Cuatro de diciembre: una evocación
Dedicado a la memoria de Irineo, minero, cantero, labrador...
Y a cuantos han entregado su esfuerzo y su vida a la minería...
Santa Bárbara, virgen
y mártir, nació en Anatolia (actual
Turquía) a comienzos del siglo III. Su padre, para preservar su hermosura de
las miradas de la gente, la encerró en
una torre. Ella rechazó una proposición de matrimonio que le hacía su padre, asegurando que estaba
casada con Dios. Aprovechando una
ausencia de este, añadió una tercera ventana a las dos que daban luz a la
torre, simbolizando con ello el número de personas de la Santísima Trinidad.
Con la espada con la que fue decapitada, la torre, el rayo, el cáliz (conversión al catolicismo) |
Todo ello irritó a su
progenitor que la delató al pretor. Bárbara fue apresada y enjuiciada, y al
negarse a abandonar su fe fue apaleada, torturada cruelmente y, finalmente, decapitada con una
espada por su propio padre en lo alto de
una montaña. Cuando este bajaba de esa montaña fue fulminado por un rayo que cayó del cielo. Ocurrió en el año 235 d. C. Este hecho de la muerte del padre a causa
de un rayo ha generado que se la considere patrona de todos aquellos que usan
los explosivos; mineros, artilleros… y de otras variadas profesiones.
La primera referencia
al culto a santa Bárbara en España es de
1248, y se refiere a la conquista
del castillo de Alicante por Alfonso X el Sabio, el día 4 de diciembre de
dicho año. Por ese motivo, el castillo
se llama así. En su interior hay una
capilla a la santa.
La celebración de la festividad de santa Bárbara me trae cada año a la memoria vivencias muy emotivas. Y ello, por dos
razones.
La primera razón es el recuerdo muy vivo que tengo de la invocación que se hacía a Santa Bárbara cuando venía la nube, que así se llamaba en Omaña (León) a la tormenta. ¡Que vien la nube!, la frase corría de boca en boca. Los truenos, tronidos y estalletes, y aquellos relámpagos en forma de culebrinas que surcaban el cielo, como auténticas
y destructivas culebras, que
parecían horadar la tierra y esconderse dentro, asustaban a adultos y aterrorizaban a los niños. Las casas no tenían
instalaciones eléctricas adecuadas y
todos comprobamos alguna vez con estupefacción y pánico cómo los rayos, llamados allí chispas, entraban por el cableado eléctrico, que destrozaban, o
caían en algún árbol del contorno y lo abrían de cuajo, dejando un tronco quemado y muerto.
El otro gran temor era que la tormenta trajera piedra y arruinara en pocos minutos la cosecha que tanto había costado que llegara a cuelmo. Por eso cuando se presentaba una tormenta de verano, y especialmente las del mes de septiembre (recuerdo que todo el mundo hablaba de la mítica tormenta del día del Cristo, de muchos años atrás), la gente se protegía en las casas, lejos de enchufes y bombillas (tampoco había tantas), y de lugares donde hubiera corrientes. Tampoco se podían meter las manos en el agua, ni tener puesta ropa húmeda, ni andar descalzo, ni utilizar utensilios o herramientas metálicos. Todas las prevenciones eran pocas, pues en el lugar no existían pararrayos ni otros mecanismos de seguridad. Recuerdo que mi padre, de forma previsora, había colocado un enchufe en la entrada de la vivienda con el que se podía impedir que la corriente eléctrica entrara en la misma. Dicho enfuche se desconectaba nada más que se oía el primer trueno.
Mientras
teníamos a la nube por compañera y por
música de fondo, lo más habitual era
tumbarse en la cama, con las ventanas cerradas, porque se decía que los colchones de
lana aislaban de la electricidad. Al mismo tiempo,
en las casas, se encendía una vela a santa Bárbara, que había sido bendecida en
la iglesia. Era la única que nos podía librar del enojo de aquellas amenazantes
nubes.
Cerca, en el pueblo de Irián, habían ocurrido
accidentes y muertes por rayos porque,
según parece, pasaba por el lugar un
filón de algún mineral que atraía la electricidad,. El conocer de cerca a los
afectados hacía que el miedo y las prevenciones fueran mayores.
Si la nube sorprendía a la gente fuera de casa, había que cuidar de no protegerse de las tormentas bajo árboles
altos, como los chopos, porque atraían a las chispas. Sí podía hacerse bajo las
nogales y otros árboles o arbustos que
tuvieran la copa redondeada. Estuviera uno en la casa o en el campo, las chispas y los tronidos
de nubes eran conjurados con retahílas
como estas:
Tente
nube, tente, tú
que Dios sabe más que tú.
Tente nube, tente palo,
que Dios sabe más que el diablo.
A veces se hacían sonar las campanas de la espadaña de
la iglesia con un toque especial, que se creía que espantaba las nubes, y se acompasaba la recitación de ese conjuro con el toque de las campanas. Y además, se rezaban
jaculatorias a Santa Bárbara:
Santa Bárbara Bendita / que en el cielo estás
escrita / con papel y agua bendita. Santa Bárbara doncella, / líbranos de
aquella centella / de aquel rayo
malairado / Jesucristo sacramentado / en el ara de la cruz / Pater Noster, amén
Jesús.
A continuación se rezaba el Padrenuestro. Y a veces se repetía varias veces… Parecía
que repetir el nombre de la Santa hacía más llevadera la espera hasta que pasara
la tormenta.
La gente del campo, gran observadora de la naturaleza, podía predecir si la nube iba a ser mala, si iba a llover o iba a ser solo una tormenta eléctrica, por su color, por el sitio por donde aparecía (en mi pueblo, Paladín, las nubes a las que se tenía mucho miedo eran las que venían de Valdelamoza, porque pasaban por encima del pueblo) o por un ruido siniestro que precedía y anunciaba la descarga del pedrisco. Se podría describir bien con los famosos versos de Zorrilla: “Del ruido con que rueda la ronca tempestad”, porque era eso: un ruido ronco que iba rodando hacia nosotros y parecía que nos iba a destruir.
La gente del campo, gran observadora de la naturaleza, podía predecir si la nube iba a ser mala, si iba a llover o iba a ser solo una tormenta eléctrica, por su color, por el sitio por donde aparecía (en mi pueblo, Paladín, las nubes a las que se tenía mucho miedo eran las que venían de Valdelamoza, porque pasaban por encima del pueblo) o por un ruido siniestro que precedía y anunciaba la descarga del pedrisco. Se podría describir bien con los famosos versos de Zorrilla: “Del ruido con que rueda la ronca tempestad”, porque era eso: un ruido ronco que iba rodando hacia nosotros y parecía que nos iba a destruir.
Piedra o pedrisco |
Mi padre sufrió un serio percance
que puedo tener consecuencias
fatales. Iba en bicicleta y
llevaba una hoz colgada del cinto en un lado de su cuerpo. La hoz atrajo hacia
ella un rayo, que no solo lo cegó, sino que su
fuerza lo derribó también de la bicicleta. Seguramente las cubiertas de las
ruedas actuaron de aislante y le permitieron salvar la vida. Por eso, a día de hoy, siempre que empiezo a oír
truenos, me vienen a la mente las plegarias a Santa Bárbara. Literalmente, me
acuerdo de Santa Bárbara cuando truena.
Vagoneta de homenaje a los mineros . Valdesamario |
Hay una segunda razón por la que esta santa tiene para mí una consideración especial: Santa Bárbara es patrona de los mineros.
Mi padre trabajó en la minería, como barrenista, en los últimos años de su vida activa, en las minas de Joaquín Blanco del Valle de Samario (allí trabajaba ya su hermano Antonio, otro gran profesional de la minería). Aunque en esa época (años 70), los mineros volvían a casa casa aseados, aquellos monos de trabajo, absolutamente negros y grasientos, nos hacían entender cómo era de duro el trabajo dentro de la mina. En su labor de minero sufrió algún accidente, lo mismo que otros familiares que también trabajaron en las profundidades de la mina. Algunos vecinos y conocidos murieron a causa de desprendimientos que los sepultaron. Por este motivo, siempre me ha impresionado y emocionado mucho el himno a Santa Bárbara, y de forma muy especial, si es cantado por los propios mineros y sus familiares.
Aunque la profesión que más años ejerció mi padre,
Irineo, junto con la de labrador, fue la de cantero. Y Santa Bárbara también es patrona de los canteros.
Durante muchos años trabajó en las obras en cuadrilla, junto con Quico, Lucas, Ángel y algún barrero que les subía el barro a los andamios, que se sujetaban sobre burras. El barro se apurría con un cajón de madera, llamado la cabra (parece que el lenguaje de los canteros era “animalista y feminista”). Juntos trabajaron la piedra en muchos pueblos de Omaña, especialmente, del Valle de Samario y del Valle Gordo , construyendo en ellos casas y pajares, con cubiertas de losa. "Hasta en Fasgar, he trabajado", decía mi padre, (Fasgar está de Paladín a 35 kilómetros de distancia, que se hacían a pie o, en el mejor de los casos, en bicicleta).
Los canteros cogían las piedras que se habían acarreado desde el río o el monte y tenían que escuadrarlas y cortarlas con unos pesados martillos, a fuerza de golpes. Luego había que colocarlas con maña y gusto, y unirlas con barro o con cal para que aquellas paredes, de más de 50 centímetros de anchura, fueran resistentes y pudieran cambiar de siglo más de una vez.
Realmente, trabajar de cantero era también una profesión algo artística. Con sus cuerdas, plomadas, martillos, piquetas, paletas… tenían que hacer mochetas, esconcios, poner cargaderos, hacer escalones, intercalar formas y colores de las piedras para conseguir un equilibrio… Posteriormente, llegaron a trabajar con adobes, bloques, ladrillo, pero, siempre, fueron canteros.
Adolfo Díez Muñiz, en el libro Historias y vivencias de Carrizal de Luna,
hablando del oficio de los canteros, menciona una solución arquitectónica que
un grupo de canteros aplicó en la construcción de la casa de su padre para dar
más amplitud en la entrada de las puertas
carretales: “Se construyó la esquina en forma de ochava.
La construyó
Ricardo Álvarez y su hijo Irineo. Esto resultó una obra de arte de la cantería que llama la atención. Costó más dinero ya que se cobraba por metros y esta forma requería mucho tiempo y buenas piedras.
Por este motivo Ricardo era el preferido en escoger las piedras
adecuadas”.
Esta es la esquina mencionada (Carrizal de Luna) |
Familia de Ricardo Álvarez: Elicio, Antonio, Irineo, Ricardo, Manuela, Amparo, Adoración, Rolindes, Benigna. Hacia 1942 |
Ricardo Álvarez era mi abuelo; Irineo, mi padre. Los
canteros de la familia Álvarez, de Paladín y Carrizal, han sido siempre excelentes
profesionales en el trabajo de la piedra.
Por esto, por formar parte de una familia que
ha practicado la minería y la cantería, dos profesiones protegidas por Santa Bárbara, hoy, cuatro de diciembre,
también es mi fiesta.
Para ello quiero crear mi propia
“jaculatoria”, para seguir rogando a la santa:
Santa Bárbara bendita,
de niña yo te rezaba,
cuando una nube muy negra
desde el cielo amenazaba.
Omañeses y omañesas,
como santa te aclamaban,
tú los librabas de chispas
y de piedras mal airadas.
También a ti hoy te cantan
los mineros del carbón,
sus cantos resuenan fuertes
desde Asturias a León.
Protege, santa querida,
del peligro de la mina
y de amenazas diversas
que vive la minería.
Los mineros hoy de nuevo,
con sus voces y emoción,
te recuerdan con cariño,
entonando tu canción.
En el
día de Santa Bárbara del año 2015
Muy buen relato acerca de la vida de la Santa, sentido y profundo homenaje al mundo de la minería en general y a la familia en particular y acertada poesía, felicitaciones
ResponderEliminarMuy bien, Margarita. Me has emocionado ...
ResponderEliminarGracias.
EliminarMuy buen relato Margarita; me vienen a mi a la memoria recuerdos de cuando yo era un niño; llegaban a San Martín al baile ,mineros procedentes de la Magdalena y de otros lugares, y como era costumbre , formaba la juerga en las tabernas que allí había ; y siempre cantaban , el Santa Barbara Bendita. Mi abuela siempre decía , que nadie se acordaba de Santa Bárbara hasta que no tronaba.
ResponderEliminarGracias, Aureliano. Desde luego cuando tronaba nos acordábamos mucho. Y para el mundo de la minería tiene un sentido muy especial.
EliminarMargarita:Para mi leer este certero y exacto relato es recordar con añoranza mi adolescencia de los años 50/60 en Santibañez de la Lomba. Además, ese Ángel que mencionas, si es de La Utrera, de la familia Melcon, era primo mio. Muchas gracias.
ResponderEliminarOtra forma para las tormentas de piedra es Xarazo (Babia) o Zarazo (Cea)
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