Título: El vuelo de Martín
Autora: Sol Gómez Arteaga
Marciano Sonoro Ediciones
San Román de la Vega (León), 2019
El vuelo de Martín es una novela breve de la escritora leonesa Sol Gómez Arteaga. Autora de
dos libros de relatos, poeta y articulista, esta es su primera novela.
La acción de la obra se desarrolla en Madrid, en el inicio de los años 90. Se nos cuenta la
historia de una madre y un hijo preadolescente que, huyendo del corralito
argentino, inician un viaje a España para buscarse la vida. Martín ha vivido una vida plácida hasta los
nueve años. No conoce a su padre, pero la madre y la abuela compensan el cariño
del padre ausente. Su niñez comienza
definitivamente a quedar atrás, de forma
brusca, porque la venida a España le hace superar una serie de duras pruebas que lo obligan a madurar.
La novela refleja las dificultades de
inserción a las que se enfrentan los inmigrantes, dificultades que se entreveran con el
camino hacia la adolescencia de Martín. El protagonista, por diversas
circunstancias adversas, tendrá que madurar de forma rápida para enfrentarse a
una serie de hechos que alterarán la
relación con su madre y su propia
estabilidad emocional. Ese es el tema fundamental de la novela y Martín, el protagonista
absoluto. Pero, relacionados en ese tema fundamental, la novela, a pesar de su brevedad, plantea otros
temas de interés.
Nos presenta el desarraigo que se produce en
las personas que, por cualquier motivo, tienen que emigrar de su tierra y dejar atrás
una vida anterior en que la persona se sentía arropada y segura. Ese desarraigo está un poco mitigado por ese mundo solidario que se
tiende entre los inmigrantes para ayudar a integrarlos en la llegada. Sin
embargo, suelen ocultar a sus familiares del país de origen las dificultades por las que pasen,
esforzándose incluso por enviarles dinero, que no es fácil de conseguir.
La madre de Martín logra ascender de clase social por compartir vida con un
hombre aparentemente rico, un tipo oscuro que pasa mucho tiempo fuera del
hogar y no da explicaciones sobre su vida.
Este ascenso es dramático, porque, al mismo tiempo, se produce progresivamente la degradación física y moral de la madre de Martín y la ruptura del puente
afectivo que mantenía con su hijo.
La novela, como decíamos, gira en torno a Martín, que es el que
narra, y refleja sus problemas afectivos y de inserción social.
Ha tenido que dejar lejos a su abuela, a
sus amigos. En sus primeros días en España, mientras su madre trabaja, él
deambula solitario por la calle y se refugia en su imaginación para mitigar su
soledad.
En el viaje a España Martín no solo pierde sus raíces, pierde también su ingenuidad, la
seguridad de la infancia y la confianza
y amor de su madre (así lo vive). No
acepta tener que compartir ese cariño con el novio de la madre, Ray, seguramente porque
siente celos. Este hecho, unido a que la
madre se ocupa cada vez menos de él y a algunas humillaciones que recibe por
parte de Ray, hacen que
termine acumulando un odio que al final de la novela estalla dramáticamente. A pesar de la incomunicación progresiva entre madre e hijo, Martín nunca deja de
preocuparse por su madre y se convierte para ella en una especie de ángel
protector, con reacciones propias de un
adulto. El novio de la madre trafica con las drogas y envuelve a esta en
problemas relacionados con ese mundo. La
inseguridad que le produce el vivir con un hombre de vida poco clara la lleva
al alcoholismo, al uso desmedido de ansiolíticos y a la bulimia. El mundo de la drogas es, por tanto, un trasfondo de la acción principal.
Otro tema que se plantea en la novela
es el del acoso escolar. Nos sentimos conmovidos por el daño que sufre Martín
por el rechazo y la agresión de algunos compañeros. La autora apunta a que este problema se vincula a la necesidad que tienen los
acosadores de destacar para mitigar su
insignificancia y al hecho de que ellos mismos son víctimas de algún tipo violencia en su entorno. Martín
se siente humillado también ante el novio de su madre, con el que convive.
En la novela aparece el tema de la violencia de género. Nos muestra la
situación de una mujer sufridora que no denuncia, como ocurre en muchos casos
de mujeres como ella. Una mujer que busca desesperadamente el amor de una
persona que no la quiere. Incluso niega a los suyos que esa violencia se haya
producido, hasta que la situación se
hace insostenible. Y lo peor, se la niega a sí misma. Su fracaso amoroso la lleva a la destrucción psicológica y a un intento de suicidio.
También aparece una referencia a la persecución ideológica de la dictadura
franquista, pues dos personajes han
estado en la cárcel por sus ideas anarquistas. Los sintecho tienen, asimismo, un pequeño hueco en la
novela. Conocemos su marginación, cómo se las ingenian para sobrevivir desde el
punto de vista físico y emocional: “No solo no te dejan morir como quieras,
sino que tampoco te dejan vivir. Por eso elegir la locura no me parece la peor
opción”, dice uno de ellos.
Martín descubre
el sexo, en la relación entre su madre y Ray. Y
lo vive con rechazo, hasta el punto de que busca subterfugios para estar
entretenido mientras esas relaciones se producen. Siente necesidad de hacerse
mayor para ser libre y para gestionar sus afectos: “Yo de mayor lo que quería ser era justo eso: mayor”.
La novela está contada por Martín, en primera persona y en pasado, y sigue
una estructura interna lineal. De vuelo
a vuelo. Del vuelo que lo trae a España y del vuelo desconocido que pretende
realizar al final. Solo en algunas ocasiones da pequeños saltos atrás para
rememorar algunas vivencias de infancia, suyas o de otros personajes, anteriores
al tiempo de la narración principal. Parece
que la estructura es simple, pero no lo es tanto. La novela no está escrita
a modo de diario. Martín cuenta los hechos, desde un momento indeterminado,
cuando ya los ha vivido, ya que al
principio de la narración anticipa sucesos que viviría más tarde con su madre en
España.
Los hechos están contados de manera
realista, como podía contar su vida diaria un preadolescente, tanto desde
el punto de vista lingüístico, como desde el emocional. La autora utiliza un lenguaje claro
y preciso, sin muchas concesiones a las expresiones de tipo familiar o
coloquial, aunque aparecen algunas, como súper, profe, follar... Es un lenguaje realista, pero elaborado
literariamente. En algunas ocasiones, para denotar el origen lingüístico del
protagonista, inserta americanismos: laburo, plata, video, boludo…
Con un uso moderado y acertado de algunos recursos literarios, como la
enumeración y especialmente la comparación: “Esa risa que parecía el tintinear
de un cascabel” logra conseguir la
belleza más difícil: la de la sencillez.
Sabe acomodar el ritmo de la acción al uso de las formas verbales, con un juego entre el pretérito perfecto simple (dinamismo) y el imperfecto (ritmo más pausado y más descriptivo). La frase suele ser breve y eso, ya por sí mismo, da dinamismo a la narración. Aunque las descripciones no son abundantes, con pocas pinceladas, es capaz de hacer descripciones bastante precisas. El diálogo tiene bastante presencia y hace variados usos literarios del mismo.
Sabe acomodar el ritmo de la acción al uso de las formas verbales, con un juego entre el pretérito perfecto simple (dinamismo) y el imperfecto (ritmo más pausado y más descriptivo). La frase suele ser breve y eso, ya por sí mismo, da dinamismo a la narración. Aunque las descripciones no son abundantes, con pocas pinceladas, es capaz de hacer descripciones bastante precisas. El diálogo tiene bastante presencia y hace variados usos literarios del mismo.
Se puede decir que estamos ante una novela
realista. Es realista en el lenguaje, pero lo es, sobre todo, en los temas que
trata, temas relacionados con la realidad de la época y, especialmente, en la
geografía urbana que refleja. Sitúa a los personajes en los barrios y
calles de Madrid, en un Madrid perfectamente reconocible. En ciertos aspectos recuerda a algunas novelas
de Galdós, por ejemplo, a ese Luisito de Miau que
recorría las calles llevando recados de su abuelo.
Martín, en su vuelo, va creciendo y desprendiéndose de la inocencia y la ternura
de la niñez. Se decepciona, se ve desvalido. Rechaza la injusticia que se ha producido en
su vida y se rebela contra ella. Esa
rebelión y la pérdida de la protección
de su madre hacen que surge en él un sentimiento del odio que se refleja en las actitudes violentas ante las burlas de
sus compañeros y ante Ray.
Como todo adolescente, necesita reafirmar el yo y conseguir su espacio de libertad, y lo va consiguiendo a lo largo de la novela. En muchos momentos parece más maduro que su propia madre. Incluso, hace reflexiones que, además de ser propias de un adulto, son muy inteligentes.
Como todo adolescente, necesita reafirmar el yo y conseguir su espacio de libertad, y lo va consiguiendo a lo largo de la novela. En muchos momentos parece más maduro que su propia madre. Incluso, hace reflexiones que, además de ser propias de un adulto, son muy inteligentes.
Es una novela que plantea algunos simbolismos. El primero, el
título. Se puede decir que estamos ante
una novela de vuelos. El vuelo inicial que lo trae de Buenos Aires a España
para buscar un futuro mejor y el vuelo final, la vuelta a su país, pues manifiesta su deseo de emprender el regreso
en la última línea de la novela. Pero, en medio de esos vuelos aéreos, hay otro "vuelo interior", el
vuelo que realiza un niño en ese viaje iniciático hacia la madurez. Y en algún
momento ese deseo de vuelo interior le lleva a plantearse la huida de casa,
porque se siente insignificante, como el título de un espectáculo titulado “Me
siento pulga” que ve anunciado en un
cartel (título también simbólico). La
salida de Argentina se produce
entre malos presagios, al oscurecer y con lluvia, y sin casi poder despedirse de la abuela, que
siente vértigos.
También hay gente buena y
generosa en el “vuelo” de Martín: Mina,
esa amiga que los acoge a la llegada; Tadeo, ese vecino, que es como la figura del padre que no tuvo y Javier,
el maestro, que se interesa por su
persona y sus problemas, incluso cuando ya no es alumno suyo. Y la abuela, siempre cercana, en lo
afectivo; aunque lejana, en lo físico.
Hay que hacer notar que las
ilustraciones de Carla Lozano son
también un elemento artístico y expresivo de la novela. Tienen un cierto cariz
expresionista que ilustra momentos importantes de la novela: desde las maletas
iniciales, la despedida del país, el pez… hasta llegar al cuchillo y al nudo
que se deshace o cuerda que se rompe. Son imágenes que refuerzan las palabras.
Bellísimo también el prólogo de Isabel Revilla (ISAMIL9), que relaciona los vuelos vitales de la autora y
su compromiso familiar y social con el vuelo de Martín. Suyas son estas
palabras: “Sol y Carla han dado a luz a Martín. Martín, si le dejan, le dará
luz a cada uno de ustedes”.
En conclusión, estamos ante una
novela que no nos deja indiferentes. Nos cuenta un drama de forma luminosa, por
su claridad estilística y su finura. Es el drama de dos desarraigos y de dos soledades: la de Martín y la de la
madre. Dos personas que tratan de huir de la realidad. Los dos buscan afectos,
sin saber que cada uno de ellos es realmente lo que el otro busca y necesita. Al fin, Martín va a volar definitivamente, aunque tal vez
hubiera preferido no hacerlo.
Una novela hermosa, también en su edición, que entretiene y, sobre todo, que conmueve.
M. Álvarez Rodríguez
Enero de 2020
La autora, al final de la novela, invita al lector a continuarla… (Me
atrevo, con su permiso, a añadir un párrafo):
“En
aquel momento me sentí mayor y libre para emprender mi vuelo. Sería un vuelo hacia el
futuro. Volaría como un martín pescador
de azulado plumaje y sobrevolaría el océano con un pez de goma
colgado de las alas. E intentaría pescar
otros peces para que le hicieran
compañía o, tal vez, para que algún día pudieran
sustituir a ese pez de la aleta rota…”
M.
A. R.
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