23 de abril, Día del Libro
¡Felices libros!
Imagen; Pixabay |
Las mujeres, a veces, nos hemos sentido princesas en pos de príncipes azules. Aquellas aspiraciones terminaban casi siempre como el cuento de la lechera, porque era difícil encontrar en la realidad a esos príncipes de cuento (y a los otros).
Muchos personajes de los cuentos infantiles están presentes en el habla de cada día. Estos personajes, convertidos en epónimos, sirven para definir o caracterizar rasgos de las personas. Así, los que tienen muy mal carácter son ogros o brujas; en cambio, las personas que nos protegen son hadas madrinas; las mujeres que triunfan en los ecos de sociedad son reinas de la pasarela o de la prensa rosa o princesas del pueblo. Y a aquellas que tienen mala fortuna las llamamos cenicientas. Tampoco podemos olvidarnos del cruel personaje de la madrastra.
Otros seres perversos de los cuentos también han perturbado nuestros sueños infantiles. En los miedos de todos han aparecido monstruos, dragones… Y también el hombre del saco, el coco, el tío del unto, el sacamantecas... Todos ellos personajes que proceden del folklore.
A
un famoso político se le ha llamado Bambi
por su aparente carácter apacible y cándido. Que era el pensamiento Alicia, decía de
la misma persona el filósofo Gustavo Bueno.
A personas muy dormilonas las comparamos a la bella durmiente. El que cuestiona las verdades inmutables es un pepito grillo, fiel compañero de Pinocho, que es también símbolo del personaje mentiroso. Del justiciero decimos que es un Robin Hood. A las personas infantiles, las llamamos Peter Pan. A los bajitos, liliputienses. A las personas poco agraciadas las comparamos con el patito feo. En cambio, de las niñas pizpiretas decimos que son como la ratita presumida. Y a las niñas imaginativas y rebeldes las comparamos con Pipi Calzaslargas.
La cueva de Aladino, junto con el patio de Monipodio (Rinconete y Cortadillo) son ejemplos de lugares donde se esconden los ladrones. Los cacos de siempre y los que se dedican a ese robo disimulado de la corrupción llamado ahora pitufeo. Lejos estaban los pitufos, creados por el dibujante belga Peyo para ilustrar La flauta de los seis pitufos, de sospechar que iban a dar nombre a esa forma peculiar de robo.
Como vemos, nuestra lengua tiene más cuento que Calleja, expresión que usamos para describir a los que buscan constantemente disculpas para no comprometerse a algo. Saturnino Calleja, era propietario de una editorial que publicaba cuentos para niños y que murió en 1915.
Hay un tipo especial de cuentos, con moraleja, que son las fábulas. Entre otras, las conocidas del escritor griego Esopo, las del francés La Fontaine y las de nuestros grandes fabulistas Iriarte y Samaniego. Además del cuento de la lechera (Samaniego), al que hacemos referencia muchas veces para criticar las ilusiones infundadas, a todos nos ha sonado alguna vez la flauta por casualidad, como al burro flautista de Iriarte. No suele resultar fácil ponerle un cascabel al gato, fábula popularizada por Samaniego, pero usada antes por Esopo, Lope de Vega, La Fontaine y otros autores.
Esopo. Velázquez. Museo del Prado |
Desde las fábulas de Esopo (algunas recogidas por Fedro) nos han llegado muchos dichos. Por ejemplo el que dice que
aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Todos conocemos también lo que significa matar a la gallina de los huevos de oro, famosa fábula que condena la ambición.
Y siempre habrá personas que ante la dificultad para conseguir algo, hacen un falso desprecio del objetivo, como hace la zorra ante las uvas cuando dice que no las quiere porque están verdes. Que es el parto de los montes se dice de lo que prometía mucho y se quedó en nada, como el ratón que paren los montes después de un considerable esfuerzo. Que alguien se lleve la parte del león en un reparto nada equitativo y tener que firmar un contrato leonino es algo que desgraciadamente nos vemos obligados a hacer o a sufrir más de lo que nos gustaría.
El mundo del cómic también ha incorporado palabras y expresiones a la lengua común. Zipi y Zape sirven para calificar a niños revoltosos, especialmente cuando una pareja hace trastadas en unión. La familia Trapisonda ha pasado a ser símbolo del embrollo. Jaimito nos sirve para adjudicarle chistes verdes o de mal gusto por el carácter travieso y pícaro del personaje, a pesar de que habitualmente no sean chistes de su autoría.
Mortadelo también es utilizado para llamar con su nombre a personas que tienen una personalidad parecida a la suya y el doctor Bacterio para calificar al que realiza experimentos raros de consecuencias imprevisibles. Y no hay que olvidar que la palabra tebeo se ha creado a partir de las siglas TBO, que era el nombre de una publicación.
Todo ello son ejemplos de fantasías infantiles con que los adultos hemos denominado hechos, personajes, lugares... para enriquecer y hacer más expresivo el idioma. Quizá porque, como el título de la serie televisiva, nos gusta refugiarnos en los mundos de Yupi. O soñamos demasiado a menudo con algo que no somos o tenemos, hasta que alguien nos hace volver a la realidad con una conocida frase: ¡Menos lobos, Caperucita!
Pixabay |
Y cierro este repaso con dos sugerencias de lectura, en este DÍA DEL LIBRO, una recopilación de deliciosos cuentos de José María Merino y hermosos versos en voces de mujeres:
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