EXPRESIONES RELACIONADAS CON LA COCINA (VII): El mal carácter y la estupidez
Continuando con la serie de artículos en los
que abordo los disfemismos (insultos) relacionados con lo culinario, hoy en
nuestra cocina van a entrar productos y utensilios que tienen relación con el
mal carácter o la ignorancia.
A veces no hace falta comprar los
ingredientes para elaborar nuestro menú, porque los cultivamos y llevamos
con nosotros mismos. Uno de esos ingredientes es el mal carácter
que provoca que, en algunas ocasiones, nos tengan que poner
de comer aparte, sobre todo, si somos como limones,
agrios o amargos, o nos convertimos en unos
auténticos callos, porque ya se sabe que callos y
caracoles no es comida de señores. En lugar de los anteriores,
podemos preferir ser setas o cardos borriqueros,
pero tampoco estos son, precisamente, la
alegría de la huerta.
Si nos aprovechamos de los demás, somos más
frescos que una lechuga. Y seremos de esos que encuentran la
lechuga fácilmente entre col y col. Pero, como no se pueden pedir
peras al olmo y camarón que se duerme se lo lleva
la corriente, nos pondrán las
peras al cuarto o nos mandarán realizar trabajos tan
diversos como ir a freír espárragos o buñuelos, o a
hacer churros, o a escardar cebollinos… Así, al
menos, nos tendrán entretenidos un buen rato y nos quitarán las malas
intenciones.
Sin duda, nada da tanto de
sí en el arte de insultar como referirse a la condición de la persona
necia e ignorante. Para descalificarla, nos sirven por igual
nombres de alimentos de origen vegetal y animal, así que
podríamos elaborar un menú jugoso y bien completo sobre la necedad.
Los ignorantes, horteras o
no, van a la huerta y se meten en un berenjenal, y como no
saben distinguir entre troncos y berzas, se hermanan con todos los
productos que habitan allí: berzas, berzotas, membrillos, melones, calabacines, calabazas, cebollas, cebollos, papafrías, patatas, moscateles, mastuerzos, pipas, mandarinas, ciruelos, boniatos, perejil, moscatel...
En algunos casos, se remarca aún más el cariz
de tonto, repitiendo la palabra y relacionándola con algunos productos
hortícolas: tonto del nabo, tontolhigo, tontolhaba. Como se ve, tienen
mucho donde escoger para disimular su necedad.
Si son capaces de salir de la huerta, aún les queda otra opción: se les puede mandar a buscar berros a cualquier arroyo. Y si la huerta se les queda pequeña, pueden salir al campo, y se sentirán en su salsa entre algarrobos, bellotos, castañas... Pero como no todo el monte es orégano, a veces el peor cerdo se come la mejor bellota.
También pueden navegar por el mar y hacer buena compañía a atunes, besugos, calamares, percebes, boquerones, gambas... y pescaítos, en general.
Si se meten en la cocina,
no esperemos nada bueno de sus tareas culinarias, porque son mendrugos o no
saben ni torta, si acaso ponerse como gorro de cocinero una
empanada mental. Menos mal que con ellos es siempre fácil olerse la
tostada. A veces, simplemente, lo que les
falta es un hervor, por lo que se equivocan con frecuencia y tienen
que oír más de lo que desearan el te
has colao bacalao.
Quien no
sabe ni patata, meterá la gamba y sus argumentos serán
como la pescadilla que se muerde la cola. A veces se apropian de
ideas ajenas, como la lechuga que no es de este huerto. Así que a
los necios van a tener que dárnoslos con patatas para
que sean más digestivos, ya que no es fácil sustanciar responsabilidades sobre
la causa de su estupidez.
También los que son unos sinsustancia encuentran elementos culinarios variados para poder ser definidos: aplatanao, empanao, huevazos, huevón, insulso, lameplatos. lloramigas, mamacallos, muerdesartenes, pagafantas, papahuevos, papanatas, sopazas, sorbesopas, torrijas... Desde luego, no pasarán hambre, aunque morder sartenes pueda ser indigesto y lamer platos no parece que sea muy nutritivo.
Estos individuos suelen ser personas que ni chicha ni limoná. Tienen tal cacao mental que tropiezan en un garbanzo, y hay que sacarles las castañas del fuego para que no se den una torta. Aunque, respecto a estas personas, siempre es mejor pecar por defecto y no aprovecharse de ellos sacando tajada. Claro que siempre es mejor ser torpe, soso o miedica que convertirse en un chorizo y ser perseguido por los policías que, en el año de la pera, eran llamados guindillas.
Hay otros que tienen comportamientos censurables. Agarrarse un niño a una persona adulta como una lapa por miedo al tío del unto o al sacamantecas, o por necesidad de apoyo moral, es comprensible, sin embargo, hacerlo una persona adulta a otra persona, como un pulpo, merece reprobación social.
Pero, aunque los compañeros de mesa no sean personas especialmente interesantes, dejemos ya la lectura y acudamos a la mesa, sin dormirnos en los laureles, porque corremos el riesgo de llegar a los anises y ya se sabe que el que llega tarde ni oye misa ni come carne. Y se agradece un buen menú, pues la barriga llena no siente pena.
También los que son unos sinsustancia encuentran elementos culinarios variados para poder ser definidos: aplatanao, empanao, huevazos, huevón, insulso, lameplatos. lloramigas, mamacallos, muerdesartenes, pagafantas, papahuevos, papanatas, sopazas, sorbesopas, torrijas... Desde luego, no pasarán hambre, aunque morder sartenes pueda ser indigesto y lamer platos no parece que sea muy nutritivo.
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