DÍA DE LAS ESCRITORAS 2022
El 17 de octubre de 2022, se celebra el VII Día de las Escritoras, conmemoración que creó la Biblioteca Nacional de España en el año 2016, en colaboración con la Asociación Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias. Se eligió para esta celebración el lunes más próximo a la festividad de santa Teresa (15 de octubre). Se pretende contrarrestar con ello la discriminación con que la historia ha tratado durante siglos a las literatas.
Rosalía de Castro, en la Carta a Eduarda (1865), decía: “No dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos.”
Y en otro lugar del mismo texto: “Los hombres miran a las literatas peor que mirarían al diablo. Únicamente alguno de verdadero talento pudiera, estimándote en lo que vales, despreciar necias y aún erradas preocupaciones, pero… ¡ay de ti entonces! Ya nada de lo que escribes es tuyo… se acabó tu numen, tu marido es el que escribe y tú la que firmas”.
En voz de mujer
Voces de mujer diluidas en el silencio
y extraviadas en las esquinas de la historia,
sentimientos ocultos bajo el velo del pudor…
¡Cuánto amor, dolor, ternura, sabiduría, rebelión…
quedaron aprisionados en vuestros labios!
La trompeta de la fama tronó nombres de varón
y ensombreció el eco de vuestra palabra.
Pero una luz divina brilló en los conventos.
Teresa, sor Juana, sor María,
allí buscabais a Dios entre los pucheros,
e hilvanabais palabras en papel:
palabras de amor,
de feminismo y rebeldía.
Mientras, en la calle,
otras mujeres solo enhebrabais agujas
para colgar de un hilo frágil
palabras expropiadas…
Porque nombres de varón
escondieron vuestra identidad,
Charlotte, Emily, Ana, Amantine,
Louisa, Mary, Cecilia…
Usurparon vuestra autoría,
Olivia, María, Colette…
O la sombra de un gigante
oscureció vuestra luz,
María Teresa, Concha, Zenobia, Vera…
Y tú, anónima Jane,
que hasta olvidaste tu nombre…
Pero, por los cauces de la intrahistoria,
vuestra palabra luminosa,
se fue derramando, letra a letra,
y se ha hecho sementera…
Y la Historia mayúscula
se ha cuajado de espigas doradas
preñadas de pan.
Pan de vida,
pan de arte,
pan de justicia,
pan de literatura…
Y, siempre,
en voz de mujer.
© M. Álvarez Rodríguez, 2021
Los nombres de mujer mencionados en el texto corresponden a:
Santa Teresa de Jesús, monja carmelita, reformadora de la orden del Carmelo, escritora mística, en verso y en prosa, que vivió en la segunda mitad del siglo XVI.
Sor Juana Inés de la Cruz, monja mexicana, vivió en la segunda mitad del siglo XVII, escribe autos sacramentales, poesía, prosa, de carácter religioso y profano. Frecuentemente critica la doble moral de los hombres: “Hombres necios que acusáis / a la mujer, sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis…”.
Sor María de Jesús de Ágreda, monja de clausura concepcionista, escritora mística y consejera del rey Felipe IV. Se dice que tenía el don milagroso de la bilocación y, como la “dama azul”, aparecía en varios países del Nuevo Mundo (sin salir del convento), donde contribuyó a la evangelización.
Las hermanas Brontë, famosas novelistas inglesas del siglo XIX, tuvieron que publicar sus primeras obras con seudónimos masculinos. Las tres usaron nombres que comenzaban por su letra inicial y el mismo apellido. Charlotte Brontë, autora de la famosa novela Jane Eyre, adoptó el nombre de Currer Bell; Emily Brontë, autora de Cumbres borrascosas, el de Ellis Bell, y Anne Brontë, autora de Agnes Grey, el de Acton Bell.
Amantine Aurore Dupin, escritora francesa, también del siglo XIX, usó el nombre de George Sand. Su obra más famosa es Indiana.
Louisa May Alcott, estadounidense, es la autora de Mujercitas (1868). Usó el seudónimo masculino A. M. Barnard en sus primeras obras. En varias de ellas trataba los temas del adulterio y del incesto.
Mary Anne Evans, escritora inglesa de finales del siglo XIX, usó el seudónimo literario de George Eliot. Escribió, sobre todo, novelas y poesía.
Cecilia Böhl de Faber, escritora española, de mediados del XIX, es la autora de la famosa novela La gaviota. Usó el seudónimo de Fernán Caballero.
Olivia Sabuco, autora del tratado Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, es una escritora del
Siglo de Oro. Su padre reclamó la autoría de su obra. Murió en 1622, en un convento, y la
Inquisición quemó sus obras.
María Lejárraga, novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista, diputada
durante la Segunda República… Escribió
gran número de libros que se publicaron
firmados por su marido Gregorio
Martínez Sierra. Al final de su vida, por necesidad económica, decidió desvelar
en sus memorias, Gregorio y yo, el hecho y comenzó a firmar como María Martínez
Sierra.
Sidonie Gabrielle Colette, escritora francesa de la primera mitad del
siglo XX, tuvo que aceptar que su marido firmara sus obras. Escribió la famosa serie de novelas Claudine, publicadas bajo el nombre de
su marido. Cuando se divorció hizo pública la verdadera autoría.
María Teresa León,
una escritora de la Generación del 27, vivió y
escribió siempre a la sombra de su
esposo Rafael Alberti. Es autora de relatos, teatro, guiones cinematográficos… Memorias de la melancolía, obra
biográfica, es probablemente su obra fundamental.
Concha Méndez, perteneciente al grupo de las Sinsombrero. Poeta, dramaturga, novelista, editora, formó parte de la Generación del 27, sin embargo, para muchos era “la mujer” de Manuel Altolaguirre. Gran defensora de los derechos de la mujer.
Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez, autora de
relatos, poemas, traductora. A ella le debemos la traducción al español de la
obra del Nobel R. Tagore.
Fue el apoyo literario y psicológico de J. R. J. y trabajó mucho para que obtuviera el Nobel.
Vera Navokov, escritora rusa, fallecida en 1991, fue oscurecida por la fama de su marido Vladimir Nabokov. Corregía todos sus escritos, incluso llevaba siempre un revólver en el bolso para defenderlo de un posible atentado…
Jane Austen, escritora británica, que vivió a caballo entre el siglo XVIII y el XIX, publicó sus grandes novelas: Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio de forma anónima. La autoría de sus obras se conoció póstumamente.
Y podríamos seguir y seguir, tanto en la literatura española como en la universal.
¿En cuántos manuales de Bachillerato se cita a las grandes escritoras del Siglo de Oro al lado de los "príncipes de las letras" de nombre masculino? No están, parece que no hubieran existido escritoras tan notables como Cristobalina Fernández de Alarcón, que escribió, sobre todo, sobre temática religiosa. Ana Caro Mallén de Soto, que se puede considerar la primera escritora profesional. María Zayas y Sotomayor, que escribió novelas cortesanas, y que en algunas ocasiones plagió su marido. Marcela del Carpio (Sor Marcela de San Félix), hija de Lope de Vega, de la que se conservan algunas de las obras que escribió, otras fueron quemadas por la Inquisición. Catalina de Erauso (La monja alférez) mujer que se hizo pasar por hombre para vivir más libremente. Juliana Morell, poeta y humanista. Catalina Ramírez de Guzmán, gran poeta. Y Luisa Sigea, Cristobalina Fernández de Alarcón, María Luisa Padilla, Leonor de la Cueva Silva, Feliciana Enríquez de Guzmán (se vistió de hombre para ir a la universidad) … Y muchas más. Mujeres que hablaron del matrimonio, la violencia machista, que lucharon contra la misoginia… La mayoría usaron seudónimos.
También conviene recordar que las escritoras decimonónicas Gertrudis Gómez de Avellaneda y Emilia Pardo Bazán no pudieron entrar en la Real Academia Española. Hubo que esperar a 1979, para ver en un sillón académico a la primera mujer, Carmen Conde. En los trescientos años de historia de la RAE solo once mujeres han sido académicas de número. Actualmente de los cuarenta y seis miembros, ocho son mujeres. 16 mujeres han ganado el Nobel de Literatura, que se concede desde 1901. Cinco mujeres han recibido el premio Cervantes, que se entrega desde 1976.
Nos hemos sorprendido en los últimos días con el hecho de que los flamantes ganadores del Premio Planeta sean tres hombres, escondidos tras un seudónimo de mujer: Carmen Mola. Los autores afirman que no se esconden tras una mujer, sino tras un nombre de mujer. Este artificio tiene más de juego que de otra cosa. Nada tiene que ver con los motivos por los que las mujeres escritoras escondían su nombre…
¡Ojalá las mujeres artistas nunca tengan que esconder su nombre por el hecho de ser mujeres! Queremos oírlas hablar y escribir en voz de mujer.
Gracias, Margarita. Saludos.
ResponderEliminarLuis Arranz.
Gracias a ti, Luis, por leerlo y dejar tu comentario.
EliminarComparto tu reflexión.
ResponderEliminarGracias por tu trabajo.
Gracias. Como no aparece tu nombre, no puedo dirigirme a ti personalmente. Un saludo.
EliminarEspero con ansiedad que se conceda un puesto de trabajo a alguien por su valía, no por ser hombre o mujer, también espero que se publique una obra por su valor, independientemente de quien la haya escrito. Gracias Margarita. Un abrazo.
ResponderEliminarEvidentemente hoy estamos más cerca de conseguirlo, pero si miramos hacia atrás, siglo XX incluido, la mujer se quedó muchas veces en la estacada. El ingenio no va relacionado con el sexo ni con la condición social. Y hubo "princesas" de las letras, que nunca se vieron en los libros de texto... Ojalá no tenga que haber "Días" especiales, sería una buena noticia. Un abrazo.
EliminarExhaustivo y directo. De acuerdo con Fuencisla : que prime el talento y no el sexo. Un abrazo
ResponderEliminarPor supuesto, que prime el talento. A mí me preguntaban a veces los alumnos de Secundaria por qué Cervantes, Lope, Quevedo, Góngora, Tirso de Molina, Calderón, Moreto... sí estaban el los libros de texto y no había mujeres. Y los bachilleres no conocían ninguna mujer escritora anterior al Romanticismo... Les enseñábamos una historia de la literatura totalmente sesgada. Y así se sigue enseñando. Y eso sí debería cambiarse. Gracias por leerlo y por tu comentario (que aparece como anónimo).
EliminarMuchas gracias siempre, Margarita, por compartir tan generosamente el esfuerzado trabajo y tu tiempo.
ResponderEliminarHe tardado en leerlo, las obras en mi casa están siendo agotadoras, así que hoy he disfrutado de tranquilidad y buena lectura. Un beso.