Paladín, un día de invierno. Foto: MAR |
Nací en una tierra de gentes austeras,
en un lugar (Paladín)
con nombre de resonancias guerreras,
al pie de una vallina de agua fina
y nombre sonoro (Marcogolla),
en un día de enero,
mientras se oían
las huecas pisadas de las madreñas,
el ronco sonido del río,
el gemir de las ramas,
el mugir de las vacas…
Crecí mirando a la tierra
y esperando las gracias del cielo.
Paisajes de primavera gozosa
amamantaron mi alma,
veranos de hierba y centeno,
fortalecieron mi cuerpo,
otoños de parcas cosechas
doraron mi vista
e inviernos de lumbre
y palabras aladas
poblaron las nubes de mi fantasía.
Mesas sobrias saciaron mi hambre,
contados libros alumbraron mi mente,
deberes sin tregua
forjaron mi espíritu.
Mi infancia fue una canción
con estrofas de diminutivos frugales:
un poquitín de azúcar,
un puñadín de arroz,
una gotina de mimos,
una perrina…
Y un estribillo que sabía
a pan y manzanas.
Una enciclopedia, unos mapas,
una maestra, un cura,
una beca
me abrieron los ojos al mundo.
Mesa y sillón de la maestra y mapa antiguo. Escuela de Paladín (León) |
Colores, olores, sabores, trabajo,
respeto y humildad
me trazaron caminos de vida.
Los años mozos me robaron los verdes
y pintaron de gris mi mirada…
Días de esfuerzo y tesón
me llevaron a sueños cumplidos,
mientras arrebataban vidas
y desgarraban afectos.
En la madurez me vi
conduciendo la vida de otros.
Años de vocación, de ilusiones,
de entrega, de compromiso,
de lealtad: de amor.
Años de sementera.
Siembra de conocimientos.
Siembra de afectos.
Siembra de vida.
Y germinaron los días,
como los trozos de patata
o los fréjoles
que veía enterrar de niña,
y crecieron, y se multiplicaron,
y produjeron excelente cosecha.
Y heme aquí,
con un largo camino a la espalda,
sintiendo
que sigo siendo de pueblo
y regresando
a mis raíces primeras:
a mi casa, a mi río, a mis árboles,
a mis verdores, a mi gente
y a la expresividad de mi lengua.
¡Un recorrido tan largo
para volver al inicio!
Vuelvo, una y otra vez,
a las vivencias de infancia.
De aquella infancia, mi infancia,
que, para una niña de pueblo,
casi empezaba a inventarse.
Y ahora comprendo que allí
ha estado mi patria:
en el lugar de los miedos,
de los descubrimientos,
de la inocencia,
de los sueños.
En el de la magia de las palabras.
De aquellas palabras, sonoras,
amorosas, relucientes,
con las que poseía
y comprendía el mundo
que me rodeaba:
ajagüeiro, jingrio, cabrallouca,
tortollo, tulipanda, restrolucir,
afalagar…
Álbum familiar. Foto: MAR |
***
¡Oh, sí!
Por aquellas sendas de infancia
aprendí a sentir,
a aprender, a respetar,
a agradecer…
Y por los caminos de la vida
a saber estar y a ser.
Existir, sentir, pensar, ser…
Caminar con empeño:
¡VIVIR!
Desde lo alto de Marcogolla, mirando a mi valle. Foto: MAR. Paladín (León) |
M. Álvarez
16 de enero de 2021
Qué bonito tu lugar, Margarita! Aunque con atraso, deseo felicidades para ti, que hayas disfrutado del día de tu cumpleaños. Un abrazo desde Buenos Aires
ResponderEliminarMuchas gracias por la felicitación y por dejar tu comentario. Y que vuelen de vuelta hacia Buenos Aires. Un abrazo.
EliminarMe encanta, Margarita, este expresión existencial de una vida (la tuya) que define tan acertadamente el sentido de identidad y de patria -concreta- y tan leonesa. (Y es que parece que con la edad retornamos a la cuna y a los orígenes ,al menos también es mi caso, Santiagoc de Barrientos)
ResponderEliminarMuchas gracias por valorar mi texto. Ya decía Rilke que nuestra verdadera patria es la infancia. En mi caso mi patria es leonesa y de pueblo. Saludos.
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