudos. Las vacas y caballos
apuran la yerba de la otoñada.
Cuando llega el otoño el tiempo en Omaña se va poniendo invernizao, llovisnia o llueve con todas las ganas, hace aire,
airón, airín, bufa, viene una bufina o una
bufanada, está el día gafo, hace un aire que corta la
cara, vien un aire muy fino o, si el viento es muy racheado y
huracanado, parece que anda el diablo suelto por la calle.
Entre
septiembre y octubre se iniciaba la sementera, empezando por las tierras del abesedo: por San Cipriano, cambia de mano, el abesedo por el solano. En
octubre, (echa pan y cubre), la sementera debía estar terminada: por Todos los Santos, sembrados
los campos.
Hoy la mayoría de las tierras están de baco, muchas invadidas por los peornos,
urces y argomas de forma que son difícilmente reconocibles. En otra
época se cultivaban en años alternos, mediando
un año de barbecho, para que la
tierra se recuperara.
Octubre es también mes de recolección: se
sacan las patatas, se recoge la fruta, y
se varean las nueces y las castañas…
Hace algún tiempo también se recogían los fiacos o fuyacos, ramas con hoja que tenían una doble
finalidad: la hoja servía de comida para
las ovejas y las ramas se usaban como leña pa la lumbre. Para cortar los fiacos, los hombres
más expertos subían a lo más alto de los chopos o los robles para ir cortando las ramas de
arriba hacia abajo.
Con las machetas y los machaos se preparaba la leña para el invierno: cepas, urces, tueros… Había que prepararse para combatir la friura de la larga invernía. Octubre servía también para intuir cómo serían los meses siguientes, pues la luna de octubre siete lunas cubre. Los días se van acortando, el frío obliga a atizar las cocinas metiendo leña por la fornigüela.
Foto de J. M. Hidalgo |
El
mes de noviembre ya se puede considerar invierno, aunque no lo señale así el
calendario: por los Santos, nieve en los altos; por san Andrés, nieve en los
pies. Hay que preparar las madreñas, las
botas de goma, los chanclos.
Noviembre es también el mes del sanmartino, en
alusión a san Martín, el 11 de ese mes. En torno a ese día se realizaba la mata
los gochos que se habían cebado durante más de un año con patatas y nabos
cocidos, con batudos y con caballunas,
a los que se añadía harina. Era una labor
entretenida en que participaba toda la
familia y algún vecino diestro que hacía de matarife y al que se le invitaba a
la parva mañanera (orujo y galletas). Preparar el banco y el
cuchillo, matar,
chamuscar, abrir en canal, estazar, preparar las tripas, picar la carne, hacer
el adobo y el mondongo, rellenar las tripas, achorizar, preparar y adobar los huesos que servirían para llenar
el llosco, y la lengua y otras partes blandas para hacer la
androya (o androlla), salar los jamones y las piezas
de tocino… eran tareas complejas que ocupaban parte de ese mes en la vida
de los omañeses. También se hacía la matanza de cabras y de una vaca, a veces
compartida con un vecino, para elaborar la exquisita cecina. Luego quedaba
la tarea de colgar la matanza en los varales y poner lumbre en el suelo durante
varias semanas para que se curara por la
humacera que se formaba en las cocinas de curar.
Por San Martino también se sembraban los ajos:
por Santo Martino,
el ajo fino.
En
general, noviembre era un mes que tenía buena aceptación. Así lo presenta el
refranero: dichoso
el mes que comienza por los Santos y
acaba por san Andrés. Y mientras llega la época de la recogida de
los nabos, cada cosa por su tiempo y los nabos por Adviento, el ivierno hace acto de presencia: por San Andrés, nevaditas, tres.
La recogida de los nabos anunciaba la Navidad y dejaba a Omaña a las
puertas del invierno meteorológico, aunque, en realidad, el ivierno ya hacía semanas que había
entrado de lleno en la vida de los
omañeses.
Parte del pueblo de Paladín |
Muchas cosas han cambiado en la forma
de vivir el otoño en el mundo rural. Pero, el paisaje sigue ahí
ofreciéndonos calma para nuestro
espíritu y un cromatismo espectacular para nuestra vista. En cualquier época del año, pero especialmente en otoño y en primavera, solo tenemos que dejarnos
empapar por plácidas sensaciones… y disfrutar de esa belleza que la naturaleza generosamente nos ofrece.
Parte del texto está extraído de "El habla tradicional de la Omaña Baja", de Margarita Álvarez Rodríguez, Editorial Lobo Sapiens, León, 2010