El autor de la reseña que sigue es Antonio García Orejana, maestro, sindicalista y escritor. Ha escrito muchos artículos sobre temas sociales y publicado cinco libros. El último (2021) es Vida y Libertad. Un ensayo sobre la felicidad. Otras obras suyas son: Cartas del Sáhara, Nosotros, Tetas. La fuente de la vida... (bardera.sc.@gmail.com)
Para él mi gratitud.
Como buenos amigos conviven los libros de la autora de la obra reseñada y los del autor de la reseña |
Reseña
Palabras
hilvanadas. El lenguaje del menosprecio,
Autora: Margarita Álvarez Rodríguez
Obra de divulgación
Editorial Lobo Sapiens
León, 2021
476 págs.
Una vez leído el libro
de Margarita Álvarez, puedo asegurar que el lenguaje del menosprecio goza de muy buena
salud y que en la mente de su autora las Palabras
hilvanadas son dichos por los que siente un gran aprecio. Yo también siento
ese aprecio, sobre todo, cuando, inconscientemente, esos dichos coloquiales o
vulgares afloran a mi mente. A partir de ahora cuando alguno me venga siempre
diré hacia mis adentros: “Lo tiene recogido Margarita en su libro”.
Sobre
el libro Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio
solo quiero manifestar dos cosas. En primer lugar mi reconocimiento. Y quiero
hacerlo constar con tres palabras: trabajo, enseñanza y belleza.
Escribir un libro
siempre requiere mucha dedicación y mucho esfuerzo. Cuando uno es solamente
lector, este trabajo puede ser más o menos reconocido en función de los
conocimientos que se tengan del oficio de escribir. Pero cuando uno además de
ser lector es escritor, entonces conoce de primera mano el trabajo que requiere
la escritura de un libro. Yo, en esa doble condición, puedo asegurar que el
libro de Margarita supone un arduo trabajo. Un trabajo enorme de recopilación
de datos –ella reconoce que es un trabajo de toda una vida-, y una creatividad
grande para saber dar la puntada adecuada en el momento justo. Sí, hilvanar
esas palabras es un trabajo creativo. Es necesaria la imaginación, pues
relacionar unos dichos con otros y colocarlos adecuadamente dentro de una
estructura supone, además de trabajo, tener un sentido de la belleza y del decoro.
Yo opino que la
escritura siempre tiene el objetivo de enseñar. Escribir para no decir nada a
quien nos lee es tontería, o al menos ese es mi punto de vista. Aunque solo se
escribiese para divertir a quien nos leyera, siempre esconderíamos el deseo de
enseñar a divertirse -o a pasar el rato- a la gente. Sí, el deseo de enseñar
creo que es innato en quien escribe. En el caso de Margarita no hay ninguna
duda: ha dedicado toda su vida a la enseñanza. Con este libro sigue enseñando a
quienes fueron sus alumnos, enseña a quienes fuimos sus compañeros de trabajo, enseña a sus familiares y amigos. Y a los
lectores, en general.
Y en el libro de
Margarita hay belleza. Sí, los dichos son palabras y las palabras siempre son
bellas, basta leer o releer las Palabras
finales de su libro para encontrar en ellas esa belleza y para quererlas
como las quiere ella. Pero, además, si las palabras no fuesen bellas, las
frases tampoco lo podrían ser, y entonces no se podrían escribir poemas bellos
ni narraciones bellas.
Y si a través de la
belleza conseguimos emocionarnos entonces no cabe duda de que para que nos
emocione una historia es imprescindible que nos emocionen sus palabras. Por eso
las Palabras hilvanadas de Margarita no
son solamente una estupenda herramienta de trabajo para quienes tenemos el
gusto por la escritura, sino también un camino para conocernos y para saber que
somos capaces de emocionarnos y de emocionar a quien nos lea utilizando la
palabra adecuada –el dicho adecuado- en el momento
oportuno.
Y en segundo lugar, y
arrimando el ascua a mi sardina, me voy a aprovechar de su libro para
llevármelo al huerto. Buscaré entre
las Palabras hilvanadas de Margarita aquellas
que hacen referencia a los productos hortícolas, porque así, además de matar el gusanillo, seguro que
encontraré mucho tomate. Con los
productos de la huerta lo primero que nos sucede es que se nos hace la boca agua, especialmente si son sandías, preferibles a los melones en lo que se
refiere al lenguaje del menosprecio.
Para ser la alegría de la huerta es necesario ser
más tierno que un ajo y no tener cabeza de pepino. Tampoco estaría mal,
en mi caso, y recordando mi juventud, ser alto como un espárrago o fresco como una lechuga. Y puestos a pedir, aunque no sean peras al olmo, y sin meterme en muchos berenjenales, sí pediría saber distinguir entre troncos y berzas
y que no me tomasen por el tonto del nabo
o pensasen que no sé ni patata.
Tampoco me gustaría que me pusieran las
peras al cuarto o me mandasen a
escardar cebollinos ni que me tuvieran
a ajo y agua.
Seguro que todos estos productos hortícolas están cojonudos o “coñudos”, si
somos capaces de invertir, a base de repetición y de insistencia, la
valoración de algunas palabras que en nuestro idioma tienen distinto
significado si aluden a lo masculino o lo femenino, como ocurre con cojonudo
frente a coñazo.
Y termino, para que no
me tachen de lechuguino, de berzotas, de hortera o me manden a freír
espárragos, con un deseo y ofrecimiento a Margarita: que de higos a brevas pueda regalarnos algún encuentro literario en La Linde, huerta segoviana rica en frutos, tanto comestibles como literarios, para que la gente llana de mi pueblo pueda apreciar el sabor y la belleza de
estas Palabras hilvanadas...
Antonio García Orejana
Fuenlabrada, 14 de enero de 2022
Contraportada |
Gracias a ti Margarita por hacernos ver la belleza de las palabras.
ResponderEliminarLo más importante es que esas palabras lleguen al lector y sean motivo de reflexión, de aprendizaje, de sonrisas... Y siempre, puente de comunicación. Gracias.
EliminarMuchas gracias Margarita, después de leerla reseña de tu libro, no tengas duda que lo leeré. Debe estar la mar de interesante y divertido además de lo mucho que aprenderemos,que en definitiva es el principal objetivo del escritor y por supuesto también del lector ya que leemos para disfrutar y aprender de las palabras
ResponderEliminarCreo que algo se puede aprender... Y desde luego también disfrutar lúdicamente de esta filigrana lingüística, apta para todos los tipos de lector. Gracias.
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