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sábado, 22 de febrero de 2025

Madres de refranero (I)

     


Cuadro de Gabriele Münter. Exposición Museo Thyssen

    Después  de abordar en cuatro artículos anteriores la presencia de la palabra madre, las que tienen relación semántica con ella   y los dichos que la contienen en el idioma español, en esta ocasión vamos a rastrear el término madre  en relación con sus descendientes, hijas e  hijos,  en esos dichos agudos y sentenciosos  de uso común que llamamos refranes o paremias.

 

Artículo publicado en la revista Masticadores FEM, dentro de la sección PALABRA DE MUJER, en que hablo del tema  mujer y lenguaje

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Madres de refranero (I)





domingo, 10 de marzo de 2024

Madres que alumbran palabras (II) De embarazos a mamandurrias

 

              Este artículo ha sido publicado inicialmente en  MasticadoresFEM, dentro de la revista Masticadores de Letras


Representación de la virgen María y su prima Isabel embarazadas. Detalle del cuatro «Visitación» de Rogier van der Weyden (1435)


            Hablábamos en el artículo anterior  De madres a mamás de las palabras relacionadas con la palabra madre y con su variante coloquial y afectiva mamá. Vamos a repasar  en este  otros términos y expresiones que tienen relación con la condición de madre.

            La posibilidad de ser madre en la mujer abarca el periodo que va entre la primera menstruación (menarquia), del latín menstruus, que a su vez procede de mensis (mes o ciclo lunar), y el climaterio o menopausia. Esta última procede  del francés ménopause, cultismo formado por  palabras griegas men (mes) y pausis (cesación). Ambas, por tanto, están vinculadas al mes lunar. En realidad es una palabra muy antigua, pues, relacionada con la mujer, aparecía ya en la   Historia Natural de Plinio. En torno a la menstruación se podría escribir mucho desde el punto de vista fisiológico y socio-cultural, pero aquí solo nos circunscribimos a las palabras: a su significado y  a su  uso.


Para seguir leyendo:

De embarazos a mamandurrias





 

domingo, 28 de enero de 2024

Madres que alumbran palabras (1)

 

            De madres y mamás

"
"Maternidad» de Castorina. En Astorga (León, España). Foto tomada de MasticadoresFEM

           En artículos anteriores hablábamos de mujeres, féminas y hembras. Vamos a comenzar  a hablar en este artículo de lo relacionado con la maternidad como atributo femenino, pero desde un punto de vista meramente lingüístico: el de la relación entre mujer (madre, en este caso) y lenguaje.

            Partimos, por tanto,  de la palabra madre. El vocablo español madre procede de la palabra latina mater, -tris, con el mismo significado. Con ligeras variantes fonéticas,  es común a muchos idiomas europeos, lo cual induce a pensar que proceda de una lengua o tronco común que suele llamarse indoeuropeo. Con la misma raíz, y  a modo de ejemplo, tenemos  en otras lenguas románicas: mãe, en portugués; mare, en catalán; madre, en italiano;  mère, en francés… En la rama germánica: mother, en inglés; moder, en sueco… Y en la eslava: matka, en polaco; maika, en croata… Méter, en griego...

            Es curioso que la primera lengua que aprendemos los seres humanos para comunicarnos  en nuestra infancia se  llame precisamente lengua materna (también madre, natal o nativa). En las comunidades primitivas, en general, era  la madre la encargada del cuidado de los hijos y del hogar mientras el padre salía a buscar el sustento ─aunque sabemos que no en todas las sociedades ha ocurrido así─, por ello, los infantes se movían, casi siempre, tanto en el hogar como fuera de él, en torno a la madre y  aprendían de ella  el idioma. Conviene recordar que  infante procede de  infans, infantis, que a su vez está formada por el prefijo negativo in- y el participio presente del verbo fāri, hablar. Es infante, pues, en sentido general y etimológico, el que aún no habla.

            Aunque lo habitual es que  a la lengua primera que aprendemos le llamemos materna, no siempre ha sido así. En la Roma imperial,  a la lengua materna se la llamaba patrius sermo. Era, por tanto, la lengua del varón. Y conviven en nuestro idioma el adjetivo materna,  con la palabra patria, sustantivo o adjetivo, según los casos, que procede de pater, aunque hoy, sorprendentemente, sea una palabra femenina: patria potestad,  patria chica, madre patria... 

            Comparten el mismo lexema que la palabra madre unas cuantas palabras más de uso común. La más notable es maternidad, que es la que define  la propia condición de madre y también denomina el lugar donde se atiende a las parturientas. De la maternidad ha hablado la sociología, la psicología, la religión, la literatura... Recordamos, en literatura, a Gertrudis, la  protagonista de la  Tía Tula, de Unamuno, aquella mujer que entrega su vida al sacrificio para satisfacer su ansia de maternidad y, así, cuidando a sus sobrinos, se convierte en una virgen madre.  La maternidad frustrada  está asimismo presente en el sufrimiento que vive  la protagonista de La Regenta, de Clarín. Miguel Hernández nos hablaba del vientre  luminoso de Josefina Manresa mientras acogía al hijo de ambos, en aquellos hermosos y esperanzados versos: Menos tu vientre / todo es oscuro / menos tu vientre / claro y profundo.

        De madre, también procede comadre, que en su origen era sinónimo de partera y, en otras acepciones alude a  una  vecina con la que se tiene especial confianza o a la madre del ahijado de una persona, aunque también tenga una connotación peyorativa en el significado de alcahueta o celestina. Y de comadre proceden las palabras comadrón/na, con el mismo significado que comadre o partera, pero referido a personas más especializadas en la  atención a las parturientas. Esta palabra deriva de conmāter, -tris, que en latín significaba madrina, si bien, en español, hoy madrina es palabra distinta de comadre.  También matrón y matrona.  De  madrina, han surgido derivados como amadrinar, amadrinamiento, madrinazgo. Con sentido despectivo usamos las palabras mamimis, enmadrado/da y  madrero, para calificar a algún bebé que siente un apego desmedido por su madre. Y, por el contrario, para ponderar a la madre muy entregada, usamos la palabra madraza.

       Con madre tienen relación, asimismo, a través de la palabra latina mater, palabras como matriarcado o matriarca. En ambas aparece la etimología latina de madre y el sufijo griego alusivo al poder. También matricidio, que nos habla de dar muerte a la madre, y  matrimonio. Esta última palabra se asocia a madre, porque en el acto del matrimonio la mujer casada recibía el reconocimiento oficial de que podía ser la madre de los hijos del hombre con el que se casaba. De mater, a través de matrix,  proviene matriz. Y  relacionada con ella está la palabra matrícula, en el sentido de  ser el origen de algo.

             Otras palabras llevan también el lexema madre: madreselva, una planta trepadora de flores muy olorosas,  madreperla, molusco con concha donde se cría una perla de la que se obtiene el nácar,  madrecilla,  una huevera de las aves; madreclavo, clavo de especia que ha estado en el árbol dos años; madrejón,  cauce seco de un río; madrediosino, gentilicio para quien procede de Madre de Dios, departamento de Perú. Hay que recordar también que se usa el tratamiento de respeto de madre o hermana en las órdenes religiosas femeninas.

            Como forma familiar de la palabra madre usamos mamá, con algunas variantes: ama, mami, ma… Esta palabra procede del latín mamma, que significaba mama o teta, con pronunciación llana (mámma), y así se mantuvo hasta el siglo XVIII. Con la llegada de los Borbones al trono de España y el afrancesamiento general de la sociedad española, la palabra se convirtió en aguda (mamá), por influencia del francés. Esta forma se ha impuesto en el uso culto del idioma, aunque en la lengua popular y rural convive con la forma llana mama.

            En España, mamá, en lugar de madre, se suele usar en la lengua coloquial. Vayan  algunos ejemplos. Me recoge mi mamá, frase utilizada en conversaciones entre niños pequeños. Quiero hablar con tu mamá, usada cuando un adulto le da un mensaje a un niño para su madre. Díselo a mamá, frase  dicha en el seno familiar entre los hermanos y hermanas o por el marido referido a su esposa. También hay maridos que llaman a su esposa habitualmente mamá. Fuera del núcleo familiar y entre adultos la forma habitual  de llamar a la progenitora es madre.

            Según el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), en América se usa de forma generalizada mamá para referirse a la madre entre interlocutores adultos. Como diminutivos, tanto en España como en Hispanoamérica, se usan las formas mamaíta y mamita, esta última  más extendida en América. En México, en cambio, es más frecuente  la variante mamacita. Y en el norte de España, en el ámbito del asturleonés, es de uso frecuente el diminutivo afectivo mamina, que también forma parte de una expresión  para manifestar  miedo o asombro: ¡Ay, mamina!

            La palabra mamá tiene la misma  forma o formas  muy parecidas fonéticamente en muchas lenguas, lo cual puede tener una explicación lingüística, pues mamá, lo mismo que papá, son palabras formadas por la repetición de dos sílabas (ma-ma, pa-pa) que son fáciles de pronunciar para un bebé por estar formadas por sonidos labiales y la vocal abierta a. Y somos las personas adultas las que aprovechamos esas sílabas que pronuncia el bebé sin significado concreto  y le enseñamos a identificarlas con sus personas de referencia.  Esto explica que no solo se utiliza esta palabra u otras de fonética similar en idiomas europeos, sino en lugares muy lejanos como en  el coreano (omá/apá) o en el idioma quechua, en que ya se usaba la palabra mama, antes de la llegada de los españoles. De esa palabra procede la expresión Pachamama, que significa madre tierra, una diosa que veneran en la zona andina y que está asociada a la maternidad. En muchos países americanos se venera a  la Pachamama y se le hacen ofrendas de alimentos.

            Como se ve, la palabra madre y otras concomitantes dan mucho de sí para seguir alumbrando palabras y expresiones. Aquí, en Palabra de Mujer.

Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga

Artículo publicado inicialmente en MasticadoresFEM

De madres y mamás (1)

             

jueves, 24 de noviembre de 2016

Carta a una madre


                                  Otro 25 de noviembre...


   Morirán los que nunca jamás sorprendieron
   aquel vago pasar de la loca alegría.

   Pero yo, que he tenido su tibia hermosura en mis manos,
   no podré morir nunca.
                                                                                                        José Hierro





Eras amiga del alba y de la rosa...


No, no podrás morir nunca...

Durante cuarenta y tres años el sol iluminó tu vida. Desde hace cuarenta y tres años sigues alumbrando la nuestra desde el mundo de lo invisible. Hoy se cumple otro aniversario de tu partida. ¡Han pasado tantos años! Los mismos que duró tu vida, breve, intensa y cruel. Una vida que  dejó honda huella en todos los que te conocimos y quisimos, porque  aprendimos de tu forma de vivir y aprendimos también de tu forma de morir. 

No podemos celebrar tus ochenta y seis años  de hoy,  no podemos verte a esa edad con los ojos del cuerpo, porque en la imagen  de  nuestro recuerdo solo tienes cuarenta y tres.  El tiempo transcurrido nos ha desdibujado tu cara. Cuando queremos acercarnos  a ella, se  aleja y se difumina.  De tu voz, solo nos quedan ecos lejanos.  Se nos escapan las partes, pero   nos queda  el todo: una vida ejemplar que sigue presente en nuestra memoria.


Eras una campesina  laboriosa, a la que le quedaban cortas las horas de sol a sol y, más bien, trabajabas “de luna a luna”. Vivías en convivencia armónica con esa tierra  a la que tus manos dedicaban tiempo y esfuerzo para obtener sus frutos.

Ejercías de  ama de casa entregada a las mil tareas domésticas que realizaban las mujeres del campo: cocinabas, amasabas, cosías, bordabas, hilabas, tejías… Ordeñabas, hacías la mantequilla… Cuidabas el ganado… Cultivabas la tierra… Y aún tu fe te dejaba tiempo para rezar el rosario en familia en las veladas de invierno o las flores en la iglesia durante el mes de mayo.

En tu vivir había tiempo para la alegría: para  reír, para cantar, para bailar la jota y el baile chano, cuando la ocasión era propicia. Eras una madre cariñosa y atenta a las necesidades de tu familia.  Una mujer de tu época  y, al mismo tiempo, una mujer  inteligente, moderna, valiente  y emprendedora;  de mente  abierta y respetuosa con las nuevas ideas y formas de vivir.

Hoy, cuarenta y tres  años después,  nos queda de ti  la inmensa alegría de saber que todos los que te conocimos  te recordamos vivamente.  Y, sobre todo, nos queda de ti, un gran sentimiento de gratitud que queremos expresar públicamente.

Gracias por tu alegría, por tu optimismo, por tu  bondad,  por tu fortaleza, por tu generosidad. “Cuanto más doy, más tengo”: ese era tu lema.  ¡Qué gran verdad en una frase tan contradictoria! Gracias por el amor que  derramaste a   tu alrededor. Gracias  por los valores que  transmitiste a tus hijas   y que han sido el eje  vertebrador de nuestra vida. ­­­­

No pudiste  vernos  completar los estudios universitarios, aquello que tanto te ilusionaba. “Tenéis que ser más que nosotros”, repetías.  Tampoco llegaste a conocer a tus nietas y a tu nieto, de los que habrías disfrutado mucho (hoy ya tendrías bisnietos),  pero  en todos nosotros sigue habiendo mucho de ti.  Tus hijas tuvimos que hacernos personas adultas y ser madres para comprender, en toda su plenitud, qué sentías como esposa y madre: tu amor, tus desvelos, tus inquietudes, tus sueños… No tenías miedo a irte, tenías  miedo a dejar desvalida a tu familia.  Y no solo nos guiaste en vida, también nos dejabas consejos  para tu ausencia.

Nos dolimos contigo ante aquella cruel enfermedad que nos hacía contemplar impotentes tu deterioro físico y  tu sufrimiento, y que te arrebató la vida como, en tu niñez,  había robado también la de tu madre. Nos atenazaba la idea de perderte,  pero nos sorprendía tu dignidad y nos confortaba tu serenidad. 

Te fuiste “a la inmortal morada” de manera silenciosa, serena. Querías acceder al mundo celestial con tu vestido verde…  “El color de la esperanza”, decías.  No querías  llantos, no  querías lutos… 


Tus campos se siguen vistiendo  de verde cada primavera



Tu color era el  color de la vida. Ese testamento vital  fue una caricia para nuestra  alma. Y esa frase que tantas veces hemos oído: “¡Qué buena persona era Patro!”. No se puede decir de alguien  nada tan sencillo y tan grande a la vez.

Desde ese mundo invisible en el que  desde hace  tantos años   moras,  aún  nos sobrevuela  el efecto protector de tu  alada presencia.  Sigues con nosotros, invisible y eternizada.   Y es que  −como decía el Principito− “solo con el corazón se puede ver bien: lo esencial  es invisible a los ojos”.

Invisible a los ojos de la cara, pero los que te queríamos te hemos inmortalizado en el recuerdo, y en él seguirás viva para siempre.


Aquí te dejamos de nuevo tu poema, ese que escribió tu hermano Pepe (José Rodríguez), aquel 25 de noviembre de 1973.


A Patro, madre, esposa, hermana amada
                                                 
Patro, en 1952

   













   
   Era una joven buena y cariñosa
    mujer perfecta, por la Biblia dada,
    amante madre y ejemplar esposa
    pía, honesta, querida, fiel y amada.

    Era amiga del alba y de la rosa,
    como abeja en panal, siempre ocupada,
    amiga de servicios y hacendosa,
    de sol a sol fue siempre su jornada.

    Por hermanos, esposa y caras hijas,
    con  fe viva, ya enferma, se ofrendaba;
    hasta que consumada en breves días,

    -tras dolorosa aceptación consciente-
    voló serena a la eternal morada
    con un mensaje familiar en mente:

     Con vosotros estoy, ya eternizada,
     Tere, Marga, Ireneo, Tino, Pepe,
     Pedro, Beatriz, Maruja, Iluminada.


Tus paisajes abren ventanas al cielo


     Con nosotros estás… 

                                                                Y te damos las gracias.
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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.