domingo, 24 de mayo de 2020

Los colores de la palabra




 Dichos relacionados con los colores





En las líneas que siguen vamos a alucinar o flipar en colores,  a pasear la vista por  el mundo de  los colores y, de forma especial, por las expresiones coloquiales del castellano que están relacionadas con ellos. Nos fijaremos solamente en las frases hechas o modismos, sin incluir los refranes (aunque de pasada se mencione alguno), que requerirían un desarrollo mucho más amplio. Así que, sin sacar los colores a nadie, hablaremos de colores y de colorines, porque siempre hay personas optimistas que creen en los peces de colores y, según parece,  debe de ser esa  una creencia muy reconfortante.

Los colores tienen significados simbólicos  y suponen por sí mismos un lenguaje. La mayoría de los ciudadanos españoles identifican qué partidos políticos se esconden tras el azul, el morado, el naranja, el  rojo, el verde… por los colores de sus banderas y otros logotipos.  Los  MCS usan con frecuencia las alusiones a los colores para referirse a algunos partidos. En el mundo urbano todos somos conscientes de lo que significan las zonas azules, verdes o naranjas a la hora de aparcar y los  colores de los semáforos, en la circulación. Y en las playas, los significados de las banderas rojas, amarillas o verdes. También por los colores identificamos a organismos internacionales como la Cruz Roja o los Cascos Azules.

Hagamos, pues,  nuestro particular mosaico de colores o escalera de color.

Del blanco al negro



Iniciamos nuestro repaso por el blanco, el gris y el negro, esos que son llamados colores neutros, atendiendo solamente al uso sociolingüístico de los mismos.

El blanco no es uno de los colores  que más nos favorezcan, pues, en nuestra cara, es un indicio de alguna indisposición física. Además, a pesar de que nos vistamos finamente y vayamos de punta en blanco (usando el blanco nuclear, por supuesto), y actuemos con guante blanco pretendiendo  impresionar o enamorar a alguien, podemos fracasar e irnos en blanco. Ya lo dice el refrán: En blanco me pretendiste y, como no te quise, en blanco te fuiste.

Aun elegantemente vestidos, nos podemos quedar en blanco, porque nos traicione la memoria o quedarnos sin blanca,  porque la fortuna no nos favorezca o porque  dilapidemos la ya conseguida. También podemos quedarnos sin fortuna si tenemos alguna posesión que, cual elefante blanco, nos produce más gasto que beneficio.  Y, aún tendríamos peor fortuna, si somos atacados con un arma blanca.  Y lo peor es  que en situaciones como esas pasemos a ser el blanco de todas las miradas.

     Todas estas preocupaciones nos pueden impedir el sueño  y obligarnos a pasar la noche en blanco. Ese estado de confusionismo  que nos produce la falta de sueño nos puede llevar a confundir a una persona con otra, aunque   solo se parezcan en el blanco de los ojos o a no distinguir lo blanco de lo negro. Aun estando despiertos,  a veces no es fácil distinguir a las buenas personas de las que actúan como sepulcros blanqueados.

Pero, si estamos atentos, podemos dar en el blanco y que nos den carta blanca para actuar y, a ser posible, que   nos paguen bien con un cheque en blanco.  Evitemos, sin embargo, firmar en blanco (antes te quedes manco que eches una firma en blanco), para no sufrir disgustos no sospechados. Sin embargo, saludemos y respetemos las banderas blancas y, si tenemos que tener tratos con la magia, elijamos la magia de ese color. La iglesia católica también saluda con alegría la fumata blanca cuando se trata de elegir un nuevo papa.

Y como antes podíamos observar la blancura de la leche en los envases de vidrio, hemos incorporado al idioma la expresión blanco y en botella, para hablar de algo que es evidente y no merece mayor explicación.

El blanco  también interviene en frases hechas que conciernen al trato que se da a las mujeres. Se habla de  trata de blancas, que es el comercio   que  explota a las mujeres y las condena a ejercer la prostitución.  Por otra parte, siempre se ha dicho que   manos blancas no ofenden.  Esta frase  hoy podría tener tintes machistas, porque nos habla de que hay que disculpar la ofensa cuando viene de una dama. El blanco  (y la azucena y la flor de azahar, de ese color), ha sido en el mundo católico un signo de virginidad.

Del distinto baremo moral con que la sociedad enjuicia a las mujeres con respecto a los hombres se quejaba la escritora Alfonsina Storni en aquellos conocidos versos del poema Tú me quieres blanca:
Tú me quieres nívea, / tú me quieres blanca, / tú me quieres alba…

El gris no es  un color especialmente atractivo. A pesar de que todos tenemos sustancia gris, a unas personas les ilumina el cerebro y lucen en él las ideas, en cambio, otras son personas grises toda su vida.  Y nadie se libra de encontrarse en  su  propia vida con   días grises. En nuestra historia reciente los grises, Policía Armada del Franquismo, llamados así por el color de su uniforme, representaron la represión contra los grupos que luchaban por la democracia.

En literatura, resuenan en nuestra mente  los versos desolados de Dámaso Alonso, en el poema Mujer con alcuza:
Yo no sé qué es más gris  / si el acero frío de sus  ojos / si el gris  desvaído de ese chal / con el que se envuelve el cuello y la cabeza / o si el paisaje desolado de su alma…

El negro es un color altamente contradictorio. Es el símbolo del lujo y es el símbolo de la muerte, del luto. En el mundo de la política, se asocia con ideologías contrarias que van del anarquismo al fascismo. Actualmente el partido de Ángela Merkel, en Alemania, usa ese color cuando está en coalición.  En el mundo social, se identifica con el clero, por el color del hábito o la sotana. Es también el color del plumaje de los cuervos, aves que se asocian con la rapiña y la muerte.

En los dichos coloquiales, el negro se presenta con significado peyorativo: A burro negro no le busques pelo blanco. Tal vez porque en nuestra cultura es el color  de la muerte. Por eso somos capaces de decir, malévolamente, cosas como el mejor suegro, vestido de negro, y no nos referimos precisamente a la elegancia del negro, sino más bien a la mortaja.

Esta valoración negativa del negro es debida al hecho de aludir también a la noche, por eso de que  de noche todos los gatos son pardos. En la sociedad actual el negro tiene mucho poder, pues es capaz de teñir el dinero de colores en dinero negro, malo para el fisco, pero muy beneficioso para los que operan con él. Y del dinero negro no hay mucha distancia hasta el mercado negro.

También el negro arrastra algunas connotaciones racistas… De ahí expresiones como trabajar como un negro. Así trabaja el creador -el negro- que realiza una obra para otro, que luego pone su nombre y se adjudica los laureles del triunfo.

Sin embargo, parece que es más políticamente correcto llamar a los negros personas de color. Personas de color somos todos, independientemente de la raza. Lo más triste es que  hay personas, blancas, negras, blancas o amarillas, que trabajan como negros y se las  ven (o las pasan) negras para sacar adelante a su familia. Con frecuencia, porque topan con un negrero, auténtica bestia negra, que les explota laboralmente. Por mucho que se esfuercen siguen viendo las cosas negras o de color de hormiga,  de hormiga negra, por supuesto; pero no por defecto visual, sino porque realmente el color es negro.

A veces, decimos, solo de manera puntual, que estamos negros o que nos están poniendo negros por algo o incluso que tenemos un día negro o que una mano negra está moviendo los hilos  contra  nosotros y nos coloca en una lista de ese color. Si los días negros son persistentes, caemos en un pozo negro. Y cuando nuestro comportamiento  no sigue las pautas establecidas por la familia o la sociedad nos convertimos en garbanzos negros o en ovejas negras, porque no es raro que  de ovejas blancas nazcan corderos negros.

Cuando  nos  pintan  así el panorama, y, si la situación no es  pasajera, entonces   nuestro mundo cambia de color  y vemos la cosa negra o tenemos la negra. Es en ese momento, más que nunca, cuando nos gustaría ver la realidad de colores o encontrarnos con algún regalo de pata negra. Si no nos llega el sabroso jamón, podemos buscar entretenimiento para  olvidar momentáneamente el negro panorama, y nada mejor que leer  una novela o ver una película de cine negro.

Los autores de todas las épocas han puesto por escrito, negro sobre blanco, sus vivencias usando el negro con valor simbólico. En la literatura está muy presente como símbolo del dolor y la muerte.

Lorca tiñe de negro a la luna, que observa muda el crimen que se va a cometer, en la Canción del jinete: En la luna negra de los bandoleros / cantan las espuelas…  Y el dolor de Miguel Hernández ante la muerte de su hijo en el Cancionero y romancero de ausencias también es negro: Negros ojos negros. / El mundo se abría / sobre sus pestañas / de negras distancias. /  Dorada mirada. /  El mundo se cierra /  sobre sus pestañas / lluviosas y negras… El Romanticismo usa el negro como color de la desesperación. Las referencias literarias son muy abundantes, pero no es el tema de este artículo.


Del rojo al naranja




El rojo se ha identificado con el amor, en lo que se refiere a los sentimientos; con lo prohibido, en lo concerniente a las normas sociales, y con lo revolucionario, en referencia a las ideologías políticas,  al menos desde la Revolución francesa. Fue el color de la Comuna de París, de la Revolución rusa de 1917, de la Revolución de Mao en China y la de los Claveles (rojos) en Portugal.  Aunque no siempre ese simbolismo es exacto, pues en países como Paraguay y Uruguay existe un llamado Partido Colorado, que es de ideología conservadora.

En los dichos coloquiales el rojo expresa más bien emociones negativas. Ante una situación de exaltación decimos que está al rojo vivo.  Se pone rojo o encarnado el tímido y la persona que se encuentra en una situación embarazosa. Para que el dicho sea más expresivo y hortícola  le añadimos, a veces la relación con el tomate, y nos ponemos  rojos como un tomate. En algunas ocasiones nos sacan los colores con tanta intensidad que nos ponemos de mil colores.

Sin que ese color aflore a nuestro rostro, parece que lo sentimos por dentro cuando estamos rojos de ira. Es el color que asociamos a la prohibición, pues nos sacan la bandera roja muchas veces en la vida sin que estemos en una playa ni tengamos ninguna intención de bañarnos. O nos marcan líneas rojas. Tampoco es nada agradable la situación de aquel cuyas cuentas se hallan en números rojos. Ni la de la persona que, al compararla con otros más aventajados, se la califica como farolillo rojo (alude a la luz que llevaba en la parte trasera el último vagón de un tren. De ahí pasó al ciclismo y luego  a la lengua común).

El rojo también se ha usado políticamente para identificar a los partidos de izquierda y, en otra época, para asustar a la población y advertirla de las desgracias que sobrevendrían si estos grupos llegaban al poder: ¡Que vienen los rojos! (Algo de eso sigue ocurriendo hoy). Y hasta se hablaba de los  curas rojos, los barrios rojos, la duquesa roja… Desde luego, llamar a los simpatizantes de la izquierda el rojerío o los rojeras no parece un calificativo muy positivo.  
Y no podemos olvidarnos del rojo como símbolo de la sangre derramada, de la guerra, de la muerte. En el cristianismo es el símbolo de la pasión de Cristo. El rojo (el vestirse de colorado) es,  también, el color del capelo cardenalicio. Cuando el  duque de Lerma, para evitar ser perseguido por corrupción, llegó al cardenalato, corría por Madrid un copla  de irónicos versos: Para no morir ahorcado, / el mayor ladrón de España / se viste de colorado.

Y en la literatura ha cobrada gran importancia el simbolismo del rojo, como el color del amor apasionado y  de la vida, representado  en un clavel o una rosa, o en  el fuego. También es el símbolo de la sangre derramada, de la guerra, de la muerte violenta. Tiene una notable presencia en la obra lorquiana.

El rosa, en cambio, es un color amable, que tradicionalmente se ha identificado con lo femenino  o con lo intrascendente y positivo. También se ha asociado con el colectivo LGTBI, aunque poco a poco se ha ido sustituyendo por los colores del arco iris. Ojalá pudiéramos ver siempre las cosas de color de rosa, como suele suceder en las novelas rosa o en la prensa rosa… Pero la realidad que hay fuera de esas publicaciones se empeña en vestirse de colores variados, porque, por mucho que lo intentemos,  en la vida no todo es   color de rosa  ni siempre podremos estar sanos y acicalados como una rosa.

Seguimos con un repaso al amarillo. Amarillear es estar ajado, haber perdido el color blanco original, por tanto, no se suele asociar con la vida. Va unido generalmente a connotaciones sociales negativas. Tildar de sindicato amarillo a una organización, dentro del mundo laboral, es considerarla próxima a los intereses de la empresa y desconfiar de sus fines en cuanto a la defensa de los trabajadores. Hablar de prensa amarilla (o amarillismo) en el mundo de los medios de comunicación es calificarla  de sensacionalista y carente de credibilidad. Se trata de una prensa  que busca asombrar o escandalizar a los lectores, oyentes o espectadores. Amarillo  es asimismo el color del oro, de la avaricia, y también de la corona que simboliza el poder.

Sin embargo, es el color que predomina en las flores primaverales. En literatura nos ha dejado hermosos versos, como los del  poema de Juan Ramón Jiménez titulado Primavera amarilla, del que transcribimos los últimos versos: Guirnaldas amarillas escalaban / los árboles; ¡el día / era una gracia perfumada de oro / en un dorado despertar de vida! / Entre los huesos de los muertos / abría Dios sus manos amarillas.

El color marrón dio origen a la palabra madera o maderos para llamar a la Policía Nacional cuando dejaron de ser llamados los grises al cambiar su uniforme a color marrón. En Alemania se llamaba Casa Parda a la sede del Partido Nazi, por el color de sus uniformes. En Zamora hay una procesión de Semana Santa que se conoce popularmente con el nombre de las Capas Pardas por llevar los cofrades la capa alistana.

Este color ha dado origen a dos expresiones que han surgido con la posmodernidad. Hasta época reciente, aunque alguien pasara por momentos complicados, no se decía que  le caían marrones. Ahora, no solo les caen a muchos trabajadores, sino que parece que les caen en el propio plato y están obligados a comerse esos marrones, aunque no sean nunca  comida de su agrado.

Otro color de la gama de los cálidos es el dorado. Es un color otoñal y también el color del oro y la riqueza. Todos hemos tenido alguna vez  un sueño dorado, ese intenso anhelo de algo que queremos conseguir. También se habla de  edad dorada, esa etapa inicial de la edad del hombre que era un tiempo de justicia y felicidad. En el famoso discurso ante los cabreros don Quijote  describe y añora esa edad de la humanidad. Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el nombre de dorados (…), porque entonces, los que en ella vivían  ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. (El Quijote, 11, I). En todas las culturas se habla de una edad de oro. En el caso de la española, de Siglo de Oro (desde mediados del siglo  XVI a  mediados del XVII).

El naranja, en política, se asocia con la ideología de la democracia cristiana o neoliberal. Es un color vivo que sugiere dinamismo, entusiasmo, modernidad.  En España se vincula con un partido político de  centroderecha. Un líder de este partido fue en alguna ocasión llamado  Naranjito por un contrincante político. Y muchos recordamos que a un famoso periodista se le llamaba Butano o  Butanito.


Del verde al azul



El verde  tiene gran presencia en los refranes  y en los dichos coloquiales (no abarcamos aquí los primeros, que son muy numerosos) y, aunque se le ha dado tradicionalmente el simbolismo de la esperanza, las expresiones relacionadas con el verde suelen tener connotaciones peyorativas, pues hay en ellas más bilis que esperanza. Con frecuencia se identifica con la envidia, porque  nos ponemos verdes de envidia. También le damos significados relacionados con el sexo cuando contamos chistes verdes o llamamos viejo verde a alguien muy maduro o anciano con actitudes libidinosas, aunque diga el refrán que eso no cuadra mucho con la edad: A burro viejo, poco verde.

Originariamente, verde significaba persona que tenía vigor y juventud. En el s. XVII Covarrubias todavía le daba ese significado. Pero la expresión fue variando hasta adquirir el significado peyorativo que tiene hoy.

En ocasiones el verde adopta una  connotación antifeminista o machista, como ocurre en: Para qué tumbarlas verdes, si maduras caen solitas. Lo mismo ocurre con ser una verdulera,  una expresión que, en femenino, y con el significado de  ser una persona que tiene modales poco finos, especialmente en la forma de hablar, se aplica de forma casi exclusiva a las mujeres. En muchos refranes también se recoge ese matiz antifeminista.

Cuando se trata de lanzar improperios contra alguien que no suele estar presente lo ponemos verde, (la expresión puede tener que ver con el moho, de color verdoso, que indica que algo, especialmente una comida,  se ha estropeado), y si  algo o alguien está en un estadio poco maduro o la persona es poco experimentada decimos que está verde. Al impuntual o poco voluntarioso lo recibimos con un ¡a buenas horas mangas verdes! (Parece que este dicho tiene relación con la visión negativa que se tenía de la Santa Hermandad que llegaba tarde a solucionar los problemas). Del que  se presenta con apariencia bondadosa y tras ella esconde asuntos desagradables decimos que viene el villano vestido de verde. Y a la persona muy rara la calificamos de  perro verde.

El verde también puede tener connotaciones  positivas si  se identifica con la naturaleza, con la vida,  con la energía, por eso los verdes son grupos  políticos  u organizaciones (Greenpeace; paz verde) que sienten especial preocupación por lo natural, aunque sus ideas resultan a veces controvertidas por ser consideradas utópicas. Y el verde también ha llegado a la economía en la que, de vez en cuando, asoman esperanzados brotes verdes (green shoots, en inglés) después de una crisis.

Relacionada con el verde existe una expresión que tiene raíces literarias: Están verdes –dijo la zorra. La frase se basa en la fábula atribuida a Esopo y que luego populariza Samaniego en el s. XVIII. Cuando la zorra  intenta coger las uvas y ve que no las puede alcanzar, desiste diciendo que no están maduras para no asumir su fracaso. En el mismo sentido se atribuye el dicho a las personas que renuncian a hacer algo, porque son incapaces, pero buscan una excusa para no asumir ese fracaso.

El color verde se identificó en épocas pasadas con la monarquía española y las siglas VERDE (Viva el Rey de España) se convirtieron en un grito de los monárquicos españoles durante los dos períodos republicanos que ha vivido España.

La literatura ha incorporado a la lengua común los famosos y enigmáticos versos del Romance sonámbulo de Lorca: Verde que te quiero verde. / Verde viento.  Verdes ramas… El color verde inunda todo el texto: Verde carne, pelo verde…

El verde se usa también para rechazar de forma rotunda lo dicho por alguien: ¡Verdes las han segado!, o sea, todo lo contrario a dar luz verde para hacer una cosa. Cuando algo es evidente y no hace falta probarlo podemos decir eso de verde y con asas (la alcarraza). La alcarraza era una vasija de cerámica pintada de verde y que servía para refrescar el agua. Y  cuando  hacemos algo inútil es como si estuviéramos segando en verde.

El morado nos  sitúa en el fiel de la balanza, pues igual nos favorece y nos permite ponernos morados,  que nos trata mal y nos hace pasarlas moradas. Y, si además de pasarlo mal, salimos de la situación con el color de los  cardenales, parece que la balanza se inclina al lado negativo. En general, lo mismo que el lila, se relaciona con el descontento y la reivindicación. También con el mundo espiritual.

Los colores violeta, lila o malva  se  han identificado tradicionalmente  con el feminismo. El violeta es  un  color que apenas aparece en los dichos. En la lengua culta se usa la expresión ser un erudito a la violeta, para aquellos que aparentan mucha erudición, pero tienen poca sabiduría. La frase se corresponde con el título de un libro publicado por José Cadalso en 1772, en el que satirizaba la erudición excesiva y superficial. El color violeta se asocia hoy a la lucha feminista. Tanto el lila como  el violeta o morado son colores fríos, que se asocian con lo espiritual (con la penitencia, la Cuaresma), con el esoterismo (se usa mucho en los cuentos). En otra época se asociaban a los trajes de la nobleza, pues eran  colores difíciles de conseguir. No es frecuente que los usen los partidos políticos, aunque en España sí tenemos un partido que usa estos colores en su logotipo.

En literatura, el violeta se ha asociado con la melancolía: Largas brumas violetas  / brotan sobre el río gris… Son versos de Leopoldo Lugones. Porque eras melancólica y perdida / y era perdido y lúgubre mi amor / y en ti miré el emblema de mi vida /  y mi destino, solitaria flor,  decía  Gil y Carrasco de la violeta.



El malva también tiene alguna presencia en los modismos. De las personas que han tenido humilde cuna se dice que han nacido entre las malvas.  Estar criando malvas es otro dicho popular que dejaremos de oír de forma definitiva cuando estemos ocupados en  esa crianza. Las malvas crecen con facilidad en lugares abandonados y de manera especial en los cementerios, por eso existe la creencia de que los restos de los cadáveres sirven de abono para estas plantas. Sin embargo, tiene un sentido más positivo cuando se dice que alguien  es  o está como una malva, para valorar su actitud de docilidad o bondad.

El azul, color del mar, de la serenidad, nos eleva de rango social: celeste, marino, turquesa, azul, cobalto… Sugiere una cierta seguridad. En el mundo político se identifica con partidos de derechas. Era el color de las camisas de los falangistas y voluntarios de ese grupo, del SEU y de la Sección Femenina (enfermeras) que  constituyeron la División Azul, que apoyó a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Ser de sangre azul se ha identificado con la nobleza y la realeza. La expresión  tiene relación con el hecho de que las personas de alto linaje, que no trabajaban  al sol, no tenían la piel morena y a través de ella se apreciaba mejor el color azulado de sus venas, y eso hacía creer a la gente sencilla que tenían la sangre azul. De sangre azul o roja, la mayoría de las mujeres han aspirado a encontrar un utópico príncipe azul en algún momento de su vida. También eleva de rango lo de sentarse en el banco azul o lo de conseguir playas con banderas azules. En cambio, no nos gusta encontrarnos con zonas azules de aparcamiento, ni tener la enfermedad azul. En cambio,  sí nos recomiendan    comer pescado azul,  aunque, hasta no hace mucho, era una comida de pobres, frente al pescado blanco que tenía mejor valoración. El azul ha sido también el color por excelencia del manto de la Virgen.

Azul fue el título de la obra de Rubén Darío que abrió el Modernismo. Y el azul se prodigó dentro de ese movimiento literario. Es un color con mucha presencia en la poesía. Dios está azul, son las primeras palabras de un verso de Juan Ramón Jiménez. Yo soy aquel que ayer no más decía / el verso azul y la canción profana… Es el inicio de un poema de Rubén Darío.




De colorines



Cerramos el artículo deseando que nadie confunda  los colores, al juzgar a personas o cosas;  que los colores nacionales muevan emociones, pero gestionadas siempre por  la razón, y que en todo lo escrito haya habido un poco de color.

La realidad es tozuda y tiene el color que tiene, a pesar de ello, y, aunque a veces  las cosas pasen de castaño oscuro, lo mejor es que sigamos viendo el mundo de colorines… De color pastel, a poder ser, aunque no nos comamos pasteles de colores. Desde luego, siempre son preferibles al negro o al gris: ¡No hay color!  

Y colorín colorado, artículo cerrado.

Foto: Teresa Álvarex
Este artículo ha sido publicado en abril de 2020 en la revista universitaria Nueva Etapa del Colegio Universitario María Cristina. San Lorenzo del Escorial (Madrid).


Separata de la revista Nueva Etapa.



Y el día 24 de mayo de 2020 por el periódico leonés Astorga Redacción:

Los colores de la palabra






5 comentarios:

  1. Excelente Margarita. Enhorabuena
    Carlos Junquera

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  2. Ser negrero con la piel blanca, qué contradicción!!! A ver si es posible que, como malvas, pasemos esta etapa gris y entremos en la del color que quiera cada uno. Muy interesante. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias... De colores, de colores se visten los campos en la primavera...

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  3. Interesantísimo tu artículo. Me has hecho revivir todos esos dichos tan usados y que nos recuerdan nuestra vida diaria pero que casi ni se usan ya.

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.