Para todas las víctimas de la violencia y la injusticia.
¡Paz, paz, paz! Paz luminosa.
Una vida de armonía
sobre una tierra dichosa.
Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera.
Rafael Alberti
Su corazón se había contraído tanto que ya no quedaba
espacio para la ternura.
Guerras, injusticias, hambre… habían cerrado sus
puertas herméticamente. Notaba que una coraza lo atenazaba. Hacía esfuerzos por
expandirlo, pero este permanecía impasible. Se negaba a sentir. Se negaba a
sufrir.
Un día percibió una ligera brisa que lo rozaba suavemente. Emergía de los ojos tristes de un niño que buscaba comida
entre la basura. La brisa se fue convirtiendo en un viento más fuerte que
hizo chirriar las puertas de su corazón. Poco a poco empezaron a abrirse.
Luego, un viento huracanado las arrancó de cuajo de sus goznes.
Un rayo de luz le trajo un eco lejano: ¡PAZ!
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