Título: Sombra y ceniza
Autora: Ainhoa Lorenzo Montilla
Género: Lírica
Páginas: 109
Es
un placer para mí realizar una reseña del poemario Sombra y ceniza, de Ainhoa Lorenzo, porque hay una relación
especial que me una a ella: la de profesora y alumna. Ainhoa fue alumna mía en
Bachillerato, en el centro Santo Domingo Savio. Conmigo aprendió a desentrañar los secretos de los textos
literarios. La conocí años antes de darle clase, pues participó en el año 2010,
cuando cursaba segundo de ESO, en un recital organizado por mí, con alumnos
mayores, con motivo del Centenario de Miguel Hernández. Y en otros posteriores. La poesía ya brotaba en ella y aquellos recitales fueron como la lluvia que incrementó
el manantial poético. Y siguió escribiendo versos, a pesar de que su formación
posterior fue científica (médica neuróloga).
El
libro tiene una portada hermosa. De la Sombra y ceniza
del título y de las imágenes surgen
flores blancas, incluso su nombre y el título ceniciento se eleva sobre el
fondo: pone luz. Se funden, pues, la fría oscuridad y la ceniza que es el rescoldo
del fuego que da luz y purifica.
Pero
con ese título y ese fondo oscuro tenemos
que sospechar que el poemario de Ainhoa no habla de jardines bucólicos, de
paisajes serenos, de amores idealizados… Y estamos en lo cierto. Dando un paseo visual sobre el índice nos asomamos a los títulos de los poemas y allí encontramos
ya la sombra y la ceniza: Existencia,
Sentido, Nada, Buscando un día más, Agonía, Traición, Corazón solitario, Alma
solitaria, Infierno terrenal, Caos global, Insomnio, Encrucijada, Sueños
Ahogados, Sobrevolando el abismo,
Cuenta atrás… Y cuando el lector
comienza a leer se encuentra precisamente con esos temas: existencia y sentido
o sentido de la existencia. Ahí está la clave para buscar el sentido de la
vida, desde un corazón que sufre. A lo largo de todo el poemario hay un sentido
de pérdida que lleva a un afán de búsqueda, la búsqueda de algo perdido. En el
poema En busca de lo perdido el
sentimiento de pérdida afecta a la propia inspiración poética: Busco inspiración / busco claridad / hasta
esperanza / busco ya. La pérdida metafórica de la palabra es una de las peores
pérdidas, pues para Ainhoa Lorenzo la palabra poética es liberadora y sanadora.
En varias ocasiones parece viajar hacia
esa niña interior que evoca ilusiones de infancia. Decía Rilke que “nuestra verdadera patria es
la infancia”.
Otro
tema presente en el poemario es el paso del tiempo: “tempus fugit”, que decían
los clásicos. Un tema vinculado con el anterior, porque hace huir a la autora hacia atrás y regresar a la infancia para contrarrestar ese
tiempo desbocado que avanza de forma inexorable. Por ello, siente anhelos de otras épocas. En su poema Tiempo pasado habla de un
pasado aún presente / en la cabeza y en el corazón, de un tiempo
irrecuperable / perdido en las arenas del reloj. En otro poema dice estar contemplando la vida mientras el tiempo
pasaba. En el poema Cuenta atrás
asegura que el tiempo se escapa / entre las grietas / irreparables. Frente a
ese paso rápido aparece el
latido de un corazón agonizante por reconstruir el pasado. La angustia
por el paso del tiempo tiene mucho que
ver con el sentido de la vida. Lo plasma bien en un poema muy breve
titulado Polvo de estrellas: Punto de
partida / punto de final /de dónde venimos / y adónde partimos / de esta fría
tierra que es el mundo.
Ese sentido existencialista de la vida refleja la forma de ser de la protagonista,
una persona que siempre ha sido muy reflexiva: Yo voy sin rumbo / buscando algo, un algo
más profundo. Aparece con frecuencia su
afán de buscar explicaciones: de aprender. En ese proceso de búsqueda está muy presente
la soledad: Somos almas solitarias,
repite este verso a lo largo de un
poema, que termina así: Simplemente eso.
/ Almas solitarias. / Almas vacías. / Almas olvidadas. En esa soledad sufre
su corazón, sufre su alma: Gusanos en el
corazón. / Corazón negro. / Corazón vacío. Y en otros versos: Pequeños instantes de gloria / se desvanecen
en el caos de la vida / simples destellos centelleantes / entre la apatía de
cada día. Eso siente cuando cumple veintitrés años que son para ella veintitrés rosas marchitas.
También
está presente la ciudad en el poemario que es un símbolo más de soledad, de
soledad acompañada, que es la más dolorosa, porque se siente vacía entre la
multitud: Ando entre el gentío / voy
buscando en todas las miradas / cómo llenar el vacío de calles olvidadas. La
ciudad es también símbolo de caos global que la rodea: El caos global retumba / en mi pecho herido por el tiempo.
El
léxico del poemario, como los títulos de los poemas, tiene mucha relación con
esta angustia existencial. Abundan los sustantivos que reflejan desconcierto o
miedo: incertidumbre, duda, encrucijada,
noche, negrura, bestia dormida, abismo, destino… Dolor punzante: pesadumbre,
dolor, angustia, lamento, lágrimas, puñaladas, estocada, alaridos, pesadillas… soledad: vacío, engaño,
incomprensión, silencio…Y las referidas específicamente a la naturaleza tempestuosa
e inhóspita descrita: huracán,
vientos que arrecian, vendaval, bramidos, océanos infinitos, escarpadas costas.
Ocurre algo similar con los adjetivos que también reflejan lo violento, la
sensación de falta de libertad, la inconsistencia de la vida: maniatada, atrapada, asfixiante, desierto,
inerte, quebradizo… O con las acciones que reflejan verbos como
atrapar, abandonar, traicionar,
fustigarse, llorar, cegar…
¿Dejamos
a la autora en ese abismo del que quiere salir y parece que no puede? Parece
que no. Se puede intuir que en los últimos poemas se vislumbra la luz, pues los
títulos ya la sugieren: Blanca nostalgia,
Pausa, Mente en calma, Alma sin pena. Los
sueños dan vida al alma, dice en un poema. Y en ese mundo tan hostil, en la
búsqueda de la esperanza, solo queda colgarse a los sueños, volar en sus
alas. Los sueños tienen una gran presencia: Noches
estrelladas en que los sueños cristalizan / esperanza / de que algo cambie mi
vida / para que las sombras que me acechan se vayan de forma definitiva. Y
en el poema Sueños nos aconseja: No
dejes de soñar / aunque imposibles sean tus sueños / imposibles habrá / todavía
más inciertos, / mas solo imposibles por nuestros miedos. Así, colgada de
los sueños, se levanta por encima de la angustia. Incluso pide a otra persona: susúrrame los sueños. Los sueños de luz
van ganando presencia a medida que
avanzamos por el poemario.
Al
fin, vemos aparecer las flores blancas en medio de la ceniza; habla de luces,
de compañía, de la magia de la niñez que aún perdura, de la calidez de la sonrisa…Pasan los días tranquilos y despreocupados. Se vacía el pensamiento
y las preocupaciones en él contenidas. Aparece
el mar en calma y un cielo armónico y límpido. La poeta se prepara para
afrontar un nuevo día con una sonrisa que ilumina su cara. Nos reconcilia con
la vida leer los últimos versos del
último poema: Suspiros de sol. Un
poema en que la luz de la primavera es
protagonista, un sol que da calor a ese corazón mortecino, que le trae un
latido alegre que genera paz, paz que se expande por cuerpo y espíritu que se
sienten en un edén. Sonrisa pálida. /
Mirada serena. / Mente en calma. Alma sin pena.
La
poesía es sentimiento. La de Ainhoa lo
tiene. Los otros dos pilares de la poesía son el ritmo y la belleza de la
palabra. La autora lucha poema a poema por conseguir el ritmo de los versos y
lo consigue unas veces con versos libres y otras con versos que siguen el ritmo
del octosílabo, del heptasílabo y del endecasílabo, usando el primero para
crear textos en forma de romance y los segundos para intentarlo con la lira,
estrofa complicada. Le gustan las rimas como forma de conseguir ritmo, en general asonantadas y con frecuencia agudas. A veces
el ritmo reside en paralelismos sintácticos que repite en las
distintas estrofas: Noches vacías… Noches solitarias…Noches estrelladas… Noches eternas…
En ocasiones consigue notables hallazgos sonoros con aliteraciones de la s,
como en estos versos: Los suspiros se escapan / ocultos entre mis
labios temblorosos / los minutos se pasan / entre sollozos ansiosos /
escondidos entre llantos acuosos. Nos recuerdan a los místicos: los ríos sonorosos / el silbo de los aires
amorosos. (San Juan de la Cruz).
Nos
encontramos con bellas y expresivas metáforas: la balaustrada del balcón de mi vida… Mis ojos arden de dolor…Con paradojas
muy expresivas: ruidoso silencio. Sinestesias:
fragante clamor.
Es
un poemario que recoge algunos poemas de adolescencia al inicio y luego va cobrando madurez a medida que avanzan las páginas. A buen seguro que aún podremos ver madurar más a Ainhoa Lorenzo como poeta, en siguientes
publicaciones, que seguro que las habrá, porque ella seguirá transitando por los
caminos del verso. Seguiremos poniendo
el oído atento y los sentimientos alerta para seguir disfrutando de sus versos, de estos versos de Sombra y ceniza o de otros versos de
colorines.
Ainhoa,
recibe la enhorabuena de tu vieja
profesora de Lengua y Literatura.
Es un placer para mí como docente acompañar a antiguas alumnas y alumnos en la presentación de sus libros. Y ya van varios...
©Margarita Álvarez, filóloga, profesora y escritora
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Ainhoa Lorenzo en la presentación del poemario en Madrid |
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Antigua alumna con antigua profesora |
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