lunes, 2 de junio de 2025

Reseña del poemario "A propósito de vida", de María Fernández Fernández

 

 

Editorial Granada Club Selección, Granada Costa

Poemario, 106 págs.

Autora: María Fernández Fernández





    María Fernández Fernández  es diplomada en Enfermería y licenciada en Antropología Social y Cultural y, en ambos ámbitos,  ha publicado trabajos profesionales. Ávida lectora de poesía, frecuenta los círculos literarios de Madrid y  poemas suyos aparecen publicados en varias antologías. Es socia del proyecto de  Cultura Granada Costa, donde comparte sus poemas mensualmente.  En el Certamen de Poesía Mística  convocado por  este proyecto cultural   obtuvo el primer premio  con  el poema místico titulado Camino. Y ese es precisamente el poema que abre el poemario A propósito de vida. Se trata de  un texto extenso ─un poema de poemas─ que aparece  dividido en once partes.  La primera    lleva el título  Camino y las otras diez que    siguen  se presentan como etapas del mismo camino y van marcadas   con números romanos ─del I al X─.  Aunque cada uno de esos once textos puede leerse de forma independiente, cobran un sentido pleno si se leen de forma unitaria. Descubrimos a través de la lectura de  los versos  del poema completo el difícil  camino que sigue  alguien que busca  dar sentido a su vida a través de una vivencia de tipo  espiritual.  Ese deseado encuentro con la divinidad  nos recuerda el camino de  las vías místicas de  santa Teresa y san Juan de la Cruz que los  llevaban a la fusión ─al menos de voluntades─ de su alma  con Dios: mis deseos queriendo ser los Tuyos, dice la autora al comienzo del texto.  Para ella el camino para llegar a Dios es un camino de esperanza y también de incertidumbre, en el que pretende encontrar un bálsamo para sus heridas. Persiguiendo ese anhelo decide poner sus pies a caminar.

     La contemplación del sufrimiento del mundo que la rodea  la ha llevado  a  renegar, a veces,  de un Dios que permite el dolor; la ha llevado, incluso, a  dudar de su existencia, pero, para ir a su encuentro, necesita  pedir perdón,   aunque ello la lleve al llanto como manifestación de su arrepentimiento. Su alma  comienza  a sosegarse cuando se da cuenta de que tiene que buscar dentro de ella  a ese Dios que no ve en el exterior: Yo Te busco en mi esencia y Te descubro,   pero  todavía  su caminar es vacilante, pues se mueve entre sombras ansiando una fe que la inunde de luz  (IV). Es arduo el camino, pero  la esperanza  y la confianza  serán el motor para   llegar a esa  auténtica Vida (VII). El amor a los demás y el espíritu de servicio y de entrega serán la auténtica luz que ilumine ese camino de dudas, de rebelión y de sombras: hoy camino Tu Luz / en este, mi sendero / de servicio y entrega.    Y, al fin,  ese sendero la llevará a una unión de voluntades con la divinidad: siento Tu Voluntad… Estamos al final del proceso místico y la poeta encuentra el camino adecuado: conozco las veredas que ilumina Tu Luz, y nos confiesa: Te busqué, te he encontrado… Se han disipado las dudas, la esperanza y la fe la han llevado a la  meta soñada: me embriago de Tu Voz, vivencia  espiritual expresada como una experiencia física, algo característico de la poesía mítica.

    Este poema titulado Camino  es el frontispicio del resto del poemario y le da sentido. Nos recuerda claramente las tres vías de los poetas místicos: el arrepentimiento (vía purgativa), la luz  de la esperanza y la fe, que poco a poco iluminan el camino (vía iluminativa), y el sentirse en comunión de voluntades con Dios (vía unitiva). Pero la autora, que inicia su camino solitaria, poco a poco va incorporando a los demás  a su camino, no es ajena al sufrimiento de quienes la rodean, por ello, pasa del yo, de su experiencia individual, al “nosotros”  y al “ellos”: cuerpos semejantes al mío / heridos, ultrajados…   Esta es una diferencia esencial con los místicos del Siglo de Oro para los que la experiencia mística era una vivencia secreta y solitaria  entre el alma y la divinidad y era ajena al mundo que los rodeaba.  Se puede decir que la poeta le da una proyección social a su experiencia mística, quizá más en la línea ascética de Fray Luis de León, del que incluye una cita  como  preámbulo al poema que nos ocupa.

    Este poemario, además de Camino,  incluye   muchos más poemas de contenido misceláneo.  Se agrupan en  seis bloques temáticos titulados: Tenue bosquejo, Lágrimas en la lluvia, Tocar la meta, rozar el cielo, Orfandad, Melancolía, compañera de viaje y Dicen que es el motor del Universo.

    Los poemas de Tenue bosquejo  son poemas de exterior. Por ellos pasan distintos lugares leoneses, del mundo urbano y del rural, y la mayoría de ellos desprenden un halo de melancolía. Esta melancolía aflora de forma más rotunda  en el poema titulado Riaño. Contemplar el lugar donde el pueblo yace sumergido hace, incluso, surgir el llanto: Aflorarán el llanto y la melancolía / y el sentir que eres nada… Aparecen poemas vinculados a la naturaleza y la autora  nos invita a disfrutar de ella en silencio. Sed discretos, ¡silencio!, nos pide en el poema titulado Al bosque.  En otro poema nos habla de un árbol solitario con el que se identifica y asegura que forma parte de ella.  En algunos versos  se acentúa la melancolía aludiendo al ocaso: Tardes sin fin / días sin alicientes (poema Aflicción), Una última hoja / para el postrer poema de la tarde… (Poema Decidir). En general, habla de aflicciones, batallas vitales, expectación ante un posible mal diagnóstico médico…  Y abundan palabras que nos hablan de esas aflicciones: suspiro, llanto, melancolía, muerte, soledad, silencio…

    En el bloque siguiente, Lágrimas en la lluvia, la autora tiende la mirada hacia lo social. Son poemas  que reflejan una  dura crítica al enriquecimiento  a costa del engaño, a la explotación de los más débiles, a la corrupción… Ante estos comportamientos muestra su decepción  por la ausencia de la verdad  / clamor de honestidad,  como hace en el poema Juzgar.  En el titulado  Corrupción apostrofa a los responsables de la misma: ¡¡¡Temblad!!!, les grita, y les recuerda que su afán por atesorar fortuna llegará solamente hasta la sepultura. Es como un recuerdo de las famosas danzas de la muerte  que mostraban  la igualdad social ante la ella,  o sea, una forma de alertar sobre el   “finis gloriae mundi”. También trata de advertir a los engañados: Solo te quieren vendedores de sueños, para que no escuchen los cantos de sirena. Los débiles son víctimas de  los desaprensivos, de los señores de la guerra y crean un mundo ahogado por pecados capitales. Hiroshima aparece como el ejemplo máximo de la destrucción y el sinsentido de las guerras: Nunca ha habido motivos para matar al mundo / y el mundo está muriendo.  Incluso hay un poema, Despertemos, en que usa la primera  persona de plural para introducirse en la propia imprecación y dar más fuerza a ese deseo compartido de que  surja un clamor de gargantas desgarradas por la angustia… Y el clamor se transforme  en una barrera humana que se mueve… / reclamando justicia, pan y paz. Codicia, Corrupción, Temor, Estampita, Insidias… son títulos de poemas que hacen clara referencia a su contenido e intención.

    En  el bloque Tocar la meta, rozar el cielo recoge poemas en que el tema central es el amor. Ya lo dice en el primer texto: Lo sumo es amar y ser amado /  y a mí me han dado amor / y yo lo he  dado. Pero, en la vida, el amor a veces nos desdeña y la poeta se pregunta por qué seguimos vivos. A pesar de todo, la esperanza de conseguirlo nos mantiene mendigando miradas / suplicando palabras. El amor siempre puede volver como refleja muy bien un poema titulado precisamente Volver y, cuando regresa, parece expandirse a toda la naturaleza que  rodea a los amantes, como también ─y tan bien─ refleja  Bécquer en ese amor telúrico del que habla en la Rima X.    Pero amar es vivir una permanente zozobra como han expresado tantas veces poetas de todas las épocas, en todas las lenguas. El amor nos genera inquietud por miedo a perderlo: Temor, amor  conjugan / la misma melodía, asegura la autora en el poema Solos.

    El siguiente bloque se titula Orfandad. Son poemas que giran en torno al dolor por la muerte de un ser querido. Uno de los más bellos  es el titulado Elegía donde dice: Hoy se apagó tu luz, quedamos ciegos…  Rotundo, breve y emotivo es el poema Obituario. Leyendo el poema titulado Mochila nos viene a la mente la visión quevediana de la vida, una vida  que produce angustia existencial, pues llevamos con nosotros siempre el  último dolor, el del mero existir.  Parece que todo es sueño, que “vivir es ir muriendo”, como decía el poeta del Siglo de Oro. Sin embargo,   en algunos poemas está presente Dios,  un Dios que nos deja ciegos  con nuestro dolor o unos dioses que parecen envidiarnos,  porque, al no poder experimentar la muerte, tampoco pueden experimentar el “carpe diem”. Este bloque se cierra con el bellísimo soneto titulado Estela de ausencia, dedicado a la memoria de una amiga. Reproduzco el primer terceto: Y quedamos aquí, quienes  te amamos /  testigos de tu viaje al firmamento / deudos de corazón de tus reclamos…

    Melancolía, compañera de viaje es el penúltimo  bloque del poemario. El título ya nos sugiere el contenido melancólico de estos poemas, melancolía que  ya estaba presente en poemas anteriores, pero aquí se convierte en esencia: Palabras, sin esperanza, Nocturno, S. O. S., Insomnio, Nostalgia… son títulos bien significativos. El poemario se eleva en estos poemas a una cierta visión metafísica de la existencia,  a la angustia del “tempus fugit”: Duele la vida, asegura, y no se detiene el devenir.  La melancolía se transforma en angustia y se convierte en  su compañera de viaje. Le duelen los días  y ese dolor la lleva a lanzar un grito desesperado que expresa  de forma angustiosa en el poema S. O. S, en el que llega a decir: querer abandonar la vida  y no atreverme. A pesar de ello, se aferra  al amor  y la esperanza  y suplica a sus seres queridos que la salven del abismo.  En  estos poemas aparece el alma doliente de la autora, pero dentro de esa desolación, que refleja muy bien el léxico utilizado, con palabras como doliente, angustia, miedo, sombras, brumas hieles, veneno, abismo, aflicción, remordimiento, sollozo…  hay margen para la esperanza, porque  hay que seguir viviendo y permitir que te habite la esperanza. 

    Por último, aparece el bloque  titulado El amor es el motor del mundo, esa  idea que ya expresara Dante.  El amor, que ya aparecía en otro bloque anterior, se convierte aquí en la esencia de estos poemas: amor de ida y vuelta, amor que provoca  un recelo inicial, tras alguna decepción previa que la ha llevado a la soledad, pero un amor al que al fin se abandona: Amor, amor, amor.  El amor que llama otra vez a su puerta trae esperanza, placer  y conduce a la paz. En varios poemas canta también al amor perdido como hace en el  soneto   Al amor que se fue, que tiene resonancias garcilasianas. Ese amor perdido le produce un desgarro  que la lleva a la soledad, a la decepción: nada llevo conmigo, ni siquiera tu aroma, pero la poeta opta por seguir caminando: Y prosigo el camino / me guían las estrellas.    A pesar del miedo a volver a enamorarse, la incertidumbre, los errores cometidos… parece que ha superado el dolor   y que la añoranza del ser amado es tanta que es capaz de atravesar  caminos de nostalgia  para renacer de nuevo y suplicar al amado que la acepte. Y termina con un poema que es un canto a la esperanza y a la libertad, cuyos últimos versos son: Soy el soplo de vida / que mantiene la esencia / de las almas que esperan / el aliento de Dios. Ese camino vital de amores sentidos y amores perdidos  sitúan a la autora en un mundo trascendente  que la lleva a la espiritualidad del inicio: la necesidad  de   sentir el aliento de Dios para seguir viviendo.

    Desde el punto de vista formal llama la atención el hecho de que un gran número de poemas tienen por título una palabra o un solo sintagma nominal. Este título nominal condensa y acentúa la intensidad del sentimiento expresado en el poema. Es un gran acierto poético. La mayoría de los poemas están escritos en versos libres, aunque también María Fernández nos sorprende con bellos  sonetos. Como principal elemento de ritmo,   además de las enumeraciones y la selección de palabras que tienen una determinada sonoridad, usa con frecuencia el paralelismo sintáctico: En la tarde buscando la noche / en la aurora esperando el día  / en los sueños compartiendo metas  Juega también, a veces con la disposición de los versos de una  manera que  sea significativa. Lo mismo hace con el uso de las mayúsculas.

    Su estilo, en general es conciso, aunque  lo siembra de hermosas metáforas,  a las que a veces  se une el oxímoron: Quizá tu siembra florezca en los invierno.  O  en este ejemplo: Pondré miel  en la hiel, en el que juega también con el efecto fonético: “miel / hiel”. En el inicio de cada apartado recurre la autora a la metaliteratura,  incluyendo   una cita de un poeta célebre: santa Teresa de Jesús, Victoriano Crémer, Dámaso Alonso, Lorca…  Y la completa con  un pensamiento propio expresado en pocas líneas.  Esos pensamientos también  están presentados de manera poética. Podríamos decir que son  breves prólogos poéticos.

    En este poemario, A propósito de vida, la autora  nos habla precisamente de eso, de la vida, del “hacer camino al andar”,   que decía el poeta, de   sus  esperanzas y sus decepciones, de la  miel y la hiel, en definitiva, de que la vida se construye con el vivir y ese vivir, a través del tiempo, nos va dejando una  huella indeleble. Un vivir en que con frecuencia está presente el deseo de trascendencia y en que aparecen diferentes vivencias humanas: el deseo de justicia, el amor, el dolor… Un vivir que es el suyo y el nuestro, por eso sus versos nos  provocan  una  profunda emoción.   La poeta tiende su mirada atenta y sensible  y observa  el mundo que la rodea y lo transforma en palabra poética. Hace real aquello que decía Lorca: “La poesía es algo que anda por las calles, que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio  y  la poesía es el misterio que tienen todas las cosas”.   En una  breve nota inicial  la poeta hace una declaración de intenciones sobre la temática del poemario: El embrión de este poemario es el tiempo, y su discurrir a través de mi vida, de las vidas de otros, de la estela que dejan los pasares. Y, sí, ha conseguido mostrarnos la estela que dejan los pasares… Los suyos y los nuestros.


© Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora de Lengua y Literatura

Junio de 2025





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