lunes, 3 de febrero de 2025

Reseña del poemario "Sombra y ceniza", de Ainhoa Lorenzo Montilla

 


Título: Sombra y ceniza

Autora: Ainhoa Lorenzo Montilla

Género: Lírica

Páginas: 109






Es un placer para mí realizar una reseña del poemario Sombra  y ceniza, de Ainhoa Lorenzo, porque hay una relación especial que me una a ella: la de profesora y alumna. Ainhoa fue alumna mía en Bachillerato, en el centro Santo Domingo Savio. Conmigo aprendió  a desentrañar los secretos de los textos literarios. La conocí años antes de darle clase, pues participó en el año 2010, cuando cursaba segundo de ESO, en un recital organizado por mí, con alumnos mayores, con motivo del Centenario de Miguel Hernández. Y  en otros posteriores.  La poesía ya brotaba en ella y aquellos   recitales fueron como la lluvia que incrementó el manantial poético. Y siguió escribiendo versos, a pesar de que su formación posterior fue científica (médica neuróloga).

El libro tiene una  portada hermosa. De la Sombra y  ceniza  del título  y de las imágenes surgen flores blancas, incluso su nombre y el título ceniciento se eleva sobre el fondo: pone luz. Se funden, pues,  la  fría oscuridad y la ceniza que es el rescoldo del fuego que da luz y   purifica.

Pero con ese título y ese fondo oscuro   tenemos que sospechar que el poemario de Ainhoa no habla de jardines bucólicos, de paisajes serenos, de amores idealizados… Y estamos en lo cierto. Dando  un paseo visual sobre el índice  nos asomamos  a los títulos de los poemas y allí encontramos ya la sombra y la ceniza: Existencia, Sentido, Nada, Buscando un día más, Agonía, Traición, Corazón solitario, Alma solitaria, Infierno terrenal, Caos global, Insomnio, Encrucijada, Sueños Ahogados, Sobrevolando el abismo, Cuenta atrás…  Y cuando el lector comienza a leer se encuentra precisamente con esos temas: existencia y sentido o sentido de la existencia. Ahí está la clave para buscar el sentido de la vida, desde un corazón que sufre. A lo largo de todo el poemario hay un sentido de pérdida que lleva a un afán de búsqueda, la búsqueda de algo perdido. En el poema  En busca de lo perdido  el sentimiento de pérdida afecta a la propia inspiración poética: Busco inspiración / busco claridad / hasta esperanza / busco ya. La pérdida metafórica de la palabra es una de las peores pérdidas, pues para Ainhoa Lorenzo la palabra poética es liberadora y sanadora. En varias ocasiones  parece viajar hacia esa niña interior que evoca    ilusiones de infancia.  Decía Rilke que “nuestra verdadera patria es la infancia”.

Otro tema presente en el poemario es el paso del tiempo: “tempus fugit”, que decían los clásicos. Un tema vinculado con el anterior,  porque  hace huir  a la autora hacia atrás y  regresar a la infancia para contrarrestar ese tiempo desbocado que avanza de forma inexorable. Por ello, siente anhelos de otras épocas. En su poema Tiempo pasado  habla de un pasado aún presente / en la cabeza y en el corazón, de un  tiempo irrecuperable / perdido en las arenas del reloj. En otro poema dice  estar contemplando la vida mientras el tiempo pasaba. En el poema Cuenta atrás asegura que  el tiempo se escapa / entre las grietas / irreparables. Frente a ese paso rápido   aparece el latido de un corazón agonizante por reconstruir el pasado. La angustia por  el paso del tiempo tiene mucho que ver con el sentido de la vida. Lo plasma bien en un poema muy breve titulado  Polvo de estrellas: Punto de partida / punto de final /de dónde venimos / y adónde partimos / de esta fría tierra que es el mundo.

 Ese sentido existencialista de la vida  refleja la forma de ser de la protagonista, una persona  que  siempre ha sido muy reflexiva: Yo voy sin rumbo / buscando algo, un algo más profundo. Aparece con frecuencia su  afán de buscar explicaciones: de aprender.  En ese proceso de búsqueda está muy presente la soledad: Somos almas solitarias, repite este verso  a lo largo de un poema, que termina así: Simplemente eso. / Almas solitarias. / Almas vacías. / Almas olvidadas. En esa soledad sufre su corazón, sufre su alma: Gusanos en el corazón. / Corazón negro. / Corazón vacío. Y en otros versos: Pequeños instantes de gloria / se desvanecen en el caos de la vida / simples destellos centelleantes / entre la apatía de cada día. Eso siente cuando cumple veintitrés años que son para ella veintitrés rosas marchitas.

También está presente la ciudad en el poemario que es un símbolo más de soledad, de soledad acompañada, que es la más dolorosa, porque se siente vacía entre la multitud: Ando entre el gentío / voy buscando en todas las miradas / cómo llenar el vacío de calles olvidadas. La ciudad es también símbolo de caos  global que la rodea: El caos global retumba / en mi pecho herido por el tiempo.

El léxico del poemario, como los títulos de los poemas, tiene mucha relación con esta angustia existencial. Abundan los sustantivos que reflejan desconcierto o miedo: incertidumbre, duda, encrucijada, noche, negrura, bestia dormida, abismo, destino… Dolor punzante: pesadumbre,  dolor, angustia, lamento, lágrimas, puñaladas, estocada,  alaridos, pesadillas… soledad: vacío, engaño, incomprensión, silencio…Y las referidas específicamente a la naturaleza  tempestuosa  e inhóspita descrita: huracán, vientos que arrecian, vendaval, bramidos, océanos infinitos, escarpadas costas. Ocurre algo similar con los adjetivos que también reflejan lo violento, la sensación de falta de libertad, la inconsistencia de la vida: maniatada, atrapada, asfixiante, desierto, inerte, quebradizo… O con las acciones que reflejan  verbos como  atrapar, abandonar, traicionar, fustigarse, llorar, cegar…

¿Dejamos a la autora en ese abismo del que quiere salir y parece que no puede? Parece que no. Se puede intuir que en los últimos poemas se vislumbra la luz, pues los títulos ya la sugieren: Blanca nostalgia, Pausa, Mente en calma, Alma sin pena. Los sueños dan vida al alma, dice en un poema. Y en ese mundo tan hostil, en la búsqueda  de la esperanza,  solo queda colgarse a los sueños, volar en sus alas. Los sueños tienen una gran presencia: Noches estrelladas en que los sueños cristalizan / esperanza / de que algo cambie mi vida / para que las sombras que me acechan se vayan de forma definitiva. Y en el poema Sueños nos aconseja: No dejes de soñar / aunque imposibles sean tus sueños / imposibles habrá / todavía más inciertos, / mas solo imposibles por nuestros miedos. Así, colgada de los sueños, se levanta por encima de la angustia. Incluso pide a otra persona: susúrrame los sueños. Los sueños de luz van ganando presencia a  medida que avanzamos por el poemario.

Al fin, vemos aparecer las flores blancas en medio de la ceniza; habla de luces, de compañía, de la magia de la niñez que aún perdura, de  la calidez de la sonrisa…Pasan los días tranquilos y despreocupados. Se vacía el pensamiento y las preocupaciones en él contenidas. Aparece  el mar en calma y un cielo armónico y límpido. La poeta se prepara para afrontar un nuevo día con una sonrisa que ilumina su cara. Nos reconcilia con la vida leer los últimos versos  del último poema: Suspiros de sol. Un poema en que la luz  de la primavera es protagonista, un sol que da calor a ese corazón mortecino, que le trae un latido alegre que genera paz, paz que se expande por cuerpo y espíritu que se sienten en un edén. Sonrisa pálida. / Mirada serena. / Mente en calma. Alma sin pena.

La poesía  es sentimiento. La de Ainhoa lo tiene. Los otros dos pilares de la poesía son el ritmo y la belleza de la palabra. La autora lucha poema a poema por conseguir el ritmo de los versos y lo consigue unas veces con versos libres y otras con versos que siguen el ritmo del octosílabo, del heptasílabo y del endecasílabo, usando el primero para crear textos en forma de romance y los segundos para intentarlo con la lira, estrofa complicada. Le gustan las rimas como forma de conseguir ritmo,  en general  asonantadas y con frecuencia agudas. A veces el ritmo reside  en  paralelismos sintácticos que repite en las distintas estrofas: Noches vacías…  Noches solitarias…Noches estrelladas… Noches eternas… En ocasiones consigue notables hallazgos sonoros con aliteraciones de la s,  como en estos versos: Los suspiros se escapan / ocultos entre mis labios temblorosos / los minutos se pasan / entre sollozos ansiosos / escondidos entre llantos acuosos. Nos recuerdan a los místicos: los ríos sonorosos / el silbo de los aires amorosos. (San  Juan de la Cruz).

Nos encontramos con bellas y expresivas metáforas: la balaustrada del balcón de mi vida… Mis ojos arden de dolor…Con paradojas muy expresivas: ruidoso silencio. Sinestesias: fragante clamor.

Es un poemario que recoge algunos poemas de adolescencia al inicio  y luego  va cobrando madurez a medida que  avanzan las páginas.  A buen seguro que aún  podremos ver madurar más  a Ainhoa Lorenzo como poeta, en siguientes publicaciones, que seguro que las habrá, porque ella seguirá transitando por los caminos del verso.  Seguiremos poniendo el oído atento y los sentimientos alerta para seguir disfrutando de sus versos, de estos versos de Sombra y ceniza o  de otros versos de colorines.

Ainhoa, recibe la  enhorabuena de tu vieja profesora de Lengua y Literatura.

Es un placer  para mí como docente acompañar a antiguas alumnas y alumnos en la presentación de sus libros. Y ya van varios...

 ©Margarita Álvarez, filóloga, profesora y escritora


Ainhoa Lorenzo  en  la presentación del poemario en Madrid 


Antigua alumna con antigua profesora

 

 

jueves, 16 de enero de 2025

De la vida y el vivir

 

Entre un paisaje otoñal se esconde la casa donde nací. Paladín-Omaña (León)


En cada cumpleaños, tú, vida, me permites celebrarte, aunque también  me recuerdas que la meta final está más cercana. Pero para apresar ese tiempo huidizo tú misma me das la receta. Me recomiendas que no tenga una actitud  pasiva, de resignación o de enfado, sino que sea dueña de mi vivir: que lo aprese, que lo exprima, que lo disfrute.  Te he hecho caso.  He aprendido a sorprenderme cada día con una nueva emoción o descubrimiento. He aprendido a evitar la rutina, porque la rutina va devorando el  vivir. He aprendido también que ese vivir mío  debe  dejar alguna huella en la memoria  de quienes me conocieron.  Ese es el secreto de la inmortalidad. 

De niña me sorprendía, en mi mundo rural,   al observar  cómo cambiaban los colores con  el paso de las estaciones, al  ver correr el agua de un río en busca de su mar, mientras dejaba un rumoroso murmullo, al contemplar   cómo se movían las nubes  o me hacían guiños las estrellas.  Me sorprendía  al ver renacer la naturaleza cada primavera…  Desde entonces, vida,  me enseñaste a observar y a admirar. Y el eco de esa mirada es parte de lo que escribo: artículos, poemas, libros… 

En el último año vivido he podido plasmar en un libro muy personal, “Omaña, la voz del agua”, parte de esas observaciones y vivencias: en ellas están las huellas de mi vivir. Un libro con el que he conseguido emocionar a unas cuantas personas. Y conseguir que una persona, aunque fuera una sola, se emocione con algo escrito por mí es un regalo de la vida.

Y esa forma de vivir, viendo con los ojos del cuerpo y con los del alma, la trasladé de adulta al paisaje urbano,  que  también me ha permitido  sorprenderme  y aprender. Me maravillo al descubrir un día cualquiera la belleza de un edificio que me había pasado desapercibida, me paro ante  las estatuas y  las observo con distinta mirada, según las estaciones. Y a veces hasta entablo con ellas un diálogo silencioso… Escucho conversaciones para tratar de encontrar en ellas una palabra nueva, una palabra olvidada, una palabra maltratada, una palabra acariciada... Y la apunto... Y la hago mía... Y reflexiono sobre ella...  Pero, sobre todo,  disfruto de cada nuevo amanecer que me permite ponerme a caminar por la vida, para ponerme al servicio de los demás, para plantearme retos y despertar, una vez más, al dios que todas las personas llevamos dentro: el  dios del entusiasmo.  Porque eso significa etimológicamente la palabra entusiasmo (en theos:  un dios dentro).

Vida, tú me das los días como regalo, pero  soy  yo la que  los decoro y les doy sentido con mi forma de  vivir. También los caminos de la vejez pueden ser caminos de entusiasmo, como decía el poeta Benedetti: 

Aquí no hay viejos

solo que llegó la tarde. 

Viejo es el mar y se agiganta,

viejo es el sol y nos calienta,

vieja es la Luna y nos alumbra,

vieja es la Tierra y nos da vida

viejo es el amor y nos alienta.

Aquí no hay viejos

solo nos llegó la tarde.

Mundo urbano, Madrid, distrito de Vicálvaro
  

                    ©Margarita Álvarez Rodríguez


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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.