lunes, 10 de mayo de 2021

Insomnio, de Daniel Martín Serrano

 Reseña literaria


Título: Insomnio

Autor: Daniel Martín Serrano

Género: novela negra

Editorial: Destino

Páginas: 545

 

Insomnio es la primera novela en solitario de Daniel Martín Serrano, escritor nacido en Madrid en 1973.  Anteriormente ha sido coautor de la novela Galerías Velvet, el origen. En su brillante  trabajo como guionista ha participado en más de quince series de televisión, entre ellas, Hospital Central, Velvet, El Príncipe… Además de guionista y escritor, es profesor en la Escuela de Cine de Madrid.

Estamos ante una novela negra, una novela de acción y misterio que atrapa al lector desde las primeras páginas. Cuenta la historia de un expolicía que, por una actuación irregular en una investigación por asesinato de varias mujeres en que está implicado un familiar suyo, es expulsado del cuerpo y tiene que iniciar una nueva vida como guardia de seguridad. Este oficio  lo llevará  a trabajar en el  cementerio de La Almudena de Madrid.  Todos estos hechos desencadenan en Tomás Abad, el protagonista, un insomnio persistente que arruina su vida personal y familiar y le hace descender a los infiernos.

La novela es una narración en tercera persona que avanza linealmente, pero en dos tiempos diferentes. En el presente, se presenta la vida actual de Tomás mientras trabaja como guardia de seguridad y lucha contra los fantasmas del pasado. En el pasado, se cuenta de forma ágil su participación en la investigación de  unos asesinatos, en cuyo cierre   actuará de forma indebida. Dos años después de los hechos y de su expulsión del cuerpo, las consecuencias de  lo sucedido  están destruyendo su salud y su vida familiar. Los dos tiempos se van intercalando de forma alternativa y lo que parece, en un primer momento, que puede producir monotonía en la lectura, se convierte en un acertado procedimiento narrativo. Entre ambos, uniendo el presente con el pasado, se usa con frecuencia la técnica retrospectiva para recordar hechos anteriores que nos hacen comprender mejor la angustia que vive el protagonista y que  generan  un  cierto sentimiento  de misericordia hacia él por su sufrimiento.

En los primeros capítulos Daniel Martín Serrano parece que nos adelanta el final de la novela, pues  sugiere  quién ha podido ser el asesino. A pesar de ello, a medida que seguimos leyendo, el interés no solo no  decae, sino que se incrementa al ir ampliando los círculos narrativos, en torno a ese final.  Nos recuerda el procedimiento utilizado por García Márquez en Crónica de una muerte anunciada.  Pero, de manera sorprendente, en los  últimos capítulos  de la novela, la narración da un giro inesperado, aumenta  la intriga y nos conduce hacia un final inesperado y trágico, tal vez  el único final  posible  cuando conocemos al auténtico culpable de las muertes y el secreto que guardaba el protagonista.

Siendo una novela de policías y delincuentes, es esperable que aparezca en ella la lucha maniquea entre el  bien  y  el mal. Pero hay un contraste entre  el tiempo pasado y el presente. En el pasado, el protagonista es el “bueno” que persigue a los “malos” y trata de desenmascararlos y ponerlos en manos de la justicia; en cambio, en el presente, se presenta una situación ambivalente, pues unas veces Tomás se siente perseguido por un malvado invisible que trata de destruir su salud  mental  y su integridad física y  otras actúa como un perseguidor siguiendo su instinto de policía para “acabar con esa cacería de meses, de noches interminables, de ser por momentos el cazador y por momentos la pieza a cobrar”. (Pág. 476). Poco a poco vamos conociendo que su papel de bueno durante la investigación no lo fue tanto cuando esta terminó. Al final Tomás y su perseguidor  se encuentran, y en el encuentro el bien y el mal se confunden y ya  parece  que solo Dios podrá juzgarlos, según las últimas palabras de la novela,  mientras empieza  a oírse “el sonido de la trompeta que anuncia el Juicio Final”.  (Pág. 544).

Cada uno  de los dos tiempos  de la novela presenta un ritmo diferente.  La  parte que se refiere al pasado es más dinámica, con mayor presencia del diálogo  y párrafos más breves, y está en relación con los hechos que se cuentan, que se suceden de forma rápida. Además, se narra en pasado lo que acentúa ese ritmo rápido de acción acabada. La parte referida al presente es más lenta, con párrafos más largos, con mayor presencia de  la  descripción, y la narración se hace en  presente histórico. El uso del presente  nos acerca de forma más plástica y cercana a los hechos que ocurren y  parece que los contemplamos ante nuestros ojos.  Estas características de estructura y técnica narrativa  son usadas con maestría para presentar con  mayor profundidad  la psicología del personaje, porque estamos ante una novela de acción  que nos seduce con la intriga, pero también estamos ante una  gran novela de introspección psicológica., en la que  el autor es capaz de transmitir al lector con   mucho acierto  las vivencias que acongojan al protagonista.

 Insomnio, palabra aislada y rotunda que da título a la novela, nos habla del tema central de la misma, una falta persistente de sueño que lleva la vida al límite y   que va destruyendo al protagonista. El insomnio se inicia cuando Tomás apenas dormía mientras realizaba investigaciones policiales y se olvidaba hasta de comer, obsesionado por su trabajo. Y, dos años después,   duerme menos aún  por los remordimientos y el miedo,  y así su vida se convierte en una atroz pesadilla, que le lleva a la incomunicación.  

Es magistral la descripción que hace del insomnio  en un capítulo inicial que hace las veces de proemio. “Lo malo de no dormir, lo terrible del insomnio, es que llega un momento en el que no se sabe  si se está despierto o dormido”. (Pág. 12). Es un insomnio que destruya a la persona que lo sufre y que destruye también la relación con las personas que lo rodean. En las nebulosas de ese insomnio se mezclan lo real y lo irreal, a la manera del realismo mágico de García Márquez, Rulfo....  Las consecuencias de ese insomnio persistente y agobiante producen también una cierta angustia en el lector.  Ansía dormir, pero al mismo tiempo teme hacerlo, “porque en sueños no es capaz de controlar los pensamientos, porque allí reina el subconsciente, al que no se le puede ocultar nunca la verdad”. (Pág. 544). Quizá por ello cuando se enfrenta a la verdad que le atenaza y que ha mantenido escondida durante dos años, solo el sueño eterno lo puede liberar de la angustia.

Otros temas importantes se tratan también en la novela. Uno de ellos es  la hipocresía moral de personas públicas y adineradas que organizan fiestas y orgías sexuales, aprovechándose de la situación de desamparo que viven muchas mujeres (varias extranjeras), para someterlas a prácticas crueles y absolutamente condenables. Esos individuos poderosos en lo político o en lo económico son capaces también  de condicionar las  actuaciones policiales.  Otro tema es el enorme daño social que producen  unas interpretaciones absolutamente erradas de  creencias religiosas o ideologías que pueden  llevar a algunas personas a justificar moralmente la violencia que realizan  sobre  otros seres humanos. En  el caso del asesino le lleva a decapitar a varias mujeres, porque se cree un enviado de Dios para salvarlas. Son creencias que destruyen al que las profesa y a las personas que se encuentran en su camino.

Daniel Martín maneja también muy acertadamente la descripción en la novela, especialmente el paisaje y paisanaje urbanos del entorno de la Gran Vía Madrileña, en distintos momentos del día.  Y son especialmente sugerentes las descripciones nocturnas del cementerio de La Almudena, de la ciudad de los muertos: las tumbas, el silencio, los sonidos, la niebla,   las luces espectrales… Son muy plásticas las sensaciones que nos trasmite y muy en consonancia con ese insomnio que lo atenaza:  “ O quizá fue el oído, que presiente lo que el ojo no ve todavía, un sonido que no se identifica, un golpe impaciente, seco y continuado, un resoplido, unos pasos”. (Pág. 223). También describe de forma precisa  el aspecto físico y moral  de algunas personas: “Un hombre de unos cincuenta años se acercó a la puerta del local. Una redonda barriga le precede, el rostro encarnado, los ojos vidriosos” (pág. 39). Para las descripciones usa con gran soltura y eficacia la comparación y la variedad de la adjetivación. “El aire frío de la noche le atraviesa como agujas de hielo”. (pág. 330). “Las noches sin dormir comenzaban a colgarle del cuello como las cadenas de un esclavo”. (Pág. 393).

En conclusión, una novela de intriga y misterio, en un Madrid espectral,  que arrastra al lector sin tregua y le hace leer la historia de forma ávida mientras persigue el desenlace en compañía del protagonista. Una lectura que no da cabida al aburrimiento y  que nos permite augurar a  Daniel Martín  Serrano un prometedor futuro literario.

 

Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora.

Madrid, mayo de 2021


 Nota:  Daniel Martín Serrano fue alumno mío durante sus estudios de Bachillerato, en Santo Domingo Savio. Ha sido un placer para mí realizar esta reseña,  por conocer al autor y por la calidad literaria de la obra.

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