"Los límites de mi lengua son los límites de mi pensamiento". Wittgenstein
martes, 29 de noviembre de 2022
¿Eran otros tiempos? La misoginia en la música
Repasemos brevemente algunas de aquellas canciones:
Se ha
tratado de buscar el origen de la expresión la
maté porque era mía en la letra de
un tango. No parece que la expresión sea
título de un tango concreto ni que forme
parte de forma textual de la letra de ninguno de ellos. Tal vez proceda del
título de la película Tango que se tradujo
al español con el título La maté porque
era mía y ese hecho haya producido
un cierto confusionismo, porque, desde luego,
es verosímil que pudiera estar en alguna de esas
canciones, ya que la idea de matar “por
amor” y por celos aparece con frecuencia
en ese género musical.
Una década
antes (1964), el Dúo Dinámico cantaba aquello de Quince años tiene mi amor: Si le doy mi
mano, ella la acariciará. / Si le doy un beso,
ya sabrá lo que es soñar… Esta canción ha
sido repetida hasta la saciedad en
décadas posteriores en fiestas y karaokes. La canción está en boca de un hombre adulto que presume
de tener un amor de 15 años, o sea, una chica menor de edad (en aquella época,
además, la mayoría de edad estaba en 21
años). Hoy, si reflexionamos sobre ello, no puede menos que no sorprendernos la
letra.
Pero quizá
nos sorprendan más dos canciones emblemáticas de la canción protesta, que eran
en su época signo de progresía y libertad. Estamos hablando del Preso
número 9 y de Libertad sin ira. En cuanto al Preso número 9, fue
compuesta por el mexicano Roberto
Cantoral y luego cantada por voces como Joan Báez, Chavela Vargas, Nati
Mistral, María Dolores Pradera… Todas
ellas fueron cantantes muy
reivindicativas, sobre todo, las dos primeras… Esta canción fue muy popular en los
años 60 y 70 del siglo pasado y pasó por ser un icono de la canción protesta, hecho que hoy nos deja perplejos, pues
difunde un mensaje totalmente machista y justifica el asesinato de la mujer.
Una forma patente de hacer realidad
lo de la maté porque era mía.
La letra decía cosas como esta: Al preso número 9
ya lo van a confesar, / está rezando en la celda con el cura del penal. / Porque antes de amanecer, / la vida le han de
quitar, / porque mató a su mujer / y a un amigo desleal. / Dice así... al confesor... / Los maté, sí
señor, / y si vuelvo a nacer, / yo los vuelvo a matar. Luego se asegura que el preso
número 9
/ era un hombre muy cabal,
hasta que lo cegó la pasión. Una vez
ajusticiado, irá a la eternidad a
buscarlos y allí el
Dios supremo nos juzgará… El
llamado crimen pasional parece que justifica moralmente el asesinato. ¿Qué veíamos en esta canción en aquellos
años? Probablemente la injusticia de la
condena a muerte, pero no veíamos la justificación de la violencia machista en
forma de asesinato. Ahora, al reflexionar sobre esa letra, nos sorprendemos por
no haber entendido todo el contenido de la canción.
También, desde una óptica actual, nos sorprenden algunos versos de
Libertad sin ira, del grupo Jarcha, la
canción más simbólica del paso de la dictadura a la democracia (1976). Gente que solo desea / Su pan, su hembra y la fiesta en paz. Está claro que esa “gente” que reivindica libertad tiene sexo masculino,
busca sustento y a su “hembra”. Esta palabra animaliza en parte a la mujer, no es
equivalente por simetría a hombre, aquí ni siquiera a varón, sino más bien al
“macho”, que tiene un peso social más importante y que, en el ámbito doméstico,
necesita los servicios sexuales de la mujer y su papel reproductivo. Pero
entonces ansiábamos la libertad y no percibíamos esos matices.
La canción Tómame o déjame (1974) que cantaba
Mocedades decía: Tú me miras porque callo
y miro al cielo / porque no me ves llorar… Ahí estaba la mujer silenciosa y
resignada ante las infidelidades matrimoniales.
En 1982,
Siniestro Total cantaba la canción Hoy voy a asesinarte. La canción repetía este estribillo: Hoy
voy a asesinarte, nena, / te quiero,
pero no aguanto más, / hoy voy a
asesinarte, nena, / no me volverás a engañar.
Los Ronaldos, en
1981, cantaban la canción Sí, sí, sí. A ella pertenecen estos versos: Tendría que besarte, desnudarte,
pegarte y luego violarte. Esta canción fue censurada a partir de 2005.
En 1989, el
grupo Un pingüino en mi ascensor
cantaba la canción Atrapados en el ascensor en que se hablaba de una violación: Deja de llamar a la portera / contigo no hay manera / yo que puse toda mi ilusión / en esta
violación…
De Corazón de tiza (1990), de Radio Futura, es lo que sigue: Why si te vuelvo a ver pintar / un corazón de tiza en la pared / te voy a dar una paliza por haber escrito
mi nombre dentro.
Platero y tú, en 1991, cantaba una canción titulada La maté porque era mía: Ella era una
prostituta, / ya no usará la cama, / ahora duerme en una tumba. (…). La maté, porque la amaba, la
maté porque era mía. Y el que
perpetra el asesinato asegura después: Yo
era un chico muy decente… y protesta porque la prensa le saca fotografías.
El cambio
sustancial en cuanto a la toma de conciencia social de la violencia machista se
produjo con el caso Ana Orantes, en 1997, una mujer que fue quemada
viva con gasolina por su exmarido pocos días después de contar públicamente en
un programa de televisión las torturas que llevaba sufriendo desde hacía mucho tiempo.
Este aldabonazo fue un antes y un después para que surgiera la conciencia de que
había que luchar contra los malos tratos hacia la mujer.
Es evidente que
cada hecho hay que juzgarlo en su contexto, pero aquello que entonces no nos parecía mal ni social ni moralmente, hoy, desde la
reflexión, nos parece algo rechazable en
las letras de las canciones y condenable en lo que representaban. Por tanto, es indudable que
hemos avanzado mucho en este tema del siglo XX al XXI, pero el camino es
largo y queda mucho por recorrer. Y en cualquier momento nos pueden sorprender
con una actitud o expresión machista hasta en los templos
de la palabra (parlamento) y de la sabiduría (universidad).
Pero no pensemos en 2022 que se ha desterrado el machismo en las letras de las canciones, como no lo ha
hecho en otros muchos campos. Nos encontramos con canciones muy actuales en que siguen
perviviendo los roles de género e incluso que incitan a la violencia. Y nadie duda de que la música contribuye a la
educación de adolescentes y jóvenes, pues
la escuchan en la soledad de sus cascos o la bailan en grupo. Aunque
dejo el tema de la música actual para personas que tengan un mayor
conocimiento, a modo de ejemplo, hay letras de canciones recientes, como la de Pam, que no nos pueden dejar indiferentes,
máxime cuando se está dando un repunte
de la violencia machista entre los jóvenes: Cuando
la azoto suena pam, pam, pam, pam, pam / Y las pistolas suenan pam, pam, pam,
pam, pam… Azotes y pistolas… No parecen buenas compañeras para luchar
contra la violencia de género desde la música.
domingo, 1 de mayo de 2022
A lo grande (en abundancia y excelencia)
¿Somos exagerados los españoles? Tal vez lo seamos, dada la gran cantidad de expresiones que existen en nuestra lengua común para referirnos a la abundancia, tanto en lo relativo a la cantidad como a la excelencia. Es evidente que contamos con palabras y expresiones para parar un tren, aunque sería difícil verlas juntas como un obstáculo en las vías. Quizá tengamos un carácter hiperbólico, y eso se lo hayamos trasladado al idioma. Y no solo en la lengua se refleja este hecho, sino también en otras manifestaciones culturales como los chistes.
Una de las formas más simples de indicar una cualidad en un nivel elevado es mediante el uso del grado superlativo aplicado al adjetivo y a algunos adverbios o con el uso de sufijos aumentativos. Todas las lenguas tienen formas diversas de formar el superlativo para indicar la cualidad de grande. El español ha usado tradicionalmente el sufijo -ísimo, en adjetivos y adverbios: grandísimo, tardísimo. También los adverbios de cantidad muy (superlativo absoluto) y más (precedido de artículo, en el superlativo relativo) antepuestos al adjetivo: muy grande o el más grande de la clase. Incluso podemos usar un adverbio antepuesto a un adjetivo: tremendamente listo, increíblemente tonta. El tamaño grande lo podemos marcar con los sufijos aumentativos -ón, -ote, en adjetivos y sustantivos: sosón, librote. También nos sirven para aumentar los sufijos –ado/ada o –azo/aza: bolsada, sueldazo, que conviven con otros más largos y modernos: casoplón.
Nuestra lengua también cuenta con una serie de prefijos que indican la idea de grande: re-, requete-, archi-, extra-: relimpio, requetebueno, archimillonario, extrafino. En los últimos años un prefijo (para añadir al adjetivo o al adverbio) ha ido sustituyendo de forma muy generalizada a los prefijos y sufijos citados. Comenzó siendo algo propio del lenguaje juvenil y ha conseguido ir extendiéndose al resto de los hablantes. Se trata del prefijo super-. Así, la variedad de formas con las que se podía expresar la cualidad superlativa se elimina, pues todo lo grande va precedido de un super: superlimpio, superbueno, supermillonario, superfino… Y ya comienza a ser supertarde para cambiar esa moda lingüística. Otro sufijo actual para indicar la idea de grande, muy activo en el lenguaje juvenil, es –aco, -aca: fiestaca. Y la palabra mazo a modo de prefijo, aunque formalmente no lo sea: es mazo listo. Los jóvenes también usan con frecuencia el prefijo mega-. En algunas ocasiones unen unos cuantos prefijos para llevar la exageración al infinito: hipersupermegalisto. No cabe ya mayor exageración. A mazo se ha añadido, en el argot juvenil y como intensificador, puto, que puede acompañar a adjetivos, sustantivos o verbos: me da puto yuyu, me puto fastidia…
En
español existen adjetivos que expresan
de forma precisa el concepto de grande. De lo grande y lo bueno podemos decir
que es grandioso, colosal, formidable, imponente, morrocotudo, macanudo, pistonudo cojonudo,
extraordinario… También óptimo,
superior, máximo y supremo.
La
época de la “modernidad líquida” ha puesto de moda algunos adjetivos que sorprenden por el cambio
semántico que están adquiriendo. Son palabras que tienen relación con la violencia.
Ahora se habla tranquilamente de que alguien
tiene un optimismo bestial o un encanto
brutal. Bien mirado no debería ser
esa una persona con la que quisiéramos entablar amistad por su optimismo o por
su encanto. Tampoco con esa que sabe una
burrada, pues parece que su
sabiduría fuera asnal.
A mogollón (y con preposición)
Además
de las formas de creación de superlativos y aumentativos, atesoramos en el
idioma expresiones a rodo o a porrillo para ponderar cualquier cosa a lo grande. Muchas de ellas comienzan por la preposición a. Lo vemos, por ejemplo, en lo
referido al elemento esencial de la vida, el agua, que, cuando es generosa, mana a borbotones, sale a chorros y corre a raudales, con fuerza y rapidez. Para la idea de confusión y de abundancia usamos la expresión a barullo. Del mundo del trabajo hemos introducido en el idioma
las expresiones a destajo y también a punta
pala. Del comercio nos han llegado al
por mayor y a granel. Relacionada con lo militar
existe la expresión ir (o
entrar) a degüello, que habla de
hacer gran daño en lo físico (degollar) o en lo moral. De ese ámbito procede
también a mansalva (a mano salva, sin daño), que hoy se usa más con el
significado de abundancia. Además,
usamos dos expresiones curiosas por su
sonoridad. Una es la francesa a
gogó, que indica la falta de límite, y otra, a tutiplén. Esta expresión puede derivar de las
palabras latinas totus plenus o, tal vez, y siguiendo a
Corominas, de la deformación de la expresión catalana tot ple.
En
el lenguaje de lo extraordinario también
proliferan las expresiones que comienzan por la preposición de. Podemos
elegir el mundo de la fantasía para
decir de algo que es de cine, de película, de ensueño, de fábula.
O el mundo de la elegancia para
calificar algo como de lujo
o de postín. En este ambiente hay personas que presumen de
lo lindo. Si hablamos de la excelencia de una persona en lo físico y
psicológico, decimos que es alguien de
bandera, de pro o de lo más. Y lo que debería producirnos inquietud, como
el miedo o la muerte, precedidos de la preposición de, se convierten,
curiosamente, en algo apetecible: estar
de miedo, estar de muerte. Incluso, para exagerar en grado notable, tampoco
nos olvidamos del demonio: hace un frío
del demonio, tiene una cantidad de dinero
del demonio… Los bigotes y las
narices también sirven para indicar el tamaño generoso de algo que es de bigotes o de narices. Además, determinadas medidas de peso nos pueden resultar útiles para ponderar cosas o hechos
que son de a kilo o de los que entran pocos en un quintal.
Algunos
de los modismos que se inician con la preposición de pueden estar relacionados con
el deporte y con el juego: de primera, de
campeonato, de primer orden, de órdago, de los que hacen época… Sin
olvidarnos del partido o la boda del siglo. Y quien triunfa por ser magnífico en algo es un as. Y seguimos ponderando con expresiones
como de la leche, del copón, de aquí
te espero, de aúpa, de caballo, de coña… Sin olvidar el debuten o dabuten que en el lenguaje
juvenil adoptan la forma dabuti. No
aparece en los diccionarios usuales, pero sí aparece en el Diccionario de la Lengua Española (RAE) buten, que procede del caló “buten” y que significa excelente, de gran calidad.
A diestro y siniestro
Si
miramos a nuestro alrededor vemos que los utensilios domésticos también
tienen su hueco en las expresiones
hiperbólicas. Así contamos con un porrón de, porrón que sirve para casi todo menos para beber, porque la
“bebida” contenida en él sería, a veces,
poco digerible: un porrón de gente, un
porrón de dinero… También la ropa de casa está presente en el lenguaje de
lo grande, pues podemos decir de alguien que tiene dinero a manta, un cuyo caso parece que esa manta monetaria lo protege, pero
puede no salir tan bien parado si llueve a
manta, pues en esa situación la manta de lluvia, en lugar de proteger, puede
aumentar la mojadura a más no poder.
Las
partes del cuerpo, asimismo, sirven para describir lo grande. Si tenemos algo a puñados, lo tenemos en abundancia y,
si los puñados nos quedan escasos, preparamos también el pie y los
sustituimos por a patadas. La generosidad también se mide a manos llenas. Incluso las partes pudendas, ¡cómo no!, aparecen en
el vocabulario de la abundancia. Ahí están los cojones preparados para casi todo lo grande o lo grandioso: hace un frío de (tres pares de) cojones, es listo de cojones… El
pene, para hablar de lo muy bueno, que resulta ser la polla o la polla con
cebolla. Además, hay cosas que
nos han costado un ojo de la cara, un
riñón o un cojón; ansias que llevan a comer hasta reventar o corazones
generosos tan grandes que no caben en el
pecho. Tampoco puede estar ausente esa expresión escatológica, no muy agradable, pero que sirve para exaltar lo más diverso: que te cagas... Hace un calor que te cagas. Y no sabemos si es porque nos
produce envidia la abundancia ajena, calificamos lo grande con la expresión a rabiar, expresión que sirve también
para calificar la impaciencia o el enojo
en grado sumo.
Si
se trata de comer nos podemos comer un bocadillo que no se lo salta un gitano. Esta expresión curiosa, referida a la etnia
gitana y que hoy puede parecer racista, quizá esté relacionada en su
origen con el intento de los terratenientes andaluces de construir muros altos
en sus fincas para que no pudieran saltarlos los gitanos que tenían intención
de robar. Y, si se trata de beber algo, lo mejor, la leche: es la leche, la releche, la hostia. Aunque
de los que están demasiado presentes decimos que están hasta en la sopa. Grande
es también la pusilanimidad de los que se
ahogan en un vaso de agua.
Para hiperbolizar nos gustan también las comparaciones. Podemos empezar por decir que algo es tan grande como una casa, pero, si la casa no es suficientemente vistosa, optamos por decir que es como una catedral. Si se trata de una gran mentira es una mentira como un piano. Y eso se lo podemos aplicar incluso a una mentira. Si se trata de adornos excesivos, vamos como burro en cabalgata. Y si algo prolifera mucho nos acordamos de la micología, pues crece como hongos o setas. Claro que mejor que crezcan setas que no que montemos un circo y nos crezcan los enanos. Esta expresión sigue muy viva en español, a pesar de que podría considerarse políticamente incorrecta, si bien no sabemos si habla de demasiada abundancia de enanos artistas o de que, al aumentar de talla, no podrían seguir actuando en un espectáculo creado para ellos. En cualquier caso, la expresión nos habla de abundancia de penalidades. Exceso refleja también la expresión como un descosido. Si es aplicada a un trabajador que trabaja en exceso, se entiende que lleve la ropa de esa guisa, pero si le aplicamos el calificativo porque habla como un descosido, tal vez los descosidos sean los que dejen escapar las palabras sin control. Cuando nos referimos a la gran velocidad podemos usar también comparaciones relacionadas con lo bélico: como una bala, como una flecha, como un tiro...
Existen otras
expresiones comparativas de superioridad, de carácter hiperbólico, que usamos
con profusión en español. Para la rapidez, somos más rápidos que un rayo;
para la lentitud, caminamos más lentos que una tortuga; para la
pesadez, somos más pesados que una vaca
en brazos; para la rareza, más raros
que un perro verde; para la torpeza, más
cortos que las mangas de un chaleco. Y se podrían añadir una buena retahíla
de expresiones similares.
Si
hablamos de un lugar atestado de gente, decimos que está repleto,
pues no cabe ni un alfiler, o sea, está hasta los topes, porque ha acudido hasta el rey o porque ha asistido todo Dios. Pero, en caso de
asistir, aunque los dioses del Olimpo sean muchos, aún sería peor, si asistiera todo bicho viviente. Desde luego en esa cantidad indeterminada
caben dioses, hombres, animales, plantas…Pero tal vez ese lugar esté mordor, lo vean muy lejano y decidan no acudir.
Foto: Gentileza de M. Á. Oliver |
Por todo lo alto
Sin
duda, la palabra que más se repite en frases hechas que sirven para
hablar de grandes cantidades es todo.
Y lo repetimos mucho como todo quisque.
Todo el mundo lo sabe, decimos cuando queremos destacar que algo es
muy conocido. Sin embargo, no somos
conscientes de que todo el mundo sería toda la población del mundo, o sea, miles de millones de personas.
¡Demasiadas tal vez! De igual manera podemos recriminar a alguien
diciéndole que lleva todo el día o todo el tiempo haciendo lo mismo. Ese todo, además de gran exageración, es una magnitud difícil de cuantificar. Es muy
difícil estar un día entero haciendo lo mismo y, ya
imposible, utilizar todo el tiempo (del mundo), pues, ¿cómo se mide ese tiempo?
Estaríamos hablando de la eternidad.
Y a todo trance y sin reparar en riesgos,
exageramos la velocidad de quien
escapa y lo hacemos usando expresiones como a todo correr
o a todo meter, a todo gas, a toda máquina, a toda
mecha, a todo trapo… Y es que todo nos sirve
para celebrar fiestas por todo lo alto o para llevar una vida a todo pasto o a todo tren (tren de vida), tres expresiones
que comparten el indefinido todo y el
significado, aunque parezca que carecen de relación lógica la altura, el pasto
y el tren. Prestamos la máxima atención
siendo todo
oídos y nos mostramos optimistas con todo
se andará. La
palabra todo se puede anteponer a un adjetivo de cualidad para exagerar, con un
valor superlativo, como en estaba
todo preocupado, o anteponerse a un sustantivo
abstracto para acentuar su cualidad: es todo maldad.
Si
lo que queremos destacar es la sabiduría o las ganas de aprender de una
persona, nos sirven expresiones como ser
todo un sabio o ser todo un experto. Aunque, para ponderar la sabiduría,
podemos usar también ser el libro gordo de Petete o ser un libro abierto. La última nos
habla de una obviedad, pues un libro cerrado no aporta ninguna información. Del que
estudia mucho, decimos que es un empollón
y del muy inteligente, que es un pitagorín.
Pero también están los torpes que no
saben ni jota ni torta ni hacer la o con un
canuto, porque son del género tonto
o más tontos que ni hechos de encargo, como le pasó a
Abundio. Y para ponderar algo podemos llegar a decir que es lo mejor del mundo. Ese nivel ya no se
puede superar.
Otras
expresiones que sirven para hiperbolizar son las que se forman con artículo + sustantivo
+ la preposición de. Y para construir la expresión usamos
los sustantivos más variopintos: la
tira de, la pila de… Un montón de…
Y hasta el mar, pues en el mundo hay la
mar de estúpidos o, lo que es igual, una infinidad, por eso llegan al
infinito y más allá, la conocida expresión de Buzz. Esperamos que no
superen nunca al mogollón de gente sensata.
Otros
modismos relacionados con la exageración se construyen con artículo + sustantivo
+ que: ¡la cara que tiene tu amigo! O
con la variante artículo + preposición + sustantivo + que: ¡la de dinero que tiene! Y
también nos sirven para exagerar expresiones que comienzan
directamente por la conjunción que: ¡que
no veas!, ¡que tiembla el misterio (de la Sta. Trinidad!, que te cagas, que te
mueres… Tal vez las tres últimas sean consecuencia lógica unas de otras.
Incluso podemos morirnos de miedo, de cansancio, de risa… Hasta podemos empeñar nuestra palabra en tan
gran medida que nos comprometemos con expresiones como ¡ni que me maten!, ¡que me muera aquí mismo!
Otras
palabras que nos gusta utilizar para exagerar son los numerales. Empezamos por
el número siete para reconvenir a alguien con un ¡te he
dicho siete veces que te calles!, hasta llegar a mil y o un millón, sobre todo cuando se trata de repetir
algo, pues decimos que lo hemos repetido miles
o un millón de veces. Sean las que fueren, seguramente
son una burrada.
Cerramos
el artículo, después de haber intentado con
creces, y escribiendo lo que no
estaba escrito, reflejar cantidad de fórmulas
que sirven para exagerar en el idioma español, aunque es posible que se hayan
quedado muchas en el tintero, porque, existen a cascoporro. Pero de algo estamos seguros, de que el afán
de exagerar de los españoles es de padre y muy señor mío. Nos gusta lo grande, porque el burro grande, ande o no ande.
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Portada de la publicación |
Reproducción de una página de la revista Autora: Margarita Álvarez Rodríguez |
viernes, 7 de enero de 2022
"Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio", por Ana González Sánchez
La autora de esta reseña y recomendación lectora sobre el libro Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio, que se incluye a continuación, es Ana González Sánchez, filóloga y profesora de Lengua y Literatura.
Para ella, mi gratitud.
LECTURA RECOMENDADA PARA EL 2022:
Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio, editorial Lobo Sapiens, León, 2021. 476 páginas.
Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga
y autora del libro, me ha hecho partícipe de esta importante obra de
divulgación perteneciente al ámbito de la sociolingüística y que entra de lleno
en el terreno de la comunicación, donde emisor y receptor son claves para la
interpretación de todas las palabras y expresiones que aparecen en el libro.
¿Por qué yo recomendaría la
lectura de Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio?
Es una obra que refleja la forma de ser y de vivir de los españoles a través del lenguaje y que abarca muchas
ramas del saber: la religión, el sexo, la música, la geometría, la literatura, el
comportamiento…, incluyendo palabras en uso y en desuso.
El término palabra es un
hiperónimo y, como tal, hay “palabras preñadas”, palabras que “alumbran sorpresas”,
palabras traviesas y que no quieren salir y que las tienes “en la punta de la
lengua”, “palabras cruzadas”, como las de los crucigramas, charlatanes que
cogen la palabra y no la sueltan… Y algunas hasta pueden llegar a ser “palabra de Dios”.
¿En qué se fija uno cuando decide
leer un libro?
Te puedes sentir atraído por una
portada sugerente o por las críticas que
autores reconocidos y expertos en materia lingüística y sociolingüística han realizado
sobre esta obra, como la del académico
de la RAE D. José María Merino o la del
antropólogo D. Carlos Junquera (autor del prólogo) y, cómo no, por la
intención que la propia autora manifiesta en las Palabras previas de su libro.
LA PORTADA
Hay que entender el sentido
simbólico desde la portada, donde una simple aguja enhebrada es símbolo y
metáfora de la conexión entre las letras y las palabras, que, por sí solas,
pueden transmitir múltiples significados.
EL SUBTÍTULO y EL INTERIOR
¿Por qué lenguaje del menosprecio?
La autora, a lo largo de los más
de 50 apartados, nos presenta
expresiones que hablan del menosprecio, llamadas también disfemismos, y que
también tienen ese carácter simbólico o connotativo dependiendo del origen
etimológico, como, por ejemplo,
“histeria”, del griego “hystera”, que significa útero y que desde
Hipócrates iba ligado a la insatisfacción sexual; de la localización
geográfica, como “filibustero”, pirata
que en el s. XVII actuaba en el mar de las Antillas; de origen étnico, como
“gitano”, asociado con el ladrón (léase
“La gitanilla”, de Cervantes, en que la
autora ya recoge connotaciones negativas).
Por ejemplo, en el capítulo 7,
podemos leer algunas como “hacer el indio”, “trabajar como un chino”, “ser un
panchito”, cuyo carácter peyorativo depende muchas veces de la intencionalidad
del hablante, del tono en que se digan y de cómo lo perciban los
interlocutores, que para mí es la clave para hablar o no de menosprecio.
En el capítulo 5, titulado “Del carácter y el
comportamiento”, la estupidez se asocia con “el pedorro, el sosaina, el
zopenco…”. Margarita Álvarez aporta más
de 250 sinónimos de tonto y unas cuantas expresiones más con el mismo
significado.
Algo muy curioso en Palabras
hilvanadas, en el
capítulo relacionado con expresiones sobre la propia lengua, es
cómo juega con el sentido de las letras, la simbología de las mayúsculas,
aplicada por ejemplo a las tallas de la ropa. Una “x o X” puede significar
desde una incógnita, una talla de ropa grande si la unes a la “L”, la “XL”, o
el mes ”X”, utilizado en las fechas para el mes de octubre. O lo referido al
alfabeto, los signos de puntuación y su combinación para formar emoticonos, la
virgulilla de la eñe, a la que dedica unos curiosos octosílabos que aluden al
temor de que se perdiera para nuestro idioma a causa de la universalización de
los teclados de los ordenadores.
“Celebras ser española, / y tañer
las castañuelas… / Te necesitamos eÑe… / eñe de niña y pestaña... / Mientras lo español exista, / tu vida será halagüeña... / eres su santo y su seña".
¿Cómo abordar la lectura del Libro?
Quizás de una forma aleatoria,
porque leas de principio a fin, empieces por el medio o por el final…, nunca
perderás el hilván.
Las palabras por sí solas tienen
un significado positivo, denotativo: "sota, cardo" y adquieren significado
peyorativo cuando se alude, por ejemplo, al carácter de las personas “ser una
sota, un cardo”, o a metáforas zoomorfas
en el capítulo 15: “ser un bicho raro”, “a cara de perro”, “saltar la liebre”…
En Palabras finales, la autora reflexiona
sobre la convivencia de las palabras y dice: "… se mezclan en ese baúl palabras
diversas que intentan convivir amistosamente, aunque.… no siempre sea fácil. Se
producen roces… entre la humildad y la soberbia… la paz y la guerra… el amor y el
odio… Y tantos y tantos antónimos…" y destaca como palabra especial, que
contrasta con la falta de entendimiento de las anteriores, la palabra
“concordia”, que significa “con corazón” y que refleja el deseo de armonía
entre todos a través de la buena comunicación, del diálogo y de las buenas
palabras… Porque los seres humanos, como la autora dice: "Somos a través de las palabras".
¿Qué más razones hay para leer Palabras
hilvanadas. El lenguaje del menosprecio?
Un motivo esencial para leer este
libro es que, a medida que vas avanzando en la lectura de los capítulos, te
encuentras con una cantidad de citas literarias impresionante que te invitan a
leer todos los libros de los que proceden, porque no se trata solo de
identificar el lenguaje del menosprecio en Palabras hilvanadas, sino de
reconocer a una Madame Bovary, a una Ana Karenina, a un Huckleberry, etc.
Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio es una
grandísima fuente de información y de erudición, una obra ingente que no solo
nos enseña cosas y nos refresca la memoria, sino que además nos hace pensar y
nos divierte al recrear miles de
expresiones del lenguaje coloquial, porque,
como decía Larra: "Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas que nacen en
buena hora y se derraman por toda una nación…".
Termino con “un silencio elocuente”,
silencio que es un acto de apoyo a Margarita, a la vez que de agradecimiento, por haber compartido con todos nosotros el trabajo de muchos años y que, en
parte, había publicado periódicamente a través de su blog De la palabra al
pensamiento (www.larecolusademar.com).
Contraportada |
Margarita Álvarez Rodríguez, autora del libro. |
Otras reseñas de la obra:
Reseña de Alicia López Martínez
Reseña de Antonia Álvarez Álvarez
Reseña de María José Prieto Vázquez