Foto: Paco Álvarez. Peña Cefera. Omaña-León |
Queridos Reyes Magos:
Me llamo Omaña. Omaña Sueña. O si
queréis ordenar las cartas por el apellido, Sueña Omaña. Soy ya anciana, pero
los omañeses solemos ser fuertes y longevos, quizá porque vivimos en un lugar muy sano, escondido en los montes del noroeste de
León. Mi tierrina forma parte de eso que ahora llaman "la España vaciada", aunque, en realidad, lleva largo tiempo vaciándose. Hace más de un siglo mis gentes emigraban a América y, décadas después, a Europa y a otras ciudades españolas.
Estoy situada en una comarca elevada, pero desde mi altura no puedo ver
la capital del Viejo Reino. Tampoco puedo ver el mar. No sé si es a causa de mi
vista, ya cansada, a la excesiva lejanía
o a las montañas que me impiden la visión.
Habito en un mundo de magia y
belleza, de historia y leyenda, que es un auténtico paraíso natural. Mi pelo
tiene el color blanco e inmaculado de las cumbres que me rodean y mis ojos, el azul transparente del cielo. Surcan mi piel,
a modo de cicatrices, valles profundos y
verdes por los que corren ríos bulliciosos
y vallinas por las que danzan cascadas cantarinas. Aunque estoy un poco
sorda, todavía puedo oír la música del paisaje exuberante que me rodea: el canto
de los pajarines, el rumor de las ramas,
el crepitar de la lumbre…
Me acompañan plantas de muchas especies y animales variados que conviven armónicamente conmigo; a unos los siento tan cerca, tan cerca, que incluso les pongo nombre, como a las vacas; otros se
esconden en lugares más apartados y a veces me producen cierta inquietud, porque se acercan demasiado a los pueblos y producen mucho daño. El lobo, el oso, la garduña, la raposa... nos traen a maltraer. Quizá huyan de esos molinos que han colocado en los montes que los asustan con sus bufidos. Eso no les ocurría con los molinos de agua. Especialmente me producen dolor y rabia los ataques despiadados del lobo, que producen mucho daño, y, sobre todo, que no se proteja y se compense adecuadamente a los ganaderos. Ya no está permitido, como en mi infancia, ir a correr el lobo (y a cazarlo), pero algo habrá que hacer para evitar los daños que provoca.
Siempre
he vivido en este lugar que algunos llaman ahora Reserva Mundial de la Biosfera. Siempre lo he querido, siempre
lo he mimado, y nadie, en el pasado, me dijo nunca cómo debía hacerlo. Ahora me he enterado de que lo que yo hacía lo llaman los modernos economía sostenible.
Soy laboriosa, agradecida, acogedora,
leal… Pero un año, y otro, y otro, por estas fechas, sufro una decepción al
comprobar que pongo mis zapatillas y mis madreñas en la ventana la noche de Reyes y, como mucho, encuentro en ellas por la mañana unas
nueces o castañas, o, con suerte, algún polvorón o caramelo. Y no sé si lo dejan los Reyes Magos o es solo la muestra de la compasión de una persona
o de una naturaleza generosa. Yo no
necesito comida, nunca se ha pasado hambre en mi casa. Siempre tuvimos unos gochines, unas gallinas, unas patatas, unos fréjoles... Además, ahora, el Estado me da una pensión que
me permite vivir como siempre lo he hecho: digna y austeramente.
Tal vez los camellos de vuestras majestades,
acostumbrados a andar por el desierto, no puedan subir a estas montañas ni
caminar por estos escarpados parajes. Es verdad que podrían acercarse en burros
o caballos… Estos sí conocen bien estos caminos, los han pateado durante
siglos. Incluso podrían venir en coche, puesto que ya tenemos carreteras que
llegan a todos los lugares, y con indicaciones claras, de manera que es difícil
perderse.
Este año ya ni siquiera tengo
madreñas para dejarlas en la ventana. Perdieron los cinchos y los tacos y su madera rajada terminó por romperse.
Pero bien mirado, no las voy a necesitar, pues esta vez no os pido que
lleguéis hasta aquí –ya soy consciente de que tenéis que atender a
muchos niños en otros lugares- solamente quiero que intercedáis, y que, con vuestra magia, me ayudéis a subir a esas
otras cumbres que yo no puedo escalar. Esas cumbres poderosas en que moran otros “reyes” que me resultan
inaccesibles. Solo sueño con que les llevéis una carta en mi nombre. Sois
compañeros y quizá a vosotros os escuchen. Escribidla en mi nombre, con
letra grande y clara, que mi vista ya está cansada.
Necesito que sepan que vivo en un
pueblo solitario, rodeada del silencio sonoro de la naturaleza, pero que querría volver a oír el jingrio de los niños por las calles. Que necesito oír cercano el
sonido de los animales domésticos. Que necesito
tener vecinos para hablar, pues es muy triste andar por la calle y no
encontrar a nadie. Que echo de menos aquellos calechos
de antes de cenar y los filandones o
veladas invernales. Que necesito tener cerca un médico y una farmacia, porque mi edad es
avanzada y los achaques que sufro cada vez son más numerosos. Que necesito tener cerca una oficina bancaria, porque no sé qué es eso de usar una "aplicación". Que necesito
salir del pueblo a comprar ropa, comida o, simplemente, a ver escaparates. Sí, escaparates… O luces de
Navidad. Aunque luego quiera estar pronto de regreso en mi lugar. Que necesito que cuiden mi pueblo, porque
algunas construcciones ya no pueden soportar el peso de la edad, que cuiden los
montes para evitar las quemas, que
limpien los ríos para que las aguas discurran por su cauce, que
desbrocen esos caminos que unían pueblos con pueblos, casas con fincas…
Esos caminos que eran signos de vida. Yo ya me encuentro sola y sin fuerza, y no puedo convocar concejos ni facenderas. Hasta estoy perdiendo las palabras de ese chapurriau que los "finos" dicen que hablo.
He de confesar, sin embargo, que últimamente
he recibido alguna alegría. Han pasado por mi pueblo caminantes que decían que iban a
Compostela, que recorrían un Camino Olvidado. Salí a su paso, les sonreí y les
ofrecí acogida. Me aseguraron que por
aquí discurría un viejo camino –Vexu Camín- que en otra época se utilizaba para
llegar a Santiago. ¡Ahora me explico por qué existen en mi tierra iglesias y
ermitas consagradas al santo! Me aseguraron que esta tierra les fascinaba, que caminar por ella era muy prestoso, que contarían
maravillas de su experiencia, que tal vez un día volverían… Que vendrían otros... Que Omaña les parecía algo más que un
sueño…
Pero también estoy preocupada por ese virus que anda por ahí y que ha llegado a los pueblos. Yo creía que estos montes y valles eran lugares sanos y que aquí no llegaban los males de las ciudades, pero estaba equivocada. Mis nietos me han explicado que eso es consecuencia de la globalización. No sé si he dicho bien la palabra. Parece que si un chino se pone a esperriar el andancio nos puede llegar hasta aquí. Eso me dijeron.
Pero vuelvo a mi carta, que parece que se me va un poco la cabeza. Yo, como
decía, soy ya anciana, pero una anciana informada y moderna. Veo la televisión (cuando se ve),
hablo por teléfono con mis hijos que se fueron a la capital (cuando hay
cobertura) y quiero aprender a usar eso
que llaman internet (cuando llegue bien a mi pueblo) y que parece que se mide por un número y la letra G o se fabrica con no sé qué fibras ópticas.
A veces tengo que
salir de casa, subir a un teso… para
poder hablar de teléfono, y ya me duelen demasiado las brias y
los remos. Necesito que esas ondas y cables misteriosos
traigan a mis valles la voz del mundo y que se lleven la mía, porque yo también
tengo cosas que contar y tesoros que
repartir. Porque, bien mirado, soy rica: rica en joyas, incluso, muy rica. Mis prados son esmeraldas; mis aguas,
brillantes; mis cielos, turquesas; mis
nubes, perlas; mis primaveras, amatistas; mis otoños, oro; mis peñas, plata… Y no necesito caja fuerte. Además, puedo compartir mi
riqueza sin menoscabarla. Cuanto más doy más tengo, eso aprendí de mi madre. Necesito
que el mundo lo sepa. Omaña Sueña con compartir.
Escribid todo esto, por favor, con
letra clara, ponedlo en un sobre y luego echad la carta al correo en León, en Valladolid, en Madrid, en
Bruselas… Poned como remitente:
Omaña Sueña
Camino Olvidado, s/n
24000, Viejo Reino
España vaciada
A ver si llega la carta a esos
“reyes”, que no son magos, pero que pueden hacer que mis sueños algún día se
conviertan en realidad.
Pero, bien pensado, y por si acaso las vuelvo a necesitar, no estaría de más que me regalarais unas madreñas, porque es el mejor calzado
para estos fríos omañeses, y ya no existen madreñeros por aquí. Me han dicho que ese
Amazon es como una tienda de pueblo que
tiene de todo. Y, ¡quién sabe!, a lo mejor un día necesito que los Reyes me
vuelvan a dejar en ellas nueces y castañas… Y también... Os confieso un secreto: me gustaría que las heredaran mis nietos.
Mi sincera gratitud,
Omaña Sueña
Omaña es una comarca del noroeste de la provincia de León. Pertenece plenamente a eso que ahora se llama la España vaciada. Está formada por unos 70 núcleos de población que forman parte de cuatro ayuntamientos: Murias de Paredes, Riello, Soto y Amío y Valdesamario. La mayoría de esos núcleos de población tienen actualmente menos de treinta habitantes. La población total de la comarca tenía unos 11000 habitantes a principios del siglo XX y casi se ha diezmado en un siglo. Desde 2005 ha sido reconocida como Reserva Mundial de la Biosfera, (dentro de la Reserva Mundial de la Biosfera de los valles de Omaña y Luna) por la riqueza de su flora y su fauna.
Omaña, si los Reyes Magos no te hacen caso es que no saben leer,o se han vuelto insensibles, pides cosas que necesitas para subsistir y además lo haces bella y humildemente, yo creo que habrá milagro, te las concederán.
ResponderEliminarGracias, Paco, por tu fe en los milagros. Yo soy mágica y los Reyes son Magos... A lo mejor hay que insistir porque a los humildes tardan más en hacerles caso, pero a la larga, si se insiste y se pide con respeto, algo siempre se consigue. Omaña Sueña.
ResponderEliminarBuena reflexión Margarita. Como siempre estas muy atinada. Felices Reyes y que conviertan tus ilusiones en realidades
ResponderEliminarMuchas gracias. No sé exactamente quién eres, pues no aparece tu nombre. Si quieres darlo, en la siguiente ocasión, escríbelo al final del comentario.
EliminarNo lo he leído completo, me gusta tus pensamientos sobre nuestra forma de vivir pasada, pero desde el País Vasco recuerdo las castañas, nueces, Paracas, las morcillas, el chorizo tan sabroso, la lumbre sobre el llar...
ResponderEliminarLos recuerdos forman parte de nuestra esencia. No sé si ahora los niños de las ciudades, en este mundo tan acelerado, fijarán los recuerdos navideños de la misma manera que lo hicimos nosotros. Ojalá, porque ya dijo alguien que nuestra verdadera patria es nuestra infancia. ¡Felices Reyes!
EliminarUna preciosa petición, un bonito y sentido grito de socorro, los pueblos se van quedando vacíos porque no nos resistimos al embelesamiento de las grandes ciudades, de sus luces, de sus cafés, de sus centros comerciales...algún día nos arrepentiremos? Muchas gracias por esta reflexión, desde mi Castilla la Vieja ��
ResponderEliminarYo no sé si nos embelesa el mundo urbano o lo que nos embelesa realmente es el silencio y la música natural de un pueblo. A algunos nos quedaron pocas opciones de elección. Y hoy es difícil poder asentarse en ellos por cuestiones económicas. A ver si esos otros "reyes" facilitan que la gente pueda volver a asentarse en los pueblos. Sin los pueblos no pueden vivir las ciudades. Pero tanto en León como en Castilla se han dado pocos pasos para ello. A ver si los Reyes nos oyen. Gracias, como siempre, por tu comentario. Un abrazo.
EliminarRealmente precioso, mi sangre omañesa se ha sentido una vez más de sus raices!!!
ResponderEliminarMuchas gracias. Ojalá los Reyes sean generosos con todos los pueblos que languidecen poco a poco. Me alegro de que la carta remueva raíces. Saludos omañeses.
EliminarEspléndida carta, muy emotiva y sincera. Gracias. Ha sido un auténtico placer leerla.
ResponderEliminarMuchas gracias por dejar tu comentario, Raquel. Me alegro de que haya conseguido transmitir emotividad... Saludos de Omaña.
EliminarEsta mañana tranquila, leo tu maravillosa carta a los Reyes.No para tí, para Omaña, tierra mágica.OJALÁ se vean cumplidos tus deseos!
ResponderEliminarMuchas gracias por leer estas palabras y valorarlas. Magia ya tiene mucha Omaña, ahora necesita que sus necesidades "por arte de magia" se vean cubiertas más pronto que tarde. Omaña sigue soñando... Pero ya es anciana, por eso no se puede esperar mucho. Saludos de Omaña Sueña.
EliminarEsas galochas /madreñas, son el símbolo de Reyes Magos durante toda mi infancia: las peleas entre hermanos para poner las más grandes (las de padre, generalmente) en la gatera o en la ventana. Y nunca aparecian llenas: no era épocas de abundancia.gracias por este rescatado recuerdo en mi 71 cumpleaños.
ResponderEliminarGracias Margarita por tu carta a los Reyes Magos; yo me sumo a las peticiones y les suplico a los Reyes, que que en nuestros pueblos vuelvan a traer gente joven que den alegría a los mismos y que pongan en marcha la riqueza que atesoran; niños que llenen otra vez nuestras escuelas abandonadas o convertidas en lugares de ocio; niños que correteen por las calles y den gritos jugando; que se oigan los perros ladrar durante la noche, y que el gallo cante al amanecer; que los pardales y las golondrinas vuelvan a inundar nuestros cielos; que haya corrillos de gente mayor tomando el sol en los rincones de siempre; que las campanas toquen los domingos y festivos para ir a misa y al rosario como antaño. No pido más, no vaya a ser que a los Reyes les parezca mucho pedir. El soñar, forma parte de nuestro ser.
ResponderEliminarPues solo queda decir: ¡Amén! Que por pedir y, sobre todo, por desear no quede. A Omaña le quedan los sueños. por eso quien escribe la carta se llama Omaña Sueña. Saludos omañeses.
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