lunes, 6 de noviembre de 2023

Mentiras

 




Decía el escritor Enrique Jardiel Poncela que “la historia es la mentira encuadernada”. Actualmente, con la cantidad y variedad de medios que tenemos para difundir información, no hace falta encuadernar la mentira histórica, porque estamos viviendo las mentiras que hacen la Historia en directo.

Según la RAE, mentir es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa. Las palabras mentira, mentir, mentiroso… y el resto de palabras de su campo semántico, como embuste, patraña, bola, trola, falsedad, engañifa, falsedad, trápala…, no están bien vistas en la vida política y social actual. Otra cosa ocurre con los actos a los que se refieren. Se miente mucho, pero  se procura evitar el uso de estos vocablos  en la vida pública, pues quienes dicen mentiras no lo reconocen y, además, se sienten agredidos si los rivales les acusan de tal cosa. Desde luego quien dice mentiras, por definición, es un mentiroso. Luego, podríamos analizar cuál es la causa y si cabe la mentira piadosa.

La hemeroteca y nuestra propia memoria  ponen cada día  en evidencia  mentiras pronunciadas por las personas que en este momento están haciendo la Historia (con mayúscula) de España. Pero nos quieren hacer creer que aquí  nadie miente, como mucho falta a la verdad,   cambia de opinión o dice inexactitudes de poca monta. Hay mentiras que lo son por definición y hay medias verdades que son lo mismo de censurables cuando se busca con ellas un beneficio personal o de partido político.

El verbo mentir viene del participio del verbo   latino mentri. De ahí proceden también mentira, mentiroso y fementido. Todas ellas aluden a urdir en la mente una falsedad. Parece que procede de la raíz indoeuropea men-, con las variantes mon- y mn-. En latín  tenemos esa raíz en mens, mentis, origen de las palabras mente, demente, mentecato, todos los adverbios acabados en mente por ejemplo, falsamente: con mente falsa y muchas palabras más.  El griego usó la raíz   -mn- en palabras como mimneskein (recordar) y a partir de ella han pasado del griego al español palabras  que tienen relación con la mente y la memoria, como amnesia, mnemotecnia… Está también en el nombre de la diosa de la memoria, Mnem  osine. Y, por supuesto, en amnistía, que, con el prefijo privativo a-/-an, significa etimológicamente "no memoria", o sea,  olvido.

Convivimos a diario con la falsedad en todas sus formas: en la actuación de las personas, en las noticias falsas o paparruchas (llamadas ahora fake news), en el culto a la  apariencia… Pero es en el lenguaje político donde se manifiesta de forma más preocupante, porque está en la forma de comunicación de la realidad y en  la actuación de las personas a las que hemos confiado el destino de nuestro país.     La manipulación del idioma en todas sus formas, tristemente, es consustancial al lenguaje político. Se  manipula  de tal manera que se distorsiona la gramática y se altera el significado de las palabras.

Cuando un expresidente del gobierno decía aquella frase sobre las acusaciones de corrupción: “Todo lo que se refiera  a mí y a mis compañeros de partido no es cierto, salvo alguna cosa” dejaba perplejo a cualquier ciudadano observador del idioma. En la frase hay ya una flagrante contradicción: todo  / salvo alguna cosa.  El todo no admite excepciones. Debería ser, en todo caso,  la mayor parte, salvo alguna cosa. Además se usa la lítote no es cierto, en lugar de   es falso, que es frase más contundente y más concisa. Y es que  ahora no se miente, se falta a la verdad  o  se dice que algo no es cierto, para decir que es falso. También se venden las mentiras como cambios de opinión a “los que todo el mundo tiene derecho”.

Es verdad que no es lo mismo mentir que cambiar de opinión, pero los cambios de opinión o de parecer,  en política, suelen querer encubrir  una mentira previa.  Los “cambios de opinión” suelen estar sustentados en unas razones  lógicas, éticas, de conocimiento de datos que se desconocían… y, si se habla de servidores públicos y atañen  al ejercicio de su función, se deben explicar con argumentos ciertos y convincentes.  Actualmente estamos oyendo hablar de cambios de opinión para justificar un cambio de criterio sustancial  en lo que dice y hace, que es contrario a lo que se decía  a los españoles para captar votos hace pocos meses, durante la  campaña de las elecciones generales.  Asegurar, por  ejemplo,  que lo que era ilegal antes, ahora es algo legal y bendecido sin cambio de ninguna ley de por medio─,   es más que un cambio de opinión. Legal e ilegal son en la lengua dos antónimos complementarios que no admiten términos medios.

Además, cambiar de opinión solo tendría una importancia relativa, porque las opiniones son algo subjetivo, el problema es que se habla de cambios de opinión, en lugar de hablar de cambios de criterio, que es realmente de lo que se cambia y que tiene una trascendencia mucho mayor. Porque a los ciudadanos lo que les interesa es el criterio y la rectitud de sus gobernantes y mucho menos sus opiniones. La palabra criterio  es definida en el DLE (Diccionario RAE) así: 1. Norma para conocer la verdad. 2. Juicio o discernimiento. Está claro que en la definición aparecen las palabras verdad y discernimiento. Y es que con discernimiento y verdad hay que abordar los cambios de criterio. Los cambios de opinión pueden ser algo intrascendente, pero  los cambios de criterio sí son algo sustancial y con implicaciones muy trascendentes. No es lo mismo, pues, el uso de un término u otro. Y sí,  un servidor público puede cambiar de criterio, siempre que lo haga con rectitud y verdad, porque de sabios es rectificar, pero sin maquiavelismos y buscando siempre  el bien común.

Con la palabra mentir construimos, en español, algunas expresiones como miente más que habla, una hipérbole que parece incluir en la censura hasta la intención de mentir, aunque esta no llegue a manifestarse oralmente. Tenemos también la palabra miento, como una fórmula para cambiar de opinión, sin que en realidad quiera decir que se  ha dicho previamente una mentira. Ser algo de mentira lo utilizábamos para calificar   productos o seres fantásticos o para referirnos a objetos que aparentan lo que no son, o sea, para aquello que es falso. En el momento actual podríamos hablar también de personas de mentira, que se reparten en distintos ámbitos sociopolíticos, porque la mentira es parte de su esencia. Y, desde luego, a muchos ciudadanos nos parece mentira  lo que está ocurriendo, porque lo vemos con asombro.

Usamos  también en español  un dicho popular que estos días hemos oído dentro de ese farragoso lenguaje político: Hay que hacer de la necesidad virtud. Una frase en la que también se manipula el sentido original. En su origen tenía un significado estoico: obtener beneficio moral  de las desgracias, pero ahora ha perdido ese significado, porque se contamina con el deseo de conseguir el poder que parece esconderse en la palabra virtud.

Ante todas estas subversiones del lenguaje, los ciudadanos nos sentimos como panolis. Seguro  que preferimos que nos traten como adultos  reflexivos y  nos digan la verdad, aunque  la verdad no nos guste o aunque duela.  La manipulación de las palabras se puede producir también por omisión, cuando no   se llega a pronunciar la palabra “maldita” o se sustituye por los circunloquios o eufemismos más variopintos, para evitar las connotaciones peyorativas de la palabra omitida, que no conviene   a los fines previstos. Y estas manipulaciones del lenguaje político no son patrimonio de ningún partido, pues podríamos aportar ejemplos de todos ellos. Como lingüista, solo pretendo hacer una reflexión  sobre esa  manipulación  del lenguaje político en su conjunto, sin entrar en juicios morales  ni políticos más profundos que dejo a los analistas políticos, a los jueces y, por supuesto,  a cada votante.

Si repasamos la literatura universal, conocemos a muchos personajes que son ejemplos del tipo de persona mentirosa, tanto en hombres como en mujeres. Voy a mencionar solo a tres que tienen en común que son niños.  Uno de los personajes más conocidos es   Pedro, de la fábula Pedro y el lobo, atribuida a Esopo.  Pedro es ese pastor que gritaba  y pedía ayuda anunciando que el lobo  atacaba a sus ovejas, para que acudieran los vecinos a ayudarle,  y cuando estos  llegaban al lugar   se reía de su credulidad.  Sus vecinos se cansaron de esta burla y cuando un día apareció realmente  el lobo, Pedro gritó, pero nadie acudió en su ayuda, y el lobo le mató muchas ovejas. Un  final  poco halagüeño el de este Pedro.

Otro personaje famoso fue Pinocho, protagonista de un cuento de Carlo Collodi. Pinocho era una marioneta de madera, cuya nariz crecía cuando mentía. Es un personaje que se ríe  hasta de Gepetto, el carpintero que lo ha creado, y que  se mete en muchos problemas. Al final sus amigos el Zorro y el Gato lo ahorcan en una encina. Un final muy trágico para Pinocho.

Y volviendo atrás en el tiempo, hasta el siglo XVI, recordamos también a Lázaro de Tormes. Lázaro miente  y usa tretas para sobrevivir lo que en principio no nos parece muy censurable, y lo hace ante amos que son símbolo de la codicia, de la hipocresía, la fatuidad… Con esos amos y sus defectos   aprende a ser pícaro y  a “medrar” socialmente  para llegar a la cumbre de su “buena fortuna”. Pero,  a medida que deja de pasar hambre y crece en años y  en rango social, va perdiendo su dignidad. Esa es otra gran palabra que ha desaparecido del lenguaje político y que es una actitud  que debe regir el comportamiento  del ser humano: actuar con dignidad.

La dignidad   es la  gravedad y decoro de las personas en la forma de comportarse. Antes se decía que la mentira tiene las patas muy cortas, porque la verdad termina saliendo a la luz, aunque a veces lo hace demasiado tarde. Sin embargo, cuando una mentira se tapa con otra y otra, la verdad se va quedando tan escondida que es difícil que salga a la superficie. Y es que ya lo dice un refrán: De la mentira comerás, con la verdad ayunarás,  y hay mucha gente en el ámbito político que coloca la mentira por encima de la dignidad, porque “ahí fuera hace mucho frío”.  Y por eso  una misma persona puede decir algo  y desdecirse poco después.  Donde dije digo, digo Diego… Y la vida sigue.

Lo cierto es que se está perdiendo el valor de la palabra dada, en la que antes confiábamos. No en vano hablábamos de personas de palabra, de la palabra de honor, de empeñar la palabra dada: Palabra dada, palabra sagrada, dice un conocido refrán.  Y otro: Exagerar y mentir por un mismo camino suelen ir.  Para enfatizar la verdad decíamos de algo que era  la pura verdad o una verdad como un templo… Ambas expresiones aluden a lo puro, a lo sagrado, además de al tamaño natural del templo, en  el caso de la segunda.

Para tratar  de conseguir que una mentira no lo parezca o tenga apariencia de verdad los políticos tiran de argumentario, palabra que conocen muy bien todos ellos, en cualquier partido. Curiosa palabra. No se dan argumentos  basados en la ética o en la razón a los que llegue una persona individual con su buen saber, entender y hacer, sino que se los dan “enlatados” y oímos a un montón de políticos del  mismo partido repetir como loros, durante varios días, el mismo argumentario. Y si surge un hecho relevante novedoso, ante el que tengan que pronunciarse, alguien, de forma rauda, con inteligencia natural o artificial, preparará rápidamente otro argumentario, palabra que según el diccionario académico es el  conjunto de los argumentos destinados principalmente a defender una opinión política determinada. Así, nuestros representantes políticos se alejan de la ciudadanía la llamada “desafección política”  pierden su identidad y, con frecuencia, su dignidad, y se convierten en una  mera correa de transmisión de un grupo político: su esencia es el argumentario. Y, si alguien discrepa es mirado de reojo o, si se trata de una persona de edad avanzada, se la llama despectivamente “la viaje guardia”. Es evidente que donde hay argumentos no son necesarios los argumentarios.

Quiero terminar volviendo a la literatura medieval, al siglo XIV, pues allí encontramos un maravilloso cuento de don Juan Manuel, en el Conde Lucanor: El árbol de la mentira.  Incluyo un  breve resumen, aunque vale la pena leerlo completo. Un día estaban juntas la verdad y la mentira y esta  le propuso a la verdad que plantaran un árbol y que cada una se quedara con una parte del mismo, de  la que, cuando el árbol creciera, obtendrían beneficios. La mentira engatusó a la verdad y la convenció de que se quedara con las raíces, pues era la parte más importante de un árbol  y era más seguro vivir bajo tierra. Ella se quedaría con las ramas, que podían sufrir muchos males, pues estaban más expuestas. El árbol creció y mucha gente se reunía  bajo  su copa, a la sombra, para escuchar los embustes disfrazados de verdad y de halagos que les contaba  la mentira. Pasaba el tiempo, y como la verdad no tenía qué comer, empezó a roer las raíces hasta que un día derribó el árbol y  este, con su caída, aplastó a todos los que estaban debajo de su copa en torno a la mentira. La verdad, tan menosprecia y oculta  tanto tiempo, había salido a la superficie.

Al final el ayo Patronio extrae del cuento una enseñanza moral sobre la mentira, que le transmite al conde Lucanor. Y, entre otras cosas, le dice: “Es mentira sencilla cuando uno dice a otro: don Fulano yo haré tal cosa por vos, sabiendo que es falso.  Mentira doble es cuando una persona hace solemnes promesas y juramentos, otorga garantías, autoriza a otros para  que negocien por él y, mientras va dando tales certezas, va pensando la manera de cometer su engaño. Mas la mentira triple, muy dañina, la del que miente y engaña diciendo la verdad”.

¡No es necesario añadir más!


©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga


10 comentarios:

  1. Excelente y actual ensayo. Te felicito Margarita por la claridad en la exposición y por poner las cosas en su sitio. Es de lamentar, pero la mentira y la difamación están ahí, las escuchamos y leemos todos los días. La parentela política se piensa que somo tontos y que nos creemos sus embustes, cuando lo único que les preocupa es su poltrona y nada más. Gracias por tu claridad

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  2. Fantástico!! Mil gracias, Margarita.💡

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  3. Cómo puedo compartir? Es más que interesante! Es 💯. Es perfecto!

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    1. Está publicado en Facebook y X. No te identifico, si me lo dices, te lo puedo pasar por otro medio. Y en cualquier caso, puedes copiar el enlace directamente del blog y difundirlo por wasap o por otro medio.

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  4. Muy, muy interesante. Me quedo, para usarla en clase , con la definición de Jardiel Poncela, no la conocia

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.