Expresiones relacionadas con el mundo judío y la Semana Santa
León |
Estudiando la lengua de
un pueblo conocemos su forma de ser, su forma de ver la vida, y también su
historia. Es imposible que un pueblo que no haya tenido relación con judíos,
gitanos o negros tenga en su idioma palabras como judiada, gitano, negro, o expresiones como ser cabeza de turco, o hacer el indio, usadas con matiz
despectivo. Esas palabras o expresiones nos hablan de los pueblos o etnias con los que España ha convivido a lo largo de la historia y la relación, no siempre armoniosa,
que ha existido entre ellos.
Las expresiones siguen vivas en el idioma actual, aunque hoy la relación con los pueblos a los que se alude en ellas no sea necesariamente negativa, ni siquiera el uso que hoy se hace de ellas remita a su origen.
Las expresiones siguen vivas en el idioma actual, aunque hoy la relación con los pueblos a los que se alude en ellas no sea necesariamente negativa, ni siquiera el uso que hoy se hace de ellas remita a su origen.
Abordaré en este
artículo las palabras y expresiones que
hacen referencia al pueblo judío y que se utilizan habitualmente con connotaciones negativas, o sea, como disfemismos.
Segovia |
En España, la convivencia con los judíos duró varios siglos, pero siempre se les vio con desconfianza. Esto llevará a su expulsión en 1492 y a obligarlos a adoptar la religión católica a los que permanecieron en Sefarad. A los conversos –cristianos nuevos- se les siguió viendo con desconfianza y se les denominaba con el término marranos. Esta palabra, además del significado de “desaseado”, también mantiene en español el de persona que tiene con otra un comportamiento censurable.
Judío y marrano, con frecuencia, mantienen el sentido de persona taimada y de poco fiar, lo mismo que la expresión ser muy ladino. A veces se le añade también el significado de hipócrita, como ocurre en la expresión ser un fariseo.
Los fariseos eran miembros de una antigua secta judía que aparentaban vivir austeramente, pero que no se comportaban según los preceptos religiosos. En algunos pasajes del Nuevo Testamento aparecen como defensores de la ley mosaica. Jesús, indignado, los expulsó del templo.
Relacionada con la actitud de los fariseos ha surgido en español la expresión rasgarse las vestiduras, pues los fariseos adoptaban esa actitud en señal de duelo o ultraje. A ello añadían el raparse la cabeza y dar grandes alaridos para manifestar sufrimiento. "Entonces (cuando supo que habían muerto sus hijos) Job se levantó, rasgó sus vestiduras y se rapó la cabeza, luego cayó en tierra". También se utiliza para mostrar asombro ante algo. En este sentido lo usó el sumo sacerdote Caifás cuando consideró blasfemo a Jesucristo por proclamarse Hijo de Dios. Se recoge en los evangelios de Mateo (XXVI, 63-66) y de Marcos (XIV, 61-64). Hay otros pasajes de la Sagrada Escritura que recogen ese comportamiento.
La costumbre de rasgarse las vestiduras, como algo real, se conserva en algunos países de África y Asia. Esta expresión es muy popular en español cuando alguien quiere mostrar indignación fingida ante algo que desaprueba.
La costumbre de rasgarse las vestiduras, como algo real, se conserva en algunos países de África y Asia. Esta expresión es muy popular en español cuando alguien quiere mostrar indignación fingida ante algo que desaprueba.
¿Y quiénes son los ladinos? Se llama ladino al dialecto judeoespañol que hablan los descendientes de los judíos españoles, los sefarditas, que fueron expulsados de España en el s. XV, y que mantienen aún hoy en lugares del norte de África, de los Balcanes, del norte de Europa y, sobre todo, en el actual estado de Israel. Se llamó a la lengua ladino (que procede del latín) en contraposición a otras que se hablaban en los lugares donde se asentaron tras la diáspora. Como se les consideraba un pueblo astuto, cuyos integrantes ejercían de intermediarios financieros, la palabra adquirió tintes negativos por considerarlos usureros.
El mismo significado negativo han adquirido la palabra judío, como persona avarienta y astuta, y judiada, en el sentido de acto malintencionado.
En América, se llamó ladino al mestizo que solo hablaba español. Adquirió una connotación negativa, porque se trataba de los mestizos que querían asimilar la cultura de los conquistadores, por eso se convirtió también en disfemismo ese significado del término.
¿Y qué ocurre
cuando alguien está dispuesto a joder la marrana y nos molesta con
insistencia? No sabemos con certeza si la expresión marrana puede referirse a los judíos conversos que fueron llamados
marranos o si ese nombre hace referencia a la prohibición de
comer carne en la religión judía. Lo que sí tenemos claro es que si estamos
hartos de que nos jodan la marrana terminaremos jurando en hebreo o en arameo,
porque seguro que de nuestra boca no surgen piropos para esas personas, sino
frases malsonantes o blasfemias. Y seguimos con la referencias judaicas, pues hebreo
es otro nombre del pueblo judío y los arameos eran descendientes de Aram, hijo
de Sem, un pueblo bíblico que habitó el país de Aram.
A la mayoría no nos gustan, pues, las personas que calificamos como ladinos, fariseos, arameos... Algunos van más lejos, e incluso, en estas fechas de Semana Santa, están dispuestos a matar judíos. Y hasta disfrutan con ello. Y no porque sean sádicos o tengan impulsos racistas.
Esta curiosa expresión, políticamente incorrecta, se usa en la ciudad de León para dar nombre a la costumbre de beber limonada (vino, con limón y azúcar) en los días de Semana Santa. Se considera que por cada vaso de limonada que se beba se mata un judío y con ello se venga la muerte de Jesús. Es una tradición que hoy se ha convertido en una mera actividad social para convivir en los bares durante los días de Pasión y que no tiene en la actualidad ningún sentido peyorativo, aunque mantiene esa denominación peculiar, cuyo origen se mueve entre la historia y la leyenda.
Esta curiosa expresión, políticamente incorrecta, se usa en la ciudad de León para dar nombre a la costumbre de beber limonada (vino, con limón y azúcar) en los días de Semana Santa. Se considera que por cada vaso de limonada que se beba se mata un judío y con ello se venga la muerte de Jesús. Es una tradición que hoy se ha convertido en una mera actividad social para convivir en los bares durante los días de Pasión y que no tiene en la actualidad ningún sentido peyorativo, aunque mantiene esa denominación peculiar, cuyo origen se mueve entre la historia y la leyenda.
Situación del Barrio Húmedo en León |
Parece que los judíos permanecieron en esta ciudad después del decreto de expulsión de 1492, hasta el decreto de expulsión de Felipe III del año 1.609, en que fueron expulsados definitivamente. Aquí comienza la leyenda. Como ya no tenían los leoneses judíos que expulsar, conmemoraron esta victoria, acudiendo a las tabernas a tomar limonada, para matar judíos simbólicamente.
Otra leyenda habla de que Suero de Quiñones, famoso caballero leonés, para no pagar un préstamo que debía a un judío, asaltó un Viernes Santo la judería, con varios secuaces, y provocó la muerte de varios judíos y luego celebró ese hecho con limonada.
Otras explicaciones dicen que la limonada evocaba una de las siete palabras que pronunció Jesucristo en su pasión: "Tengo sed". Y no falta quien la vincula a la transmisión oral de la expresión: "Limonada que trasiego, judío que pulverizo". Sea cual sea la explicación, esta tradición está hoy muy vigente en toda la provincia de León, y de manera especial, en un barrio de la capital llamado el Húmedo, lugar de relación muy frecuentado por leoneses y foráneos por la gran cantidad de bares que existen en él (de ahí su nombre).
En definitiva, en León, como en otros pueblos de España, todo el mundo trata de evitar que le hagan una judiada o una barrabasada, y más todavía que le hagan pasar por un calvario o viacrucis. Pero a veces la vida nos obliga a llevar una dura cruz que nos deja como nazarenos o eccehomos. Esa cruz siempre será más dura si, para más inri, los responsables de ella se lavan las manos como Pilatos. Cuando algún ladino perro judío actúa así puede obligar al ofendido a defenderse jurando en hebreo o arameo, o a achantarse y llorar como una magdalena.
Tampoco nos conviene meternos a redentores, porque podemos ser timados con el timo del nazareno que nos haga sentirnos tontos de capirote. En ese caso, siempre es bienvenida la ayuda de un cirineo que nos salve de los besos de los falsos judas. Y, por supuesto, lo mejor es que no nos hagan la pascua, como al cordero que sacrificaban los judíos y, si esta pascua tiene que ser inevitable, que suceda de tarde en tarde, o sea, de pascuas a ramos.
Las expresiones ligadas al mundo judío permanecen en nuestro idioma, por tanto, nadie evitará que muchos leoneses, sin ninguna intención malévola, se reúnan estos días de Pasión, en paz y ambiente festivo, para seguir "matando judíos" echándose al coleto unos buenos campanos de limonada, y todo ello sin lesionar a ningún judío.
Así que no nos rasguemos las vestiduras, porque la lengua por sí misma no tiene malvadas intenciones, ha sido la historia vivida por cada pueblo la que ha conformado el idioma y le ha colgado algunos sambenitos. Son expresiones que han quedado fosilizadas en la lengua, aunque casi siempre desvinculadas de su origen, en cuanto al significado, y que solo desaparecerán cuando a los hablantes dejen de serles útiles.
Por tanto, asumiendo la historia -a la que no podemos renunciar- y evitando que estas palabras, ya sea por la intención del hablante o la susceptibilidad del oyente, se conviertan en expresiones que degraden a un pueblo o hieran la sensibilidad de alguna persona, los hablantes de español nos seguimos reconociendo en todas estas expresiones relacionadas con el mundo judío, y en otras referidas a otros pueblos, que definen comportamientos humanos, pero que, en general, han perdido el sentido étnico o religioso que en su día tuvieron.
Aun así, los hablantes deberíamos hacer el esfuerzo de evitar esos términos que aluden a hechos históricos poco ejemplarizantes y que pueden herir los sentimientos de los descendientes de judíos españoles (o en general del pueblo judío) que siguen conservando el ladino o judeoespañol, y cuyos antepasados fueron injustamente expulsados de una tierra, Sefarad, que también era la suya, y que sigue teniendo una gran deuda con ellos.