Género: Ciencia ficción
Editorial: Más Madera
Págs. 379
He de reconocer que es la primera reseña literaria que
realizo de una novela de ciencia ficción. Aunque he leído varias obras de autores importantes del género (Asimov, Orwell, Huxley y, por supuesto, Verne
y algunos más), no suelo leer novelas de esta temática. Pero he de confesar que esta novela de Ruy Vega la
he leído complacida.
Ruy Vega es natural de Ponferrada (León) y, antes de La última misión Apolo ha realizado ya varias incursiones en la novela de ciencia ficción, la última, Herederos del universo (2019). Es colaborador habitual de diversos medios de comunicación, entre ellos, el canal de televisión La 8 del Bierzo y el Diario La Nueva Crónica de León, en los que realiza críticas de cine y escribe artículos y reseñas literarias.
El autor sitúa la acción en un futuro cercano (años 2029-30). El punto de partida es el hecho extraño de que aparezca orbitando alrededor de la Tierra el Apolo XX, desaparecido en los años 70 del siglo pasado, cuando realizaba una misión especial en la cara oculta de la Luna. A bordo de la nave sigue aún viva la comandante en jefe, Elena Patinson. Esta astronauta es localizada sola y en la misma situación física (38 años) en que se encontraba cuando comandaba esa misión especial de la NASA. El resto de los integrantes de la misión han desaparecido misteriosamente y ella no es capaz de explicar lo sucedido.
En la trama de esta novela se trata de desentrañar, pues, el
misterio de la desaparición durante décadas del Apolo XX
y resolver la incógnita de lo ocurrido en todos esos años en que
el tiempo ha estado parado para la astronauta y no la ha hecho envejecer
y, al mismo tiempo, descubrir lo que portaba una misteriosa caja que la
acompaña en su viaje de vuelta a la tierra. En la investigación participan la NASA, el
gobierno de los Estados Unidos, el ejército, diversos especialistas y un magnate, que costeará otro viaje para
resolver el misterio. Esos son los ejes esenciales del argumento de la novela.
Hay que recordar que fue el Apolo XI el que llegó, por
primera vez, a la Luna en 1969 y que la última
misión Apolo fue la XVII, por lo que Ruy Vega nos coloca ante una situación de
ciencia ficción, pues el Apolo XX solo ha existido en la imaginación del autor
y en el argumento de la novela. Siguiendo la narración novelesca, La última misión Apolo tenía por objeto
investigar algo secreto en la cara
oculta de la Luna, lugar en el que se le perdió la pista.
La acción gira en torno a dos personajes femeninos: la
astronauta que dirigía la misión, que inicialmente no recuerda lo sucedido, y
una famosa física, Shanaya Landázuri, que es una eminencia en la materia y que va a tratar de resolver el misterio de forma científica. Parecería a
primera vista que la protagonista es Elena
Patinson, sin embargo, las dos rivalizan en el protagonismo. Elena es recluida
inicialmente en la Base Edwards, para preservar el secreto que la envuelve hasta
que se resuelva el misterio. El autor nos la presenta como una persona que vive atormentada por no recordar lo ocurrido, que solo aparece en forma de retazos en los sueños que
tiene. Se siente tratada como un objeto de investigación, que carece de libertad para moverse y para
expresar abiertamente sus sentimientos. Su antagonista, Shayana, es una persona engreída, que se considera la mejor física de EE. UU. En torno a ellas,
aparecen otros personajes que forman parte del proceso de investigación. Son
personajes menos perfilados, pues conocemos más qué hacen que qué sienten o
piensan, aunque en algunos casos afloren
someramente sus sentimientos. Con uno de ellos, Mark, trabajador de la NASA, la astronauta establece una relación afectiva
especial. Es la cara más humana de todas las que pululan alrededor de la
astronauta.
La novela nos plantea unos temas intrincados que van más allá
de la pura narración novelesca. Uno es la posibilidad de viajar en el tiempo,
además de en el espacio, tratando de sustentar la teoría en explicaciones científicas, y otro, la aparición de formas de
evolución del ser humano desconocidas hasta ahora. Nos presenta, pues, otros modos de evolución de la especie que superarían las teorías darwinianas, y en los que intervendrían seres extraterrestres, seres a los que el
autor llama “ellos” y que podrían ayudar
a los seres humanos a dar un impulso evolutivo que supondría un salto de
gigante en la evolución de la humanidad para conseguir crear seres más fuertes
y resistentes a la enfermedad y al envejecimiento. Con estos seres contactan
los astronautas del supuesto Apolo XX y “ellos”
provocan todo lo que ocurrió con esa misión y sus tripulantes. Se presentan en
la novela como seres mucho más evolucionados que los humanos y que tienen capacidad para decidir el futuro
de la humanidad. Además, pueden darnos pistas para conocer mejor ese mundo sideral del que apenas conocemos
algo los terrícolas.
También se plantea el tema de la deshumanización al que nos puede abocar la ciencia, que puede modificar hasta el ADN de los seres
humanos y transformarnos en algo diferente. Esta deshumanización también se
refleja en cómo es tratada la comandante en jefe, Elena, que es utilizada como
mero objeto de investigación y privada de libertad, en la base en que está
recluida.
Como estamos ante una novela de ciencia ficción, además de lo
ficticio, incluye, como es de rigor, elementos relacionados con la ciencia y la
técnica que se explican de forma sucinta en la narración. Además de todo lo
tecnológico que lleva aparejada una misión espacial, aparecen referencias
a teorías científicas (físicas) que un lector
medio desconoce. Sin embargo, Ruy Vega muestra una gran habilidad narrativa
para que esas referencias estén enlazadas con la ficción de tal manera que nos
parezcan a los lectores explicaciones necesarias en la trama, explicaciones que tratamos de comprender. El autor consigue
que no nos sorprendan en ese contexto narrativo, aunque, en sí mismas, sí sean
sorprendentes. A modo de epílogo, y para apoyar esas explicaciones con un argumento
de autoridad que dé más “realismo”
a lo que se cuenta en la obra, incluye unas afirmaciones de Stephen Hawking
en las que el notable físico hablaba de incluir el ADN, además de la información
trasmitida externamente, en el nuevo concepto de evolución humana.
Al hojear la novela tenemos la impresión de que está escrita
en forma de diario, pues todos los capítulos están encabezados por el nombre
del lugar en que se desarrolla cada secuencia de la trama, y la fecha concreta y la hora exacta en que se
inicia lo que ocurre en cada capítulo. Pero no es un diario al uso en que se
cuentan hechos ya pasados, pues la narración utiliza siempre el presente, eso
genera que el lector tenga la sensación
de que es un espectador de los hechos y que los va viviendo a medida que transcurren.
Parece que nos encontramos en ese despacho, habitación o laboratorio,
entre los personajes que dialogan y deseosos de intervenir también con ellos
para descubrir las claves del misterio. Se consigue tal plasticidad que es como
si oyéramos los diálogos cuando se están produciendo. Eso le da al texto un
gran realismo a la hora de contar todo lo que tiene que ver con el proceso de
investigación. La precisión en el horario que marca la hora y los minutos exactos nos sugiere también ese
ambiente tan tecnificado en el que los registros exactos de actividad son
esenciales. Es como si varias cámaras fueran dejando constancia exacta de los
acontecimientos en el lugar y tiempo en que ocurren. Es una novela muy
cinematográfica, fácil de convertir en un guion de cine.
Nos llama la atención la
economía lingüística que caracteriza el estilo de la novela, que, sin
duda, va en consonancia con el género de
ciencia ficción, relacionado con la
ciencia y la tecnología que usan lenguajes preciosos y faltos de adornos
literarios. Por ese mismo motivo la descripción es muy escasa, apenas unas
breves pinceladas con algunos adjetivos o símiles. La técnica más presente en
la novela es, pues, el diálogo. Ello contribuye a dar dinamismo, a que la lectura sea muy ágil
y a que se acentúe la plasticidad que se mencionaba más arriba al sumar al presente de la narración el del diálogo. Los
capítulos son muy breves, algunos no llegan a una página y ello, unido a que
las frases son muy cortas, contribuye también al dinamismo mencionado. El autor tiene la habilidad de anticiparnos
hechos, cerrar el capítulo correspondiente, y hacernos esperar a capítulos posteriores para conocer el
detalle de los mismos. Este hecho aumenta la intriga, que está presente en toda
la narración y que Ruy Vega maneja con arte. La narración sigue un orden
lineal, aunque en algún momento se use la técnica retrospectiva para volvernos,
a través de los sueños de Elena, a los
hechos previos a la desaparición del
Apolo XX.
A pesar de ser una novela que nos habla de misiones espaciales
–o quizá por serlo-, es una novela de interiores, pues en interiores se
desarrolla todo el proceso de investigación, se mueven los personajes y se
entablan los diálogos. La acción se
desarrolla, fundamentalmente entre
Nevada y un lugar de la Guayana
Francesa, aunque aparezcan también otros lugares. Este desarrollo en interiores
crea el marco adecuado para un proceso de investigación y le da esa aureola
científica de laboratorio. Es uno de
los aciertos de la novela de Ruy Vega. En ocasiones aparecen incluso las
habitaciones de los personajes, que se convierten en prolongación de despachos
y laboratorios, aunque en las
conversaciones que se producen en esos lugares, aparece también la faceta más
humana y las inquietudes de los personajes, especialmente de Elena Patinson.
La acción se sitúa en un fututo próximo, entre el año 2029 y
2030, y, aun siendo años cercanos, no podemos saber lo que puede ocurrir desde
este momento hasta esa fecha. Por ello, lo que hoy nos parece increíble puede
no serlo en pocos años. El último capítulo lo sitúa en 2035. Ese capítulo
cierra la investigación que ha sido el eje de la trama de la novela, pero
introduce al lector en otra incógnita, aunque en este caso se nos han dado las
claves necesarias para poder interpretarla.
En conclusión, La última misión Apolo es una novela que
consigue una intriga que no decae en el
transcurso de la narración y hace que el
lector avance por ella sin respiro hasta el desenlace. Una novela amena,
dinámica, que entretiene y que nos hace reflexionar, que puede ser leída por
los amantes del género y por cualquier tipo de lector, y que consagra a Ruy Vega como un autor
importante dentro del mundo de la ciencia ficción. Y a mí, en particular, me va
a servir también para interesarme más por este tipo de novelas. Gracias, Ruy Vega,
por regalarme un ejemplar que me ha permitido disfrutar de su lectura.
© Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga, profesora y escritora
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