Título: Antaño
Autora: Marien del Canto Fernández
Poemario
Páginas: 99
Autoeditado
No resulta fácil realizar un comentario, y menos un análisis
de una obra poética, pues nunca se puede tener la certeza de que interpretamos de forma plena y correcta
lo que nos quiere trasmitir un poeta. Voy a tratar de acercarme al poemario Antaño de Marien del Canto Fernández como una lectora, como una lectora
amante de la poesía y del arte de la palabra a la que han emocionado los versos
contenidos en este poemario. Si la poesía es algo, creo que debe ser emoción,
ritmo y arte de la palabra. Este es el primer poemario de la autora, aunque ha participado en muchos actos culturales y en diversas
publicaciones y antologías colectivas, la última, 17 Diversas, en la que compartimos espacio poético. Marien del
Canto, además, sabe mirar la vida desde el arte de la fotografía, otra mirada que
complementa al arte de la palabra
poética.
Después avanzar despacio por las páginas de Antaño, de dejarme arrastrar por el arroyo de sus
sentimientos, lo primero que debo decir es que el título es un acierto, pues recoge muy bien el contenido de los poemas. Antaño es una palabra simple,
contundente, clara, que nos hace mirar
al pasado. Y lo hacemos a través de los sentimientos y las palabras de la
autora. Encontramos muchos elementos en
este poemario con los que nos trae al primer plano la añoranza de ese
pasado, unas veces plácida y, las más, dolorosa. Ahí están sus antepasados: sus
padres, su abuela... También la referencia a los amores perdidos, la superación de
problemas relacionados con la salud, las cicatrices que ha dejado el sufrimiento…
Casi todo en la vida, según la autora, te
arrastra a situaciones de antaño.
Lo que más llama la
atención a medida que nos adentramos en
este poemario es que es un libro que rezuma verdad. Y lo hace tanto en los
temas que trata, que son esos temas que
preocupan a todos los seres humanos, porque son la vida misma, como en el estilo claro y limpio con el que
nos llegan los versos que los contienen.
El amor es uno de los temas más presentes en sus poemas. En ello siga la estela de la poesía lírica universal en la que el amor es el sentimiento que más ha inspirado a los poetas. No solo es un sentimiento universal, sino que, además, querer y ser querido es una necesidad vital del ser humano. Como dice la propia autora, el amor es el sentimiento más bello / intenso / el más puro. Y en otro verso: es la esencia del perfume más caro. Pero el amor, además de alegría, besos, ilusión… en los versos de Antaño es también, con frecuencia, desengaño, dolor, un mar convulso (poema Vete), un puñal clavado por la espalda. Las dos imágenes reflejan bien el dolor que produce la mentira y el desengaño, dolor que deja el corazón hecho añicos. A veces ama en secreto sin ser correspondida o nos presenta a un amante que no es más que un donjuán que deja burlada a la persona que supuestamente amaba.
De esos desengaños amorosos han pervivido las cicatrices sentimentales, pero también
el recuerdo de las sensaciones eróticas experimentadas. No rehúye la autora la
expresión de la sensualidad en la unión de los cuerpos de los amantes: Me sumerjo en tu azul / beso ardientes
labios / absorbo la esencia. Las sensaciones están bien reflejadas en el
léxico que alude a los sentidos físicos: sumergirse,
azul, besos, ardientes, absorber… Busco
tu olor, dice en otro verso. Y quizá la mejor forma de expresarlo sea este
verso bimembre: caricias hambrientas y
pieles sedientas.
La muerte y la vida también salen al encuentro del lector. La muerte es
presentada como un temor cierto y
cercano que ha vivido la propia autora. Irrumpe con una gran fuerza expresiva en el poema Cuarta Planta, cuando evoca la muerte de
un familiar y otra estancia previa suya en el mismo hospital. Es pasillo de un sentido / pabellón de la
muerte / habitaciones blancas ajadas por el frío / vagón de cadáveres vivos.
Las metáforas usadas, el símbolo del frío
y la acertada paradoja cadáveres vivos producen impacto
emocional en el lector.
La muerte aparece personificada, con una imagen clásica, la de una mujer vestida de negro con su guadaña,
en medio de una noche oscura. Así la describe: famélica silueta de negros hábitos.
A pesar de ello, la autora parece hacerle frente aferrándose a la
esperanza o aceptando que, en
determinadas circunstancias, la muerte puede ser liberadora. Y en cualquier
caso, cuando emprenda el viaje / sin
retorno y la muerte se lleve la vida, no quiere la soledad de un
cementerio, no quiere flores, quiere regresar a la vida en forma de luz, quizá como esos muertos que permanecen a nuestro lado / en discreto silencio.
La vida, que es tiempo, el tempus fugit del que hablaban los clásicos, se nos escapa de las
manos, precisamente porque es tiempo y no podemos detenerlo,
por mucho que corramos tras él.
La vida se presenta como incertidumbre, por ella nos arrastra irremediablemente la rueda de la
fortuna. Pero, antes de que el tiempo acabe con la vida,
Marien del Canto se propone disfrutarla, aprovechar
los instantes, en definitiva, asume el
tópico literario y la filosofía del carpe
diem. Lo refleja muy bien en el poema de cierre del poemario: Quiero vivir / hasta que la llama de la vida apague mi
aliento (…) Gritar hasta perder la voz… El poemario acaba, pues, con una
afirmación de vida.
En ese tiempo de Antaño
está muy presente la familia. Aparece la abuela que se vincula con los
recuerdos de infancia: cuentos, paseos, la manta de lana, la muñeca de trapo… Y
la soledad de la vejez, que da título al poema Cárcel de vejez, parece fundirse con la de la autora: con ella comparto enfados / penas, añoranzas
/ y fervientes anhelos. Aparece la
madre, a la que echa de menos en medio de su soledad, a la que necesita sentir cercana y a la que muestra su gratitud. El padre
también está presente en un poema, que
rezuma afecto, y la poeta evoca sus recuerdos
de infancia junto a él y el transcurso de la vida de este hasta la ancianidad. Pero
quizá el poema más expresivo y desgarrador sea el titulado Mi hija, en que la escritora increpa duramente a la muerte, poniéndose en el lugar de esa madre que pierde a su hija de forma inesperada. La autora se siente identificada con el dolor de esa madre que se enfrenta a la muerte impotente y llena de sufrimiento y de incredulidad: lágrimas aladas recorren el rostro / ante esta incredulidad
En la contraportada se asegura que Antaño es un poemario en gran medida autobiográfico y que su autora anda sobre las piedras del recuerdo, de recuerdos que le causaron gran dolor en ese tiempo alado sobre el que se posan los versos, recuerdos que han dejado serias cicatrices, imagen esta que se repite en varios poemas.
A pesar de que su poesía es de palabra desnuda, de claridad expresiva, con
un estilo contenido que no abusa de la adjetivación, se deslizan unas cuantas imágenes que nos hacen comprender a los
lectores los sentimientos y las experiencias vividas por la autora: besos de humo, pañuelo rosa, frías miradas,
corazones rotos, viajeros en la balsa del tiempo perdido, náufragos de amor…
Es un hecho que la poeta se desnuda ante los lectores y nos hace llegar sus
sentimientos, de forma cercana y creíble, como decía al principio de esta
reseña.
Los poemas están escritos en versos libres, sin rima, con
ritmo desigual (algunos, entre la poesía y la prosa poética), pero todos logran
conmover al lector, un elemento esencial de la expresión poética.
Seguro que Marien del
Canto Fernández nos ofrecerá, después
de este Antaño, su primer libro, otros poemarios que le regalarán un
futuro prometedor en el campo del género
lírico y que celebraremos los amantes de la poesía. Y encontrará esas manos
tendidas que reclamaba
en el poema inicial (Yo): Llamé
a muchas puertas / pero nadie me tendió su mano. Los lectores le abrimos la puerta y le tendemos las manos para que pueda
saludar a nuevas primaveras ansiadas,
llenas de multitud de bulbos, que
anuncien prometedores y exquisitos frutos. De momento, esta ya es una primavera prometedora...
©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga, profesora y escritora