De madres y mamás
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"Maternidad» de Castorina. En Astorga (León, España). Foto tomada de MasticadoresFEM |
En artículos anteriores hablábamos de mujeres, féminas y hembras. Vamos a comenzar a hablar en este artículo de lo relacionado con la maternidad como atributo femenino, pero desde un punto de vista meramente lingüístico: el de la relación entre mujer (madre, en este caso) y lenguaje.
Partimos, por tanto, de la palabra madre. El vocablo español madre procede de la palabra latina mater, -tris, con el mismo significado. Con ligeras variantes fonéticas, es común a muchos idiomas europeos, lo cual induce a pensar que proceda de una lengua o tronco común que suele llamarse indoeuropeo. Con la misma raíz, y a modo de ejemplo, tenemos en otras lenguas románicas: mãe, en portugués; mare, en catalán; madre, en italiano; mère, en francés… En la rama germánica: mother, en inglés; moder, en sueco… Y en la eslava: matka, en polaco; maika, en croata… Méter, en griego...
Es curioso que la primera lengua que aprendemos los seres humanos para comunicarnos en nuestra infancia se llame precisamente lengua materna (también madre, natal o nativa). En las comunidades primitivas, en general, era la madre la encargada del cuidado de los hijos y del hogar mientras el padre salía a buscar el sustento ─aunque sabemos que no en todas las sociedades ha ocurrido así─, por ello, los infantes se movían, casi siempre, tanto en el hogar como fuera de él, en torno a la madre y aprendían de ella el idioma. Conviene recordar que infante procede de infans, infantis, que a su vez está formada por el prefijo negativo in- y el participio presente del verbo fāri, hablar. Es infante, pues, en sentido general y etimológico, el que aún no habla.
Aunque lo habitual es que
a la lengua primera que aprendemos le llamemos materna, no siempre ha
sido así. En la Roma imperial, a la
lengua materna se la llamaba patrius
sermo. Era, por tanto, la lengua del
varón. Y conviven en nuestro idioma el adjetivo materna, con la palabra patria, sustantivo o adjetivo, según los
casos, que procede de pater, aunque
hoy, sorprendentemente, sea una palabra femenina: patria potestad, patria chica, madre patria...
Comparten el mismo lexema que la palabra madre unas cuantas palabras más de uso
común. La más notable es maternidad,
que es la que define la propia condición
de madre y también denomina el lugar donde se atiende a las parturientas. De la
maternidad ha hablado la sociología, la psicología, la religión, la literatura...
Recordamos, en literatura, a Gertrudis, la
protagonista de la Tía Tula, de Unamuno, aquella mujer que
entrega su vida al sacrificio para satisfacer su ansia de maternidad y, así,
cuidando a sus sobrinos, se convierte en una virgen madre. La maternidad frustrada está asimismo presente en el sufrimiento que
vive la protagonista de La Regenta, de Clarín. Miguel Hernández
nos hablaba del vientre luminoso de
Josefina Manresa mientras acogía al hijo de ambos, en aquellos hermosos y
esperanzados versos: Menos tu vientre / todo
es oscuro / menos tu vientre / claro y profundo.
De madre, también procede comadre, que en su origen era sinónimo
de partera y, en otras acepciones alude a
una vecina con la que se tiene
especial confianza o a la madre del ahijado de una persona, aunque también tenga
una connotación peyorativa en el significado de alcahueta o celestina. Y de comadre proceden las palabras comadrón/na, con el mismo significado
que comadre o partera, pero referido a personas más especializadas en la atención a las parturientas. Esta palabra
deriva de conmāter, -tris, que en
latín significaba madrina, si bien, en español, hoy madrina es palabra distinta
de comadre. También matrón y matrona. De
madrina, han surgido derivados como amadrinar,
amadrinamiento, madrinazgo. Con sentido despectivo usamos las palabras mamimis, enmadrado/da y madrero, para calificar a algún bebé que
siente un apego desmedido por su madre. Y, por el contrario, para ponderar a la
madre muy entregada, usamos la palabra madraza.
Con madre tienen relación, asimismo, a
través de la palabra latina mater,
palabras como matriarcado o matriarca. En ambas aparece la
etimología latina de madre y el sufijo griego alusivo al poder. También matricidio, que nos habla de dar muerte
a la madre, y matrimonio. Esta última palabra se asocia
a madre, porque en el acto del matrimonio la mujer casada recibía el
reconocimiento oficial de que podía ser la madre de los hijos del hombre con el
que se casaba. De mater, a través de matrix, proviene matriz.
Y relacionada con ella está la palabra matrícula, en el sentido de ser el origen de algo.
Otras palabras llevan también el
lexema madre: madreselva, una planta
trepadora de flores muy olorosas, madreperla, molusco con concha donde se
cría una perla de la que se obtiene el nácar, madrecilla, una huevera de
las aves; madreclavo, clavo de
especia que ha estado en el árbol dos años;
madrejón, cauce seco de un río; madrediosino, gentilicio para quien
procede de Madre de Dios, departamento de Perú. Hay que recordar también que se
usa el tratamiento de respeto de madre
o hermana en las órdenes religiosas femeninas.
Como forma familiar de la palabra madre usamos mamá, con
algunas variantes: ama, mami, ma…
Esta palabra procede del latín mamma,
que significaba mama o teta, con pronunciación llana (mámma), y así se mantuvo hasta el siglo XVIII. Con la llegada de
los Borbones al trono de España y el afrancesamiento general de la sociedad
española, la palabra se convirtió en aguda (mamá),
por influencia del francés. Esta forma se ha impuesto en el uso culto del
idioma, aunque en la lengua popular y rural convive con la forma llana mama.
En España, mamá,
en lugar de madre, se suele usar en
la lengua coloquial. Vayan algunos
ejemplos. Me recoge mi mamá, frase
utilizada en conversaciones entre niños pequeños. Quiero hablar con tu mamá,
usada cuando un adulto le da un mensaje a un niño para su madre. Díselo a mamá, frase dicha
en el seno familiar entre los hermanos y hermanas o por el marido referido a su
esposa. También hay maridos que llaman a su esposa habitualmente mamá. Fuera del núcleo familiar y entre
adultos la forma habitual de llamar a la
progenitora es madre.
Según el Diccionario
Panhispánico de Dudas (DPD), en
América se usa de forma generalizada mamá
para referirse a la madre entre interlocutores adultos. Como diminutivos, tanto
en España como en Hispanoamérica, se usan las formas mamaíta y mamita, esta
última más extendida en América. En
México, en cambio, es más frecuente la
variante mamacita. Y en el norte de
España, en el ámbito del asturleonés, es de uso frecuente el diminutivo
afectivo mamina, que también forma
parte de una expresión para
manifestar miedo o asombro: ¡Ay, mamina!
La palabra mamá tiene la misma forma o formas muy parecidas fonéticamente en muchas
lenguas, lo cual puede tener una explicación lingüística, pues mamá, lo mismo que papá, son palabras formadas por la repetición de dos sílabas (ma-ma, pa-pa) que son fáciles de
pronunciar para un bebé por estar formadas por sonidos labiales y la vocal
abierta a. Y somos las personas adultas las que aprovechamos esas sílabas que
pronuncia el bebé sin significado concreto
y le enseñamos a identificarlas con sus personas de referencia. Esto explica que no solo se utiliza esta
palabra u otras de fonética similar en idiomas europeos, sino en lugares muy
lejanos como en el coreano (omá/apá) o en el idioma quechua, en que
ya se usaba la palabra mama, antes de
la llegada de los españoles. De esa palabra procede la expresión Pachamama, que significa madre tierra,
una diosa que veneran en la zona andina y que está asociada a la maternidad. En
muchos países americanos se venera a la Pachamama y se le hacen ofrendas de
alimentos.
Como se ve, la palabra madre y otras concomitantes dan
mucho de sí para seguir alumbrando palabras y expresiones. Aquí, en Palabra de Mujer.
Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga
Artículo publicado inicialmente en MasticadoresFEM
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