Cuántas historias se guardan entre las páginas de los libros
de una balda de mi biblioteca. Cuántas
historias de vida, de muerte, de ilusiones, de desengaños, de alegría, de amor,
de rabia, de miedo. Cuántos personajes
con los que me he identificado, a los que he amado o despreciado, están
deseando volver a ponerse de pie….
Me he fijado hoy en los libros que tengo delante de Antonio
Gala. He recordado sus obras de teatro que tuve ocasión de ver en su día en los escenarios. He releído alguno
de sus sonetos de amor y algunos artículos de aquellas columnas tan recordadas
y que muchos leíamos con deleite: Charlas
con Troylo, Dedicado a Tobías, Cuaderno de la dama de otoño… Y he recordado
especialmente una de aquellas series,
la titulada La soledad sonora, como la famosa obra de Juan Ramón Jiménez… Y ha
vuelto también a mi mente la belleza paradójica
de los versos de san Juan de la Cruz: “La música callada / la soledad sonora…”.
Y me han hecho sentir así la soledad: una soledad silenciosa en el exterior y
una soledad sonora en el interior.
He recordado que tengo varias de las obras de Antonio Gala dedicadas por el autor, y sus dedicatorias, que ya tenía olvidadas,
hablan de compañía y de alegría. “Para Margarita, mil alegrías compartidas…”. (El imposible olvido). “Para Margarita,
con la esperanza en ella, mi deseo de
compartir la alegría...”. (Los papeles de
agua).
De compañía y de alegría
andamos mendicantes en este momento. Necesitamos
sentirnos acompañados y alegres… Imposible contar con la alegría exterior, porque las lágrimas se
derraman con profusión por muchas caras.
Pero, en estos momentos convulsos, hay que buscar la alegría interior, aunque lloren nuestros ojos,
aunque nuestra vida se desgarre. Quizá haya que buscarla en la adopción de un sentido
ascético de la vida que nos haga resistir al enemigo feroz que nos golpea.
Creo que el texto más bello que he leído sobre la alegría
está en la conmovedora novela Donde el
corazón te lleve, de Susanna Tamaro. Una novela para leer una y mil veces.
La felicidad es, respecto
a la alegría, como una lámpara eléctrica respecto al sol. La felicidad tiene un
objeto, somos felices por algo, es un sentimiento cuya existencia depende de lo
exterior. La alegría, en cambio, no tiene objeto. Te posee sin ningún motivo
aparente, en su esencia se parece al sol: arde gracias a la combustión de su
propio corazón.
Quizá hoy podamos hacer nuestra soledad sonora con un rayo
de sol, con unas palabras de ánimo, con esa pequeña mejoría que experimentemos, restando días a esta condena, empezando a
hacer un duelo… O quizá simplemente abriendo un libro…
(…) La vida es
desierto y oasis,
nos derriba, nos
lastima,
nos enseña,
nos convierte en
protagonistas
de nuestra propia
historia.
Aunque el viento sople
en contra,
la poderosa obra
continúa:
tú puedes aportar una
estrofa.
No dejes nunca de
soñar,
porque en sueños es
libre el hombre.
No caigas en el mayor
de los errores:
el silencio. (…)
“La alegría de vivir”.
Walt Whitman
Muy bien Margarita. Sigues apuntando en la buena dirección. CARLOS JUNQUERA
ResponderEliminarGracias, Carlos, por leerme y por molestarte en escribir tu opinión. ¡Salud!
EliminarUn libro es siempre un buen amigo, pero en situaciones difíciles, como ahora, con la soledad impuesta y el dolor por las víctimas, ni siquiera los buenos amigos ayudan. Ánimo.
ResponderEliminarAl menos hemos vuelto a recordar la lectura de aquellos que en algún momento nos llegaron al alma. Es lo que me ha ocurrido con las obras de A. Gala.
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