martes, 8 de septiembre de 2015

UN OCHO DE SEPTIEMBRE




          Y una evocación: Nuestra Señora de las Angustias (La Garandilla)


Y cada ocho de septiembre,
y también el día de Pascua,
cita es en La Garandilla, 
que es la catedral de Omaña. 
      
                            De Coplas a Omaña    de Margarita Álvarez 





Tal día como hoy, 8 de septiembre, el DÍA OCHO, cuando era una niña, acompañaba a mi madre, a mi padre y  mi hermana menor a la Romería de La Garandilla.  Acudíamos al santuario de la catedral de Omaña. Un bello edificio, de aspecto herreriano, de la primera mitad del siglo XVIII.

Mis ojos de niña se sorprendían ante tanta cantidad de gente que, atraída por la devoción a  Nuestra Señora de las Angustias, la Virgen de La Garandilla,  llegaba de otros lugares de Omaña, de La Cepeda, de la Ribera, de Ordás, o de otros  lugares que a mí  me resultaban lejanos y desconocidos.


Santuario de Nuestra Señora de las Angustias, siglo XVIII. La Garandilla

 A la hora de la misa, asistida y  solemne, se llenaba el santuario, que había sido engalanado para la ocasión, y se palpaba claramente en su interior  la emoción y devoción de los asistentes. La predicación solemne era uno de los atractivos de la ceremonia y otro gran momento era aquel en que, una vez finalizada la misa, pasábamos por el camarín para besar el manto  de la Virgen y recibir el trozo de pan bendito, la pedaza.


Virgen de las Angustias




















Luego acompañábamos a la virgen en procesión por el pueblo, entre la devoción y la nota festiva que ponía en el ambiente la música de los redoblantes.  Cerca de la imagen, llevada por mujeres en unas andas que cubren la imagen con una especie de baldaquino rojo, azul y dorado,  algunas personas, generalmente también   mujeres, caminaban descalzas  u ofrecidas, vestidas con unos hábitos grises que llamaban mortajas, que se alquilaban en el propio santuario el día anterior. Estas  personas, así ataviadas,  acudían a la virgen para dar gracias por algún favor recibido, favor que unas veces era demandado por los propios  ofrecidos y en otras ocasiones   por otras personas. Hiciera quien hiciera el ofrecimiento, siempre la persona que había recibido la gracia tenía obligación moral de cumplir con la promesa en la fiesta del siguiente 8 de septiembre. 

Me resultaba muy impresionante  el aspecto que presentaban estos penitentes vestidos de esa manera, y más todavía cuando supe qué era una mortaja. Personas vivas con vestimenta propia de muertos me hacían imaginar una procesión de  muertos vivientes. También resultaban impactantes para  una mirada infantil  los exvotos de cera que colgaban de las paredes,  con la  forma de diversas partes del cuerpo.

Terminada la misa, se vivía plenamente la romería. Había  en torno a la iglesia artesanos y feriantes que vendían  herramientas, cacharros o  productos alimenticios. Un tenderete muy peculiar era el de las carameleras (recuerdo vívamente a la caramelera de Trascastro). Ese era el puesto preferido por los niños. En puestos como ese se compraban los perdones  para los asistentes  y para obsequiar a las personas que no habían podido acudir.

A la hora de la comida, en torno al mantel, se    reunían varios miembros de la familia, en los prados cercanos al río, para comer las viandas que se habían llevado preparadas de casa: tortillas, un buen pollo o conejo casero, embutidos y, ¡cómo no!, también se  incluían frisuelos y otros postres caseros. 

Por el pueblo  se veían carros y caballerías que habían transportado allí a los romeros y mucha gente que iba y venía del santuario a la cantina. Frente a la cabecera del santuario, estaba la típica  del Barrilero, con buen vino y sabrosas truchas que preparaba su esposa (mi tía) Rolindes. 

Margarita y Teresa (8/9/1960)
Ante la puerta de Petro.
Foto de José García


Por la tarde, baile y diversión, y  también nuevas visitas al santuario para rezar el rosario o despedirse hasta el año siguiente.

Y siempre, posibilidad de registrar la imagen  de la ocasión, vestidos de guapo, en un retrato realizado por el único fotógrafo conocido en la zona,    José García, de Inicio, que fue durante décadas la historia gráfica de Omaña. El día de Santa Marina, en La Utrera, o el 8 de septiembre, en La Garandilla, eran las ocasiones más propicias para que los omañeses de la baja Omaña fueran retratados. 


Ya sé que queda poco de aquellas romerías, quizá solo queden gratos recuerdos   en la mente de los que éramos niños hace 50 años, pero seguro que se mantiene plena la emoción  de las personas que se postran ante la imagen de Nuestra Señora, le cantan con emoción el himno compuesto por mi prima Ángeles García Álvarez (Geles) y la siguen sacando en procesión:  "Oh, Virgen de las Angustias /patrona de La Garandilla / acógenos bajo tu manto / oh, Madre querida / oh Madre de Dios".

Por circunstancias de la vida, hace cuarenta años que no asisto a  esa fiesta, pero siempre cuando llega el Día OCHO o Día de La Garandilla rememoro estas vivencias de infancia.  Espero algún día  volver a vivir en directo esa emoción  en la Catedral de Omaña.


1 comentario:

  1. yo también tengo esos recuerdos y una fotografía con 5 años la única de infancia. Estuve este año en la misa y sigue siendo igual, algún descalzo había mortajas no, comì la pedaza de pan acompañada de una copita o chupito como se dice ahora de moscatel. A la salida en la plaza también nos dieron empanada o pica riquísima. Gracias. Besos.

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.