En los meses de julio y agosto, coincidiendo con el verano, los omañeses volvemos a nuestra tierra. Por las calles pindias, caleas, recolusas y plazuelas de nuestros pueblos se vuelve a oír el jingrio de los rapaces.
Porque ya estamos a más de “sesenta de mayo” e iniciando el verano (brano), ya podemos empezar a andar a la mazuela y a quitarnos el sayo en la montaña leonesa. Aunque a los leoneses nos ofende poco el jersey, porque el verano es muy corto. Dura un día, según el refrán: el verano en la montaña empieza en Santiago y termina en Santa Ana. A pesar del refrán, con el verano, a las tierras omañesas llega, por fin, el calor. Incluso hay días en que hace una calor o un calorón muy grande y se procura no andar a la fuerza el sol para no coger una soleadura.
El río Omaña, en sus pozos y puertos, se prepara para que los atrevidos metan su pies y cuerpos en el agua, y compartan con sus buenas truchas la friura que les obligará a salir pronto para no sentirse arrecidos.
Pozo del Piélago |
Y cuando llega la noche, siempre está bien tener a mano el cobertor, porque las noches pueden ser frías ya que en nuestro verano está presente el urbayu e incluso hay días de fuertes pelonas que a veces queman los frutos…
Los cielos suelen ser de un azul transparente en los meses de verano, pero algunos días se pone el sol en medio de nubes bajas y resplandece de forma rojiza por entre ellas, formando preciosos arreboles. Entonces decimos que se peinan las gallegas y que al día siguiente hará calor. A pesar de ello, también hay días anublaos, caniculaos, amarañaos o días que se quedan en suspenso. Estos cambios pueden desembocar en tormenta. Entonces viene la nube, que da tronidos, relampa, y hace colubrinas en el cielo, o incluso puede caer una chispa que deje algún árbol abierto en canal. También puede caer una chaparrada o un chapuzo o, en el peor de los casos, la nube mala trae piedra que destroza la cosecha.
En otras épocas los omañeses tocaban las campanas y rezaban para espantar la nube:
Tente nube
tente tú,
que Dios puede
más que tú.
Tente nube,
tente palo,
que Dios puede
más que el diablo.
Otras
veces se acude a Santa Bárbara:
Santa Bárbara bendita,
que en el cielo estás escrita,
con papel y agua bendita.
santa Bárbara doncella,
líbranos de aquella centella,
de aquel rayo mal airado,
Jesucristo Sacramentado,
en el ara de la cruz,
Pater Noster,
amén Jesús.
En
el mes de julio, en Omaña, no suele llover, salvo que sea de tormenta, pero si
lo hace, la lluvia puede ser persistente, ya que si llueve por Santa Ana,
llueve un mes y una semana. Si la lluvia llega en agosto, favorece a la vid
y perjudica a las colmenas, que están
preparadas para que sea catada la miel: agua en agosto, poca miel y mucho mosto.
Y, en agosto, ya se sabe: agosto enfría el rostro. Y con ese rostro refrescado, nos llega septiembre que nos trae a veces el calor que no nos acompañó en agosto, y acentúa la sequía o es mes de grandes tormentas. Por eso se dice en la tierra que septiembre, o seca las fuentes o lleva las fuentes (o los puentes). Pero en ese mes, en general, el verano amenaza con irse y empieza a ser necesaria la ropa de abrigo. En septiembre, el que no tenga ropa que tiemble.
Pero con la bufina o la calor, con la friura o con la farona, ojalá los omañeses sigamos volviendo a nuestros pueblines, sigamos disfrutando de su paisaje y fundiéndonos con su paisanaje, y aprendiendo de esa sabiduría que expresan sus gentes en eso que ellas llaman chapurriau…, pero que es, en realidad, lo que pervive del leonés expresado en la bella y expresiva fala omañesa. En ella reconocemos la historia de nuestra tierra.
Y, en agosto, ya se sabe: agosto enfría el rostro. Y con ese rostro refrescado, nos llega septiembre que nos trae a veces el calor que no nos acompañó en agosto, y acentúa la sequía o es mes de grandes tormentas. Por eso se dice en la tierra que septiembre, o seca las fuentes o lleva las fuentes (o los puentes). Pero en ese mes, en general, el verano amenaza con irse y empieza a ser necesaria la ropa de abrigo. En septiembre, el que no tenga ropa que tiemble.
La Omañuela |
Pero con la bufina o la calor, con la friura o con la farona, ojalá los omañeses sigamos volviendo a nuestros pueblines, sigamos disfrutando de su paisaje y fundiéndonos con su paisanaje, y aprendiendo de esa sabiduría que expresan sus gentes en eso que ellas llaman chapurriau…, pero que es, en realidad, lo que pervive del leonés expresado en la bella y expresiva fala omañesa. En ella reconocemos la historia de nuestra tierra.
¡Feliz verano leonés!
Valle de Samario, desde La Chana de Paladín |
Praos de la Omaña Baja
Texto basado en el vocabulario recogido en el libro
"El habla tradicional de la Omaña Baja"
de Margarita Álvarez Rodríguez |
Muchas gracias Margarita por reavivar nuestros recuerdos y nuestra habla
ResponderEliminarSolo falta ya que lleguemos los veraneantes y vuelva el comicio y el jingrio a las calles de esos pueblos silenciosos.
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