lunes, 20 de marzo de 2023

Soy Primavera: la primavera

 

            Ser primavera


Primavera en los montes de Omaña. Cuesta del Ocidiello en Fasgar. Foto: Paco Álvarez

      ¡Qué gozo y privilegio saber que la invitan a una a hablar de sí misma! Me piden que hable de la primavera.  Y no podían haber elegido mejor. Me presento: yo soy Primavera, la primavera.  ¡Quién mejor que yo podría saber cómo soy! Lo mismo que otros son agua, camino, huerto…  yo soy una estación del año. Y tengo el privilegio de ser la primera, aunque mi cumpleaños sea en marzo.  Así que os hablaré de mí, de mis tres meses de reinado sobre los valles, vallinas, lombas y  montes de Omaña. A Omaña llego un poco tarde. Resulta costoso llegar hasta aquí por la difícil orografía de esta tierra. Ya lo dice la omañesa que me ha invitado a hablaros de mí: Nuestra  "primavera tarda", / como dijera el poeta, / pero seduce sentidos / "bella y dulce cuando llega".  Soy una estación privilegiada: la estación de la vida. Hago revivir la naturaleza , que ha estado dormida durante los largos meses de invierno. También lo dice la autora citada antes: Todo anuncia que Natura / ha despertado del sueño / y acicalada de luz / relumbra como un lucero. 

Apuntando la primavera en  el  Puente Colgante. Paladín. Foto: MAR

Conmigo renace la  vida de los omañeses. Cuando llego yo,  la gente sale de las casas  y se pone al solín en las abrigadas, aunque, algunas veces y sin mala intención, juego al engaño   y  envío alguna marzada o  días de excesiva temperatura, que me hacen oír aquello de que si marzo mayea;  mayo marcea. Y, también, pueden escapar a mi control algunos turbones de nieve o fuertes pelonas. Pero esta nieve dura poco  y apenas provoca problemas, porque es blanda y se derrite pronto. No en vano se dice que   dura más la mala vecina que la nieve marcelina. Marcelina llaman algunos omañeses a la nieve de marzo.

 Pero estos hombres de Omaña no se quitan aún esa gorra de paño que les tapa cabeza durante casi todo el año. Es verdad que sigo enviando  noches  frías, pero, durante el día una luz brillante lo inunda todo. El sol recobra con mi llegada su color azul brillante con algunas  nubes, especialmente blancas y esponjosas, que  se  deslizan armoniosamente  y seducen las miradas.

En el mes de marzo suelo azuzar al  viento para que sople con fuerza. Por eso todos conocen bien el refrán: Marzo ventoso, abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso. En abril prefiero que el agua sea la protagonista: En abril, aguas mil. Aunque con esto del cambio climático ya no controlo bien los distintos meteoros. Cuando las nubes que cubren mis cielos de marzo y abril están amarañadas, empedradas  o parecen aradas, la gente sabe que  anuncio con ellas lluvia fuerte y racheada: Nubes a hatajos, agua a bandazos. Cielo empedrado, a los tres días suelo mojado. Todos recordaréis estos refranes. La lluvia suele ser bienvenida siempre, si se produce antes de san Juan (junio), porque la lluvia por san Juan quita vino y no da pan.

Yo regalo más horas de luz que mi predecesor el invierno y veo feliz cómo la gente sale de sus casas y comienza a realizar las diversas labores agrícolas: ralbar, binar, sembrar… Veo también cómo las gentes se paran a hablar en la calle y disfruto mientras escucho con atención su forma de hablar. Casi siempre hablan de lo mismo: de cuándo sembrar las patatas, los fréjoles… Del tiempo que hace: si llueve mucho, poco… Hablan del ganado… Hablan de los hijos que están fuera… De la salud… Pero me gusta mucho la forma cómo lo hacen. ¡Qué melodiosa es esa fala omañesa! Escuchándoles me entero de los nombres de lugares adonde van a trabajar: El Coto o Couto, La Chana, La Veiga, Los Jardines, El Molín de las Zancas, la solana, el avesedo…

También me siento feliz porque, cuando llego, visto el paisaje de una alfombra verde (“el verde” que a veces se siega para el ganado) que poco a poco se transforma en un manto  multicolor. Os envío a las violetas como las flores más madrugadoras que, con su cabeza inclinada y su aspecto humilde e insignificante, perfuman los bordes de los caminos. Son tan sacrificadas que a veces crecen en cualquier resquicio, hasta en un hueco del asfalto resquebrajado. Ya sé que a ti, mi valedora, te gustan las violetas, porque has escrito sobre ellas. A mí también, por eso os las mando como primeras embajadoras para que podáis disfrutar de su belleza insignificante. Fijaos en ellas, antes de que el resto de las flores atraiga vuestra mirada. 


Foto: MAR

También os hago disfrutar de las cerzales y las guindales,  cuyas flores relucen en medio  de los praos, en el caso de   las cerzales silvestres,  y también en las huertas.  Su copa algodonada anuncia las  arracadas rojas que colgarán de sus ramas en verano. Pronto, las perales, también cubiertas de flores  blancas, les tomarán el relevo. Y sus compañeros,   los manzanales  o las manzanales, que de las dos formas los llamáis,  para no ser menos, se tiñen también  de  un blanco sonrosado. A veces ese manto blanco se ve bruscamente teñido de marrón por alguna fuerte pelona tardía. Yo también lo lamento, porque la lucha con el invierno, que se resiste a marcharse, me hace perder la batalla.  Pero volveré a levantarme rápidamente para sacudirme esa decepción y recuperar mi alegría.

Verdes primaverales y cerzales silvestres en la ribera del río Omaña. Paladín. Foto: MAR

 Mientras los árboles frutales florecen,  la alfombra  verde que cubre los praos se decora, a modo de lunares amarillos, con los campanones (que otros llaman capilotes o narcisos) y otras flores, como las del diente de león,  que dibujan sobre ella  arabescos que van del  blanco al amarillo. El amarillo es, sin duda, el color predominante de  mi primavera omañesa. Al lado de ellas, pero de una forma más sobria y humilde, aparecen las margaritas y también la manzanilla silvestre que acompaña a las margaritas y  guarda un gran parecido con ellas.  Flores modestas, pero que encierran los secretos del amor. Otra Margarita dice de ellas:   De amarillo y blanco ornadas, / las flores del sí y el no, / nos traen la primavera / y predicen el amor.

Los montes también se visten con un traje multicolor. El cantiueso os regala sus flores moradas  y, junto con el tomillo,  aportan  aromas primaverales.  Podéis disfrutarlos a la orilla de los senderos y caminos que surcan las laderas omañesas.


Como yo, Primavera, a pesar de mi juventud, llego tarde a vuestros valles y montañas, porque me cuesta subir estas montañas, laderas, cuetos y riscos que tenéis ante los ojos, es en mayo y en  junio cuando me muestro en todo mi esplendor y me ofrezco de forma generosa. Por eso, oigo que repetís un refrán:  Por santa Cruz el monte reluz: el tomillo, la escoba y la urz. Y así es.  

 Porque, sí, soy muy generosa con vosotros y cubro vuestra Omaña de una belleza espectacular. Y no solo  los valles y lombas, sino también  los montes. Encargo a las  ramas de  las urces   que vistan  de gala  a  los montes. Y lo hacen hasta bien entrado el verano.  No podía haber mejor nombre para sus flores que galanas, pues saben engalanar como nadie a los montes omañeses, con sus flores albares (blancas) o cabriteñas (rosas). Y hasta tenéis un pueblo que se llama La Urz.  Al lado de las urces   escobas,  peornos, argomas y carqueisas también compiten en ese certamen de belleza y  se convierten en muchas acuarelas amarillas que destacan entre las flores de  las urces que tapizan los montes de Omaña.  


Galanas. Foto: MAR


Cerca de los núcleos urbanos  crece el sabugo y se cubre de flores de un olor muy penetrante. Sus arbustos son como un cielo cuajado de estrellas con sus pequeñas flores de color blanco cremoso. Y ya sé que los omañeses conocéis las propiedades medicinales de estas flores y que las habéis usado muchas veces en infusión para curar catarros y  para otros fines.  No solo tenéis vuestro nombre leonés para el saúco, sino que  además lo habéis convertido en un nombre propio para denominar a un pueblo y para un apellido. ¡Sabéis aprovechar bien los nombres que os regala vuestra exuberante  naturaleza! Y no lo digo solo yo. ¡Con razón los Valles de Omaña y Luna fueron declarados en 2005 Reserva Mundial de la Biosfera! Y recientemente (2022) os ha incluido también la FAO en territorio SIPAM (Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial), como  Sistema Agrosilvopastoril Montañas de León. ¡Ojalá esta declaración os traiga mucha ventura! Yo seguiré llegando, primavera tras primavera, y observaré los cambios que se produzcan.

 Foto: Paco Álvarez

 Las zarzas,  el espino nigral y espinos comunes también se cuajarán de flores blancas y rosáceas. No quieren mostrar sus espinas, que esconden muy bien bajo su vestido de pétalos florales. No solo el  campo se cubre de rosas silvestres,  pues a  las puertas de las casas, en los meses de mayo y junio, llega la belleza  y el aroma de los   rosales propiamente dichos. También ellos nos seducen con sus capullos y rosas y nos hacen olvidar sus espinas y las de la vida.

Y  para que sonriáis conmigo, no solo os regalo este espléndido colorido, sino que os lo lleno también de los cantaridos y del colorido del plumaje de los pájaros que pueblan árboles y prados: lavanderas, relinchones, mierlos,  cuquiellos, bubillas, forines, verderones… Y no puedo olvidar al pardal, que es uno de los pájaros más conocidos por todas las gentes de esta tierra.  Es grisáceo como su vida, pero acompaña constantemente  la nuestra.  Ya sé que, para algunos, es pájaro poco simpático, porque es un poco lambrión. Si puede, come el grano de las espigas, el del muelo de la era, la comida de las gallinas… Tanto lo conocéis que tengo constancia de que en algunos pueblos se usa hasta como apodo.  

 Cada uno de los pájaros que pueblan mi tiempo primaveral se apresta a deleitaros con los cantaridos  de su concierto singular. Uno de los más curiosos es el del  cuco.   Cómo alegra el final de la primavera con ese canto que hasta tiene letra: Cucú, cuquiello, rabiello, rabo de escoba, ¿cuántos años faltan pa la mi boda? Y muchas personas cuentan a continuación  el resto de “cucús” para conocer el número. ¿Y qué me decís de la hermosura del porte solemne de la cigüeña que pasea entre el verde de los praos y se encarama  sobre su nido en lo alto de alguna espadaña?  Cerca de las casas, bajo aleros y en las tenadas, anidan las golondrinas, que son aves especialmente queridas y respetadas por el simbolismo religioso que tienen en Omaña. Si las cigüeñas regresan por san Blas, estas llegan en torno a san José: Por san José, la golondrina veré. Pájaros, nidos, huevos, pajarines… La vida de las aves que resurge con fuerza y que recoge este refrán que muchas veces he oído de vuestros labios: Marzo, ñalarzo; abril, gogueril; mayo, pajarayo; por san Juan volarán y por Santa Marina se buscarán la vida. Las mariposas también añaden notas de color y de armonía en sus vuelos. Y las abejas, que de flor en flor, van libando el polen… Es verdad que no todo es bueno, pues animales que os causan perjuicio también asoman y se preparan para sus fechorías: Por santa Cruz, los lobitos ya ven la luz.

    Por si lo anterior fuera poco, os regalo aguas abundantes y cristalinas en ríos, arroyos, cascadas, fuentes, regueros... El río Omaña y sus afluentes fluyen con abundante caudal, porque recogen el agua del desnevio. Y sus aguas empiezan a ser abanicadas por las hojas de los chopos y los alisos  de sus orillas, que van despertando de su letargo invernal: Desde tus frescas riberas / se inclinan sobre su faz / abanicos de verdores / que soplan sobre un cristal.

¡Aguzad los sentidos, omañeses! No os perdáis ni un color ni un olor ni un sonido de los que yo,  Primavera, os entrego de forma generosa. Yo despierto cada año, después del sueño de invierno, y quiero que vosotros despertéis conmigo y, con todos los sentidos atentos, os dejéis seducir por mi guapura y la de vuestra tierra.

¡Gracias, Primavera!


Si no conoces Omaña

dedícale tu atención, 

omañeses y omañesas

te esperan con ilusión.

Para conocer su encanto, 

encontrarás ocasión, 

piérdete por estos lares,

ven a Omaña, que es León.

De Canto a Omaña (M. Álvarez)


Villabandín. Foto: Paco Álvarez


©Texto: Margarita Álvarez Rodríguez

Nota: Las fotografías son de primaveras pasadas.






7 comentarios:

  1. Margarita nos deleita hoy con un ensayo muy personal en el que se identifica con la primavera, la que llega en pocas hora y abarca un trimestre en el calendario. Lo hace con una prosa llena de poesía y co alusiones a la flora omañeda, incluyendo fotos realmente hermosas. Gracias Margarita

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    1. Muchas gracias, Carlos, por leer el texto, por valorarlo y por dejarme tu comentario. Un abrazo

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  2. Orgullosa tiene que estar la Primavera de esa amiga Omañesa que la describe tan bien y con muchas hermosas palabras de nuestra tierra Omañesa.

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    1. Recibo, en tus palabras, la gratitud de la primavera omañesa. Y ambas agradecemos tus hermosas imágenes.

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  3. Quiero agradecer de forma pública este poemilla que ha dedicado a mi especial primavera Vicente Mallo Gutiérrez. Compartimos el amor a la tierra, Omaña-León, y el amor a la palabra. Muchas gracias, Vicente, me ha prestado mucho.

    Se despertó Margarita
    anunciando a primavera
    con paleta de colores
    e ilusión de quinceañera.

    No te canses, trovadora,
    de hilvanar cada mañana
    un refrán con una rosa
    con la fala tan hermosa
    de nuestra tierra omañesa.

    Vicente Mallo Guti

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  4. Un placer perderse entre tantas flores y tantas aves. Después de leerte, Margarita, me he sentido en las tierras de Omaña. Yo, me uno a lo de "no te canses trovadora", bonito poema, por cierto. Un abrazo.

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    1. Algún día tienes que perderte de forma real por la montaña leonesa. Te rescataremos de la emoción, ni te preocupes. ¡Gracias!

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.