EXPRESIONES RELACIONADAS CON LA COCINA (II)
El
lenguaje del insulto es uno de los que usa términos más variados y expresivos. En
artículos anteriores he abordado los disfemismos que critican la falta de inteligencia, ahora he decidido meterme en la cocina y buscar las expresiones
peyorativas que tienen relación con lo que comemos y bebemos.
Después
de un primer artículo titulado “Entre pucheros” en el que hablaba de la disposición del menaje, la
cubertería y la vajilla necesarios para cocinar, y de su relación con el uso
coloquial de la lengua, en este segundo artículo y siguientes abordaré las expresiones referidas al aspecto físico y a nuestra personalidad y condición
moral. Comenzaré este refrito ciñéndome
a los aspectos físicos.
Desaliñados o
faltos de aliño andamos si no cuidamos nuestro aspecto exterior, pero si nos pasamos
en el cuidado y nos jactamos de ello, nos convertimos en sabrosas chuletas.
Y si vamos muy tiesos, el ajo será nuestro mejor aliado, porque andaremos más
tiesos que un ajo. Pero, ¡cuidado!, porque si no caemos bien nos pueden
condenar a ajo y agua.
Flor de ajo |
Si somos rústicos y mal criados nos llamarán hartos
de ajos y verduleros, esperando que la cosa se quede ahí y que no nos guste revolver el ajo o revolver el caldo para buscar
conflictos, pues quien se pica, ajos come.
Si somos muy delgados, tendremos
pocas chichas y nos llamarán fideos, espárragos, espaguetis
o cañas. Pero cuando nuestro cuerpo es orondo y nuestra altura
escasa, estamos metidos en harina y
echamos carnes para convertirnos en albóndigas,
morcones, garbancitos o pasteles. Si nuestro tamaño es
mínimo, nos confundirán con cominos, pero, si nuestra envergadura es
considerable, pareceremos vacas o ballenas. Si la causa de nuestra corpulencia es comer
mucho, oiremos que nos llaman zampabollos,
zampabodigos o zampatortas.
Cuando nos hacemos viejos
comeremos ya el pan de los niños y con nuestra piel
arrugada estaremos reboicidos, hechos un higo o hechos una pasa. Si además
estamos muy delgados, seremos una
mojama. Y si estamos como un vehículo viejo, somos una auténtica cafetera.
Pero no solo hay
calificativos culinarios para los viejos, también los adolescentes pollancones
tienen a veces una cara de paella, por su acné juvenil y los más
maduritos, una piel de naranja, que
esconde la celulitis. Y cuando alguien
se siente sin fuerzas, está hecho puré, hecho papilla o hecho trizas.
El frío o las emociones intensas a
cualquiera le pueden poner la piel de
gallina, pero siempre podemos ir preparados para el frío si vamos vestidos
por capas como una cebolla.
Al adolescente que se las
da de hombre le llamamos pollastre.
El presumido será llamado niño-pera
y, si es ya jovenzuelo, lechuguino, pollobien o pollopera. Cuando el que
presume es vulgar y de mal gusto, aunque esté fresco como una lechuga, no será un hortelano, sino un hortera. Si
además es rudo y tosco, se ganará el
título de ganapán.
Y si presume de finolis, quien antes fue un paleto, será como la
señorita del pan pringao, porque a todos nos presta un sabroso moje.
En
la descripción de las partes de nuestro cuerpo
también los alimentos o las
bebidas pueden “adornar” nuestros
defectos. Una cabeza ovalada es cabeza de huevo y, si es demasiado alargada, de pepino o apepinada.
Si nos gusta cubrir nuestra cabeza con una melena en la parte superior y con el pelo rapado por los laterales, la cabeza se convierte en seta, cacerola o tazón. Si los pelos son rizados y ensortijados, pareceremos una escarola, que nos convertirá en zanahorios, si el pelo es pelirrojo. Y un perejil mal sembrado parecerá nuestra barba si es muy rala.
Si nos gusta cubrir nuestra cabeza con una melena en la parte superior y con el pelo rapado por los laterales, la cabeza se convierte en seta, cacerola o tazón. Si los pelos son rizados y ensortijados, pareceremos una escarola, que nos convertirá en zanahorios, si el pelo es pelirrojo. Y un perejil mal sembrado parecerá nuestra barba si es muy rala.
Si
nuestra cara es muy redonda, tendremos cara
de pan, o más bien de hogaza,
que ahora los panes tienen formas extrañas. Y
cuando nuestra cara de hogaza pierde
su color trigueño para adquirir
uno pálido o verdinegro, nos convertimos en cara
de acelga, con un toque de color
rojizo, si un inoportuno constipado ha puesto nuestra nariz como
un pimiento. Si somos muy tímidos, seguramente, con frecuencia, nos ruborizamos y nos ponemos como un tomate y, si entramos en un
estado de mucho nerviosismo, nos ponemos como flanes. Y a veces nos torramos con excesivas horas de sol y terminamos como un
cangrejo.
Unos ojos
almedrados pueden cambiar de forma cuando nos quedamos embobados o
boquiabiertos y transformarse en unos
ojos como platos, que serán ojos de
besugo si quieren salirse de las
órbitas. Pero siempre es mejor ser unos carapapas
de aspecto bobalicón que tener los ojos saltones y tristes de
carnero (cordero) degollado. Y si hablamos de ojos tristes, los más sufridos son, sin duda, los ojos de gallo, porque están siempre
castigados a llevar un molesto antifaz No ven, pero
sí saben quejarse cuando les aprieta el
zapato.
Cuando el abdomen es prominente, presumimos de una barriguita cervecera que irá
acompañada de buenos jamones si nuestras nalgas y muslos no pasan
desapercibidos. Y si la persona descrita es mujer, será llamada jamona, pues,
en ese caso, no hay problema para feminizar palabras.
Los órganos
sexuales tampoco se libran de las
referencias culinarias. Si abarcáramos todo el ámbito del español, la lista
sería larguísima, por lo que aquí solo se recogen los más usuales en España. Para
la vagina nos sirven lo mismo productos
del mar que de la tierra, tanto animales como frutos: chirla, sardinita, conejo, jamona, castaña…; también dulces,
como el roscón, la galleta,
el bollo y la quesadilla… o elementos de la cubertería como cuchara y cucharón.
Todos estos, y otros más, conviven en
armonía en la lengua coloquial.
El
pecho femenino también aparece en este menú. Para describir las pechugas las frutas tienen una presencia especial. A las
mujeres nos gustaría más tener unos pechos como manzanas, pero, si son prominentes o caídos, las manzanas dejan
paso a los melones, pomelos, sandías, limones, peras, brevas… Y sin olvidarnos
de unos cacharros necesarios en la
cocina: las perolas.
En el caso de los órganos masculinos, parece
que los productos de origen vegetal llevan la voz cantante para denominar al
pene: plátano, banana, nabo, pepino, zanahoria, canelón, fideo, mazorca...; pero
también, polla, -con sus huevos-, congrio…
Y, desde luego, se llevan la palma los embutidos: chorizo, salchichón, salchicha, longaniza, butifarra…, así que el plato queda bastante completo, a falta del apio para calificar a los hombres que tienen aspecto afeminado.
Y, desde luego, se llevan la palma los embutidos: chorizo, salchichón, salchicha, longaniza, butifarra…, así que el plato queda bastante completo, a falta del apio para calificar a los hombres que tienen aspecto afeminado.
Las manos y pies no quedan fuera de este peculiar menú, pues si no nos adecentamos las uñas, se pueden convertir en un buen criadero de mejillones y los pies, en una fábrica de quesos, que puede ser de cabrales, si son especialmente olorosos.
Esperando
que todos estos disfemismos no nos hayan obligado a comernos
un marrón que nos
haya dejado mal sabor de boca,
seguiré aportando más en nuevos artículos.
TONTOS DE LA A LA Z
EXPRESIONES SOBRE LA ESTUPIDEZ
INSULTOS BASADOS EN NOMBRES DE ANIMALES I
INSULTOS BASADOS EN NOMBRES DE ANIMALES II
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