El sol y la luna riñeron,
perdieron las amistades,
el sol por andar de día
y la luna por la tarde.
No querían
lucir juntos
por envidia y
vanidades,
pero se
cruzan a veces
cuando decae la tarde.
El ocaso
tiende un manto
de terciopelo
dorado,
cosido con finos hilos
de arreboles adornado.
El sol se
duerme tranquilo
con sueño de
amaneceres,
esperando nuevas
albas
que con la
luz lo despierten.
Y deja paso
a la noche,
el reino de
Catalina,
que con su
cuarto creciente
nos dedica
una sonrisa.
Ella reina
por la noche,
entre fiestas
y verbenas,
y se adorna
con diamantes
y viste con
lentejuelas.
Pero cuando
llega el día,
rauda se
baja del trono,
que Lorenzo
es más potente:
¡no quiere
sufrir desdoro!
El sol se
adueña del cielo,
con su
corona brillante,
con sus
rayos refulgentes,
y su
reluciente traje.
Ocasos y
amaneceres,
peleas de
sol y luna,
que se
cambian los papeles
para que el
cielo reluzca.
Margarita Álvarez Rodríguez
La primera estrofa es una copla popular recogida en Paladín (León).
Ocaso madrileño del 11 de junio de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario