domingo, 7 de mayo de 2023

Reseña de "Antaño", de Marien del Canto Fernández

 

Título: Antaño

Autora: Marien del Canto Fernández

Poemario

Páginas: 99

Autoeditado



No resulta fácil realizar un comentario, y menos un análisis de una obra poética, pues nunca se puede tener la certeza  de que interpretamos de forma plena y correcta lo que nos quiere trasmitir un poeta. Voy a tratar de  acercarme al poemario Antaño de Marien del Canto Fernández como una lectora, como una lectora amante de la poesía y del arte de la palabra a la que han emocionado los versos contenidos en este poemario. Si la poesía es algo, creo que debe ser emoción, ritmo y arte de la palabra. Este es el primer poemario de la autora, aunque ha participado en muchos actos culturales y  en diversas publicaciones y antologías colectivas, la última, 17 Diversas, en la que compartimos espacio poético. Marien del Canto, además, sabe mirar la vida desde  el arte de la fotografía, otra mirada que complementa al arte de  la palabra poética.

Después avanzar despacio por las páginas de Antaño, de  dejarme arrastrar por el arroyo de sus sentimientos, lo primero que debo decir es que el título es un acierto, pues  recoge muy bien el contenido de los poemas. Antaño es una palabra simple, contundente, clara, que  nos hace mirar al pasado. Y lo hacemos a través de los sentimientos y las palabras de la autora. Encontramos  muchos elementos en este poemario con los que nos trae al primer plano la añoranza de ese pasado, unas veces plácida y, las más,  dolorosa. Ahí están sus antepasados: sus padres, su abuela... También la referencia a los amores perdidos, la superación de problemas relacionados con la salud, las cicatrices que ha dejado el sufrimiento… Casi todo en la vida, según la autora, te arrastra a situaciones de antaño.

Lo  que más llama la atención a medida que nos adentramos  en este poemario es que es un libro que rezuma verdad. Y lo hace tanto en los temas que trata, que   son esos temas que preocupan a todos los seres humanos, porque son la vida misma,   como en el estilo claro y limpio con el que nos llegan los versos que los contienen.

El amor es uno de los temas más presentes en sus poemas. En ello siga la estela de la poesía lírica universal en  la que el amor es el sentimiento  que más ha inspirado a los poetas. No solo es  un  sentimiento universal, sino que, además, querer y ser querido es una necesidad vital del ser humano.  Como dice la propia autora, el amor es  el sentimiento más bello / intenso / el más puro. Y en otro verso: es la esencia del perfume más caro. Pero el amor, además de alegría, besos, ilusión…  en los versos de Antaño  es  también, con frecuencia, desengaño, dolor,  un mar convulso (poema Vete), un puñal clavado por la espalda. Las dos imágenes reflejan bien el dolor que produce la mentira y el desengaño, dolor  que deja el corazón hecho añicos. A veces ama en secreto sin ser correspondida o  nos presenta a un  amante que  no es más que un donjuán que deja burlada a la persona que supuestamente amaba. 

De esos desengaños amorosos han pervivido las cicatrices sentimentales, pero también el recuerdo de las sensaciones eróticas experimentadas. No rehúye la autora la expresión de la sensualidad en la unión de los cuerpos de los amantes: Me sumerjo en tu azul / beso ardientes labios / absorbo la esencia. Las sensaciones están bien reflejadas en el léxico que alude a los sentidos físicos: sumergirse, azul, besos, ardientes, absorber… Busco tu olor, dice en otro verso. Y quizá la mejor forma de expresarlo sea este verso bimembre: caricias hambrientas y pieles sedientas.

La muerte y la vida también  salen al encuentro del lector. La muerte es presentada como  un temor cierto y cercano que ha vivido la propia autora. Irrumpe  con una gran fuerza expresiva en el poema Cuarta Planta, cuando evoca la muerte de un familiar y otra estancia previa suya  en el mismo hospital. Es pasillo de un sentido / pabellón de la muerte / habitaciones blancas ajadas por el frío / vagón de cadáveres vivos. Las metáforas usadas, el símbolo del frío y la acertada paradoja  cadáveres vivos producen impacto emocional en el lector.

La muerte aparece  personificada, con una imagen clásica, la  de una mujer vestida de negro con su guadaña, en medio de una noche oscura. Así la describe: famélica silueta de negros hábitos.  A pesar de ello, la autora parece hacerle frente aferrándose a la esperanza o aceptando que, en determinadas circunstancias, la muerte puede ser liberadora. Y en cualquier caso, cuando emprenda el viaje / sin retorno y la muerte se lleve la vida, no quiere la soledad de un cementerio, no quiere flores, quiere regresar a la vida en forma de  luz, quizá como esos muertos que permanecen a nuestro lado  / en discreto silencio.

La vida, que es tiempo, el tempus fugit del que hablaban los clásicos, se nos escapa de las manos, precisamente porque es tiempo y no podemos detenerlo,   por mucho que corramos tras él. La vida se presenta como incertidumbre, por ella  nos arrastra irremediablemente la rueda de la fortuna. Pero,   antes de que el tiempo acabe con la vida, Marien del Canto se propone disfrutarla, aprovechar los instantes, en definitiva, asume el  tópico literario y la filosofía del  carpe diem. Lo refleja muy bien en el poema de cierre del poemario: Quiero vivir /  hasta que la llama de la vida apague mi aliento (…) Gritar hasta perder la voz… El poemario acaba, pues, con una afirmación de vida.

En ese tiempo de Antaño está muy presente la familia. Aparece la abuela que se vincula con los recuerdos de infancia: cuentos, paseos, la manta de lana, la muñeca de trapo… Y la soledad de la vejez, que da título al poema Cárcel de vejez, parece fundirse con la de la autora: con ella comparto enfados / penas, añoranzas / y fervientes anhelos. Aparece  la madre, a la que echa de menos en medio de su soledad, a la que necesita  sentir cercana  y a la que muestra su gratitud. El padre también  está presente en un poema, que rezuma afecto, y la poeta evoca sus recuerdos de infancia junto a él y el transcurso de la vida de este hasta la ancianidad. Pero quizá el poema más expresivo y desgarrador sea el titulado Mi hija,  en que la escritora increpa duramente  a la muerte, poniéndose en el lugar de esa madre que pierde a su hija de forma inesperada.   La autora se siente identificada con el dolor de  esa madre   que se enfrenta a la muerte impotente y   llena de  sufrimiento y  de incredulidad: lágrimas aladas recorren el rostro / ante esta incredulidad 

En la contraportada se asegura que Antaño es un poemario en gran medida autobiográfico y que su autora anda sobre las piedras del recuerdo, de recuerdos que le causaron gran dolor en ese tiempo alado sobre el que se posan  los versos, recuerdos que han dejado serias cicatrices, imagen esta que se repite en varios poemas. 

A pesar de que su poesía es  de palabra desnuda, de claridad expresiva, con un estilo contenido  que no abusa  de la adjetivación, se deslizan unas cuantas  imágenes que nos hacen comprender a los lectores los sentimientos y las experiencias vividas por la autora: besos de humo, pañuelo rosa, frías miradas, corazones rotos, viajeros en la balsa del tiempo perdido, náufragos de amor… Es un hecho que la poeta se desnuda ante los lectores y nos hace llegar sus sentimientos, de forma cercana y creíble, como decía al principio de esta reseña.

Los poemas están escritos en versos libres, sin rima, con ritmo desigual (algunos, entre la poesía y la prosa poética), pero todos logran conmover al lector, un elemento esencial de la expresión poética.  

Seguro que Marien del Canto Fernández    nos ofrecerá, después de este Antaño, su primer libro, otros poemarios que le regalarán un futuro prometedor  en el campo del género lírico y que celebraremos los amantes de la poesía. Y encontrará esas manos tendidas   que reclamaba en el  poema inicial (Yo): Llamé a muchas puertas / pero nadie me tendió su mano. Los lectores  le abrimos la puerta   y le tendemos las manos para que pueda saludar a nuevas  primaveras ansiadas, llenas de multitud de bulbos, que anuncien  prometedores  y exquisitos frutos. De momento, esta ya es  una primavera prometedora...


©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga, profesora y escritora




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