viernes, 20 de marzo de 2020

Palabras sanadoras


A ti, persona desconocida, que estás aislada en un hospital...




Amigo, amiga...

No conozco tu nombre, no te pongo cara, pero eras una persona que me importas, porque sufres en este momento un quebranto de salud,  y lo haces en soledad, y eso es suficiente  para que yo quiera llegar a ti  y mandarte unas  palabras… Tienes familia, tienes amigos, pero, en este momento,  solo pueden ser  una presencia ausente.

Me llamo Margarita, tengo 67 años, estoy preocupada por la situación que estamos viviendo, y, sobre todo, por las personas que estáis hospitalizadas. Yo estoy confinada en casa, aislada de mis hijos y nietos, para colaborar con las autoridades y con todos los ciudadanos, por mi propio bien y el de todos.  

Me gustaría enviarte salud, salud a raudales, pero eso no está en mi mano, en cambio, sí puedo enviarte palabras: palabras de ánimo, palabras sonoras que te  saquen unos minutos de la soledad, para que esta no te genere un sufrimiento añadido. Las palabras  tienden un puente entre el tú y el yo: las palabras pueden sustituir  un  abrazo,  una mirada, una caricia…  Las palabras sanan el espíritu y nos liberan de nuestros miedos.

Te invito a que luches contra la soledad usando  la palabra…  
Y quizá me preguntes: ¿Cómo?  ¿Con quién?  

¿Sabes? Yo he sido docente más de cuarenta años, y cuando un alumno se encontraba mal de ánimo le invitaba a escribir sobre sus emociones, a reflejar en el papel todo lo negativo del presente, a escribir incluso un taco, si eso contribuía a liberar la tensión que lo atenazaba… Pero también le decía que reflexionara sobre lo positivo de la vida. Esas vivencias que están en nuestra memoria, pero que, a veces, no deja aflorar la angustia: ese abrazo que un día recibimos (y que ahora no debemos dar), esa sonrisa, esa felicitación, esas personas importantes en nuestra vida, ese paisaje que un día nos relajó el espíritu…

Seguramente no puedas escribir  (si quieres y puedes hacerlo, yo estoy aquí para escucharte), pero sí puedes contar tus vivencias a lo que tengas a tu alrededor. Sí, a las cosas.  Personifica los objetos, habla con ellos y trata de oírlos. Ellos también te acompañan.  Y la imaginación y la fantasía nos sirven de escudo contra las situaciones adversas.  Habla con esa nube o rayo de sol que se acerca a tu ventana; con esa pared inexpresiva que tienes delante; con esos cables que maltratan tu cuerpo; con ese pijama, quizá un poco descolorido, que es ahora tu traje predilecto; con esa puerta que de tarde en tarde se abre para dejar asomar a una persona. Sí, una persona, aunque  en este momento vaya un tanto disfrazada. (¡Quizá haya estado tan atareada que no sabe que han acabado los carnavales!). Cuéntales tus miedos, tus malestares, tus pequeñas mejorías, tus esperanzas… Y, si puedes, hazlo en voz alta.  Nuestra propia voz también nos sirve de compañía.

En fin, piensa que cuando se esconde el sol y llega la noche es para dejarnos ver las estrellas.  Confía en el personal sanitario y, sobre todo, confía en ti.  Hoy es un día más para seguir luchando. Somos muchos los que pensamos en las personas que estáis en los hospitales.  Pero, ahora, no quiero cansarte más.

Ojalá te hayan llegado  el ánimo y el afecto que van colgados de  estas palabras. 

Estáis solos, pero acompañados. Juntos resistiremos.

Margarita

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.