Poemas para la Pascua de Resurrección
Con esta cuarta y última entrega, cerramos una serie de cuatro dedicadas a la poesía relacionada con la Semana Santa.
Antonio Machado
(Sevilla, 18975-Colliure, 1939) nos presenta un domingo de Pascua luminoso y
alegre y colorista, como corresponde a un domingo primaveral.
Pascua
Mirad: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.
Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa
allí el romance del amor se cuenta.
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse de la vida ciegan?
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres con blancos garabatos.
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.
Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba
y el pastor que apaciente los merinos
Juan Ramón Jiménez (Moguer,1881-
San Juan, Puerto Rico, 1958) nos presenta una religiosidad serena de aceptación
de la voluntad divina.
Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.
Si queréis que entre
las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la
vida,
que sea lo que queráis.
Si queréis que entre
los cardos
sangre hacia las
insondables
sombras de la noche
eterna,
que sea lo que queráis.
Gracias, si queréis que
mire,
gracias si queréis
cegarme;
gracias por todo y por
nada,
y sea lo que queráis.
lo que queráis, señor,
Y sea lo que queráis.
Frente a la exaltación
de la alegría primaveral de la Pascua de Resurrección, en la literatura en
lengua española también está presente el
sentimiento de la necesidad de sentirse amado para buscar sentido a la existencia, un existencialismo cristiano que
refleja Dámaso Alonso, autor de la Generación del 27 (Madrid, 1898-1990), en este poema.
Hombre y Dios
Hombre es amor. Hombre
es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si el hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita: “¡Entro!”.
Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho, y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.
Amor-hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
Tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!
Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Gloria
Fuertes (Madrid, 1917-1998) refleja
en este poema el amor que entrega Cristo
gratuitamente a todas las personas.
Cristo, cristal purísimo
que no se rompa nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria.
Bebo debajo de tu trono de
espinas,
duermo en un ala de tu cruz siempre viva,
y no hay por qué pedirte por
los hombres,
porque todos los hombres
están en tu memoria,
en tu luz desbordante con que
nos amas sin
méritos.
Sé que te desvives hasta
morir, de nuevo,
cada instante,
por los que son
ingratos con los otros.
Cristo, cristal purísimo, que
no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz, que
nutre nuestra arteria.
Sin embargo, la misma autora, Gloria Fuertes, en el siguiente poema le
da a Dios una dimensión social. Dios está en lo sencillo, en lo cotidiano, en
el prójimo que tenemos delante: en la vida misma.
¿Dónde está Dios?…Se ve o no se
ve.
Si te tienen que decir dónde
está Dios, Dios de marcha.
De nada vale que te diga que
vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y
en los granos,
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el
aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces,
en el templo;
Dios está en el dolor que queda
y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la
garrapata,
en la mujer pública y en la
torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la
plaza.
Es verdad que Dios está en
todas partes,
Pero hay que verle sin
preguntar
que dónde está,
como si fuera mineral o plata.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
El misterio de que veas y
sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas:
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando
cantas,
en la voz cuando blasfemas
y cuando preguntas que dónde está.
Esa curiosidad es Dios, que
camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando
ríes,
en las venas cuando amas.
Ahí está Dios, en ti:
pero tienes que verle tú.
De nada vale quien te le
señale,
quien te diga que está en la
ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga
que está en las manos de todo
el que trabaja;
que se va de las manos del guerrero,
aunque este comulgue o practique
cualquier religión,
dogma o rama.
Huye de las manos del que reza
y no ama;
del que va a misa, y no
enciende a los pobres
una vela de esperanza.
Suele estar en el suburbio a
altas horas de la madrugada,
en el hospital y en la casa
enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede
cuando algo te encanta.
Pero de nada vale que te diga
que Dios está en cada ser que
pasa.
Si te angustia ese hombre que
se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que
sube y no baja,
si te olvidas de ti y de
aquellos, y te empeñas en nada,
si, sin porqué, una angustia se
te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a
la mañana
y sonríes a todos y a todos das
las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo
de tu corbata.
Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997), premio Cervantes en
1992, a través de un poema-padrenuestro establece una relación entre la rosa y
la vida humana.
Oración de la rosa
Padre nuestro que estás en la
tierra; en la fuerte
y hermosa tierra;
en la tierra buena.
Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna
forma
se atrevió a pronunciar este
silencio
pequeño y delicado… este
silencio que en el mundo
somos nosotras
las rosas…
Venga también a nos, las
pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido…
Hágase en nos tu voluntad,
aunque ella
sea que nuestra vida solo dure
lo que dura una tarde….
El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro…
Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez más
débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas…-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los
hombres,
que nos cortan, nos venden y
nos llevan
a su mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas…
No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía -¡el cascabel
de las palabras!-,
ni el moverse de pies
apresurados
ni el corazón oscuro
de los animales que se pudre ,
mas líbranos de todo mal.
Amén.
Ángela
Figuera (Bilbao, 1902-Madrid, 1984) se mueve en su concepción religiosa entre
la poesía desarraigada y la poesía social.
Me explico ante Dios
Señor,
si no te canto no te enojes.
Ya ves, no
tengo tiempo para nada.
Hay que
vivir, andar, estar con gente;
mirar el
bosque, el mar; subir alturas,
dolores,
escaleras; bajar sótanos,
abismos,
minas, pozos, corazones;
entrar en
los talleres y cocinas;
sembrar, coger,
bregar con los metales,
labrar la
roca, cepillar madera;
sudar al
sol, mojarse con la lluvia;
abrir ventanas,
mantener el fuego;
cocer el pan,
gritar por los caminos;
dormir al
niño, remendar la ropa;
llorar por
los difuntos
la propia
muerte un poco cada día.
No te hago
falta, tienes a tus Santos;
los coros
de tus Vírgenes y Arcángeles
te alaban y
bendicen en su gloria.
Pero, al que
es solo hombre, ¿quién le canta?
Tus campos
celestiales
florecen,
sin invierno, blancos lirios.
Mas, ¿quién
lleva azucenas a la casa del pobre?
Los astros
se detienen en tu frente.
Pero, ¿quién
baja un rayo
de sol hasta
las cárceles sin puerta?
El ángel se
arrodilla ante María.
Mas ¿quién
dice a la madre pecadora
bendito sea
el fruto de tu vientre?
Con oro,
incienso y mirra
los Magos te
enriquecen en la cuna.
Pero, ¿quién
se arrodilla
y entrega
tus tesoros a los niños descalzos?
Tu mano se
levanta
y el agua es
vino, el pan interminable.
Pero, ¿quién
pone los manteles
en casa de
la viuda
y quién
ofrece un rayo de esperanza
a los que se
desvelan por la noche?
Ya ves:
tanto hacer por aquí abajo;
tengo que darles
cuerda diariamente
a tantos
corazones y relojes.
Tengo que
andar buscando por la calle
a tantos de
mis hijos y decirles
las cosas
que ya saben, las que ignotan,
quitarles piedrecillas
de los ojos,
ponerles una
estrella en los cabellos,
hablarles de
la fuerza de sus manos
y del color
tan bello de su sangre,
de la
canción que llevan en la boca
del mundo de
mañana y de sus hijos.
Ya ves: no
queda tiempo para nada.
Si te viera, Señor,
Pilar de Cuadra Echaide (Hondarribia,
1918-San Sebastián, 1966) refleja en el siguiente soneto el sentimiento de la
duda, de la necesidad de que Dios se haga presente.
Si te viera, Señor, si yo te viera,
si solamente un poco te atisbara,
si rozaras tu cara con mi cara,
si tu beso de Dios me estremeciera.
Si al menos tu Hermosura apareciera,
a nadie, sino a Ti solo buscara,
pero la fe es amarga y me acibara,
me cansa esta noche y esta espera.
Me hiciste para amar y tengo manos
y necesito besos y caricias,
me diste un corazón y un alma
humanos.
Te pido sol y amor y primavera
mas no necesitara esas delicias
Ernesto
Cardenal, escritor nicaragüense (Granada,
1925-Managua, 2020), fue uno de los máximos defensores de la teología de la liberación en América
latina. En este texto nos presenta una visión alegórica de la Pascua.
En Pascua resucitan las cigarras
-enterradas 17 años en estado de
larva-,
que cantan y cantan todo el día
y en la noche todavía están
cantando.
Solo los machos cantan:
las hembras son mudas
pero no cantan para las hembras:
porque también son sordas.
Todo el bosque resuena con el canto
y solo ellas en todo el bosque no
los oyen.
¿Para quién cantan los machos?
¿Y por qué cantan tanto? ¿Y qué
cantan?
Cantan como trapenses en el coro
delante de sus salterios y sus
antifonarios
cantando el Invitatorio de la
Resurrección.
Al fin de mes el canto se hace
triste,
y uno a uno van callando los
cantores
y después solo se oyen unos cuantos,
y después ni uno. Cantaron la
resurrección.
Blas de Otero (Bilbao, 1916-Madrid,1979).
Un soneto que pertenece a su época de poesía existencial, en que el autor
establece un diálogo amargo con Dios.
Hombre
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la
muerte,
al borde del abismo estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero
tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé
cuándo,
oirás mi voz. Oh Dios. Esto hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus
arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos
llenas.
Ser –y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
José Luis
Hidalgo (Torres, Cantabria,1919-Madrid, 1947), un poema en que refleja la búsqueda
de Dios.
Te busco
Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los
hombres,
donde las almas de los muertos
velan.
Los cuerpos de los tristes que
cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Yo no sé dónde estás, pero te busco;
en la noche te busco, y mi alma sueña.
Por los que no están, sé que existes
y por ellos mis aguas te desean.
Yo sé que, como un mar, a todos
bañas;
que las almas de todos Tú reflejas
y que a Ti llegaré cuando mis aguas
Y para finalizar esta cuarta y
última entrega, reproducimos los primeros versos del poema de Juan Ramón Jiménez
Mañana en la Cruz.
Dios está azul. La flauta y el
tambor
Anuncian ya la cruz de primavera.
¡Vivan las rosas, las rosas del
amor,
Entre el verdor con sol de la
pradera!
Vámonos al campo por romero,
Vámonos, vámonos,
Por romero y por amor. (...)
El conjunto de los cuatro artículos dedicados a la poesía relacionada con la Semana Santa es solo un acercamiento mínimo al tema. Muchos autores y autoras han quedado fuera de ellos, bien por desconocimiento de quien ha realizado esta antología o por el hecho de ser un trabajo de circunstancias (supresión de la Semana Santa) que se ha preparado de una forma urgente y espontánea y que no debía de tener excesiva amplitud por el medio en que se iba a difundir (un blog).
Artículos anteriores sobre el mismo tema:
Poesía relacionada con la Semana Santa I
Poesía relacionada con la Semana Santa II
Poesía relacionada con la Semana Santa III
Foto: Pixabay.com |
Foto: MAR |
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