Entre
el asombro y la desolación, y contemplando los incendios que, en los meses de julio y agosto, año tras año, asolan la
provincia de León y otras zonas de España, vienen a mi mente muchas palabras y vivencias relacionadas con los montes y las
quemas, que quemas o quemadas, no incendios, se llamaban por estas tierras.
Una negra columna asoma sobre las montañas. Huele a humo. Desde varios kilómetros nos llegan las povisas desprendidas por la quema de los piornos, rebollos, robles, urces, argomas, carqueisas… y de la yerba agostada que arde como yesca. Se ven llamaradas impresionantes. La humacera invade todo y en algunos lugares dificulta la respiración. El sol se esconde tras un impresionante velo negro.
Galanas cabriteñas |
Una negra columna asoma sobre las montañas. Huele a humo. Desde varios kilómetros nos llegan las povisas desprendidas por la quema de los piornos, rebollos, robles, urces, argomas, carqueisas… y de la yerba agostada que arde como yesca. Se ven llamaradas impresionantes. La humacera invade todo y en algunos lugares dificulta la respiración. El sol se esconde tras un impresionante velo negro.
Se consuma el desastre. Frentes de fuego de varios kilómetros. Muchas hectáreas quemadas. Vecinos que se mantienen temerosos y expectantes: otra quema más… Y van... ¿cuántas? ¿Cuándo será la próxima?
No
vamos a negar que siempre ha habido incendios forestales. Incluso a veces se
quemaba de forma intencionada la maleza y las urces de alguna
parte del monte para roturarlo con más facilidad o conseguir pasto. En algunas
zonas se conserva en la toponimia la palabra bouza, que significa, precisamente, lugar quemado para obtener pasto. Otro topónimo, Las Quemadas, alude a lo mismo.
Lo que ocurre es que, aunque hubiera incendios, aquella naturaleza era sostenible. Pero la cantidad y las proporciones de los incendios que en las últimas décadas queman los llanos y los tesos de nuestros montes, valles y vallinas tienen unas consecuencias devastadoras.
Lo que ocurre es que, aunque hubiera incendios, aquella naturaleza era sostenible. Pero la cantidad y las proporciones de los incendios que en las últimas décadas queman los llanos y los tesos de nuestros montes, valles y vallinas tienen unas consecuencias devastadoras.
Cuando
hace varias décadas se producían quemas en los pueblos o sus
alrededores, lo primero que se hacía era tocar las campanas con un toque especial:
se llamaba tocar a rebato, distinto del repicar para concejo o facendera o para llamar a misa. Los
toques se oían de pueblo en pueblo, pues los habitantes de las poblaciones
vecinas también tocaban las suyas para acudir en ayuda. Se vivía una situación
de una solidaridad encomiable. Pronto se reunía toda la población para hacer
una hila e ir pasándose los calderos de agua. Calderao a calderao,
cuando no existían bocas de riego ni mangueras, solo agua apozada en alguna pequeña balsa, se intentaba acabar con la
lumbre.
Si el fuego estaba en una zona de monte, se cortaban ramas de escobas o de otros arbustos llamadas jamascos, y así, a jamascazos, dando golpes sobre el fuego y con la ayuda de los calderos, se conseguía ir apagando la quema.
Si el fuego estaba en una zona de monte, se cortaban ramas de escobas o de otros arbustos llamadas jamascos, y así, a jamascazos, dando golpes sobre el fuego y con la ayuda de los calderos, se conseguía ir apagando la quema.
Quema en San Martín de la Falamosa |
Cuando
el fuego destruía alguna vivienda o pajar, la solidaridad también afloraba de
forma espontánea. Se iba a pedir una ayuda para los afectados a los pueblos vecinos (para casa quemada) con vistas a remediar la catástrofe que había producido
la quema. Con yerba y cereales para los animales, aperos de labranza, dinero… se ayudaba a
aquellos labradores que habían perdido casas y cosechas.
Hoy,
apenas hay aprovechamiento vecinal de
nuestros montes, pues la población rural es escasa y ha abandonado las labores
agrícolas, por edad u otros motivos, y eso hace que los montes estén llenos de fusca. Existen pocas vacas, ovejas o
cabras que pasten los llamargos y vallinas. Por este motivo
crece por cualquier lugar la yerba
que en verano se seca y arde con facilidad.
Ya no se escotan las urces para encender la candela, ni se sacan la raíces de estas, por la comarca de Omaña llamadas cepas, para atizar al fuego. No se podan los robles o rebollos para conseguir los fiacos o fuyacos con que se alimentaba a los animales estabulados en el invierno. Tampoco se cortan escobas ni codojos para usos domésticos o agrícolas. Muchas de las tierras centeneras que antes se cultivaban en las laderas de los montes, en las vallinas y en nuestras chanas y chanos se dejaron de baco o de adil hace años y hoy están irreconocibles por estar totalmente tomadas por la vegetación. Las roderas, caminos y senderos están impracticables. La vegetación llega hasta las mismas casas…
Además, se han hecho repoblaciones con pinos, que es un tipo de árbol que arde de manera fácil y que no es autóctono de los lugares donde se ha plantado. En fin, un peligro constante, ante cualquier accidente o la malvada intención de algún desaprensivo.
Ya no se escotan las urces para encender la candela, ni se sacan la raíces de estas, por la comarca de Omaña llamadas cepas, para atizar al fuego. No se podan los robles o rebollos para conseguir los fiacos o fuyacos con que se alimentaba a los animales estabulados en el invierno. Tampoco se cortan escobas ni codojos para usos domésticos o agrícolas. Muchas de las tierras centeneras que antes se cultivaban en las laderas de los montes, en las vallinas y en nuestras chanas y chanos se dejaron de baco o de adil hace años y hoy están irreconocibles por estar totalmente tomadas por la vegetación. Las roderas, caminos y senderos están impracticables. La vegetación llega hasta las mismas casas…
Además, se han hecho repoblaciones con pinos, que es un tipo de árbol que arde de manera fácil y que no es autóctono de los lugares donde se ha plantado. En fin, un peligro constante, ante cualquier accidente o la malvada intención de algún desaprensivo.
Las
riberas de los ríos y sus cauces no se limpian, como sí hacían en otras épocas los
lugareños, porque lo prohíben las confederaciones hidrográficas competentes u
otros organismos, y eso impide a veces que los medios aéreos de extinción
tengan el agua muy cerca y no la puedan utilizar por la imposibilidad de acceso a los ríos, hecho que ha ocurrido en
algunas de las quemas más recientes.
Medios aéreos de extinción de incendios |
Es
preciso hacer una llamada a las autoridades competentes, en todos los niveles
de la Administración, para que trabajen
para evitar los incendios. Y los incendios se evitan en invierno, antes
de que se produzcan. Es necesario
limpiar caminos (que son cortafuegos naturales), desbrozar las zonas peligrosas
cercanas a las viviendas, no impedir o dificultar la labor de los vecinos en
esa limpieza, permitir la tala de robles, urces… Los ganados deberían aprovechar libremente los pastos de los montes públicos. Hay que limpiar las riberas y cauces de los
ríos. Se deberían realizar cortafuegos en lugares en que hay mucha
vegetación y mantener limpios los que se realizan cuando se produce un
incendio, que en muchos casos quedan abandonados.
Cualquier
inversión en estos trabajos sería
rentable, pues evitaría gastos mucho mayores en la extinción de incendios, sufrimiento en las poblaciones más
directamente afectadas y desastres
ecológicos. Y, por supuesto, además de lo dicho, hay que castigar de forma
rotunda a los
responsables de estos incendios, a esos que se “entretienen” achismando a nuestros montes o provocando quemadas por negligencia.
Mantigones que crecen bajo las argomas |
¿Cuántos
años tardarán en crecer las urces y alfombrar con sus galanas albares y cabriteñas
las laderas de los montes en primavera?
¿Cuándo volveremos a recoger a principios del verano los sabrosos mantigones que crecen bajo las argomas? ¿Cuántas décadas serán
necesarias para volver a ver matas de
robles?
Tarda
muchos años en regenerarse un monte, la erosión hace estragos, desparecen los
manantiales y se contaminan las aguas, la fauna salvaje ve muy alterado su
hábitat. Basta ver con horror cómo los
animales van saliendo a las carreteras cuando arden los montes y cómo vagan desorientados…
Tras la quema: estaracos. Quintana del Castillo (León) |
Estos
desastres ecológicos no solo afectan a la población rural que sufre el impacto
de forma directa, nos afecta a todos, porque afecta a la Tierra, y nada de lo
que afecte a nuestro planeta nos puede ser indiferente. Es nuestra vida y la que dejaremos en herencia a las
generaciones venideras.
Galanas albares |
Estaracos: palo o rama seco o quemado de urces y otros arbustos.
Vocabulario recogido en el libro: El habla tradicional de la Omaña Baja de Margarita Álvarez Rodríguez
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