La Peña de la Fortuna hace unas cuantas décadas |
Allí estaba
ella, estática y silenciosa, al borde del camino. La llamaban Peña de la Fortuna. Los caminantes le arrojaban piedras que herían su piel. Ella las atrapaba y las transformaba en un rayo de ventura.
Pero, en
esta ocasión, Fortuna no sintió el golpe… Ahora la embargó una nueva sensación:
alguien la abrazaba invocando su nombre.
¡Fortunaaaa!
¡Fortunaaaa!
Su dura alma de
piedra se estremeció... Quiso devolver el abrazo, pero solo pudo atrapar el
sonido de unos pasos que se alejaban.
Y en aquel escobio, donde moraba, volvieron a reinar el silencio y la soledad. Pero aquellas nuevas sensaciones la cambiarían para siempre... ¡Era algo más que una pena!
Y en aquel escobio, donde moraba, volvieron a reinar el silencio y la soledad. Pero aquellas nuevas sensaciones la cambiarían para siempre... ¡Era algo más que una pena!
Lágrimas
plateadas empezaron a resbalar por su cara. Lágrimas que el paisaje
iba tiñendo de verde, lágrimas que regaban el camino de la esperanza. Lágrimas de esmeralda que el río Omaña reflejaba en su espejo de aguas cristalinas.
¡Lágrimas de
emoción!
Por fin, Fortuna
había sentido las caricias de la gratitud.
Seguiría regalando fortuna, pero a partir de ahora no sería
un testigo mudo. Su voz se oiría clara y potente:
¡Caminante, tira la piedra!
Seguiría regalando fortuna, pero a partir de ahora no sería
un testigo mudo. Su voz se oiría clara y potente:
¡Caminante, tira la piedra!
Escobio: garganta estrecha.
Estado actual de la peña de la Fortuna |
Recital ante la peña de la Fortuna. 25/8/2018 |
Texto relacionado:
http://www.larecolusademar.com/2018/08/romance-la-pena-de-la-fortuna.html
© Margarita Álvarez Rodríguez